POR:JUDÍO ERRANTE.
Es importante entender que el problema venezolano no es más que un problema de orden filosófico, no de orden político ni social en el sentido tradicionalmente implícito en el término. Para apoyar esta aseveración, lo miraremos esta vez, a través del lente del concepto del hombre-masa de Ortega y Gasset.
I. El postulado del hombre-masa de Ortega y Gasset
Ortega y Gasset planteaba la existencia de un hombre-masa, como aquel individuo arropado por los beneficios de vivir en un tiempo en donde la ciencia y la técnica han creado el maravilloso mundo contemporáneo en el que nos desenvolvemos. Sin embargo, el hombre-masa no compartiría los dolores de parto, ni los sacrificios que hubo que hacer para lograr los mencionados desarrollos. Por ende, el hombre-masa, va por la vida despreocupado y sin compromiso alguno, disfrutando de beneficios incontables, pero sintiendo que dichos beneficios son merecidos por el solo hecho de existir. Así, el mismo requiere de una fuente de dádivas de carácter paternal que no encuentra mayor reflejo que en el estado todo-dador y protector.
A nivel individual, el hombre-masa es la vulgaridad hecha razón, como nos refiere el propio Ortega y Gasset: Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás. El hombre-masa en si mismo cree que ha alcanzado el culmine de su potencial intelectual y de habilidades. Se encuentra a medio camino entre el ignorante y el sabio, cree saber y no sabe, pues no sabe lo que debe saber. Por ello, no se aventura más allá de lo que ya domina, o cree dominar. Para él, adquirir aprendizaje más allá de su diminuta esfera de influencia es innecesario y hasta peligroso para su enorme narcisismo, pues según su deformada concepción de la realidad, el es un producto acabado que jamás debe mostrar las fallas naturales de quién está aprendiendo algo nuevo, de quién está evolucionando. Por eso, se estanca en una vida que al final le resulta vacía y que debe llenar con expansiones del tipo físico y sensual (utilizado el término aquí, en el sentido de satisfacción de los sentidos-no exclusivamente sexual), convirtiéndose de ese modo, casi sin querer, en un cultor craso del materialismo.Hay que hacer notar que el vocablo masa no es utilizado por Ortega y Gasset en el sentido marxista de división entre dominadores (clase oligarca) y dominados (clase obrera) implícita en su lucha de clases. Más bien es una división entre tipos de hombres. Las minorías, contrapuestas al concepto hombre-masa, serian aquellas que asumen su existencia como un agregado de circunstancias e ideales, impuestos desde los valores éticos y morales presentes en su formación; y viven su vida en el peligroso borde en donde se equilibran el idealismo y el realismo. Estas minorías creen que existe muchos más que obtener y que lo que tenemos hoy, al tiempo que debe ser respetado, no debe ser tomado como la palabra final en cuanto a lo que el ser humano puede lograr.
II. El caso del venezolano
En la Venezuela de los últimos cuarenta años, por lo menos, el fenómeno del hombre-masa debe ser entendido a la luz del ingente flujo de recursos monetarios que ha recibido el estado venezolano, derivados de la exportación de petróleo. Luego de una sacrificada lucha por retomar el camino democrático, la sociedad venezolana disfrutó de un período que podemos llamar de paz y progreso. El hilo democrático fue traspasado de mano en mano sin los exabruptos vividos durante todo el siglo XIX y parte de la primera mitad del siglo XX, envuelto cada vez, en una verdadera celebración que profundizaba la creencia de la población en el sistema democrático: alternativo y plural.
Dejemos a un lado por un momento las graves carencias, que a nivel de representación y efectividad de gestión que se vivieron durante esos años, para concentrarnos en un fenómeno que podría caracterizarse como central a los años democráticos hasta mil novecientos noventa y nueve: el surgimiento de una amplia franja de la sociedad que pertenece, o se considera como perteneciente a, la clase media.
