POR:ALBERTO BARRERA TISZKA.
Basta con asomarse al Gobierno para captar la dinámica de segregación que promueve este proceso.
Al referirse a las elecciones de 1998, Alber to Müller Rojas, jefe de campaña de Hugo Chávez, realizó hace años este drástico balance: “La campaña se ganó relativamente fácil. Se ganó más por la gran cantidad de errores políticos que cometieron sus adversarios que por la calidad de nuestra campaña electoral”.
Doce años después, de pronto, en la esquina de este miércoles, me pregunto si esa frase podría este año volver a tener sentido.
Obviamente, han pasado muchas cosas durante todo este tiempo. Entre otras, hemos visto cómo un gobierno traiciona la voluntad de cambio de la mayoría del país, secuestra el Estado y las instituciones, e inventa una “revolución” para constituirse en una nueva élite dominante que aspira a controlar de manera absoluta la sociedad. No estamos, además, ante una agenda oculta.
Todo este proyecto no sólo se publicó sino que tiene vocación de rating. Estamos ante un modelo autoritario que hace lo imposible por gozar de alta popularidad.
Para lograr este objetivo, una de las tareas iniciales del Gobierno fue bombardear y liquidar el sentido de alternancia en el país. Lentamente han impuesto una noción de tiempo diferente. Es, incluso, un proyecto retórico distinto. El país habla otro idioma, un idioma que tiene cada vez menos vocabulario civil, que ha desechado el diccionario de las variables democráticas.
El discurso heroico y militar, donde gotean persistentemente palabras como “revolución” o “comandante”, no hace sino crear otra idea del tiempo y de poder: el “no volverán” es fundamentalmente un “no nos iremos”. No son un gobierno.
Son una nueva clase social. El bolivarianismo, más que una ideología, es sobre todo un estatus, un privilegio.
Vaclav Havel, al referirse a este tipo de proyectos, ha hablado de las sociedades postotalitarias. Una de sus características, según señala el ex presidente checo, reside en las dificultades que construye el poder para ejercer cualquier tipo de disidencia. No se trata ya de la represión descarnada, de la violencia directa del Estado sobre los ciudadanos, sino un tipo de sometimiento más elaborado, igual de violento y brutal, pero menos evidente, adornado de legalidad, legitimado por mecanismos y procedimientos más sutiles, por una constante producción simbólica que terminan, incluso, siendo todavía más eficaces que la fuerza física.
Basta con asomarse al Gobierno para captar la dinámica de segregación que promueve este supuesto proceso revolucionario. La paranoia que vive y distribuye el poder con respecto a su propio entorno es una muestra perfecta del metabolismo que se expande por todos lados. Cualquiera puede ser excomulgado el próximo segundo. Cualquier puede quedarse sin trabajo, sin documentos, sin Estado, sin libertad de acción, sin palabras… Cualquiera es un pretraidor, un delincuente en potencia. Incluso los más devotos, en un instante pueden perder la gracia divina. La habilidad y la perversión del Gobierno bolivariano reside justo ahí: en no ser lo que es. En transformar la represión y la censura en un orden natural, en una serena normalidad.
A esto, por supuesto, hay que sumarle también las miserias de cierta élite que dirige o que aspirar dirigir la disidencia que existe en el país.Sobran los ejemplos. Uno de ellos: lo ocurrido recientemente con Globovisión. Más allá de las declaraciones de los supuestos protagonistas del conflicto, lo verdaderamente importante es lo que no se ve, lo que no puede probarse. La mano invisible del Gobierno es tan salvaje como la mano invisible del mercado. En todo, termina habiendo entonces demasiados cómplices. Y las verdaderas víctimas siempre son las mismas: los usuarios, los trabajadores, el periodismo que necesita sobrevivir a un país que ha convertido la política en un género televisivo.
No es fácil ser de oposición.
No es fácil asumirse como parte de una disidencia en pugna con un poder que descaradamente te descalifica, te amenaza, te excluye. Pero tampoco es fácil reconocerse como alguien de oposición si no existe una dirigencia capaz de superar sus pequeños intereses, capaz de representar la diversidad y de asumir el desafío de reinventarse.
No es fácil pero, a pesar de todo esto, quienes no aceptamos el proyecto del poder y rechazamos a un Gobierno que pretende eternizarse, seguimos siendo, por lo menos, casi la mitad del país.
