POR:ARMANDO DURÁN.
Hace bastantes años, en los albores de la llamada revolución socialista de Venezuela, desde el agitado escenario de un acto político celebrado en El Silencio, Diosdado Cabello formuló una pregunta explosiva: ¿Elecciones para qué? Luego hizo un anuncio espectacular: Chávez los tiene locos. El evento finalizó con la “captura” de un presunto magnicida, el segundo en la interminable lista de magnicidas sin nombre ni rostro.
En gran medida, aquel episodio resume la historia del chavismo durante estos años de zozobra. Elecciones cada dos por tres. En el marco de la locura y la confusión, y a pesar de catástrofes naturales y supuestos magnicidios, denunciados, ¡qué casualidad!, en los momentos de mayor crispación política o social. Sólo que el pueblo opositor, condicionado por 40 años de hábitos de convivencia cívica, sin hacerle caso a la turbulenta advertencia de Cabello sobre la inutilidad de ir a votar, ha dado siempre su pelea en el terreno democrático y electoral. Nunca en el de la violencia y el terrorismo.
En gran medida, aquel episodio resume la historia del chavismo durante estos años de zozobra. Elecciones cada dos por tres. En el marco de la locura y la confusión, y a pesar de catástrofes naturales y supuestos magnicidios, denunciados, ¡qué casualidad!, en los momentos de mayor crispación política o social. Sólo que el pueblo opositor, condicionado por 40 años de hábitos de convivencia cívica, sin hacerle caso a la turbulenta advertencia de Cabello sobre la inutilidad de ir a votar, ha dado siempre su pelea en el terreno democrático y electoral. Nunca en el de la violencia y el terrorismo.
Lo curioso del caso es que a pesar de la vocación autoritaria del teniente coronel paracaidista y de su Estado Mayor, la salud política del régimen, es decir, su necesidad de guardar ciertas formas en un mundo que no es el mismo que le permitió a Fidel Castro llegar en pocos meses al punto de ruptura histórica que Chávez no ha podido alcanzar en 10 años, ha llevado al chavismo a considerar el juego electoral, más allá de todos los posibles contratiempos, como sólido fundamento de su imagen en la comunidad internacional y como razón de mucho peso para lograr su sustento político dentro de Venezuela.
No obstante, inmediatamente después de la decisiva victoria roja rojita en el referéndum del 15 de febrero, garantía institucional de permanencia indefinida del líder máximo en Miraflores, de la noche a la mañana y como quien no quiere la cosa, de la agenda electoral del Gobierno desapareció la convocatoria a elecciones municipales previstas para 2009. Se aceleró, en cambio, el tránsito hacia el establecimiento de un régimen abiertamente comunista, sin disimulos innecesarios ni tontas engañifas. Las implacables acciones de acoso y derribo emprendidas desde entonces contra la disidencia política, contra los medios de comunicación y contra el sector privado de la economía, no dejan lugar a dudas sobre la meta, ahora a muy corto plazo, que se ha fijado Chávez como objetivo estratégico. Por otra parte, con el diseño ideológico que trazó la el jueves en la noche en su primer Aló, Presidente “teórico”, dio inicio a la construcción del armazón, nada teórico, por cierto, de la nueva sociedad por venir. Eso es lo único que a partir de ahora cuenta en los proyectos del régimen.
Un análisis somero de esta situación arroja una enseñanza que algunos dirigentes de la oposición haría bien en asimilar y asumir. El gran éxito de Chávez es fruto, en primer lugar, de su audaz combinación de dos estilos muy diferentes de hacer política. Uno es, por supuesto, el de la confrontación permanente, aunque siempre con un astuto twist final. No dar respiro al adversario en ningún momento, llevarlo contra las cuerdas, amenazarlo de muerte, pero cuidándose de dejar entreabierto un resquicio salvador, para que la sangre no llegue finalmente al río. Buena muestra de esta táctica del tiro y recojo es el cabo que acaba de lanzarle a los directivos de Globovisión: si rectifican a tiempo, o sea, si se someten de una vez por todas, como han hecho otros, la paz sea con vosotros, hermanos. Si no… Ah, si persisten en el error, allá ustedes.
Vaya, el viejo recurso imperial de la zanahoria y el garrote. A fin de cuentas, el método Chaz.
Si hacen falta, muy bien, mesas de negociación y diálogo, elecciones, sonrisas amables.
Cuando no se necesiten, pura, simple y dura confrontación.
Con todos los hierros. Como debe ser.
Ante estas complejidades del accionar de Chávez, la dirigencia política de la oposición sólo ha sido capaz de articular una estrategia exclusivamente electoral. Organizar a las masas para construir una agenda electoral, pero nada más, como si en las urnas electorales se jugaran la salvación de sus almas, (¿se defiende así el Estado de Derecho frente a regímenes que no los respetan?), pero en ningún caso organizar a las masas para una confrontación que no sea electoral. Comprometidos, al parecer, con la farisaica noción de que elecciones y confrontación, ¿a estas alturas del partido otra vez el cuento de Caperucita Roja?, son por necesidad y siempre lo serán, opciones excluyentes.
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