La clase media, vivió su momento pico de esplendor en Venezuela, en la primera mitad de los años ochenta, de forma anecdotista, filmes como Miami nuestro, marcaron una descarnada descripción de la vorágine en la que se vio envuelto la mayoría de los venezolanos de clase media, debido al boom petrolero. Educados, o medio educados, según se quiera ver, con acceso a empleos o la práctica privada subsidiada desde la inmensa riqueza petrolera, no podía existir un terreno más fértil para el surgimiento del hombre-masa.
Claramente rebasados por los desarrollos de la ciencia y la técnica, pero beneficiarios directos de todo el entretenimiento y bienestar de vida, producidos por los países desarrollados pero consumidos en el país de forma ávida, totalmente desconectados del sistema que creó las condiciones para su extraordinario nivel de vida, el hombre-masa venezolano no hacia sino comparar continuamente las condiciones de desarrollo de los países avanzados (que al tiempo visitaba frecuentemente debido a su súbita riqueza), con las condiciones que su incipiente democracia le otorgaba. Esto trajo consigo una insatisfacción creciente entre quienes componían la masa de la clase media, condiciones que dieron lugar a la anti-política.
La anti-política se constituía del desprecio hacia la clase política dirigente de los destinos del país y que parecía cada vez más separada de las aspiraciones de una clase media, pudiente, a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, una clase a la que no le importaba, importándole, el cuadro de miseria que se construyó debido a gobiernos ineficientes y corruptos. A fuerza de cotidianidad, la miseria se nos hizo normal y aprendimos a vivir con sus secuelas. Este caldo de injusticias, ante la vista displicente de quienes solo perseguían su enriquecimiento personal, tal vez para alcanzar y andar a tono con la suntuosidad tan en boga por esos tiempos, dio origen al resurgimiento, mejor dicho, a la toma de la oportunidad, de los enemigos de la libertad quienes por años habían conspirado contra el sistema democrático venezolano.
Disipado por el materialismo el calor ético-moral del venezolano, el cual se sustentaba en valores de índole religioso, católicos por herencia histórica, dieron paso al fanático político, moldeado desde el poder por las fuerzas oscuras que persiguen la libertad en el continente. El vacío fue sustituido con una fórmula limitada, al proponer apoderarse de los medios de producción para mejorar los salarios y no para recuperar la dignidad del hombre. La mayoría cayó en la trampa, unos presa de la anti-política y abstencionistas impenitentes, otros impulsados por el deseo de cambios, pero generados por otros, desde el estado. Cambios que les permitiesen retomar sus actividades en paz, eligieron la opción que el diablo puso frente a ellos y ¡vaya si se equivocaron ambos grupos por irresponsabilidad política y ciudadana!
III. El presente, siempre el presente
En los últimos diez años, un discurso violento y polarizado, no ha hecho otra cosa sino aprovecharse de las características de hombre-masa, hoy más que nunca imperantes en la sociedad venezolana. Un hombre-masa que se opone a lo que esta pasando, pero que sin embargo no puede escapar a su razón, mejor seria decir, su no-razón de existir. En su vacío, desea y aspira a salir del régimen opresor que le asfixia, pero al mismo tiempo desea que lo hagan otros. El, después de todo, es uno más del montón, que diferencia podría el hacer-un solo palo no hace montaña- se dice para consolar su cobardía, mientras se larga raudo a la playa; es tiempo de verano, el sol tibio en su piel solo le recuerda que el se merece descansar. Es usual escuchar también la frase: si no trabajo no como, irónico que se piense así en un país donde todos, absolutamente todos, vivimos de nuestra única actividad minera: el petróleo.
La lógica impone que, todos absolutamente todos, deberíamos tener injerencia en la administración de nuestra riqueza, no solo utilizando nuestro poder de voto, sino exigiendo, individual y masivamente también, un sistema democrático genuino, con separación clara e independencia de poderes, no el trasplante impuesto a la fuerza, que para lo que sirve es para entronizar a un hombre y su camarilla en el poder, sino para siempre, por un tiempo tan largo que es lo equivalente.En las manos de cada quién se encuentra la posibilidad de ser hombre-masa o de ser héroe. De vivir una vida vacía, esperando que otros hagan lo que hay que hacer o vivir una vida con objetivos y de mejora personal continua. Peligrosa forma de vivir esta última, pues como quien se adecua a la realidad sabe, el éxito no esta garantizado.
