Los dos últimos juegos electorales los ha perdido y perderá por paliza el tercero.
La egolatría de Chávez ya es patológica. Su obsesión por el poder ilimitado es una enfermedad que está acabando con lo poco que nos queda de democracia. Porque democracia no es ir a votar en condiciones infrahumanas cuando Chávez quiere, sino respetar la voluntad soberana del pueblo expresada a través del voto. Con la vergonzosa complicidad de los poderes públicos (incluyendo a la FAN) Chávez se está burlando del pueblo de Venezuela y actuando abiertamente en contra de los derechos de las mayorías sociales.
Muchos venezolanos aún tenían la esperanza de que Chávez, si pensara en la atención de los graves problemas populares (que tanto dice preocuparle), apoyaría a TODOS los gobernadores y alcaldes electos en la urgente lucha contra la inseguridad que arrasa cerca de 15 mil vidas al año, la basura causante de enfermedades que acosan a los más pobres, los pésimos servicios públicos y otros males causados por la ineficiencia y corrupción gubernamentales. Desde que conoció los resultados electorales del 23N, Chávez arremetió contra el mandato de casi cinco millones de venezolanos que votaron por gobernadores y alcaldes alternativos al chavismo para que acabasen con el caos creado por la ineficiencia y corrupción de sus antecesores.
Chávez lanzó a sus hordas contra el verdadero pueblo. Saquearon la gobernación de Miranda (se llevaron computadoras, archivos, muebles, y ¡hasta las piezas de los baños!). Cosa parecida hicieron en la alcaldía de Maracaibo. Los agresores oficialistas, convocados por la confiscada Ávila TV, atacaron la Alcaldía Metropolitana y al alcalde Ledezma, hazaña aplaudida por el rojito Jorge Rodríguez. Las policías han sido parcialmente desarmadas para que el pueblo quede a merced del hampa; los hospitales y dispensarios trasladados de urgencia al inepto Ministerio de Salud y así hasta el infinito. Chávez exhibe inmoralmente el castigo a quienes no votaron por él, sin embargo con su enfermo egoísmo castiga también a sus partidarios que han esperado por años poder caminar por su barrio o su urbanización sin ser atracados o asesinados; tener su casa propia, tantas veces prometida y nunca entregada y otras ofertas incumplidas. Las prioridades del pueblo no son las prioridades de Chávez. A él no le importa el riesgo de muerte de los habitantes del barrio Federico Quirós, ni la expulsión de Fuerte Tiuna de los damnificados de La Limonera, obligados a volver a sus viviendas desalojadas y destruidas. Con los $850 mil millones que ha dilapidado en estos 10 años, podría haber construido dos millones de viviendas, nuevas vías, sistemas eléctricos y cientos de hospitales y escuelas. Tendríamos millares de policías bien pagados y mejor armados que el hampa dominante. Si Chávez se hubiera entendido con el sector productivo, ahora, cuando el petróleo cae a menos de $40 el barril, estaríamos autoabasteciéndonos de alimentos y productos industriales y tendríamos miles de puestos de trabajo para los venezolanos y no para los rusos, brasileños o argentinos, como ha ocurrido con los $ miles de millones gastados en importaciones .
Con la excusa de que “su reelección indefinida es un “derecho” del pueblo y él, como siervo, obedece al soberano, Chávez ordena que la prioridad nacional sea la enmienda constitucional que le permita emular al dictador Juan Vicente Gómez, y convertirse en presidente vitalicio. Convencido como está de que la caída de los precios petroleros agravará el desabastecimiento, la inflación y el desempleo y quienes aún le apoyan le echarán la culpa de no haber guardado para los venezolanos los recursos despilfarrados en corrupción, compra de armas, y en la REGALADERA a sus amigotes externos, Chávez manda a sus poderes lacayos que en un plazo máximo de dos meses, se cumpla la “gran prioridad nacional” de convertirle en un Napoleón tropical. Si estuviésemos en una democracia y no en el régimen de un militar totalitario que le encanta jugar a las elecciones (cuando gana las respeta y cuando las pierde persigue y encarcela a los ganadores), ya los vergonzantes CNE, AN, TSJ y FAN habrían obligado a Chávez a respetar la Constitución y le habrían dicho que no hay enmienda que valga, porque el soberano ya se expresó el 2D. Y eso es lo que grita mayoritariamente el país, antes de aceptar el nuevo juego desesperado de Chávez, con el que pretende desmoralizar a la oposición democrática.
Pues que se baje de esa nube. Los dos últimos juegos electorales los ha perdido y perderá por paliza el tercero. Una encuesta de Ecoanalítica registraba en septiembre que el 66% estamos en contra de la reelección indefinida y el observador electoral, sacerdote José Virtuoso, decía esta semana que “Chávez debería pensar lo de la enmienda, porque los numeritos no le dan”. Y es que ¡tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe!
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