POR: LUIS VICENTE LEÓN.
Dije que me sorprendería si no ganaba con los porcentajes de siempre. ¡Pues, ya me sorprendí!
Dije que me sorprendería si no ganaba con los porcentajes de siempre. ¡Pues, ya me sorprendí!
Chávez jamás ha llegado a una elección con menos de 15 puntos a su favor y menos de 50% de participación. Con esta ventaja, su triunfo era seguro y proyectarlo siempre fue fácil. Pero de cara al referéndum la cosa se ha volteado, especialmente en las pasadas tres semanas. La propuesta presidencial es rechazada por la mayoría de los venezolanos, incluyendo la mitad de los que usualmente consideran positiva la gestión presidencial.
Básicamente, este rechazo se fundamenta en: 1. La propuesta no es políticamente potable, involucra elementos muy sensibles como la propiedad privada, cambios en la Fuerza Armada, la reelección continua del presidente y su control absoluto sobre la economía y la vida común; 2) algunos partidos, como Primero Justicia y dirigentes, como Leopoldo López, han sido muy firmes llamando a votar desde el principio, sin perder el foco del tema y buscando mecanismos creativos para llamar la atención; 3) los eventos estudiantiles y las apariciones del general Baduel y la ex primera dama Marisabel Rodríguez determinan que algunos chavistas sociales, renuentes a la propuesta y hasta ahora dispuestos a no votar, comiencen a manifestar que lo harán, lo cual le complica los números a Chávez.
Al Presidente el panorama le ha cambiado lo suficiente como para concluir que, por primera vez en nueve años, dejó de ser el favorito de una elección (aunque esto no basta para afirmar que perderá.)
El rechazo popular es sólo parte de la historia. Si bien antes se podía predecir el triunfo de Chávez por la mayoría que respaldaba su gestión, la minoría que ahora ostenta a favor de una propuesta suya no permite proyectar inequívocamente su fracaso. ¿Por qué? Muy simple, ahora mismo Chávez sabe, tanto como nosotros, que el corazón de esta reforma que afianzará su revolución en el futuro, esta en grave peligro. Es obvio, entonces, que intentará volcar contra el enemigo todo su poder institucional, gubernamental y comunicacional y esto no lo miden las encuestas.
Es muy probable que comiencen el "desguace" de los mensajeros portadores de malas noticias. Acto seguido, arreciará la campaña plebiscitaria. Deben convencer a los chavistas irreverentes que votar NO es traicionar a Chávez, amenazar su permanencia y llevar agua al molino enemigo. La orden del comando debe ser muy clara: movilizar gente el día cero. Todos los autobuses, busetas, taxis y motos deben estar habilitados a nivel nacional para trasladar chavistas a votar, quienes también deben estar prestos a "defender" al líder del proceso apenas se les ordene.
Según evolucione la opinión pública, el régimen podría: 1) tirarse el barranco y forzar la victoria moviendo su gente, corriendo el inédito riesgo del impacto de una derrota dramática; 2) si los números se ponen peor, podría valer la pena cambiar la estrategia y pedir al TSJ que acepte alguno de los amparos y suspenda el proceso. Queda así la posibilidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, donde las oportunidades mejoran claramente para el chavismo; 3) podrían provocar el caos, ayudados ingenuamente por el ala radical de la oposición, acusando a varias personas de conspiración y formando un despelote que enreda el papagayo, o 4) revelar al lobo y mostrar lo que significa ejercer todo el poder y control de instituciones, por parte de alguien que se cree indispensable para el futuro del país.
Dije hace un par de meses que me sorprendería si Chávez no ganaba esta elección con los porcentajes de siempre. ¡Pues, ya me sorprendí!
Si las circunstancias del entorno y la abstención le permiten cambiar la Constitución, igual sabemos que esa reforma es repudiada por la mayoría de los venezolanos. Implementarla será su mayor dolor de cabeza y un peligro que el futuro recordará.
Fuente:www.eluniversal.com lvleon@cantv.net
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