I. El postulado del hombre-masa de Ortega y Gasset
Ortega y Gasset planteaba la existencia de un hombre-masa, como aquel individuo arropado por los beneficios de vivir en un tiempo en donde la ciencia y la técnica han creado el maravilloso mundo contemporáneo en el que nos desenvolvemos. Sin embargo, el hombre-masa no compartiría los dolores de parto, ni los sacrificios que hubo que hacer para lograr los mencionados desarrollos. Por ende, el hombre-masa, va por la vida despreocupado y sin compromiso alguno, disfrutando de beneficios incontables, pero sintiendo que dichos beneficios son merecidos por el solo hecho de existir. Así, el mismo requiere de una fuente de dádivas de carácter paternal que no encuentra mayor reflejo que en el estado todo-dador y protector.
A nivel individual, el hombre-masa es la vulgaridad hecha razón, como nos refiere el propio Ortega y Gasset: Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás. El hombre-masa en si mismo cree que ha alcanzado el culmine de su potencial intelectual y de habilidades. Se encuentra a medio camino entre el ignorante y el sabio, cree saber y no sabe, pues no sabe lo que debe saber. Por ello, no se aventura más allá de lo que ya domina, o cree dominar. Para él, adquirir aprendizaje más allá de su diminuta esfera de influencia es innecesario y hasta peligroso para su enorme narcisismo, pues según su deformada concepción de la realidad, el es un producto acabado que jamás debe mostrar las fallas naturales de quién está aprendiendo algo nuevo, de quién está evolucionando. Por eso, se estanca en una vida que al final le resulta vacía y que debe llenar con expansiones del tipo físico y sensual (utilizado el término aquí, en el sentido de satisfacción de los sentidos-no exclusivamente sexual), convirtiéndose de ese modo, casi sin querer, en un cultor craso del materialismo.Hay que hacer notar que el vocablo masa no es utilizado por Ortega y Gasset en el sentido marxista de división entre dominadores (clase oligarca) y dominados (clase obrera) implícita en su lucha de clases. Más bien es una división entre tipos de hombres. Las minorías, contrapuestas al concepto hombre-masa, serian aquellas que asumen su existencia como un agregado de circunstancias e ideales, impuestos desde los valores éticos y morales presentes en su formación; y viven su vida en el peligroso borde en donde se equilibran el idealismo y el realismo. Estas minorías creen que existe muchos más que obtener y que lo que tenemos hoy, al tiempo que debe ser respetado, no debe ser tomado como la palabra final en cuanto a lo que el ser humano puede lograr.
II. El caso del venezolano
En la Venezuela de los últimos cuarenta años, por lo menos, el fenómeno del hombre-masa debe ser entendido a la luz del ingente flujo de recursos monetarios que ha recibido el estado venezolano, derivados de la exportación de petróleo. Luego de una sacrificada lucha por retomar el camino democrático, la sociedad venezolana disfrutó de un período que podemos llamar de paz y progreso. El hilo democrático fue traspasado de mano en mano sin los exabruptos vividos durante todo el siglo XIX y parte de la primera mitad del siglo XX, envuelto cada vez, en una verdadera celebración que profundizaba la creencia de la población en el sistema democrático: alternativo y plural.
Dejemos a un lado por un momento las graves carencias, que a nivel de representación y efectividad de gestión que se vivieron durante esos años, para concentrarnos en un fenómeno que podría caracterizarse como central a los años democráticos hasta mil novecientos noventa y nueve: el surgimiento de una amplia franja de la sociedad que pertenece, o se considera como perteneciente a, la clase media.
La clase media, vivió su momento pico de esplendor en Venezuela, en la primera mitad de los años ochenta, de forma anecdotista, filmes como Miami nuestro, marcaron una descarnada descripción de la vorágine en la que se vio envuelto la mayoría de los venezolanos de clase media, debido al boom petrolero. Educados, o medio educados, según se quiera ver, con acceso a empleos o la práctica privada subsidiada desde la inmensa riqueza petrolera, no podía existir un terreno más fértil para el surgimiento del hombre-masa.
