viernes, febrero 29, 2008

La paila infernal y la maldición del "excremento del diablo".


POR:ARCANGEL VULCANO.

En el país del oro negro todo transcurre como por inercia; nada es imposible, todo es posible, se pueden apreciar las más insólitas situaciones en asuntos cotidianos de carácter privado pero también en lo público, es como si hubiéramos caído en una suerte de estupor colectivo que nos convierte en individuos inertes afligidos por naturaleza atrapados en la vaciedad, sumergidos en una gran paila infernal como una maldición por causa del "excremento del diablo", representado por la inmensa riqueza petrolera en disputa.

Nos estamos habituando a convivir con lo decadente y detestable; sufrimos y padecemos como resignados los terribles males sociales que constriñen y acorralan a toda la sociedad venezolana.

La palabra crisis ha sido el comodín empleado por los distintos especialistas para titular sus estudios, hoy constituye un emblema de lo que somos como colectivo. Integramos así el país multimillonario, anegado en un mar de petrodólares, pero sumergido también en la más profunda y espantosa decadencia. Tales circunstancias nos convierten en fenómeno record mundial, en espécimen raro y curioso para cualquier desprevenido espectador, que se pregunta ¿Cómo es posible que un país tan rico esté estremecido por una galopante crisis económica, y que no le permite a la mayoría de sus pobladores alimentarse adecuada y dignamente? ¿Por qué un país multimillonario no produce suficiente leche, carne, huevos, pollos, azúcar, caraotas y alimentos en general para abastecer a sus habitantes? ¿Qué le ha pasado a Venezuela, para que esté severamente atormentada la gran mayoría de la población, por problemas recrudecidos como la inseguridad; la inflación; el alto costo de la vida; la escasez; el desabastecimiento; el deterioro creciente de los servicios públicos en general; la agudización de la pobreza, la miseria, el hambre, la prostitución, la insalubridad, la falta de higiene en las calles convertidas en basureros; la contaminación ambiental; la reaparición de enfermedades endémicas como el dengue, la malaria, paludismo, tuberculosis, fiebre amarilla; por la acelerada descomposición social y la desintegración que padecen nuestras principales ciudades, en donde proliferan toda clase de vicios y perversiones, que amenazan la estabilidad y felicidad de las familias, ante el recrudecimiento de problemas como el alcoholismo y la drogadicción, producto del cínico narcotráfico, así como por la proliferación y crecimiento de la destructiva delincuencia en general, porque asombrosamente han aumentado los más repugnantes crímenes, tales como los asesinatos, secuestros, robos, atracos, hurtos?

En Venezuela convivimos con la malversación de fondos, el peculado de uso, el abuso de poder, la persecución política, la exclusión social, el terrorismo, la guerra psicológica, la violación de los derechos humanos, la violencia en general, la pérdida de las libertades, y para colmo de males, la impune e incontrolable corrupción administrativa denunciada públicamente por prestigiosas personalidades e instituciones .

Muchos años han transcurrido, desde que el notable venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, pronunciara su profética frase calificando al petróleo como el “excremento del diablo”, que insinuaba que una especie de tácita maldición había caído sobre nuestro país, por poseer la reserva petrolera más grande del mundo. A veces tenemos la impresión de que “el oro negro” que nos cayó como maná del cielo por voluntad de la providencia, más que una bendición celestial, se ha convertido en una auténtica “maldición diabólica” como sugirió Pérez Alfonso, en virtud de que un país integrado por hombres y mujeres virtuosos, ilustrados, patriotas, recios, combativos trabajadores y productivos, ha degenerado en un paila infernal en estado de ebullición a punto de estallar en explosión social, y desencadenar en guerra civil, por haber sido convertido en una nación plagada de gravísimos males de toda índole como los citados, y que nos amenazan severamente a “todos” sus integrantes sin excepción. Estamos hoy más que nunca amenazados como sociedad moderna, y hemos entrado en decadencia moral y espiritual, por no hacer adecuadamente lo que también nos sugirió Arturo Uslar Pietri: “sembrar el petróleo”.

Venezuela se hunde en un pantano pestilente y mal oliente, pero se cocina a fuego lento en una oscura salsa de divisiones, apetencias enfermizas y disputas intestinas, por la indignidad de sus encumbrados dirigentes cegados y sordos por las ambiciones.