Seguimos siendo muchos, demasiados.
“Las elecciones se ganan más por omisión de la oposición que por acción del chavismo. De eso estoy convencido”, dijo Müller Rojas. Doce años después, y con septiembre en el horizonte, ¿volverá a perseguirnos esa frase?
abarrera60@gmail.com
abarrera60@gmail.com
7 comentarios:
Marta Colomina
¿Será que ¡otra vez! no entienden?
Febrero 21, 2010
Pudieran ser los responsables de una abstención-castigo y del fin de la democracia en Venezuela
Simpatizantes de partidos que adversan al Gobierno y los mal llamados “ni-ni” o “no alineados” (clarísimos en que no van a votar por Chávez aunque aún desconfían de los dirigentes opositores) comienzan a preocuparse al observar en algunos cuadros de la oposición signos similares a los sufridos en las elecciones regionales, en las que, a causa del divismo, de la voracidad burocrática y de la fragmentación, se perdieron las más importantes alcaldías del país y algunas gobernaciones, como la de Bolívar. Si fue gravísimo entonces, hoy es criminal de cara a unas elecciones parlamentarias que, de ganarlas Chávez, aplicaría irremediablemente el modelo comunista cubano.
El anuncio de que el 25 de abril se realizarían las primarias para los aspirantes a diputados por las listas opositoras, se ha visto enturbiado por los enfrentamientos públicos entre grupos y posibles candidatos. A esos malos ejemplos se unen las disputas internas del partido Copei, ya obscenamente externas.
Es comidilla del twitter, otros foros de internet, radio, TV y prensa nacionales, la pugna por encabezar la lista de Miranda entre el juego adelantado de Julio Borges (quien después de la pérdida de la gobernación de Bolívar debería ser más cauteloso) y las aspiraciones del ex gobernador Enrique Mendoza, quien contribuyó visiblemente al triunfo de Capriles Radonski a la gobernación de Miranda. Si las cosas siguen así, la Mesa Unitaria deberá ampliar las primarias en ese estado, a fin de que sean los mirandinos los que decidan. Lo dicho no obsta para reconocer que los dos serían excelentes parlamentarios.
Los errores de las regionales vuelven a repetirse en Carabobo, donde los Salas (con importantes logros en el pasado) reinciden con su divismo y afán monopólico, si se piensa que han surgido figuras nuevas que también tienen derecho a medirse. Recordemos que la Alcaldía de Valencia la perdió Miguel Cocchiola por muy pocos votos, a causa de la terquedad de los Salas en imponer otra candidatura que las encuestas daban como perdedora. Hoy los valencianos sufren a un chavista como el peor alcalde que ha tenido la ciudad. La prensa regional da cuenta de la paradoja de dos mesas “unitarias” en Carabobo: una integrada por Proyecto Venezuela (de los Salas, a la que se adscribió Un Nuevo Tiempo) y la otra por AD, Cuentas Claras, Copei, MAS, Podemos, PJ, Un Solo Pueblo, LCR, y otros. El pasado jueves el ex gobernador Salas Römer (SR) exigió que su nombre encabece el circuito 3. Solo así se sentará a conversar con los demás partidos (¿significa eso que no se someterá a las primarias, anunciadas para todo el estado?). SR aludió críticamente a “Cuentas Claras” del alcalde de San Diego, Enzo Escarano, porque apoya a Miguel Cocchiola por el circuito 3. Según informa El Universal (“Salas Römer descalifica a Cocchiola como aspirante” 18-02-2010) SR “puso en duda que Cocchiola sea un buen parlamentario y afirmó que el empresario no tiene nada que buscar en la Asamblea, donde se necesitan personas con experiencia y reconocimiento a nivel nacional, como es su caso”.
¿Quiere decir entonces que figuras jóvenes provenientes de los partidos, universidades, del sector privado o de ONGs no podrían ser diputados “porque no tienen experiencia”?. ¿Es que las viejas figuras no entienden que los mayoritarios “ni-ni” piden que haya también independientes en las listas al Parlamento como una señal de que los partidos están dispuestos a cambiar después de los enormes errores del pasado lejano (que abonaron el acceso de Chávez a Miraflores) y los errores del pasado reciente (que hicieron que Chávez se atornillase en el poder)?
