lunes, octubre 20, 2008

"Auge y caída del socialismo petrolero"


POR:MANUEL MALAVER.

Es fácil explicarse la causa de la creciente, patética e incontrolable ofuscación que satura los discursos del Chávez de los últimos días: seguro que entre batalla y batalla, revolución y revolución, socialismo y socialismo le llegaban reportes de la caída estrepitosa de los precios del petróleo en los mercados mundiales.

Un precipicio que se abrió bajo sus pies un día después del histórico 11 de julio pasado cuando la cotización del crudo alcanzó el techo de los 147,50 dólares el barril, pero que era imposible llamara la atención del fundador del socialismo petrolero, del modelo económico y político con el cual se propuso rescatar de los escombros del muro de Berlín al socialismo del siglo XX, intoxicándolo, de paso, con la ingenua fantasía de convertir al capitalismo “moribundo” en financista de la pérdida gigantesca de recursos que significa mantener en pie un sistema que niega las leyes del mercado, la competencia y la productividad.
Y es que, cualquier político menos ingenuo, irracional, rupestre e ideologizado habría concluido que se llegaba al límite en que comenzaban a cumplirse las peores predicciones de que una recesión atizada por el alza incontenible de los precios del crudo estaba tocando la puerta, y habría aterrizado, habría empezado por despedir al doctor Cagliostro de la política petrolera de mayores precios y menos producción, al aprendiz de brujo de origen alemán, Bernard Mommer, quien debe estar pensando en este momento que destruir al capitalismo requiere algo más que lecturas trasnochadas del “Das Kapital” de Carlos Marx.
Chávez, por el contrario, prefirió ponerse a la cabeza de los radicales de dentro y fuera de la OPEP, de gente como el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, del número uno de la Corporación Petrolera Nacional de Libia, Shukri Ghanem, del ministro argelino de petróleo y actual presidente de la OPEP, Shakib Khalil, y del presidente del gigante petrolero ruso Gasprom, Alexei Miller, para anunciar eufórico que el precio del crudo terminaría el año a 200 dólares el barril y se dirigía a colocarse en un momento del próximo año en 400.
De modo que, característicamente, fin del capitalismo, del imperialismo, del neoliberalismo y de los Estados Unidos, y regreso del socialismo real, del stalinismo y del castrismo, y ahora sí para quedarse y de la mano de este adolescente tardío caribeño, parroquial y etnocentrista que jamás se enteró de que lo único cierto en la economía de nuestro tiempo es la globalización, cuya ley básica es el principio caro a la astrofísica y la geotermia que se conoce como “Efecto Mariposa” y según el cual, el aleteo de una mariposa en lo más profundo de la selva centroamericana es suficiente para provocar una reacción en cadena que termine en catástrofes como la tormenta Odile o el huracán Katrina.