Claramente rebasados por los desarrollos de la ciencia y la técnica, pero beneficiarios directos de todo el entretenimiento y bienestar de vida, producidos por los países desarrollados pero consumidos en el país de forma ávida, totalmente desconectados del sistema que creó las condiciones para su extraordinario nivel de vida, el hombre-masa venezolano no hacia sino comparar continuamente las condiciones de desarrollo de los países avanzados (que al tiempo visitaba frecuentemente debido a su súbita riqueza), con las condiciones que su incipiente democracia le otorgaba. Esto trajo consigo una insatisfacción creciente entre quienes componían la masa de la clase media, condiciones que dieron lugar a la anti-política.
La anti-política se constituía del desprecio hacia la clase política dirigente de los destinos del país y que parecía cada vez más separada de las aspiraciones de una clase media, pudiente, a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, una clase a la que no le importaba, importándole, el cuadro de miseria que se construyó debido a gobiernos ineficientes y corruptos. A fuerza de cotidianidad, la miseria se nos hizo normal y aprendimos a vivir con sus secuelas. Este caldo de injusticias, ante la vista displicente de quienes solo perseguían su enriquecimiento personal, tal vez para alcanzar y andar a tono con la suntuosidad tan en boga por esos tiempos, dio origen al resurgimiento, mejor dicho, a la toma de la oportunidad, de los enemigos de la libertad quienes por años habían conspirado contra el sistema democrático venezolano.
Disipado por el materialismo el calor ético-moral del venezolano, el cual se sustentaba en valores de índole religioso, católicos por herencia histórica, dieron paso al fanático político, moldeado desde el poder por las fuerzas oscuras que persiguen la libertad en el continente. El vacío fue sustituido con una fórmula limitada, al proponer apoderarse de los medios de producción para mejorar los salarios y no para recuperar la dignidad del hombre. La mayoría cayó en la trampa, unos presa de la anti-política y abstencionistas impenitentes, otros impulsados por el deseo de cambios, pero generados por otros, desde el estado. Cambios que les permitiesen retomar sus actividades en paz, eligieron la opción que el diablo puso frente a ellos y ¡vaya si se equivocaron ambos grupos por irresponsabilidad política y ciudadana!
III. El presente, siempre el presente
En los últimos diez años, un discurso violento y polarizado, no ha hecho otra cosa sino aprovecharse de las características de hombre-masa, hoy más que nunca imperantes en la sociedad venezolana. Un hombre-masa que se opone a lo que esta pasando, pero que sin embargo no puede escapar a su razón, mejor seria decir, su no-razón de existir. En su vacío, desea y aspira a salir del régimen opresor que le asfixia, pero al mismo tiempo desea que lo hagan otros. El, después de todo, es uno más del montón, que diferencia podría el hacer-un solo palo no hace montaña- se dice para consolar su cobardía, mientras se larga raudo a la playa; es tiempo de verano, el sol tibio en su piel solo le recuerda que el se merece descansar. Es usual escuchar también la frase: si no trabajo no como, irónico que se piense así en un país donde todos, absolutamente todos, vivimos de nuestra única actividad minera: el petróleo.
La lógica impone que, todos absolutamente todos, deberíamos tener injerencia en la administración de nuestra riqueza, no solo utilizando nuestro poder de voto, sino exigiendo, individual y masivamente también, un sistema democrático genuino, con separación clara e independencia de poderes, no el trasplante impuesto a la fuerza, que para lo que sirve es para entronizar a un hombre y su camarilla en el poder, sino para siempre, por un tiempo tan largo que es lo equivalente.En las manos de cada quién se encuentra la posibilidad de ser hombre-masa o de ser héroe. De vivir una vida vacía, esperando que otros hagan lo que hay que hacer o vivir una vida con objetivos y de mejora personal continua. Peligrosa forma de vivir esta última, pues como quien se adecua a la realidad sabe, el éxito no esta garantizado.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, el pueblo es el que tiene la culpa de que Chavez este en el poder,tambien es verdad que mucho de ellos , son incultos y asi es muy facil engañar
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