martes, diciembre 09, 2008

"La última batalla de Chávez" ("...la gran mayoría se opone al delirio reeleccionista")

POR:ROBERTO GIUSTI.

Lo que viene ahora es el raspado de olla y la caída de las reservas internacionales.

El factor sorpresa (iniciar una campaña cuando la anterior aún no finaliza), el uso indiscriminado y delictivo de los recursos del Estado, así como la presunta capacidad de convocatoria de un líder que desplegará toda el ansia del proceso en la concreción de su enfermiza ambición de poder, son los factores que juegan a favor de Hugo Chávez.Era obvio que una inocultable ansiedad y las proyecciones de lo que se le viene encima al país lo llevaron a emprender la aventura de la reelección perpetua, aun antes de conocer los resultados del 23N, difíciles de tragar en la perspectiva de su objetivo supremo. No se produjo la victoria aplastante por la cual luchó a brazo partido, que sería el trampolín para lanzar la enmienda con alguna certeza de éxito. Todo lo contrario, si se guiara por el sentido común a estas alturas se habría resignado con los cuatro años de poder que aún le quedan (todo un período presidencial en otros países) y estaría dedicado a terminar con algo de criterio el más errático y calamitoso mandato jamás sufrido por el país. Pero como en él no existe el sentido común, sino un (sin) sentido poco común (¿quién podía pensar que un golpista fracasado llegaría al poder en elecciones?), decidió jugarse el todo por el todo porque, a fin de cuentas, si no se lanza habrá perdido definitivamente el chance y si lo hace, como lo hizo, pensará él, cualquiera cosa puede pasar.Golpea primero y haciendo gala de su mezquino primitivismo político, no exento de un perverso sentido del cálculo, priva a los gobernantes de oposición de sus atribuciones y así chantaje a los electores con un argumento tácito, haciéndoles sentir que si con sus gobernadores y alcaldes se vivía en el caos, la inseguridad y la mugre, con los de oposición la cosa será peor.
Viene, luego, a raspar la olla y a comerse lo poco de las reservas internacionales que aún quedan, en postrer esfuerzo de clientelismo populista dirigido a comprar barato una predominante conciencia democrática ya probada con la demostración del 2D. Viajará por todo el país, hablará veinte horas diarias, la cadena será perpetua, insultará, amenazará, pintará edenes, ofrecerá lo que nunca cumplió, imaginará paraísos (artificiales), sudará como nunca, fumará más que nunca, no pegará un ojo y todo por él y sólo por él.
¿Podrá torcer la ya perceptible tendencia al deterioro de un discurso que luce vacío y un liderazgo agotado en sus contradicciones? ¿Aceptará el electorado legitimar, por la vía del voto, la consolidación de una tiranía? No lo creo, pero tampoco será fácil ganar. Todo depende de la alternativa democrática (oposición, chavismo crítico y ni nis) que tiene a su favor tres factores: en este tipo de elecciones no es posible dividirse, la abstención ya no favorece a Chávez y, hasta ahora, la gran mayoría se opone al delirio reeleccionista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando vinieron
Cuando vinieron a buscar a los comunistas, Callé: yo no soy comunista.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, Callé: yo no soy sindicalista.

Cuando vinieron a buscar a los judíos, Callé: yo no soy judío.

Cuando vinieron a buscar a los católicos, Callé: yo no soy “tan católico”.

Cuando vinieron a buscarme a mí, Callé: no había quien me escuchara.



Tomado de "El Camino". Versión original escrita por el Reverendo Martin Niemöller

Anónimo dijo...

09 diciembre 2008
Al mejor estilo golpista

Ya fue denegada en consulta popular. Por tanto, persistir en ello es abusivo y extemporáneo. Es ilegal e inconstitucional. Es inmoral y la forma expedita y sin debate público previo, como ya se decidió que la Asamblea Nacional apruebe la de enmienda reeleccionista, menosprecia una vez más el deseo de los ciudadanos. Esta práctica forzosa y forzada de imponer los antojos imperiales contraviene el "gran" lema de la "revolución" fascio-comunista, según el cual, teóricamente, el poder de decisión y la potestad de hacer reside en el soberano "mesmo".

Pero, en la práctica, no está resultando así. La tal "democracia participativa e incluyente" que enarbola el entronizado militarismo retroglodita no es más que un cliché. Una consigna manida, un lema populista electorero, un estribillo que les resulta inútil y molestoso cuando de negociar, conciliar, concertar y respetar normas se trata. Como ocurre también esta vez con la caudillesca e írrita pretensión de lanzarnos por el pecho un despecho ya despachado negativamente.

Cuando en el pasado el régimen "mostró" -aparentó- magnanimidad para concertar con los sectores sociales que rebaten su proyecto absolutista-estatista (mesas de negociación y acuerdo), lo hizo con condiciones, bajo sus términos e intereses. Vale decir, dentro del socialismo y para la revolución, sin considerar-respetar otras tendencias. De allí que nunca hubo la ansiada reconciliación. Ni siquiera cuando el país democrático, a través de distintos voceros, propuso el año pasado una amnistía general para los desterrados, procesados y presos políticos.

El empeño continuista del neorredentor no tiene nada que ver con el bienestar de las mayorías ni con el progreso social ni con el desarrollo económico del país. Él necesita los pobres y se sirve de la miseria para subastarse como indispensable e insustituible. Su afán sólo responde a la desmesura de un veleidoso que se considera a sí mismo un ungido, y por tanto, es menester obedecerlo y venerarlo, sumisa e incondicionalmente.

Pero no es más que otro autócrata ramplón y el "proyecto" que proclama como liberador-redentorista no pasa de ser una fotocopia, barnizada a la ruso-cubano-iraní, de prácticas fracasadas en otros tiempos y latitudes. Su verdadera naturaleza es la del golpista. Hoy actúa como el sublevado que nunca dejó de ser al arremeter contra alcaldes y gobernadores recién electos, cuyos triunfos y derechos pretende desconocer a través del uso de facinerosos.

Esa conducta desesperada y violenta del patricio tropical no es más que otra provocación que no puede aceptar la sociedad democrática porque le otorgaría al golpista la excusa "perfecta" para arremeter contra el liderazgo opositor e instalarse por la fuerza y para siempre en el trono dictatorial. La sociedad tiene "armas" democráticas para impedir la eternización.

Miguel Sanmartín
El Universal
msanmartín@eluniversal.com