Contimás en el tejido profundamente imbricado, interconectado, interdependiente, interactivo y proactivo de la economía contemporánea, donde las operaciones bursátiles y de otro tipo, como consecuencia de la revolución tecnológica, viajan a la velocidad de la luz y el aumento de un centavo en el precio del crudo puede ser suficiente para que los hambrientos de Asia y África tengan menos arroz, los pobres de Europa menos trigo, y los de América menos maíz.
Pero nada que conmueva a los petroadictos, a quienes el periodista norteamericano, Thomas Friedman, ha etiquetado en su ensayo “La primera Ley de la Petropolítica” como petrodictadores, a aquellos cuya hambre es una ambición psicopática insaciable por la concentración de más y más poder que los transforme en una suerte de tiranos galácticos cuyos misiles consisten en disparar los precios del crudo cada vez que amanecen de mal humor.
De ahí que Chávez y su combo se apresuraran en junio pasado a boicotear la reunión de Jedda, un evento convocado por el Rey Abdoullah de Arabia Saudita para encontrar a representantes de los principales países productores y consumidores, a 7 organismos internacionales y a las empresas petroleras y de inversión involucradas en la producción, distribución, mercadeo y especulación con los hidrocarburos, y expresar así su preocupación por lo que calificó “de injustificada escalada de precios , así como la incidencia de dicha escalada en la salud de la economía mundial” según reseña el experto petrolero venezolano, Elie Habalian, en su brillante artículo: “Los cuatro jinetes petroleros del Apocalipsis” publicado el 12 de agosto en “Petroleumworld”.
De ahí también que cuando, como consecuencia de los acuerdos del encuentro de Jedda, los precios del crudo comenzaron tímida pero sostenidamente a bajar, el presidente ruso Medvedev y su primer ministro, Vladimir Putin, ordenaron la sorpresiva invasión de Georgia, dijeron ellos que para defender los derechos humanos de los nacionales rusos de Osetia del Norte y de Sur, pero tengo para mi que con la intención real de que los precios contuvieran su caída y regresaran a la tierra prometida del 11 de julio: 147,50 dólares el barril.
Nostalgia enfermiza que también podría explicar por qué Medveded, Putin y sus peones caribeños, Chávez y los hermanos Castro, vienen desde hace un par de meses amenazando con el regreso de la Guerra Fría, insinuando o diciendo que el mundo está de nuevo al borde de un enfrentamiento bipolar, del choque de dos grandes potencias con sus aliados que otra vez nos tendrán al borde de la destrucción, pero no con bombas nucleares sino con precios del crudo de 200 y 400 dólares el barril.Pero no, nada que avale eficazmente sus pretensiones, a no ser los soporíferos discursos de Chávez y una suerte de desfile de la chatarra militar rusa de la era soviética por aguas del Caribe, con la que presuntamente destruirán los arsenales gringos que ya les dieron a los comunistas exsoviéticos su tente allá.
Sueño que, como el regreso del socialismo real, la conversión de Venezuela en un enclave del imperio ruso de los zares Medveded y Putin, en una clínica de la salud física y mental de la moribunda revolución cubana, y laboratorio donde los venezolanos pasarían 50 años tratando de demostrar la eficacia de un sistema inviable y fracasado, vuela a transformarse en una pesadilla, pues no habrá más capitalismo en ascenso, crecimiento económico sostenido, ni estabilidad en los mercados mundiales para que Chávez continúe destrozando a Venezuela, América y el mundo a punto de alzas en los precios del petróleo.Por lo menos, no durante este año venezolano crucial de elecciones y confrontaciones y donde se demostrará como nunca que Chávez despilfarró una oportunidad de oro para darle la mano a los más pobres y corregir algunos de los males crónicos del país.
En definitiva, que si hay una muerte que certificar en este sábado 12 de octubre con un precio del crudo que cerró ayer a 77 dólares el barril después de haber estado el 11 de julio pasado a 147,50 dólares, es el socialismo petrolero chavista que también se conoce como “socialismo del siglo XXI”, el conato de resucitar el socialismo real de origen stalinista y castrista poniendo a pagar la enorme factura de su nuevo fracaso a los países capitalistas que serían simplemente extorsionados con alzas de precios depredadores y exaccionadoras.Pero también de pueblos como el venezolano, agarrado en la ratonera de una bonanza de la cual solo le tocaron migajas, mientras Chávez despilfarraba casi un BILLÓN de petrodólares dándole respiración boca a boca a economías quebradas como la cubana, tratando de darle oxígeno al neopopulismo de los esposos Kirchner al comprar bonos basura de la deuda argentina y, en conjunto, financiando a cuanto pillo del tipo Morales, Correa y Ortega quisiera darse la gran vida mientras le prometían que lo acompañarían en su cruzada alocada para destruir el capitalismo y restaurar el socialismo.
Una pesadilla cuyo auténtico sabor comienza atragantársela al fundador del socialismo petrolero que también llamó socialismo del siglo XXI y si lo dudan, los invitó a que lo sigan en su próximo discurso.

Fuente:http://www.noticierodigital.com/?p=1448

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las medidas que debe asumir el Gobierno para enfrentar la crisis

José Guerra, economista y ex director del BCV, en su columna de los martes del diario Tal Cual analiza el actual panorama económico venezolano frente a la crisis financiera internacional y la caída de los precios del crudo, y propone una serie de medidas para sanear la economía nacional.

Esta es su columna de hoy:

En la medida en que se agrava la crisis financiera internacional más claro se asoma en el horizonte la posibilidad de una recesión de la economía, lo que en los hechos implica un menor nivel de actividad económica. Cuando la economía deja de crecer se contrae la demanda de bienes y servicios de todo tipo, incluyendo petróleo. Por esa razón, los precios de este mineral comienzan a disminuir abruptamente como ha venido ocurriendo recientemente. No se trata de una caída cualquiera. Entre julio y la primera quincena de octubre los precios internacionales del petróleo han disminuido casi 50%.

