POR:VLADIMIR VILLEGAS.
“Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos no creemos en ella para nada“. Noam Chomsky.
Los extremos intentan imponerse. Parece que poco a poco marchamos en una agenda extraelectoral cuando apenas faltan siete meses para renovar la Asamblea Nacional. Enero ha sido un mes marcado por las protestas, por marchas pro gobierno y antigobierno.
Eso no tiene nada de negativo, todo lo contrario. Lo fregado es cuando se impone el modelo Mérida en lugar de privilegiarse el civismo democrático que vimos el pasado 23, con dos movilizaciones que atravesaron la ciudad sin incidentes que lamentar.
¿Estamos condenados a tropezarnos con las mismas piedras de 2002 al 2004? ¿Es una política correcta radicalizar las posiciones en un país donde las encuestas muestran dos mitades separadas apenas por puntos porcentuales? ¿Queremos, en verdad, llegar a las elecciones de septiembre o no nos importa que en nombre de posturas radicales el país se nos vaya por el despeñadero del odio y de las bajas pasiones, con la consiguiente lista de víctimas irreparables, como esos dos jóvenes merideños asesinados la semana pasada? Al señor Marcel Granier lo he enfrentado desde mis tiempos de trabajador de El Diario de Caracas.
Y, por supuesto, no he compartido, por múltiples razones, la línea editorial y política de su canal y su grupo. Pero no puedo dejar de decir que la decisión de aplicarle en este preciso momento la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión está más asociada al logro de objetivos políticos que al mero cumplimiento de una ley. ¿Qué gana el Gobierno con tocar esa tecla nuevamente en año electoral? Está por verse. Pero también qué pierde. Y puede ser mucho…
¿Estamos condenados a tropezarnos con las mismas piedras de 2002 al 2004? ¿Es una política correcta radicalizar las posiciones en un país donde las encuestas muestran dos mitades separadas apenas por puntos porcentuales? ¿Queremos, en verdad, llegar a las elecciones de septiembre o no nos importa que en nombre de posturas radicales el país se nos vaya por el despeñadero del odio y de las bajas pasiones, con la consiguiente lista de víctimas irreparables, como esos dos jóvenes merideños asesinados la semana pasada? Al señor Marcel Granier lo he enfrentado desde mis tiempos de trabajador de El Diario de Caracas.
Y, por supuesto, no he compartido, por múltiples razones, la línea editorial y política de su canal y su grupo. Pero no puedo dejar de decir que la decisión de aplicarle en este preciso momento la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión está más asociada al logro de objetivos políticos que al mero cumplimiento de una ley. ¿Qué gana el Gobierno con tocar esa tecla nuevamente en año electoral? Está por verse. Pero también qué pierde. Y puede ser mucho…
Tanto en las bases de apoyo con las que cuenta el Gobierno como en las de la oposición, hay sectores no mayoritarios que sueñan con la confrontación. Estamos ante la misma intolerancia revestida de ropajes ideológicos opuestos. Pero en el fondo representan el deseo de aniquilar, anular, acorralar, arrodillar o desaparecer al otro.
Por eso quienes marcamos distancia de esas posturas somos estigmatizados y acusados de cobardes, débiles, traidores o acomodaticios. Pero la mayoría quiere alternativas democráticas y, sobre todo, no violencia. Bastante tenemos con las secuelas que deja la inseguridad a diario.
De ahí que tiene mucho valor la breve pero esclarecedora declaración del gobernador del estado Lara, Henry Falcón, llamando al diálogo. En estas cosas de la política la forma tiene que ver con el fondo. Se equivoca el Gobierno cuando practica el no diálogo endógeno y exógeno.
Por eso quienes marcamos distancia de esas posturas somos estigmatizados y acusados de cobardes, débiles, traidores o acomodaticios. Pero la mayoría quiere alternativas democráticas y, sobre todo, no violencia. Bastante tenemos con las secuelas que deja la inseguridad a diario.
De ahí que tiene mucho valor la breve pero esclarecedora declaración del gobernador del estado Lara, Henry Falcón, llamando al diálogo. En estas cosas de la política la forma tiene que ver con el fondo. Se equivoca el Gobierno cuando practica el no diálogo endógeno y exógeno.
Y, aunque se declara de izquierda, carece de mano zurda, esa que se intuye precisamente en las palabras del mandatario larense.
Por el contrario, florece una hipersensibilidad que, además de preocupar, llama la atención. Andar buscando con lupa magnicidios o desestabilización en el “Esteban” de Laureano Márquez o abrir una averiguación penal a Miguel Ángel Rodríguez puede granjear unos cuantos aplausos del chavismo radical, pero sinceramente poco a poco va mellando el apoyo de quienes quieren cambio con debate, con disidencia, con crítica, por muy dura que ésta sea.
No puede ser más oportuna para esta nota una frase que me llega por el correo, atribuida a Noam Chomsky: “Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos no creemos en ella para nada“. Si algún golpe se requiere es el de timón.
Y puede darlo el Presidente, primero abriendo las compuertas para un debate franco, intragobierno, sobre el rumbo y la viabilidad del modelo que viene impulsando, y, luego, con vastos sectores de la sociedad, que se le han alejado, que hoy están descontentos y reclaman cambios y soluciones a problemas de mayor importancia que el porcentaje de programación nacional de un canal por cable.
Por el contrario, florece una hipersensibilidad que, además de preocupar, llama la atención. Andar buscando con lupa magnicidios o desestabilización en el “Esteban” de Laureano Márquez o abrir una averiguación penal a Miguel Ángel Rodríguez puede granjear unos cuantos aplausos del chavismo radical, pero sinceramente poco a poco va mellando el apoyo de quienes quieren cambio con debate, con disidencia, con crítica, por muy dura que ésta sea.
No puede ser más oportuna para esta nota una frase que me llega por el correo, atribuida a Noam Chomsky: “Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos no creemos en ella para nada“. Si algún golpe se requiere es el de timón.
Y puede darlo el Presidente, primero abriendo las compuertas para un debate franco, intragobierno, sobre el rumbo y la viabilidad del modelo que viene impulsando, y, luego, con vastos sectores de la sociedad, que se le han alejado, que hoy están descontentos y reclaman cambios y soluciones a problemas de mayor importancia que el porcentaje de programación nacional de un canal por cable.
Fuente:“El Nacional“:
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