El gran histrión porfía en manipular al país con su prédica guerrerista
Como algunos canales de televisión que repiten y repiten programas -lo que termina por espantar a la audiencia- Yo-yo está otra vez en escena transmitiendo el "ripley" del trillado libreto electorero que le funcionó hasta diciembre pasado. Son las mismas atosigantes e invasivas peroratas, en las que reproduce su habitual discurso virulento y denigrante, repleto de fábulas, señuelos (ofertas) y cargado de aparentes buenas intenciones que, sin embargo, ya no conmueven al soberano.
Evidentemente Yo-yo está en campaña. Azorado. Se sabe vulnerable. Persiste en la división social. Se vende él, su proyecto autocrático y su eternización en el poder. Las gobernaciones y alcaldías en disputa son para él estratégicas trincheras que requiere ocupar -con sus ordenanzas- para perpetuar la hegemonía militarista aún cuando el país no le haya aprobado la reforma constitucional que, dicho sea de paso, la impone por la vía del hecho.
El histrión porfía en manipular al país con el discurso guerrerista. Pero su audiencia se redujo. Perdió credibilidad. Traicionó la esperanza de los humildes. Su catastrófica gestión, el desabastecimiento, la criminalidad, el desempleo, la corrupción y el alto costo de la vida -la lista de fracasos es laaarga- le pasan factura. A esto se une la matazón en las filas del partido rojo. La más reciente encuesta lo ubica con apenas 22% de popularidad después de haber sobrepasado 60%.
En el chispoteo por reconquistar adhesiones asoma hipótesis de invasión y combates con fuerzas extranjeras. Esto para inflamar la vena nacionalista. Pero ni con eso ni aterrando con Bush. Tampoco logra el cometido satanizando al Imperio ni disfrazado de Caperucita para rescatar rehenes de las garras de las FARC. Falla estrepitosamente como cuando hurga la paciencia de Uribe, atiza a los empresarios, desdeña a la oligarquía o detracta a los estudiantes que no se uniforman de rojo-rojito para rendirle pleitesía.
Aunque poco creíble, él insiste en la amenaza externa. Siempre encontrará alguna en oferta. Ahora es la Exxon. Hace de la petrolera la excusa "perfecta" para evadir su responsabilidad en el caos. La hambruna que se vaticina debido a la destrucción del aparato productivo interno y del fracaso de la economía socialista por él impulsada y, como consecuencia de ello, la agitación social que se avizora, será achacada al "enemigo" foráneo por la vocería del régimen. ¿Quién sino él es culpable del desastre que padece el país? De la improductividad de los fundos zamoranos. De la no construcción de viviendas. De la paralización del metro y el ferrocarril. Él es el responsable. No el Imperio ni la oposición. Lo es por haber designado ineficientes y corruptos al frente de esos proyectos. ¿Entenderá ahora por qué la gente perdió la fe en sus promesas y por qué le dieron la espalda en diciembre pasado?
1 comentario:
Luis Eduardo Muro // Incendio social
Son constantes los reclamos, las manifestaciones, las huelgas...
Comenzamos el año 2008 con un deterioro acelerado en las condiciones de vida de los venezolanos.
En dos meses la inflación se ha acelerado en forma impresionante. Se está perdiendo la noción del "precio verdadero" de las cosas, y pasamos a comprar lo que encontremos, al precio que aparezca.
Hay crisis en servicios públicos de todo tipo, comenzando por la inseguridad, fallas graves en el sistema de salud, brotes de dengue y gripe, basura, problemas de vialidad, falta de empleo formal, déficit de viviendas y muchos más.
Son constantes los reclamos, las manifestaciones, las huelgas y, ahora, están apareciendo los saqueos, nada más y nada menos que en Sabaneta de Barinas.
La situación se parece al desarrollo de un gran incendio, que se inició con pequeños focos aislados que no se atendieron oportunamente, aprovecharon la sequía, y se unieron provocando la catástrofe.
Nadie quiere que eso ocurra en nuestro país. Por lo tanto, el Gobierno debe atender con premura los problemas que demanda la población. No es tiempo de promover conflictos, ni de distraer a la sociedad de los problemas que enfrenta. Hay que gobernar y dar soluciones.
La última semana se sumó la crisis de Pdvsa, que ha sido demandada internacionalmente por la empresa Exxon-Mobil y que, en lo interno, no encuentra el camino para recuperar los volúmenes de producción perdidos.
Otra vez ha vuelto "el fantasma de la devaluación". Muchos están diciendo que la situación en Pdvsa puede provocar el deterioro del flujo de caja de la Tesorería Nacional y, en consecuencia, habría que devaluar.
La devaluación nunca resuelve los problemas estructurales, sino que es una medida efectista de los gobiernos de turno para "imprimir" más dinero. Lamentablemente su consecuencia segura es el empobrecimiento acelerado de todos los venezolanos.
Devaluar es como echar gasolina al incendio. La problemática que vivimos, sumada a una devaluación, podría provocar un "incendio social" que nadie desea.
muro97@cantv.net
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