Para Venezuela esto es muy peligroso.

La declinación de las cotizaciones petroleras puede poner en aprietos a una economía monoexportadora, que no cuenta ni con mercados ni con una producción diversificada, lo que se refleja en el hecho de que de cada cien dólares exportados, noventa y cuatro corresponden al petróleo.Esto es una señal de alarma. Según los ministros del área económica y otros voceros oficiosos dicen que la economía está en inmejorables condiciones, no se sabe si por ignorancia o porque estamos en época electoral, pero lo cierto es que no le dicen la verdad a los venezolanos sobre las eventuales consecuencias que pueden venir si continua la baja de los precios del petróleo, como la mayoría de los analistas espera que suceda y que en el gráfico adjunto es manifiesto su comportamiento. Ello podría provocar reducciones importantes en los ingresos fiscales lo que a su vez incidiría sobre el comportamiento de la economía real, que como la venezolana es sumamente propensa a reflejar el ciclo petrolero.

Estas dificultades pueden encararse de dos formas. La primera es como se ha venido haciendo, mediante una política sectaria que solamente considera al Estado como motor de la economía y que por tanto hostiliza y persigue a los factores productivos hasta el punto de hacer desaparecer buena parte del establecimiento productivo nacional. La segunda es propiciando un encuentro con los sectores de la vida nacional, en una especie de gran acuerdo, que incluya a los productores, los trabajadores y al gobierno, con el objeto de adoptar medidas consensuadas con el propósito de enfrentar oportunamente los efectos de las turbulencias internacionales en Venezuela. Esto implicaría llamar a los mejores talentos venezolanos y propiciar un clima de entendimiento y concordia con los sectores productivos.

Es a partir de allí donde se sugieren un conjunto de medidas para, con suficiente tiempo, afrontar una rebaja de los precios petroleros que puede golpear seriamente la economía.Se trata de incidir sobre las cuentas fiscales recortando de inmediato un conjunto de gastos que actualmente pueden liberar el presupuesto nacional de cargas pesadas para con ello evitar de alguna manera el sacrificio del gasto a la población más pobre que ahora recibe subsidios. En primer lugar, hay que parar la compra de nuevo armamento salvo los estrictamente necesarios para el funcionamiento de la Fuerza Armada Nacional. Ello podría implicar un ahorro de aproximadamente US$ 3.000 millones. Con un país con las calamidades como las que hoy padece Estados Unidos y además con la guerra en Irak, lo de la invasión a Venezuela, no deja de ser un cuento. En segundo lugar, debe limitarse severamente y reorientarse la ayuda y el financiamiento a terceros países. Después de cincuenta y dos años de revolución en Cuba, Venezuela, como antes lo hizo la Unión Soviética, no puede seguir soportando con el peso muerto de la improductividad de la economía cubana. Esto sugiere que si Venezuela frenara sus aportes a Cuba y otros países y cobrara su factura petrolera, podría tener economías cercanas a los US$ 3.000 millones. A donde habría que canalizar la ayuda sería hacia el pobre y abatido Haití, el país más pobre del Hemisferio occidental.

Como tercera medida se propone, parar en seco la estatización de empresas y revertir la compra se Cemex y el Banco de Venezuela. Ya lo que está sucediendo con Sidor, donde su producción y sus exportaciones desde que la tomó el Estado se han reducido a mitad, nos debe servir de experiencia. Esto puede ser un alivio importante para el fisco porque le saca la obligación de nuevo gasto. Por este concepto Venezuela ahorraría unos US$ 2.500 millones. Finalmente, el gobierno debe salir rápidamente al mercado a recomparar la deuda pública y los bonos de PDVSA cuyos precios se han desplomado, los primeros desde 85% de su valor hace un año hasta 59% en la actualidad, en tanto que los segundos bajaron desde 75% hasta 36%, lo que ha significado una confiscación de la inversión a aquellas personas e instituciones que mantiene esos bonos. Con ello el país por cada dólar de bonos comprado obtendría más de un dólar y medio.

José Guerra
Tal Cual