Marta Colomina (Continuación)
Es criminal insistir en personalismos mezquinos en el momento de mayor debilidad del régimen. Justo cuando muchos de los electores chavistas muestran su descontento porque no les han dado la vivienda prometida, están acosados por la inflación y el fantasma del desabastecimiento, no tienen luz, ni agua y son masacrados por el hampa. Es criminal exhibir esa estúpida voracidad justo cuando las encuestas revelan que si hay unidad y las listas se integran con una mezcla plural de experiencia política, independencia y brillantez profesional, los ni-ni saldrán masivamente a votar por un Parlamento que esté al servicio del país y de la Justicia y no de un hombre obsesionado por el poder y en repetir el modelo cubano de hambre y de opresión .
La cronista no quisiera estar en el pellejo de quienes -de seguir así- pudieran ser los responsables de una abstención-castigo y del fin de la democracia en Venezuela. Ojalá que, a pesar de las apariencias, esta vez sí entiendan y atiendan.
mcolomina@gmail.com
Carlos Blanco/Tiempo de palabra
Febrero 21, 2010
No importa nada lo que haga la oposición porque de todas maneras será acusada
GOLPES PREVENTIVOS. Con la guerra de Irak, George W. Bush llevó al clímax la tesis de los golpes preventivos como medio para impedir futuros ataques. Nunca imaginaría que su más fiel discípulo sería Hugo Chávez, quien recurre sistemáticamente a la estrategia de los golpes preventivos contra la disidencia para colocarla a la defensiva. Es posible que una de las claves para voltear esta tortilla, ahora que el Gobierno está no sólo débil sino bastante exhausto (junto con el país, dicho sea de paso), sea la de agarrarle el truco, desmontárselo y devolvérselo.
EL TRUCO. La argucia es conocida. Cuando la oposición se moviliza, el régimen la acusa de promover un golpe de Estado. Cuando sus principales dirigentes enfatizan su dedicación electoral, algún vocero oficial asegura que es una engañifa, porque, en realidad, andan en la conspiración. En el momento en que apoyan a los trabajadores en sus conflictos es porque maquinan una insurrección. Si se critica la imprevisión en materia de electricidad y agua potable los opositores se deslizan por el saboteo. Dentro de esta estrategia, el Gobierno ha dado pasos mayores y es atribuirle a los disidentes propósitos torvos aún antes de haber dado el primer paso. En el momento en que la oposición marcha y vienen grupos paramilitares a agredir, sin que se disperse el humo de las lacrimógenas, el Gobierno acusa de violentos a los manifestantes.
Lo significativo es que no importa nada lo que haga la oposición porque de todas maneras será acusada. Si está tranquila es porque está en un complot secreto; si se medio alebresta es porque promueve un golpe; si se moviliza intensamente es porque le prepara el terreno a las fuerzas imperiales. Haga lo que haga recibe acusaciones. Es la particular guerra preventiva de Mambrú.
Obsérvese con cuidado lo que ocurrió con el editorial de Laureano Márquez “Venezuela Sin Esteban” en TalCual. Lo que Laureano dijo es lo que la mayoría de los venezolanos sueña: un país sin Chávez en la Presidencia; pues nada, se opusieron, horripilados, porque el mero hecho de pensar que el caudillo salga del poder es ya, de hecho, un atentado, un golpe, un magnicidio. La reacción oficial cumple la función de reafirmar que no se puede ni siquiera filosofar sobre la eyección de Chávez de Miraflores porque es conspiración gozarse esa placentera idea.
LO QUE LOGRAN. Sin duda, el régimen ha obtenido logros con esa política. Entre los principales está el que la oposición se ve compelida con cierta frecuencia a hacer profesión de fe democrática en los términos que le demanda el caudillo, que es sólo participar en las elecciones anuales tomadas por el ventajismo y el fraude oficiales. Los dirigentes no pueden promover huelgas ni ponerse al lado de la conflictividad social porque, de hacerlo, comprobarían hasta los extremos la tesis del régimen, según la cual andan en una conjura. En el viejo sistema político muchos de los hoy dirigentes gubernamentales no sólo participaban de lo que llaman con cierto estiramiento “la lucha social”, sino que lo proclamaban como su principal tarea. Tal conducta hoy está prohibida; pero, lo que es peor, exclusión aceptada por unos cuantos que no sin razón temen ser acusados de desestabilizadores y, para evitarlo, no sólo no se vinculan a los conflictos sino que cuando éstos aparecen quieren apagarlos como los primeros bomberos, no sea que los acusen.
