jueves, septiembre 04, 2008

Señor excusa: "desde el día en que se inventaron las excusas todo el mundo quedó bien"


POR ARCANGEL VULCANO.

“Desde el día en que se inventaron las excusas, todo el mundo quedó bien", solía repetirnos nuestra abuelita cada vez que alguno de sus nietos regresábamos del colegio justificando de varias formas haber salido aplazados en alguna materia. Las excusas predilectas, para eludir la responsabilidad y evitar el castigo, eran casi siempre: "Ese profesor la tiene agarrada conmigo"; "yo estudio, lo entiendo todo, lo que pasa es que el profesor no nos explica bien y nos trata injustamente"; "el profesor es muy malo, raspó a todo el mundo"; "qué maestro tan mediocre, nunca llega a tiempo"; en fin, intentando en vano evadir alguna prometida reprimenda paterna o maternal, nos procurábamos hábilmente algún ocurrente pretexto que nos garantizara impunidad; pero lograr escapar de la curtida abuelita era imposible, sobre todo por su veteranía, la dilatada experiencia, sus canas, los largos años de vivencias, que la convertían en un muro infranqueable contra el que nos estrellábamos cada vez que intentábamos sin lograrlo escurrir el bulto.

Hoy día el Sr Chávez durante su larga disertación en su cadena de radio y televisión, nos ha hecho recordar esa maravillosa época estudiantil siendo muchachos en la que todo se nos perdonaba en la casa paterna materna, por el amor que nos profesaban nuestros mayores, en la que llegábamos de clases escondiendo la boleta en el fondo del bulto, con alguna que otra materia reprobada y marcada con números rojos; pero nos encontrábamos de frente con la sabia matrona que era la abuela, esperándonos para preguntarnos ¿cómo salimos en los exámenes parciales y en dónde estaba la boleta para ver las notas? Hemos de confesar que entonces nos invadía un espeso sudor frío, y sentíamos un impulso eléctrico que nos recorría todo el espinazo petrificándonos; tal vez así debió sentirse el recién llegado Sr Chávez de su viaje y tener que encarar ante la nación su responsabilidad, por causa de los constantes preocupantes apagones recientes que ha sufrido el país, mientras él se ufana de los presuntos éxitos del socialismo viajando por el mundo.
Siempre terminábamos por las tardes escondiendo el bulto con la boleta de las malas notas, salíamos corriendo a casa de los vecinos con el balón de fútbol entre manos, buscando jugar una partida callejera para aliviar las tensiones; pero en la noche ya sabíamos que la boleta con las notas rojas aparecería en alguna parte, por mucho esfuerzo que pusiéramos en esconderlas, porque la abuela siempre las conseguía en donde fuera, y le era sencillo, porque parte de su sabiduría consistía en haber aprendido a anticiparse convenientemente a los movimientos de muchachos aventajados inventores de cuentos, pero ella sabía como nadie registrar; esa como que es una virtud de todo el pueblo venezolano; que sabe registrar el fondo de los bultos de sus hijos por inventores que estos sean.
Así las cosas, ya entrada la noche, regresábamos a casa los hermanos sudando, destilando las franelas por el deportivo esfuerzo, cuando la bella viejita apoyada en el arco de la puerta, zapateando su pie derecho en la acera, con las manos en jarra a la cintura, sin esperar a que entráramos, nos interrogaba con voz muy fuerte mostrándonos la boleta doblada, arrugada y bastante deteriorada:-"¿Y esta vaina qué es?...
Nos mirábamos encogiendo los hombros poniendo cara de corderitos degollados, y antes de que nos arrearan un correazo gratuito, el más aventajado de los hermanos defendiendo al equipo, dijo en nombre del anárquico grupo de insubordinados: -"Eso es culpa del profesor abuela, quien de nuevo se ha equivocado con nosotros, él no nos quiere, nos tiene tomado el número"; sin hacer pausas, la indoblegable despiadada Doña quien jamás se caracterizó precisamente por comer cuentos de caminos, cansada de nuestras ridículas e insólitas excusas, nos respondió casi a gritos muy enojada: "-¿Cómo es la cosa?, ¡no señor!, ¿ustedes saben como es la vaina?; que desde el día en que se inventaron las excusas todo el mundo quedó bien; pasen pa' dentro muérganos desvergonzados, a hacer la tarea ¡carajo! ¿hasta cuando tanta palabrería?, a estudiar pues partida de disponedores"; y a cada uno nos propinaba un contundente carajazo con el rejo de cuero por las nalgas, pa' que no fuéramos embusteros -según nos explicaba-; pero ganas de seguir inventando excusas confieso que no nos quedaban; claro que siempre hay algunos que no aprenden nunca, y a quienes no les bastan unos cuerazos de la abuela para escarmentar, a veces el escarmiento debe ser de grandes dimensiones y ni así se enderezan; y no para que aprendan las lecciones, sino para que no jodan más a sus congéneres impunemente.

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