POR:TRINO MÁRQUEZ.
Lo ocurrido en Mérida debería encender las alarmas de los demócratas en todo el país. En ese estado andino el chavismo lanzó un globo de ensayo. Con el recurso de la violencia señala el camino por donde está dispuesto a avanzar si los venezolanos no aceptan el proyecto comunista. Ya no se trata solamente de que el teniente coronel anuncie en Bielorrusia que le garantizará a ese sometido y arruinado país, ex integrante de la Unión Soviética, petróleo por 200 años con el único fin de sugerir que su gobierno es eterno y que nada ni nadie lo removerá de Miraflores, sino que ahora, además, apela al recurso de la intimidación por la vía de los facinerosos que mantienen sitiada a la comunidad y, especialmente, a la Universidad de los Andes (ULA).
Los Tupamaros, que transformaron parte del 23 de enero caraqueño en un “territorio liberado” en donde no entran los organismos de seguridad del Estado, abrieron una sucursal en Mérida. La Ciudad de los Caballeros se ha convertido en una prolongación del la Franja de Gaza. Allí generan caos, aterrorizan, asesinan, ponen a la colectividad en jaque. Todo lo llevan a cabo frente a la mirada complaciente y cómplice del gobierno central, del ministro de Relaciones Interiores, Tarek El Aissami. La Guardia Nacional interviene tímidamente para controlar los disturbios. No se produce una condena categórica de esos guarimberos por parte de las autoridades nacionales, en cambio, cualquier protesta de la oposición, por pequeña que sea, se le descalifica de fascista y golpista. Se busca minar la autoridad del gobernador, Marcos Díaz Orellana, y del alcalde, Léster Rodríguez. Continúa la ofensiva contra la autonomía de la ULA. Se minimiza el papel del Rector, Mario Bonucci, y del resto de los miembros del Consejo Universitario.
La intifada chavista en Mérida forma parte del clima de inestabilidad y odio que el oficialismo está estimulando y del sitio a las universidades nacionales, una de cuyas expresiones es el acoso financiero. En la UCV, los radicales fanáticos montaron su cuartel general en la Escuela de Trabajo Social. Allí medra un grupo de forajidos que agrede a las autoridades universitarias con el respaldo del alto gobierno. Esa facción se desplaza, armada, por los predios universitarios. No tienen temor a ser sancionados porque el gobierno les concedió una patente de corso.
Como parte de la embestida hay que agregar el allanamiento practicado por el alcalde Jorge Rodríguez al territorio de la UCV el viernes 22 de octubre. El concierto de Desorden Público -más que desorden, caos- fue financiado por la alcaldía de Libertador, a pesar de que, por ejemplo, la maternidad no cuenta con recursos para atender a las parturientas. Esta manifestación de derroche y soberbia, que atropelló la autonomía de la Universidad Central, la perpetró un personaje que fue miembro del Consejo Universitario de la UCV y responsable de garantizar la ejecución del medio pasaje estudiantil durante el último gobierno de Rafael Caldera. El espíritu crítico de la universidad incomoda al caudillo.
La estrategia de la intimidación, la amenaza, la coacción y el chantaje, se pusieron en marcha, luego del triunfo de la alternativa democrática el 26-S. Esa será la tónica en los dos años que nos separan del 2012. El chavismo no dará tregua. La violencia será permanente y en distintos frentes. Las expropiaciones y las confiscaciones no se detendrán. El diálogo entre el gobierno y ese país que se definió en contra del proyecto comunista, no se dará. La confrontación y la hostilidad forman parte central del diseño aprobado por los asesores cubanos y vernáculos que rodean al gamonal.
Frente a esta actitud avasallante los sectores democráticos tienen que armarse de valor y sabiduría. El programa democrático se encuentra en la Constitución. Hay que evitar las provocaciones sin demostrar cobardía. La ruta electoral hay que mantenerla, pero conviene dar demostraciones de fuerza de masas. Las movilizaciones hay que reforzarlas. El caos y la ineptitud del gobierno son tan grandes que existe suficiente espacio para la lucha social. No hay que responder el odio con el odio, ni el resentimiento con el resentimiento. Sin embargo, conviene aprovechar el inmenso descontento de la población producto de la incompetencia y la corrupción del régimen, para demostrar que la alternativa democrática gobernará al país de 2012 en adelante, no importa cuánta incertidumbre provoquen los azotes de barrio chavistas antes de esa fecha.
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