POR:ARMANDO DURÁN.
Según Hugo Chávez es preciso votar por el Sí de la enmienda constitucional. Si no lo hacemos, él tendría que abandonar el poder dentro de cuatro años, desde todo punto de vista un imposible histórico, porque “yo”, sostuvo sin el más leve temblor de la voz, “soy indispensable”. Una desmesura que ningún otro gobernante ha tenido jamás la audacia de cometer. Con la excepción de Hitler, quien al parecer llegó a anunciar que “después de mí, yo”. Afirmación que recogía, en pleno siglo XX, la concepción absolutista del poder dominante en Europa dos siglos antes.
El acoso a gobernadores y alcaldes de la oposición desatado por Chávez nada más conocerse el primer boletín del CNE, cuyo antecedente (electoralmente contraproducente) fue la despiadada campaña presidencial contra los candidatos de la oposición, y cuya manifestación más cruda (por ahora) ha sido imputarle formalmente a Manuel Rosales el delito de enriquecimiento ilícito, es la primera impugnación imperial de Chávez a los resultados del 23-N. Castigo implacable a la temeridad de disentir, acto sostenido de terrorismo psicológico encaminado a sepultar a sus adversarios en el silencio y la quietud eternos, pero también advertencia a sus partidarios sobre los peligros ciertos que acarrea la veleidad pequeño-burguesa de pasearse por la idea de llegar a pensar y diseñar el futuro individual según la voluntad de cada quien. Una visión tan deformada de la realidad y de la vida, que para desacreditar y condenar a Antonio Ledezma al desprecio público lo acusó del peor de los desafueros imaginables: querer ser presidente de la República.
El acoso a gobernadores y alcaldes de la oposición desatado por Chávez nada más conocerse el primer boletín del CNE, cuyo antecedente (electoralmente contraproducente) fue la despiadada campaña presidencial contra los candidatos de la oposición, y cuya manifestación más cruda (por ahora) ha sido imputarle formalmente a Manuel Rosales el delito de enriquecimiento ilícito, es la primera impugnación imperial de Chávez a los resultados del 23-N. Castigo implacable a la temeridad de disentir, acto sostenido de terrorismo psicológico encaminado a sepultar a sus adversarios en el silencio y la quietud eternos, pero también advertencia a sus partidarios sobre los peligros ciertos que acarrea la veleidad pequeño-burguesa de pasearse por la idea de llegar a pensar y diseñar el futuro individual según la voluntad de cada quien. Una visión tan deformada de la realidad y de la vida, que para desacreditar y condenar a Antonio Ledezma al desprecio público lo acusó del peor de los desafueros imaginables: querer ser presidente de la República.
Esta desviación fue el centro del proyecto chavista de reforma constitucional. El mismo punto que ahora Chávez ha transformado en el nervio teórico y práctico del proceso revolucionario. Yo, el Único.
Sin tener en cuenta que el verdadero conductor del carro de cualquier revolución auténtica es el pueblo como fuerza colectiva. Sin admitir en ningún momento que Venezuela tal vez no sea suya y que la perversión mayor de Stalin consistió precisamente en secuestrar el poder popular, encargado de llevar sobre sus hombros a la Unión Soviética al socialismo, y convertirlo sin piedad en poder personal. Exactamente como ha venido haciendo Chávez desde hace 10 años.
En uno y otro caso, actos claramente contrarrevolucionarios.
Pretender ahora eternizarse en ese poder es mucho peor. Traiciona Chávez ese socialismo igualitario y esa revolución de los de abajo que no se ha cansado nunca de pregonar y prometer, demagógicamente, a los cuatro vientos.
Esta es la lectura fundamental que debemos ensayar a la hora de intentar entender las elecciones del 23-N. De ahí la preocupación que surge cuando notamos la insistencia de la oposición en expresar su disposición de responder al feroz ataque presidencial con palabras de amor ciudadano. Una cosa es rechazar las aventuras golpistas y otra muy distinta autoinmolarse mansamente en las urnas de cualquier convocatoria electoral por fraudulenta que sea. ¿Acaso la resistencia pacífica y democrática no es un valor legítimo y legal de la lucha política para frenar los extravíos dictatoriales de cualquier gobernante? Cuando dirigentes tan serios y solventes de la oposición como el nuevo alcalde de Baruta, Gerardo Blyde, expresa a las puertas de la Fiscalía General de la República su “respeto” por Luisa Ortega Díaz, coautora del atropello constitucional que en ese preciso instante se llevaba a cabo por orden expresa y pública de Chávez, la inquietud dispara todas las alarmas.
