lunes, febrero 22, 2010

"Es hora de embraguetarse" ("...El que traicione la unidad...el pueblo cobrará, y el costo será muy alto...")



POR:PABLO AURE.

Nos estamos acercando al momento de las definiciones: las primarias para definir el nombre de los candidatos que representarán al sector democrático en las próximas elecciones parlamentarias.
Mientras que por un lado se encuentra el pueblo, agobiado por una situación económica y social en rápida degeneración, reclamando soluciones que pasan necesariamente por la unidad en las filas de quienes deben representarlo frente a un régimen sólo competente en implantar un sistema político abortado ya por la historia, otros sectores, añejas personalidades, actúan en contra de estas soluciones por acción y omisión, al generar discordia y confusión.Lo difícil es entender qué tienen en la cabeza estos personajes: ¿será su arrogancia tal que se consideran imprescindibles para el país? ¿Será su orgullo lo suficientemente grande para nublar su juicio frente a lo que le está sucediendo a sus compatriotas? No es de sorprenderse, entonces, que estén desconectados con los sentimientos populares.
Aquí hay hambre. Aquí hay delincuencia desbordada. Aquí hay una falla grave de servicios públicos vitales que nos aproximan a un colapso social de proporciones inimaginables. ¡Por Dios, hay el peligro de caer definitivamente en un comunismo que nos dejará a siglos del resto de las naciones, con un costo en sangre que pesará sobre la cabeza de estos irracionales y temerarios egoístas!Vamos a hacer un ejercicio mental que no es del todo prescindible visto lo que estamos atravesando. Invito al elector a abrir un libro de historia. Ahí buscará las páginas que detallan cómo salieron del comunismo los países que lo han padecido. Suelen aparecer en dichas páginas fotografías o bustos de grandes hombres y mujeres que contribuyeron a su desmantelamiento. Pues bien: ¿podemos comparar a tales figuras con los trasnochados politiqueros que amenazan la unidad?
¿O quizá será que se creen, en su arrogancia, que están a la altura de aquellos héroes, los cuales fueron capaces de anteponer intereses personales y hacer sacrificios incuantificables por un bien mayor, mientras que nuestros políticos con pies de barro no son capaces de ceder una triste parcela política?
Abajo los ídolos de barro
Ya basta entonces de medias tintas. En estos momentos tiene que saber todo el que participe en la política que no se están jugando cómodos cargos con oficinas bien vestidas para los ganadores de un concurso de personalidad. Se juega el país. Se juega la continuidad del flagelo criminal que cobra vidas cada día. Se juega Venezuela, y hay quienes están dispuestos a hacerlo por su vil ego.
No contribuyen. Obstruyen. Deben darse cuenta de ello.
Saben que hay muchísimos líderes identificados con la democracia, con el éxito y con el progreso que sin duda alguna, lo suficientemente capacitados para realizar un extraordinario trabajo en el parlamento. Lamentablemente estas individualidades se sienten los únicos poseedores de las credenciales necesarias para representarnos; y, lo que es peor: otros le sirven de comparsa. Mientras estemos así será muy difícil salir de este atolladero.Hecha la observación anterior, volvamos a las primarias que tendremos a la vuelta de la esquina. Para ese proceso de selección se nos presentan algunas interrogantes que deberíamos analizar. ¿Cuántas personas se movilizarán? ¿Quiénes votarán? ¿Se temerá participar en ellas para no ser identificados en un futuro, tal como ocurrió con la lista Tascón?
Lo más importante es encontrar, en la respuesta a estas preguntas, soluciones para los problemas de logística que debemos enfrentar para salir triunfantes frente a la carrera hegemónica del oficialismo.Bastante es ya con las conocidas trampas montadas por el CNE que sólo el ojo vigilante y agudo del pueblo puede evitar, pero si no hay coordinación en la estrategia opositora, bien podríamos perder una ventaja determinante, aunque el CNE -para variar- decidiera jugar limpio.
El costo de la discordia
No hay que mentirse más. Estamos frente a algo que nunca ha experimentado Venezuela, y las trasnochadas estrategias de ganar votos sin entender los sentimientos y necesidades de la población son, ya obsoletas, peligrosas para la causa democrática.

