POR:ÓSCAR LUCIEN.
Agresiones verbales, insultos, amenazas, descalificación a periodistas forman parte de una sistemática estrategia del Estado venezolano en su política de construcción de la llamada hegemonía comunicacional. En este contexto debe considerarse el brutal ataque a los periodistas de la Cadena Capriles, el atentado con armas y bombas lacrimógenas contra Globovisión y el acoso pseudolegal de Conatel contra este canal y contra centenares de emisoras de radio: un Estado que no actúa diligentemente o que aplica la ley de manera sesgada contraviniendo de la Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión (octubre 2000) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “El asesinato, secuestro, intimidación, amenaza a los comunicadores sociales, así como la destrucción material de los medios de comunicación, violan los derechos fundamentales de las personas y coarta severamente la libertad de expresión. Es deber de los Estados prevenir e investigar estos hechos, sancionar a sus autores y asegurar a las víctimas una reparación adecuada”.
El triste y lamentable concepto que Chávez tiene de los medios puede resumirse en un pasmoso maniqueísmo: o los medios se dedican a alabarlo, o son lacayos del imperialismo, oligarcas, golpistas, fascistas. No extraña entonces que la voz “canalla mediática” sea una moneda de curso corriente en casi todos los voceros del oficialismo.
Catapultado a la escena política luego de su cruenta y fracasada escaramuza golpista, gracias a unos medios independientes que transmiten su célebre “por ahora”, el jefe del Estado se ha mantenido durante el mayor tiempo de sus 10 años de gobierno en un permanente conflicto con los medios. Con suma frecuencia Chávez realiza un rudimentario análisis de contenido de la información aparecida en los medios impresos, reclama la presencia de temas a su juicio más relevantes, critica la cobertura de los medios radiales y televisivos. En días pasados se molestó por las noticias que ponían al corriente a los venezolanos sobre su ostentosoy narcisista pasaje por la alfombra roja de Venecia. ¿No hubiese sido más acorde con una conducta socialista dedicar a la Maternidad Concepción Palacios ese escandaloso dineral desperdiciado en la pira a su culto personal? El teniente coronel es suspicaz con las preguntas que le hacen los reporteros, considera que las preguntas tienen algún “piquete”, o bien no responden a un interés genuinamente periodístico sino que responden a un “mandato del amo”, es decir el propietario del medio. O, a su peculiar aliado en otros tiempos, George W. Bush.
Su talante con los medios es de intimidación, cuando no de clara amenaza, lo que en atención al citado noveno principio de la Declaración de Derechos Humanos “coarta severamente la libertad de expresión”.
En diciembre de 1999, Chávez tiene su primer encontronazo con el Bloque de Prensa por el respaldo que este organismo da al periodista Pablo Ulacio, editor del diario La Razón, y por el señalamiento de que las amenazas e insultos del mandatario contra periodistas y medios son actos de violencia implícita: “En un acto de la Universidad Nacional Experimental Marítima del Caribe, el Presidente rechazó un comunicado de solidaridad de la organización gremial con López Ulacio y dijo que no puede tolerar que “los oligarcas del Bloque de Prensa Venezolano estén ahora diciendo que detrás de esa decisión judicial está la mano del Presidente de la República”. Y agregó: “Oligarcas, temblad. Ahora es cuando la revolución va para delante”.
Las amenazas de Chávez rápidamente se constituyen en un modelo que será marca registrada del gobierno bolivariano respecto al desempeño de los medios: toda denuncia o punto de vista crítico es calificado como parte de un plan perverso contra el gobierno, “conspiración mediática”. El tono y talante de lo que será predominante en el gobierno bolivariano (sic) también puede apreciarse en esta declaración de uno de los más cercanos colaboradores del Presidente al comienzo de su mandato, el ministro de planificación Felipe Pérez: “Después de tomar Pdvsa, el pueblo tomará el control de los medios de comunicación. Los medios que transmitan las noticias de manera no sesgada y de manera optimista son los que van a sobrevivir. Los que traicionen el interés del pueblo no pueden seguir transmitiendo en Venezuela”.La ley de delitos mediáticos (por ahora, engavetada) era la guinda de la torta de esta siniestra estrategia.
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