LOS ESTUDIANTES. El movimiento estudiantil se ha salido de la horma con sus novedosos estilos y consignas. A pesar de que algunos líderes estudiantiles han creído necesario aclarar que ellos no quieren cambiar el Gobierno, cuando aflora el movimiento el Gobierno no ha sabido qué hacer, y el golpe preventivo no ha funcionado. Esa independencia explica por qué Chávez ha concentrado sus ataques en los estudiantes; actitud que en el viejo sistema ni siquiera los más conservadores o represivos habían exhibido.
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Carlos Blanco/Tiempo de palabra
De todos modos, el Gobierno logra algo valioso: impide la unión entre el movimiento estudiantil y el movimiento político; el primero no quiere “contaminarse” de lo “viejo” y el segundo no quiere asumir una conflictividad callejera por la cual no puede responder. Ninguno de los dos quiere que los señalen de andar en mala compañía.
PARECE QUE NO PUEDE. Sin embargo, parece que el motor bolivariano está fundido y su traqueteo anuncia algo parecido al desencajamiento total. La represión creciente que ha obligado a todos a cuidarse de lo que se hace, de lo que se dice y hasta de lo que se piensa, ha dejado al Gobierno sin los contrapesos críticos eficaces que permitan corregir rumbos y enderezar entuertos. Para Chávez los demás no existen; si son opositores son la nada y si son del chavismo y se atreven a insinuar una observación, son derretidos por el dedo de Zeus. Sin esos equilibrios el Gobierno se ha deslizado, solo, solito, hacia una catástrofe. El país se desintegra y no halla a quién culpar; sin agua, sin luz, con los criminales manos libres y los precios también, el hombre se hunde en la ciénaga podrida que ha alimentado.
En ese contexto ocurre un fenómeno realmente importante y es que la mayoría nacional, que incluye a opositores y chavistas descontentos, imposibilitada de expresarse con libertad en los conflictos callejeros debido a la represión policial, militar, judicial y administrativa, ve las elecciones venideras como un momento de resarcimiento. Ya que la electoral es la única acción con la cual la disidencia no es (tan) reprimida, se ha comenzado a asumir como ocasión de desquite. Por supuesto hay ventajismo, por supuesto hay intento de fraude con la caja negra electoral, por supuesto esta conducta ilegal e ilegítima se incrementará; pero el hecho electoral se ha convertido en un medio para corroer las bases de apoyo del régimen. Si hubiese unidad, muchas primarias (sin el CNE, ¡por favor!) y representatividad de los candidatos, con la denuncia sin tregua del CNE y las condiciones electorales, la derrota política de Chávez podría ocurrir antes de las elecciones porque se condensarían todas las fuerzas en un solo haz, lo cual lo obligaría a retroceder o, si repican muy duro, a patear la mesa en un contexto de debilidad.
ÚLTIMO GOLPE PREVENTIVO. El refugio de Chávez en la coyuntura es afirmar que si la oposición gana una posición relevante en la AN, a pesar de las trampas y fraudes, lo intentarán defenestrar. Tal vez no sea mala idea -en vez de retroceder ante ese golpe preventivo- decirle que sí, que los diputados opositores le propondrán al chavismo el relevo constitucional del Presidente. No es mala estrategia la de deslindar la idea de golpismo, con la cual el Gobierno acusa sin tregua, del derecho democrático de querer sustituir al jefe de un gobierno abollado, sobre la base de un acuerdo nacional. Vienen por mí -asegura-. ¡Qué buena idea se te ha ocurrido, camarada!
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Alberto Quirós Corradi
La sumisión
Febrero 21, 2010
Hace tiempo Elvia Gómez le hizo a Axel Capriles una entrevista sin desperdicio. Empieza por definir el objeto del culto a la personalidad. “En Chávez uno ve cuáles son sus necesidades narcisistas por las cuales necesita ser adorado”. Bien sea porque “eso” neutraliza algún poco visible complejo de inferioridad o porque “comprueba” la alta estima que tiene el personaje de sí mismo. “Nadie puede gobernar a Venezuela sino Hugo Chávez Frías”, frase del Presidente. Seguida del silencio de los oyentes le produciría depresión. Una respuesta llena de aplausos y aclamaciones llena sus “necesidades narcisistas”.
