sábado, octubre 09, 2010

"Chávez y el catecismo del revolucionario" ("...Será la causa de su perdición...")


POR:LUIS FERNÁNDEZ MONCAYO.


A.H.M.Z.

El saqueo y destrucción de La Carolina, la hasta ayer finca modelo de Diego Arria, sirve de perfecta metáfora para graficar la única y verdadera significación del llamado socialismo del siglo XXI: asaltar, caerle a saco y finalmente destruir, arrasar, aniquilar toda la cultura material y espiritual construida en doscientos años de historia venezolana. Volvernos como sociedad al estado tribal de los orígenes, retrotraernos a la brutalidad de la horda, para hacer factible el cacicazgo indiscutido de un demente, de un esquizofrénico, de un paranoico. A quien, si no lo terminamos por erradicar del Poder, le deberemos la destrucción de Venezuela. Así de simple. Más allá de ideologías y partidos: o salvamos a nuestro país de esta invasión de la barbarie o lo habremos perdido, si no para siempre, por lo menos durante la vida estéril y esclavizada de varias generaciones. Vayan la palabra de Fidel Castro y de Cuba por delante.

No es catastrofismo. Ni la tierra arrasada que hemos llegado a vislumbrar en estas acciones de estatizaciones y saqueos simple lenidad o incompetencia de la camarilla que usurpa el Poder. Es el resultado de una acción consciente, voluntaria, llevada a cabo con premeditación y alevosía. Terrorismo puro. Así sea aplicado aparentemente y por ahora solamente a las cosas, a las propiedades. El objetivo final es otro: aplastar por el hambre la voluntad de las personas. Sin otro propósito que el que han perseguido todos quienes han padecido del cáncer revolucionario desde el siglo XIX: anarquizar y hacer tabula rasa de las sociedades que asolan. Puro vandalismo. Pura criminalidad. Esclavitud y ruindad puras. La complicidad con el terrorismo de las FARC, de la ETA, del integrismo musulmán no es casual ni secundario: corresponde a la naturaleza destructiva del régimen. Un régimen terrorista, forajido. Entre Arturo Cubillas y Elías Jaua impera la perfecta hermandad. Persiguen el mismo fin. Que es el que dicta las acciones de Hugo Chávez.

Siguen él y su camarilla, siguen sus hordas, el predicamento de todo buen revolucionario marxista leninista desde que el padre de todos ellos, el anarquista Sergei Nechaev echara a correr a mediados del siglo XIX por los laberintos del terrorismo ruso su famoso Catecismo del Revolucionario, biblia de Lenin y base teórica y “moral” en que el padre de la revolución rusa sustentara su manual revolucionario, el Qué Hacer, bitácora del asalto al Poder de los bolcheviques. ¿Qué define al revolucionario, según Nechaev? “Dentro de lo más profundo de su ser, el revolucionario ha roto – y no sólo de palabra, sino en sus actos – toda relación con el orden social y con el mundo intelectual y todas sus leyes, reglas morales, costumbres y convenciones. Es un enemigo implacable de este mundo, y si continúa viviendo en él, es sólo para destruirlo más eficazmente.” ¿Cuál es su fin? “La meta es una sola: la más rápida y segura destrucción de este sistema asqueroso”. ¿Cómo enfrenta la opinión de sus semejantes, que rechazan esta suicida vocación destructiva? “El revolucionario desprecia la opinión pública. Desprecia y odia la moralidad pública en todos sus aspectos. Para él sólo es moral lo que contribuye al triunfo de la revolución. Todo lo que la obstruye es inmoral y criminal”.

Del manual del buen revolucionario inscrito en este Catecismo revolucionario, Chávez y sus seguidores sólo están en capacidad de asumir su lado destructivo, aniquilante, arrasador. Corrompidos hasta la médula y prisioneros de los aspectos más gangsteriles del saqueo, no pueden alcanzar la “ética” del sacrificio, del ascetismo, de la disciplina , del rigor y la entrega absoluta a la causa que exige Nechaev del auténtico revolucionario. Son ladrones y forajidos disfrazados de marxistas leninistas. Se deben a la peor tradición del caudillismo y el bandolerismo venezolanos. Revivida de Boves y sus huestes de asesinos. Son la expresión más profunda del odio y el rencor de la barbarie. Será la causa de su perdición: la obediencia a los más oscuros institntos del primitivismo rural venezolano. Son capaces de destruirlo todo. Son incapaces de construir nada.

Los miles de culpables directos – de ministros a generales y de jueces a parlamentarios, a funcionarios y administradores centrales y regionales – no podrán guarecerse de las graves consecuencias penales que les acarreará esta obra de lesa patria de la que son cómplices recurriendo a la vieja disculpa del mero cumplimiento de una orden superior o el simple desconocimiento de los hechos, sus causas y propósitos. Ha sido una obra deliberada, publicitada y convertida en propaganda voceada por la omnipotencia comunicativa del régimen día y noche, interminablemente: restringir hasta aniquilar la libertad, la propiedad privada, la democracia para estatuir un régimen totalitario sobre las ruinas de nuestra cultura.
Que entonces, ante los tribunales de la historia, no clamen por misericordia. Les espera la justicia, inexorable, de los hombres.


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