POR:FAUSTO MASÓ.
Chávez ya no habla de elecciones y referéndum.
Pidió celebrar la consulta del pasado 15 de febrero unas horas después de las elecciones regionales.
Ahora no tiene apuro en consultar a los maracuchos para escoger el nuevo alcalde, teme una estruendosa derrota. Igual sucedió con las elecciones para concejales y la Asamblea Legislativa. Convocará a elecciones cuando no haya dudas sobre el resultado, y quizá si sea necesario abandonará la perniciosa tradición de celebrar elecciones.
Ahora no tiene apuro en consultar a los maracuchos para escoger el nuevo alcalde, teme una estruendosa derrota. Igual sucedió con las elecciones para concejales y la Asamblea Legislativa. Convocará a elecciones cuando no haya dudas sobre el resultado, y quizá si sea necesario abandonará la perniciosa tradición de celebrar elecciones.
Internacionalmente oculta su adversión actual a las consultas electorales. Era el campeón de las consultas electorales. Se vería en aprietos si los periodistas de Europa y América Latina le preguntaran por qué no las celebra en la fecha prevista.
Chávez acusa de violentos a sus adversarios, sueña con que otra vez impere el abstencionismo, que los opositores se queden en casa aguardando a que abochornado salga de Miraflores.
Repite que no hay diálogo con sus adversarios, entre la revolución y sus enemigos, pero no confía en la fidelidad de los suyos. Hay otros Baduel, otros Miquilena. Por ahora disfruta del mejor de los mundos posibles. Preside un gobierno militarista con máscara democrática, enfrenta a una oposición inerme: practica un juego bizantino, quiere presentarse como un demócrata para convivir con los otros presidentes. Localmente no olvida que su verdadero partido son los militares, no el mundo civil. Los oficiales ocupan altos cargos, representan el socialismo del siglo XXI, pero no ejecutan las tareas sucias de los regímenes autoritarios. No quiere manifestaciones para no encontrarse obligado a ordenar a los soldados a reprimir masivamente. Por ahora Chávez tiene el monopolio de la violencia y se proclama a la vez demócrata.
Cambia la ruta de las marchas a última hora, acusa de garimpeira a la oposición y le lanza gas del bueno.
De civil Chávez usa unas chaquetas que recuerdan su origen castrense, utiliza el uniforme cuando quiere poner las cartas sobre la mesa, demostrar que la revolución posee tanques, cañones, aviones. No cesa de meter miedo, de provocar desesperanza en el país, su arma secreta. Acepta celebrar elecciones cuando lleva la delantera y ahora grita que la calle pertenece a la revolución.
Quiere, en una palabra, ser el dueño de la pelota, los guantes, hacer de umpire y de novio de la madrina del equipo.
Paga y se da el vuelto.
¿Quién gobernaba en Panamá hasta la semana pasada? La izquierda. La crisis mundial socava a los partidos en el poder. Los electores quieren cambios. En Chile, Piñera, el candidato conservador probablemente suceda a la Bachelet; en Argentina, Cristina Kirchtner está en peligro; hoy Rajoy supera a Zapatero en las encuestas. La crisis amenaza hasta con volver populares a los partidos de la IV República, así renace Copei en el Táchira y Acción Democrática en el Oriente.
Llegan noticias del refinamiento y la generosidad de los funcionarios chavistas. La revista del vino francesa en su edición de febrero comenta impresionada la generosidad de estos personajes. No solo recorrieron los restaurantes de lujo de Paris sino que en uno de ellos, cuando algunos vecinos les dirigieron unas palabras en español, invitaron a tomar Petrus 1982, a varios miles de euros cada botella.
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