Así hemos optado por una aventura temeraria y suicida; movidos por el facilismo, convirtiendo a la prometedora gran nación que aspirábamos ser, en un país regido por una economía de puertos, solapada por políticos inmorales de distinto cuño, quienes fingen una lucha ideológica que no es tal. Por eso importamos casi todo lo que consumimos y necesitamos sin alentar la producción nacional, es como una terrible maldición, que nos impide desarrollarnos equilibradamente, entre otras causas del cáncer social que nos ataca y que se extenderá hasta hacer metástasis.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nadie le para
Jurate Rosales
29/02/2008

Al gobierno se le escapa el control de la población, del país, de las instituciones e incluso, de sus propios partidarios.


Pareciera que Hugo Chávez perdió la partida. El sistema que quería instaurar y que calcaba en el cubano, sólo puede sostenerse por la vía del miedo. A Chávez ya nadie le tiene miedo. El proceso revolucionario fracasa.


El poder popular

Chávez lo intentó. Siguió el ejemplo de Cuba al pie de la letra. Bautizó los instrumentos con los que aseguró su poder, con la exacta réplica de los nombres cubanos: la Corte Suprema se llama ahora Tribunal Supremo, el Congreso pasó a ser Asamblea, no hay senadores pero hay vicepresidentes y los ministros son de “poder popular”.

El problema es que cambiar el nombre no basta. En Cuba, cuando el ministro es del Poder Popular, su persona es la representación de una voluntad suprema. “el poder del pueblo”. El Ministro personifica al “pueblo”, actúa en su nombre y es todopoderoso, amenazante. Para eso fue inventada en Cuba la apelación. En Venezuela, el Ministro fue llamado del “Poder Popular”, pero nadie entendió ni acepta el significado.

Otro intento de Chávez consistió en incluir en la hoy rechazada reforma constitucional, el “poder comunal”, al que dedicó un capítulo entero de la reforma. En los regímenes comunistas, el “poder comunal” es la base del espionaje político entre vecinos y por lo tanto, constituye un importante instrumento del poder presidencial.

Las policías son miles, los ciudadanos millones y para controlarlos se necesitaría un policía por cada habitante las 24 horas del día. Es necesario, por lo tanto, que cada ciudadano se vigile a si mismo y para esto, hace falta infundirle el miedo. Las Damas de Blanco cubanas que representan la oposición al régimen castrista, antes de desafiar a los agentes de la Policía Nacional Cubana, primero deben vencer el miedo de saberse vigiladas por sus vecinos. Allí, en ese primer eslabón, radica el verdadero coraje de esas damas.

Chávez intentó crear los grupos de vigilancia comunal dándoles rango constitucional, porque se trata de una pieza clave en la instauración de un gobierno perpetuo. La propuesta fue incluida en los puntos de la reforma constitucional, pero la gente la rechazó el pasado 2 de diciembre. Ahora Chávez ha vuelto al asunto. Aprovecha la escasez de alimentos para crear a los “sapos” que informarán a su futura Policía Nacional.

“¿Qué mejor que un Consejo Comunal para conocer a la gente que los rodea y saber exactamente quién es el más necesitado? Por lo tanto, en los mercales y en los Pdval (Producción y Distribución Venezolana de Alimentos) en donde venden productos como pollo, leche o azúcar, estarán los vecinos montando la guardia,” –afirmó recientemente el ministro del Poder Popular para la Alimentación, Félix Osorio.

El sitio digital del partido de gobierno, “Aporrea”, va más lejos y agrega al sistema de vigilancia a la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería (Onidex), esa misma cuya reforma fue encomendada a expertos cubanos con un centro de acopio en Cuba. Dice Aporrea: “Es claro que dentro de las estructuras de control aplicables a este tipo de organismo, está la identificación del consumidor final, ya que es la única manera cierta de conocer quien finalmente se está beneficiando de tan importante política social. Para su implementación es necesario un acuerdo coordinado OnidexMercal para poder realizar esta identificación (Onidex tiene toda la base de datos de identificación del país, no es necesario reescribirla en Mercal), por supuesto esto pasa por dotar de estructuras tecnológicas a los centros de distribución al detal de Mercal”.

En pocas palabras: ya que la comida escasea, Mercal la venderá según listas de la Oficina Nacional de Identificación y bajo la vigilancia de los Consejos Comunales. Es el control perfecto de la población.