En fin, hay que solicitar unidad. A gritos si es necesario. No hay espacio para debatir sobre esto: ya Valencia pagó, una vez, el costo del egoísmo de quienes recibieron el apoyo condicional de sus habitantes con la promesa por el recipiente de ayudar en la defensa contra el socialismo incompetente que nos ahoga. Este compromiso, que no era desconocido por nadie en Carabobo, fue quebrantado. Esta vez no podemos aceptar, con sonrisa de cordero degollado, siquiera el peligro de la desunión. Debe imperar la democracia. Debe aceptarse que en el combate contra el comunismo nos representen los candidatos de consenso, y no aquellos impuestos por quienes tienen necesidades casi patológicas de protagonismo.
Que recuerde quien traicione la unidad que sus acciones se traducen en un costo humano, todos los días, a manos de criminales que bien pudieran haberse sometido por las autoridades bajo un gobierno demócrata; se traduce en un costo económico sufrido por los trabajadores y empresas que padecen de apagones cuando un gobierno competente hubiera actuado para prevenirlos a su debido tiempo; la desunión facilita a la decadencia, la hecatombe, la descomposición de nuestra sociedad y nos debilita frente a la garra del comunismo y las ambiciones de una causa foránea a los verdaderos valores venezolanos.
El que traicione la unidad debe saber que tarde o temprano el pueblo cobrará, y el costo será muy, muy alto.

Twitter: @pabloaure

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un Hampón En la Presidencia
Por: Gustavo Coronel

Hampón: valentón, maleante, haragán, DRAE.

Nerón tocaba el arpa mientras Roma ardía. Hugo Chávez juega beisból mientras Guri colapsa.

Lo que Venezuela tiene como presidente es un hampón. No es simplemente un buen o un mál presidente. Se pasea por el centro de Caracas y poniendo un dedo en el aire, por aquí y por allá, dice: “expropiado”, como un hipopótamo en trance orgásmico. Luego, al obligar a salir precipitadamente a los joyeros del Edificio “La Francia”, uno de los auto-expropiados (ya el edificio era propiedad del Estado), le exige a su amanuense, ministro del interior, que los “investigue cientificamente”, porque se fueron muy rápido. “Algo esconden”, exclama el hampón, quizás decepcionado porque los joyeros no dejaron el oro y la plata en los estantes.

Y es que este es un hamponato codicioso, con un apetito voraz por los bienes públicos. El hampón viste trajes de miles de dólares, usa relojes costosísimos, besa travestís brasileños y le regala $18 millones a Danny Glover. Llega con un séquito de centenares de seguidores, incluyendo cocineros y guardaespladas cubanos, a los mejores hoteles del mundo, viaja en un Airbus comprado ilegalmente, en medio de lujos obscenos y, encima, tiene el tupé de decirle a los miserables venezolanos que todavía lo escuchan que “ser rico es malo”.

Este hampón, salido de un pozo séptico barinés, la ha tomado por regalar el dinero y el petróleo que no es de él a sus amigotes Castro, Ortega, Morales y Correa. Le da un avión al violador de la constitución Zelaya para que viaje por todo el hemisferio y le presta a Arias Cárdenas para que pague la cuenta en los hoteles, algo así como prestar unos calzoncillos. Le regala nuestros aviones a Correa y le da helicópteros que se estrellan a Evo Morales. Le entrega maletines llenos de dinero a Cristina Kirchner. Le traspasa armas suecas y no suecas a las FARC.

Mientras impone un brutal e inepto racionamiento eléctrico a los venezolanos juega beisbol con sus ministros en Fuerte Tiuna, con todas las luces del sitio prendidas, el muy cretino, mostrando un total desdén por el bienestar colectivo.

Este especímen es ilegítimo por traidor y manirroto, nunca ha sido honesto, ni gobernante (ya ni siquiera manda) y mucho menos un presidente para los venezolanos.

Es apenas un vulgar hampón. Su destino es la cárcel, junto a sus cómplices.