lunes, octubre 18, 2010

"El eufemismo del voto popular"



POR:ARMANDO DURÁN.

De acuerdo con la visión alienada que tiene Chávez de la historia y de sí mismo, la infeliz aventura del 4 de febrero no fue lo que todos sabemos, un golpe militar contra la democracia, sino una rebelión popular contra el neoliberalismo. Lo mismo trata de hacer ahora: en lugar de admitir su derrota, tras un primer momento de rabia feroz y desconcierto, pretende convertirla en un glorioso triunfo de la revolución y el socialismo.


La explicación de esta actitud nos la ofreció Aristóbulo Istúriz al repudiar el fracaso rojo rojito del 26 de septiembre con el argumento de que el voto popular es un simple “eufemismo”. Calculado desprecio por los procesos de la democracia representativa, como primer paso para avanzar en el proyecto de reemplazarla por la democracia participativa de los regímenes totalitarios, que en Venezuela se lograría mediante dos mecanismos absolutamente inconstitucionales, la conversión de las comunas socialistas en Asamblea del poder popular, la nueva geometría del poder que Chávez viene anunciando elípticamente desde noviembre de 2004, y el reiterado llamado de Cilia Flores a poner en marcha el parlamentarismo de calle, es decir, la comunicación directa entre Dios y sus feligreses sin el estorbo de ninguna intermediación partidista o parlamentaria. Una doble maniobra que persigue el único propósito práctico de desconocer los resultados electorales de hace tres semanas. Tal como se hizo con Antonio Ledezma, legítimo alcalde metropolitano de Caracas desde el año 2008, pero sin ninguno de los atributos reales de su cargo.


Esta reacción abiertamente golpista de Chávez tiene una segunda y también perversa faceta: validar su compromiso preelectoral de radicalizar la revolución en caso de ganar la batalla de los votos. No la ganó, pero como la verdad para él no existe y el voto popular es un eufemismo, pues nada, él ganó a pesar de haber perdido. De ahí que ya haya comenzado a precipitar a Venezuela por el despeñadero de la radicalización.


En el plano material sobresale la expropiación de Agroisleña, empresa que suministraba semillas, fertilizantes, equipos y créditos a 60% de la producción agrícola privada, un total de 800.000 toneladas de alimentos al año, cuyos 60.000 productores, a partir de ahora, dependerán exclusivamente del capricho, la arbitrariedad y la incompetencia de los funcionarios del Ministerio de Agricultura y Tierras para satisfacer sus necesidades productivas. ¿Resultado? Combinación de Cadivi y Pudreval con consecuencias imprevisibles en la producción y suministro de productos alimenticios de primera necesidad.

Para avanzar a mayor velocidad por esta tortuosa ruta de transformar la agricultura venezolana en el tercer pilar estratégico del desarrollo socialista de la revolución, los otros 2 son las fuerzas armadas y la industria petrolera, añadió la expropiación de las 200.000 hectáreas de la llamada Compañía Inglesa y de sus 250.000 cabezas de ganado, y anunció a tambor batiente la expropiación de otras 250.000 hectáreas agropecuarias durante el mes de octubre, medio millón adicional en noviembre y, a partir de 2011, muchas más, “al galope.” Esta operación, encaminada a exterminar el sector privado de la geografía agrícola venezolana, la ha extendido Chávez al mundo militar al dar la orden de acelerar la organización de las milicias territoriales y proceder de inmediato a dotarlas de armamento suficiente y adecuado. ¿Será para eso, para buscar las armas que el Alto Mando Militar se niega a entregarles a las milicias, la razón de este viaje a Rusia, Bielorrusia e Irán? Paralelamente a su esfuerzo por fortalecer sus líneas de defensa ante posibles disturbios sociales y contradicciones militares, Chávez giró instrucciones para crear círculos bolivarianos infantiles en todas las escuelas del país, para divertirse, dijo, y naturalmente para “hablar de los problemas de la familia”. O sea, ¿para que los niños, inocentemente, revelen a los agentes de la seguridad del Estado cualquier expresión de malestar político que se le haya escapado a papá o mamá? Ante estos exabruptos contra la libertad y contra la legalidad democrática, ¿qué puede hacer la oposición? ¿Negar también y menospreciar las groseras simulaciones del régimen con el razonamiento de que sólo se trata de otros trapos rojos de Chávez para provocarnos? ¿O admitir que sí, que más allá de todas las ilusiones, el proceso irá ahora más en serio y más rápido que nunca, y que si no reaccionamos como debe ser antes de que sea demasiado tarde, Chávez sencillamente terminará muy pronto alcanzando su meta de reproducir en Venezuela la trágica experiencia cubana?

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