miércoles, septiembre 09, 2009

"En la alfombra roja rojita" ("¿Cuanto habrá costado a Venezuela...la "Mostra" Internacional de Venecia ...mientras Chávez firma autógrafos...")


POR:CHARITO ROJAS.

¿Cuanto habrá costado a Venezuela esa magna obra, presentada para gloria del líder de la revolución bolivariana, en el marco de la “Mostra” Internacional de Venecia? ¿De cual presupuesto habrán salido los fondos para las movilizaciones de Stone por Suramérica, buscando las opiniones (de más está decirlo, muy favorables) que sobre él tienen los chulísimos Evo Morales y Cristina Kichner, coro al que se unió Lula con su propio fado? Stone, revoloteando alrededor de Chávez desde 2006, formó parte de la comitiva presidencial en la frustrada Operación Emmanuel, en la cual pretendía obtener las tomas magnas de su apología fílmica sobre el héroe de Sabaneta.

La historia de abril de 2002 contada por Chávez, con su aliño de “me iban a matar” y “mis paracaidistas me rescataron en La Orchila” (íeste cuento sí está cambiado!); la gira por el pueblo natal con Chávez actuando de guía, las escenas de apoteosis revolucionaria cortesía de Telesur, es toda una epopeya cuyo “The End” es hacer pensar a quien ve este documental, que Hugo Chávez es el propio segundo libertador de América, el mismísimo heredero de Simón Bolívar.
Al elevado costo de financiar un film de un monstruo de Hollywood como Oliver Stone, ampliamente conocido por sus posturas ideológicas de izquierda y su feroz antiamericanismo (qué cosa, el hombre nació en Nueva York, hijo de un corredor de bolsa de Wall Street, así que ha disfrutado siempre de las mieles del pitiyankismo) hay que agregar lo que cuesta la promoción mundial de este documental, colocarlo a través de las distribuidoras en las salas de cine de todo el mundo, cual es el deseo del glorificado y además hacer que los medios internacionales lo tomen en cuenta.

Eso sin considerar lo que le costó a Venezuela el trayecto de 5.000 kilómetros de vuelo para trasladar a Chávez y su comitiva desde Turkmenistán hasta Venecia, el piso completo del hotel lujoso hotel Des Bains en la ciudad de los Canales y todas las menudencias que se costearon para que Chávez pasease sobre la alfombra roja.

Para que se den una idea del lujo en torno a las giras presidenciales, donde las comitivas son de cientos de personas, se movilizan todos los aviones presidenciales (los dos grandes, el tercero para trayectos más cortos y los Falcon que hacen saltos de acá para allá en las improvisadas salidas de agenda), los siete anillos de seguridad, la familia, los ministros, asomados, la logística (el Presidente lleva sus propios cocineros y asistentes de cámara), más la tripulación de toda la flota. Llegan sólo a hoteles cinco estrellas, alquilando pisos completos. Súmeles las movilizaciones terrestres (a veces aviones de carga se llevan los carros blindados del Presidente para que esté cómodo y seguro), además hay que darle de comer - y beber- a toda esta gente. A este viajecito en que Chávez visita, acompañado de 121 personas, por quinta vez a Libia, por cuarta a Bielorrusia, por sexta a Irán y Rusia y por enésima vez terminará su periplo en La Habana -apuéstenlo con confianza-, hay que sumar los gastos imprevistos fuera de agenda, como la visita a ese país desconocido, jamás pisado por un Presidente latinoamericano que es Turkmenistán, al Festival de Venecia y al Rey de España en Madrid.
Su nombre lo dice: documental es un documento que documenta (valga la cantinflada explicativa) un hecho o en este caso, personalidad. Si fuese un objetivo documental, debería mostrar al energúmeno que le dice pÖ. desde la P hasta la O al Secretario de la OEA José Miguel Insulza, al frenético que manda al carÖ a los americanos y a su embajador, al mal perdedor que le dice a la oposición ganadora que su victoria es de “mierÖ”. Al que todos los días de la semana siembra división, racismo, rencor, resentimiento, complejos y odio entre los venezolanos. Al que insulta a quienes le adversas llamándoles “escuálidos”, “pitiyanquis”, “oligarcas”,”burguesitos”, “golpistas” y otras lindezas. Al que amenaza a sus opositores (”enemigos” los llama él en su cuartelero lenguaje) con “barrerlos”, “desaparecerlos”, “pulverizaelos”, “destruirlos”. Al que dice que su revolución está “armada”, para que sus gobernados entiendan que esas armas son para someterlos. La verdadera imagen es la del gobernante que ordena a la Fiscal General de la República criminalizar la protesta, el que exige a sus serviles de la Asamblea Nacional aprobar leyes inconstitucionales, el que ordena a su Pedro Estrada telemático que cierre a Globovisión y a las emisoras para silenciar la gran verdad que la alabanza fílmica de Stone podrá acallar: el inmenso fracaso de su gobierno, incapaz siquiera de dar luz o agua a un país.

Los venezolanos cada vez en mayor número comienzan a comprender la tragedia: Chávez ha recibido en diez años más ingresos que todos los Presidentes de los cuarenta años anteriores. Ese ingreso hubiera sido suficiente para dotar de infraestructura de servicios, para construir hospitales, escuelas y cárceles, para hacer un programa de becas de estudio en el exterior, para dotar a las policías, hacer planes de seguridad y empujar el país hacia la productividad. Más de 900.000 millones de dólares desperdiciados por una revolución que solo ha traído división, hambre y delito.

