POR:MICHAEL ROWAN.
Se acerca el momento en que se agote la última bocanada de libertad en el país.
Venezuela se desliza paulatinamente hacia la forma de vida comunista y dictatorial de Cuba. Mediante 26 recientes decretos, Chávez se propone instaurar un colectivismo y control estatales que fueron rechazados en el referendo de diciembre. La sociedad es cada vez más militarizada. Se está expropiando al sector privado. La mayoría de las familias en el país están cada vez más reglamentadas por empleo, subsidios, regulaciones o controles emanados del estado. En las escuelas bolivarianas adoctrinan las mentes jóvenes.
Un partido político domina el país. Un líder gobierna a ese partido, además del poder ejecutivo, la legislatura, el poder judicial, el poder moral, los fiscales, la compañía petrolera nacional, el banco central y la mayoría de los estados, las ciudades y las organizaciones, muchos de los medios y buena parte de lo que solía llamarse el sector privado. Incluso Internet será controlado por las autoridades. En gran medida, trabajo, ingreso, vivienda, empresa, escuela, salud, transporte y comunicación son controlados por un comando central, como en Cuba.
El gobierno comunista en desarrollo tiene nuevos amigos en Irán, Rusia, China y Siria, y nuevos enemigos en EEUU, Colombia, Perú y a veces México y la Unión Europea. Se fundó una secta de la crítica iglesia católica que es leal al presidente. Se ha comprado armas modernas en preparación para una invasión pronosticada durante una década y que nunca se ha materializado. Las autoridades han gastado hasta 100 millardos de dólares fuera de Venezuela. Pero la pobreza y la desigualdad están igual o peor que hace una década. La inflación, los homicidios y la corrupción están alcanzando niveles récord de epidemia.
Las autoridades insisten en que su gobierno de mano dura refleja la voluntad del pueblo. Cierto, millones de venezolanos parecen aceptar cualquier cosa que el gobierno exija por temor, obsecuencia o negligencia. El gobierno parece obtener gran parte de su respaldo gracias a un fuerte gasto o mucha presión, no porque la gente crea en lo que está haciendo. Sin embargo, se acerca el momento en que se agote la última bocanada de libertad en el país. En el silencio que surge en presencia del poder, la libertad se transforma en solo un recuerdo fugaz.
michaelrowan22@gmail.com Traducción: José Peralta
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