Igual sucede cuando en ese mismo acto de politización extrema de la justicia otros presuntos dirigentes de la oposición señalaron que la decisión de enjuiciar a Rosales “pone en tela de juicio” la independencia de los poderes públicos.
¿Pero es que hasta ahora esos poderes, incluyendo el electoral, sí eran independientes? Esta cobardía moral (o cosas aún peores) han marcado la debilidad de la reacción opositora a la ambición de poder sin límites de Chávez. Ante el múltiple reto que ahora le presenta al país su obsesión de convertir a Venezuela en un cuartel bajo el mando de un infalible caudillo militar, ¿qué hará esa dirigencia? Votar por el No a la enmienda es una obligación irrenunciable de quien viva la democracia como compromiso político y existencial, pero nadie puede limitar su acción al simple y tradicional ejerció de votar. Como si viviéramos en un apacible escenario de normalidad democrática, cuando la realidad es muy distinta. En este nuevo referéndum, Chávez apuesta a una sola carta su porvenir político.
Nosotros nos jugamos la suerte de Venezuela.
1 comentario:
Carlos Blanco
Tiempo de palabra
Diciembre 14, 2008
“La revolución anda con las carnes afuera, ofreciéndole ‘lo suyo’ a los que discrepan…”
Pornografía revolucionaria
Ya no se trata de alusiones y sugestiones en relación con las partes pudendas del “proceso”. Tampoco un seno que se descubre, pudoroso ni las fascinantes curvaturas que se prolongan desde la baja espalda hasta las colinas de unas nalgas firmes, apenas separadas por un inútil hilo dental. Por el contrario, desde el inicio ha habido un culto a lo grotesco y al chillido. La estética de la revolución son las paredes embadurnadas, los cantos alabanciosos al caudillo, los machos que ofrecen dar “lo suyo” a las hembras, mientras en las madrugadas se ponen sus faldellines celebratorios, cuando el rosado sustituye al rojo. Sobre todo, el grito, el insulto, la banalidad apenas escondida por la venalidad. Los resultados del 23N han precipitado los estallidos pornográficos, que se han convertido en el único rostro de la revolución.
Comente en el foro
A su cabeza, el pornógrafo supremo, sin que los de segundo nivel queden en deuda en cuanto a procacidad, mendacidad y maldad. La revolución anda con las carnes afuera, hinchada, lúbrica, ofreciéndole “lo suyo” a los que discrepan, a los diferentes, a los indiferentes, a los que no aguantan la mirada, a los que se agotaron por poner rodilla en tierra, a los que se cansaron de comer moco, a los que enseñan a sus hijos a no decir groserías en la mesa en la que comparten el pan. A la revolución se le ve demasiado cerca en los encuadres cerrados de las cámaras de televisión; se le aprecian las bolsas verde-moradas de los ojos, la hinchazón de la papada, el tic incontrolable que se presenta al momento de las furias inmanejables. La revolución no miente; ahora no miente sino que se le sale la bilis pegostosa por la comisura de los labios. Allí está, con todos sus miembros afuera, expuestos, esperando o buscando saciarse con sus víctimas. La gesta liberadora se ha transformado en una escena de burdel, con luces rojas titilantes para anunciar que allá adentro, todo es rojo, todo vale y nada cuenta.
LOS NUEVOS. Ninguna autoridad pública vinculada al régimen ha dicho esta boca es mía con motivo del espectáculo pornográfico de los cambios de guardia en gobernaciones y alcaldías. En unos casos, las oficinas han sido desmanteladas; no en sentido figurado, sino literal. La escena de los cables arrancados, desconectados de computadoras desaparecidas; oficinas deshechas, abandonadas, se corresponde con la negativa o la demora en entregar los cargos, mientras se practica adentro la política de tierra arrasada. Si esto es poco, el Gobierno se ha encargado de un despojo ilegal y masivo de todo lo que hay, hubo o pudo haber, en cuanto a atribuciones, bienes y recursos. Y si aún no fuese suficiente, allí están las turbas dispuestas a impedir, perturbar o manchar la asunción de los cargos de las nuevas autoridades, como gesto premonitorio de lo que habrá de venir.