La escasez como instrumento

Ya que de escasez de alimentos hablamos, se observa en el gobierno de Chávez una ingenua incomprensión de las metas reales que yacen debajo de la destrucción planificada del aparato productivo.

En los regímenes comunistas tradicionales (URSS, Cuba, China), la destrucción de la propiedad privada rural fue planificada con el fin de crear hambrunas y a través de ellas, dominar al ciudadano transformándolo en dependiente del gobierno para su mera supervivencia. La gran hambruna soviética de los años 1929-1931, que mató a millones de seres humanos en la URSS, fue diseñada con ese fin por Stalin en su plan quinquenal de la época. En Cuba, las expropiaciones crearon una escasez de comida que fue aprovechada para instaurar la dependencia y control a través del racionamiento oficial. En China, Mao inventó un sistema de hornos rurales para el acero. No hubo acero, pero tampoco hubo siembras y el resultado fueron 43 millones de muertos por hambre en 1959-1961.

En todos los casos, la eliminación de la propiedad privada en el campo respondía a un cálculo para colocar la distribución de los alimentos en las manos del gobierno. Hugo Chávez siguió el guión: hizo invadir hatos y fincas, destruyó la producción nacional y la sustituyó por la distribuidora oficial de alimentos, Mercal. Hoy, parece estar genuinamente desesperado por el resultado, pero no corrige y por el contrario, profundiza. Cuando el ministro dice que los Mercal deben ser vigilados por los Consejos Comunales, sus palabras están en sintonía con el sistema ideado por Stalin, Mao y Fidel.



La gente “no le para”

Mientras Chávez aplica ciegamente unas medidas cuyo alcance no parece comprender, su fracaso consiste en haber fallado en lo principal para lo cual esos procesos fueron diseñados: ni se ha logrado la dependencia, ni mucho menos la obediencia. La gente no tiene miedo. No acepta las imposiciones. Los venezolanos son gente que protesta.

La desobediencia a los deseos oficiales campea desde abajo –el grupito que cierra un cruce de carretera-, hasta arriba, cuando se desacata al Tribunal Supremo. En nombre de los jóvenes, Ricardo Sánchez, Presidente de la Federación de Centros en la Universidad Central, lo puso en pocas palabras: “los estudiantes no se la calan”. Los ciudadanos tampoco: Venezuela vive a un ritmo de 3, 4 o más protestas populares diarias.

El Colegio de Abogados, en un gesto único en el mundo, desacata en bloque un fallo del Tribunal Supremo. Los candidatos a las elecciones regionales, presumiblemente inhabilitados por el Contralo General, lo mandan bien largo y siguen desarrollando sus respectivas campañas. La declaración de la presidente del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, confirmando la inhabilitación, es contradicha públicamente por otro rector de ese cuerpo electoral, Vicente Díaz.

La dirigente del chavismo, Lina Ron, acompañada de dos diputados del partido de gobierno, invade con su gente el Palacio Arzobispal de Caracas, insulta a la Iglesia y reivindica, en nombre del Presidente, el derecho a ejecutar actos terroristas de colocación de bombas. El propio Presidente de la República no encuentra nada mejor para refutarla, que llamar al programa más escatológico de la televisión venezolana, como lo es La Hojilla en el canal del Estado, en horas cuando la mayoría de los venezolanos duermen.

El Ministro del Poder Popular para Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, acelera la creación de una Policía Nacional, a imagen y semejanza de la Policía Nacional Cubana. Olvida que la PNC fue creada para actual mancomunadamente con los consejos comunales, que son los verdaderos vigilantes políticos de la población. En Venezuela, esto ya no es posible. La población y los consejos están demasiado ocupados protestando en la calle por las promesas incumplidas.

Visiblemente desesperado, Chávez encadena diariamente por una, dos o más horas a todas las televisoras y radios del país, para amenazar y asustar. Esfuerzo vano: ya no le tienen miedo. Amenazó a Fedecámaras y los pistoleros chavistas colocaron al día siguiente un bomba en la puerta de ese organismo. Fedecámaras responde poniendo el grito al cielo y levantando la voz. ¿Este es el resultado que persiguen las arengas presidenciales?

Chávez puede seguir amenazando. Ya “nadie le para”.