Capriles sostiene que en una sociedad “que salga de la pobreza… no se da el culto a la personalidad. Por eso se sustituye a las estructuras institucionales que garantizarían la eliminación de la pobreza y le darían seguridad a los que menos tienen, por dádivas (misiones) que dependen de la buena voluntad del “ungido”.
Al leer a Capriles, uno no puede dejar de preguntarse como el pueblo alemán, culto y sin la pobreza nuestra, pudo ser atraído por la mesiánica personalidad de Hitler.
La respuesta hay que buscarla, leyendo a Ibsen Martínez “Dos Sukhoi sobre el cielo de Caracas” para visualizar como dos aviones volando en preparación de la grotesca celebración de un nuevo aniversario del cuartelazo de fecha 04F-92 le sugiere a Ibsen una vinculación con la aparente fascinación del pueblo alemán con el nazismo. Algo que describió Sebastián Haffner: “Para 1933, todas las instituciones de Alemania habían sido tomadas por el nazismo. Era imposible ya cualquier tipo de resistencia colectiva y la oposición individual era una especie de suicidio”.
Ibsen, con razón, ve en este párrafo, una “crónica de la actualidad venezolana”. Si la descripción terminara “allí” estaríamos condenados a repetir en otras tierras la tragedia del nazismo. Haffner deja abierta una esperanza en un pensamiento citado por Ibsen. “Uno se siente siempre tentado a creer que la historia se desarrolla entre unas docenas de personas que “rigen el destino de los pueblos”. Pero, no deja de ser un simple hecho que las decisiones realmente importantes tienen lugar en nosotros, en los seres anónimos, en las entrañas de un individuo cualquiera y que, ante estas decisiones masivas y simultáneas… hasta los dictadores, los ministros y los generales más poderosos se encuentran totalmente indefensos”.
Tiene razón Axel Capriles, no es sencillo imponer un régimen fascista y arbitrario en una sociedad que haya salido de la pobreza. Pero la pobreza es algo más que la insatisfacción de las necesidades básicas. Es también, la pérdida de la autoestima y el derrotismo. Esto crea en las sociedades debilidades estructurales fáciles de llenar por las promesas de un “iluminado”. Si este es, además, un seductor de masas los ciudadanos se convertirán en dóciles seguidores de un tirano. No es que una vez inmersa en el espiral del “cambio” no se reconozca el error. Es que, cuando las instituciones de la democracia se derrumban, disentir no solo es difícil sino peligroso. El secreto, entonces, para cualquier sociedad es saber identificar el momento del quiebre. Ese instante cuando la reacción colectiva todavía tiene la fuerza suficiente para derrotar al oscurantismo. Haffner habla del poder del individualismo como multitud. Allí están identificados los poseedores de la verdadera fuerza que puede impedir transformarnos en una sociedad sumisa a los caprichos de un tirano: ¡Nosotros! Los que tenemos el poder de “las decisiones masivas y simultáneas”. ¡Estamos a tiempo!
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Manuel Caballero
Primarias ¿Cruz o Diablo?
Febrero 21, 2010
El tenaz disparate de las primarias. Cuando el cura y el barbero escogían, en la biblioteca de Don Quijote, los libros que debían ir a la hoguera por haberle secado el cerebro al Caballero de la Triste Figura, les saltó entre las manos un volumen donde se contaban las hazañas de un tal Caballero de la Cruz. Y no fue el barbero, sino el cura quien lo echó al fuego porque “se suele decir que tras de la Cruz está el Diablo”.
Por parejas razones, desde hace más de treinta años, nos ha parecido un disparate la proposición de decidir candidaturas opositoras organizando elecciones primarias. Nos parecía tal cuando lo que se planteaba era escoger un candidato a la Presidencia de la República, mucho más, como se propone hoy, para nombrar los candidatos a cuerpos deliberantes.
Una tentación. Cierto, la proposición es tentadora, pues una fácil comparación nos haría enfrentar la democracia en estado puro al “cogollismo” elitesco, donde siempre aquella resultaría más atractiva. Pero en nuestra tradición y nuestra circunstancia, ella lo sería sobre todo para los constructores de aquellas “repúblicas aéreas” tan del gusto de gente acostumbrada a “largar la presa para atrapar la sombra”, como dice la sarcástica expresión francesa. Pero habría que preguntarse si no se trata más bien de un tópico que de una realidad. Un tópico incuestionable, pero de tan poca utilidad como constatar que “madre hay una sola”.
