"De eso no se habla" ("...la revolución existe, el país no...")

POR:ALBERTO BARRERA TYSZKA.

Hay muchas maneras de obviar pero, en general, detrás de todas suele respirar la misma pulsión: no querer reconocer lo palpable, lo evidente.

En el diccionario de Fernando Corripio busqué la palabra obviar. Encontré varios sinónimos: quitar, eliminar, evitar, rehuir, orillar, apartar, eludir, esquivar. Tomé todas esas palabras y las guardé en una gaveta.

Pensé que quizás, algún día, puedan servirnos, que quizás alguna vez nos ayuden a comprender un poco la gramática de estos días.

Porque tal vez ésa sea la peor discrecionalidad que ejerce el Gobierno: la que le permite decidir, sin otro argumento que su propia y privada conveniencia, qué existe y qué no existe, qué es y qué no es real.

No se trata de estrategia: obviar es uno de los programas políticos fundamentales de la llamada revolución. Quitar, eliminar, evitar, rehuir, orillar, apartar, eludir, esquivar. Casi podría ser un mantra bolivariano. Cualquier lectura del país, ahora, debe necesariamente superar el mareo de la bulla, lo mucho que se dice, lo tanto que suena, para escarbar un poco en el lado invisible del guión, en aquello que jamás se pronuncia.La mañana de estas líneas, la prensa anuncia que cada dos horas y media se produce un homicidio en la ciudad de Caracas. Con mayor o menor intensidad, con mayor o menor sesgo, los medios ven lo que el Gobierno parece empeñado en obviar: la brutal inseguridad que mueve al país. Valdría la pena sumar los muertos que se suman en la invasión a Irak y comparar esas cifras con las nuestras. Tal vez no estemos tan lejos. Tal vez así el Gobierno entienda que la sangre no es un problema extranjero, que también aquí vivimos en emergencia.Hay muchas maneras de obviar pero, en general, detrás de todas suele respirar la misma pulsión: no querer reconocer lo palpable, lo evidente.
Por eso no hay inflación. Por eso nuestra economía es una maravilla. Por eso, aunque el mundo se hunda, seguiremos flotando. El mar de la felicidad no tiene fondo. Menos mal que llegó el socialismo. Por eso no hay crisis sino muchas reservas internacionales. ¿Quién es el terrorista que se atreve a decir que tenemos problemas? Resulta insólito que, a estas alturas, al tratar de explicar por qué no se han solucionado algunos problemas, Chávez todavía invoque a los adecos y a los copeyanos. Debe haber muchachos de 18 años, nuevos votantes, que ni siquiera saben qué significan esas palabras. Así también se obvia: nombrando enemigos que no existen.

Otra forma de no decir: decir cualquier cosa. Llenar de ruido el aire. A veces, el resultado puede ser cruel. Afirmar que los crímenes son un montaje mediático puede ser una grosería, un nuevo crimen en contra de las víctimas y de sus familiares. Decir cualquier cosa, puede ser a la larga contraproducente.

Las consignas se agotan. Las excusas se vuelven predecibles. El imperialismo se gasta. El sentido común, entonces, puede comenzar a ser contrarrevolucionario.

Porque una cosa es despachar el caso de Antonini afirmando que se trata de un montaje del imperio, y otra cosa es pretender que todo lo que está apareciendo en ese juicio es una fantasía que no tiene nada que ver con el país. Varios de los casos que se han ventilado ya habían sido denunciados antes, aquí mismo. Sin imperio, sin maletín. Sin funcionaria argentina con pinta de actriz porno.

El proceso revolucionario, al parecer, tiene más que ver con una operación de compra-venta que con los postulados de Vladimir Illich. Por donde se mire, parece que hay alguien que compró algo y, diez o quince días después, se lo vendió al Estado tres o cuatro o cinco veces más caro. De esto tampoco se dice nada. El Chávez que, hace tiempo, vociferaba denunciando los días de Blanca Ibáñez, cuando Miraflores era un centro de negocios, de pronto, frente a esto, se ha quedado mudo.

Sigue hablando, por supuesto. Mucho. Todo el tiempo. De sí mismo, más que nada. El Presidente ha hecho de su yo un verbo que conjuga a toda hora. Esta semana ha vuelto a decir que lo quieren matar. Que lo odian. Que no lo quieren. Que me desprecian. Porque soy pobre.

Porque vengo de abajo. Como tú. Como todos. Quieren quitarme. Nos quieren quitar.

Los escuálidos y los golpistas vienen por mi vida. No dejes que me destruyan. No dejes que me maten. Vota por mí.

El Presidente dice pero no dice. Porque, en verdad, la revolución no queda en ningún lado. No tiene geografía.

Todavía es una esperanza, el sueño que nos cuenta Chávez a cada rato. Por eso también necesita obviar. Por eso también necesita quitar, eliminar, evitar, rehuir, orillar, apartar, eludir, esquivar. El tiempo es un adversario insobornable.

La revolución existe, el país no. De eso no se habla.

Fuente:http://www.noticierodigital.com/?p=2494