Mientras Chávez firma autógrafos, se da la gran vida y se codea con luminarias del cine, en Venezuela hay más de ciento cincuenta muertos semanales producto del hampa, cuarenta secuestros express diarios, miles de asaltos y robos. Los paños calientes del gobierno han fracasado, la Misión Robinson no existe, las Misiones Ribas y Sucre sólo arrojan alumnos con certificados de notas donde la mayoría de las materias no han sido cursadas; los Módulos de Barrio Adentro y los CDI, que hubiesen sido un excelente apoyo a la red hospitalaria, están abandonados en su mayoría; a las escuelas en lugar de darles dotación, lo que quieren es darles ideología; las calles, carreteras y autopistas del país son un solo hueco; han fracasado ocho planes seguidos de construcción de viviendas. Y no sólo no construyen nada sino que destruyeron lo bueno que había: Metro, Teresa Carreño, Pdvsa, empresas modelo, ateneos y museos.

Al gobierno no le importan los venezolanos muertos por el hampa, no le interesa el desempleo que provoca sus medidas de despojo contra la empresa privada, no le perturba el padecer de un pueblo que es atracado en las busetas, que se le queman sus pocos artefactos con los bajones de luz, que pasa días sin recibir agua, que no tienen buenos colegios para sus hijos, que mueren de mengua en los hospitales. Ese no es el problema de un gobierno que utiliza el petróleo y el poder de una presidencia para imponer un liderazgo planetario y exportar una revolución cuya ideología sólo se identifica con una palabra: “Chávez”.

El único problema que le importa aquí en Venezuela son las voces disidentes, son los estudiantes y sociedad civil que manifiesta, son los medios de comunicación que muestran al mundo la verdadera cara del régimen, cuya alfombra está coloreada con la sangre de los 125.000 venezolanos que han perdido la vida en la época más violenta de la Venezuela moderna. Invitamos a Oliver Stone a que venga sin la protección gubernamental, que pase una noche en un barrio, que se monte en los autobuses, que hable con los venezolanos de a pié, que viva nuestra inseguridad diaria, que pasee por el país real y vea como vive el 95% de los dueños de esa fortuna que dilapida en otros países la revolución que él tanto alaba. Los periodistas, que llevamos el libreto completo de esta película, se lo ofrecemos gratuitamente a Stone.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marcos R. Carrillo P. // El precio de ser Oliver Stone

La verdad que la peliculita mercenaria del tal Oliver Stone sobre el charlatán sabanetero no debería extrañar a los fanáticos del cine. Cualquiera sabe que él tipo tiene una debilidad por personajes perversos. Ya desde su primer guión se interesó en un régimen abusivo y vejatorio, cuando focalizó su atención en las humillaciones que se sufrían en las cárceles de Turquía (Expreso de Media Noche, 1978). Lo curioso es que la película, que pretendía mostrar lo más perverso de un régimen carcelario, es un cuento de hadas cuando se recuerda que nuestro país tiene el más alto índice de muertes de reos del mundo y que las mismas se producen en condiciones tan dantescas que ni al inspirado director se le pudieron ocurrir.

No es de extrañar tampoco que un director que se interesó en el ícono de la corrupción norteamericana (Nixon, 1995) sienta un cosquilleo irresistible al entrevistar al presidente que ha liderado el más increíble asalto al erario público que haya conocido nuestro país. Una persona que dedicó parte de su obra a la vida de un par de asesinos en serie (Natural Born Killers, 1994) no podría sentirse más que identificado con el "líder" de un gobierno que ha alcahueteado el asesinato de mucho más de cien mil personas durante su gestión. Su obsesión por las atrocidades de la guerra no pudo más que exaltar el erotismo que le producen los campos de concentración de la guerrilla colombiana y la chapucería del gobierno que los apoya (me pregunto si en la peliculita aparecerá reflejada la cómica mundial de la Operación Enmanuel, episodio que podría ser material de lujo para producir su primera comedia).

Su gusto pueril por lo épico lo ha llevado a buscar héroes de pacotilla y en su decadente búsqueda ha recalado en los bolsillos de Chávez, quien no sólo ha financiado su propia película (así como el pana Mugabe se organizó su propio homenaje) sino que, con seguridad, puso los cobres para el documental que el mismo realizador hizo sobre "su padre Fidel". ¡Necios y chulos del mundo uníos!

Y aquí sí se llega al meollo de la historia. El tal Stone se las da de comunista e iconoclasta, hasta aquí todo bien: cada quien puede ser tan estúpido como le plazca. Lo realmente relevante es que el tipo no mueve un dedo si no hay billete por delante, Oliver no se sacrifica por la revolución mundial (así son los revolucionarios de tarifa). Ésta sólo le sirve de excusa para ganar dinero a montón, para vivir en una cómoda mansión bien cerquita de MGM, Universal o Sony Pictures. El tipo es un capitalista salvaje: se ha creado una imagen de irreverente, que lo ubica en un particular mercado sin mucha competencia en el que se vende a un alto precio. Es un comerciante al que no le importa cobrar millones de dólares por hacer una película sobre un improvisado e irresponsable farsante, a pesar de que ese dinero se podría invertir en cualquier programa de salud. Y a pesar de todo eso, Stone es también una paradoja pues termina siendo un aparato de propaganda de un país que permite que cada quien piense y diga las pistoladas que le provoque.

Todo el rollo del documental es muy simple: Chávez tiene real y un ego pueril y herido. El otro tiene fama y medios para hacer propaganda. Se pacta un precio y se comercializa; como Madona, Michael Jackson, un refresco, un vestido o unos zapatos. Son, simplemente, un par de farsantes.

¿Quieren ver una buena película sobre Chávez y su padre Fidel? Vean Bananas, de Woody Allen.

mrcarrillop@gmail.com