Vayamos por partes. Con las primarias, de lo que se trata es de imitar el exitoso ejemplo de EEUU, olvidando que es el único. En ninguna otra parte eso ha resultado, y no sería desacertado concluir aquí (como lo hizo alguna vez Humberto Njaim, al referirse al hecho de que el presidencialismo sólo ha tenido pleno éxito en EEUU) que la potencia económica de ese país hace viable cualquier sistema. Pero incluso allí algunos analistas muy sensatos han propuesto suprimir ese estimulador de la autofagia que son las primarias.
Manuel Caballero
El Esteban (¿dido?) de Laureano. Hay que tomar en cuenta de que en este caso, no se están enfrentando dos partidos que, por muy mañosos que sean, tienen la experiencia de que aceptar las reglas del juego les resulta más beneficioso que ignorarlas. No: en Venezuela, lo que la oposición enfrenta no es un partido ni un Gobierno normales, sino una pandilla de facinerosos sin el menor escrúpulo, cuyo jefe es el peor de todos. Y mucho menos si la maison close del CNE, como lo ha declarado una de sus madamas, está “ávida” de meterse a lambisconear en esas primarias.
No es de extrañar entonces que, chequera en mano, el Gobierno se meta a sabotear las primarias de la oposición, no sólo infiltrándolas, sino apoyándose en lo que Lewis Carroll hubiese llamado los “sombrereros locos” de la antipolítico, los fierabrás del abstencionismo para sabotearlas y desconocer sus resultados, cualquiera que ellos sean. Esto no es especulación paranoide: ya se le está echando en cara a la mesa de unidad democrática que no haya organizado primarias para todos los candidatos, mientras que sí lo hará el PUS, cuando todo el mundo sabe que allí los únicos rivales son los dedos del sincopado Esteban (¿dido?) de Laureano.
No hacemos relojes. Por lo demás, “no somos suizos” entre otras cosas porque no sabemos hacer relojes ni bombones que puedan competir con los helvéticos, por mucho que ellos trabajen con cacao venezolano. En un país donde la sangre hierve con tanta facilidad como el nuestro, no dudemos que ni toda el árnica del mundo servirá para aliviar el dolor de las respectivas madres de los candidatos; facilitando así la tarea del Gobierno, que escogerá de allí su catálogo de insultos contra sus enemigos, sin olvidar decir de dónde vienen, dar sus créditos a los autores.
Aún así, esa sería pecatta minuta comparada con el peor daño que puede hacer un Gobierno (ahíto de dinero malversado o simplemente robado) a una oposición que, nada rica por cierto, haya malgastado sus magros recursos haciendo propaganda por sus candidatos en las primarias, sobre todo si debe de seguidas encarar una campaña electoral con una mano atrás y otra delante. Porque no nos llamemos a engaño: toda campaña cuesta dinero, y deseos no preñan. Y mucho más si las primarias se llevan a cabo tan cerca de los comicios generales, lo cual enfrentaría a una oposición sin aliento a un Gobierno descansado, respirando a pleno pulmón.
Adentro de su mancebía. ¿O se olvidó acaso la premura del Gobierno en proponer un nuevo referendum un mes apenas después de su derrota del dos de diciembre del 2007? ¿Se olvida acaso que, en esa pelea, el Gobierno lleva en sus guantes una manopla de acero que introdujo con la complicidad de un CNE de proxenetas que jamás mirarán al combate, toda su ávida atención puesta puertas adentro de su mancebía?
Tres cosas más: una, que nunca se alcanza en unas elecciones primarias, el volumen de electores de una votación general; de donde ya se oyen las carcajadas del oficialismo burlándose de los “escuálidos” votantes. Dos, que un triunfo en primarias no es en absoluto garantía de que será igual en la elección general: ¿no le ganó acaso Piñerúa a Lusinchi, para perder con Herrera Campins? Tres, lo más importante: pocas cosas serían hoy tan perjudiciales como dar la impresión de una nave al garete: los dirigentes han sido electos para dirigir, no para seguir la corriente, para dejarse arrastrar por un momentáneo capricho popular.
hemeze@cantv.net
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