Los elementos señalados forman parte del paisaje político e institucional; no son nuevos. Sin embargo, lo que no deja de sorprender es la contumacia con la que las autoridades se hacen las desentendidas. Luisa Ortega Díaz, la fiscal, Luisa Estela, la jueza, Clodosbaldo, el contralor, los diputados, los jueces, los magistrados, los generales, los policías, la defensora, actúan como si no leyeran periódicos ni vieran televisión ni escucharan informaciones en la calle, silvestres para quien las quiera oír: hay violación total, absoluta, descarada del ordenamiento jurídico; el Gobierno está al margen de la Constitución. Pero nadie oye. Sólo se escuchan los mugidos de un orden que no respeta ni su propia legalidad.
LAS SA. Las SA fueron las tropas de asalto de Hitler, que acompañaron un largo trecho de su camino hacia el poder. Cuando éste arribó a la jefatura del Estado y después de un estira y encoge con los militares alemanes, con su estela de asesinatos, este cuerpo se desvaneció para dar origen a las temibles SS de Himmler, empresa encargada de asesinatos en masa. Las tropas de asalto cumplían la función de matar y aterrorizar a los judíos, a los comunistas, a los críticos y a los diferentes, como brazos armados ilegales en condiciones en que todavía las fuerzas armadas alemanas no estaban bajo el completo control del Führer.
Los grupos armados ilegales son un requisito de los autoritarismos cuando no poseen completo control sobre las fuerzas regulares de seguridad pública o cuando las acciones que se proponen son tan abiertamente ilegales, que no conviene protagonizarlas con la fuerza pública ordinaria.
El pornógrafo está en este camino de admitir, usar o propiciar esos grupos, ante la mirada afectuosa de las autoridades que deberían ser garantes de la legalidad. Es posible que existan escuadrones de las policías, del G-2 cubano y de la FAN, que no les haga problema ser los brazos armados del terror; sin embargo, a la mayoría debe serle cuesta arriba cumplir esa tarea cuando sabe que algún día vendrá la resaca. Para suplir esa exigüidad de la voluntad represora están los grupos de asalto a los que se deja hacer mientras se hacen los locos.
PRESOS DEL PRESIDENTE. En Venezuela hay presos políticos; entre los más emblemáticos están los comisarios Simonovis, Vivas y Forero, y los agentes de la PM. Ellos están en Guantánamo. Son presos del Presidente; el aparato judicial del país no puede ni quiere actuar, porque son presos del Presidente. Como es insostenible un juicio, entonces no hay juicio. Un diminuto ser humano que cumple las funciones de juez, se enferma, desaparece, se evapora, cada vez que debería haber una audiencia. No hay posibilidad alguna de justicia. Tal vez en un golpe de luna, los amnistíe, pero sólo si le da su real gana. Pero los quiere presos porque es el único clavo ardiente sobre el cual pretende ocultar que renunció el 11A de 2002; es la única hoja de parra que esconde los asesinatos de los pistoleros de Llaguno.
FUERA DE LA CONSTITUCIÓN TODO. La Constitución es pésima, con dos salvedades: descentralización y derechos humanos; del resto es militarista, presidencialista en la mayor parte de sus acápites, y centralista. Dicho esto, lo más pornográfico del asunto es que aún esa Constitución, la suya de ellos, la que quisieron, la estupran sin prudencia, jineteando en plena vía pública. El pornógrafo, la troupé de extraviados, los compañeros de ruta, los tontos útiles, los sapos, están al margen y en contra de su propia Constitución.
Sin ninguna duda Chávez ha perdido fuerza, lo cual se ha manifestado en las elecciones, a pesar de las trampas; sin embargo, cada vez que pierde, se sale de la ley y crea un nuevo cuadro político. La oposición gana en votos y Chávez impone por la fuerza lo que ha sido derrotado (las 26 leyes, el desmantelamiento de gobernaciones y alcaldías, la enmienda reeleccionista), ¿hasta cuándo estas dos dinámicas podrán convivir sin estallar? ¿Existirá fuerza o situación que obligue a Chávez a no violar su orden constitucional?
Publicar un comentario