POR:FERNANDO EGAÑA.
Epidemias, apagones, masacres, recesión, vientos de guerra, endeudamiento, represión, despotismo. No hay duda: Venezuela está crujía por la Revolución bolivarista.
Después de mil millardos de dólares, o sea mil veces mil millones de dólares, o un trillón en lenguaje anglo-técnico, de ingresos recibidos y despachados en cerca de 11 años de máximo desgobierno, las refinerías no refinan, las empresas eléctricas no electrifican, los hospitales públicos ni atienden ni sanan, las policías no resguardan, la educación rojilla no forma sino deforma, la petrolera estatal se derrumba, la economía productiva se minimiza y el conjunto del país se abaja en una espiral de honda regresión.Venezuela se encuentra más petro-dependiente que nunca, más endeudada que nunca, más insegura que nunca, más insana que nunca, y por lo tanto menos soberana que nunca. Si hasta los productos más básicos de la cesta alimenticia tienen que ser importados a los realazos para rendirle tributo al desarrollo endógeno, un mito tan vaporoso como el de la “democracia participativa”, o la “soberanía agroalimentaria”, o ese de que “ahora Venezuela es de todos”….Nada más que en el año 2008 las importaciones de alimentos superaron la cifra de 7.500 millones de dólares, mientras que las exportaciones agrícolas apenas llegaron a 180 millones.
Los museos están desvencijados, los cuarteles desmoralizados, las empresas básicas colapsadas, las autopistas abandonadas, y muchas ciudades medianas y pequeñas tienen sus aeropuertos clausurados, sin vuelos comerciales que las comuniquen con el resto del país. Y ello por vez primera en lustros e incluso décadas.La investigación científica en el suelo, las universidades serias bajo amenaza, los post-grados médicos cerrando, y el capital humano más importante y prometedor de la nación, o los graduandos en carreras de ciencia y tecnología, emigrando al por mayor en una diáspora dolorosa que retrata la tragedia de la realidad venezolana en estos años de satrapía bolivarista.
Las maternidades no funcionan, la escasez y la carestía de alimentos y medicinas se incrementan, el racionamiento se impone en diversas áreas, la construcción de viviendas cae a mínimos históricos, los programas y misiones sociales pierden alcance, la red de edificaciones escolares se deteriora, y reaparecen diversas endemias que habían sido vencidas hace añales.
Pero lo que sí marcha con propósito avasallante es la propaganda oficialista, la reversión del discurso, las técnicas goebbelianas, la guerra sicológica del G-2 cubano, la represión política cada vez menos selectiva, el cierre de medios de comunicación, la carrera armamentista, la intolerancia ideológica, la manipulación habilidosa de las expectativas sociales, y la doctrina de la división y el odio entre venezolanos.
Todo eso está ocurriendo en Venezuela, y por si fuera poco también ha caído encima la pava geológica de los temblores. Allá quien no quiera darse cuenta, pero el poder destructivo de la revolución bolivarista es tan evidente como estéril su capacidad para desarrollar el vasto potencial de nuestro país.
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