POR:ARMANDO DURÁN.
Antes de despedirse en Moscú de su amigo Dimitri Medvédev, presidente de Rusia, Hugo Chávez repitió una vez más que el mundo unipolar, es decir, su versión personal del gobierno de Estados Unidos como cruel y exclusivo acaparador del poder planetario tras la caída del muro de Berlín hace 20 años, está llegando a su deseable y justo final.
En esa rueda de prensa conjunta, sin embargo, Chávez añadió a su discurso habitual elementos muy poco declamatorios. Según él, el vacío que deja Estados Unidos lo llenará un nuevo y esperanzador sistema construido principalmente por Venezuela, Rusia, Irán, Bielorús y Siria. Inmediatamente después de esta revelación, Medvédev sonriente y feliz porque Chávez había hecho pública su polémica decisión de reconocer la independencia de Abjacia y Osetia del Sur, y naturalmente porque los acuerdos comerciales alcanzados con la visita de Chávez eran sumamente lucrativos para Rusia anunció que su país le venderá a Venezuela “todo el armamento que pida”. Chávez aprovechó ese instante de exaltación casi patriótica para lanzar a los cuatro vientos una amenaza que debe haberle arrebatado el sueño a más de un gobernante: durante su visita a Teherán firmó con Mahmoud Ahmedineyad un acuerdo para crear en Venezuela una villa o zona nuclear con asistencia y transferencia tecnológica iraní.
Armamentismo ilimitado y alianza atómica con Irán. ¿Hasta ese extremo hemos llegado? Lo cierto es que Chávez, en su afán por apoderarse de todo, sabe que para que su proyecto revolucionario sea en verdad posible no puede permitirse el lujo de aflojar el paso en ningún momento. Esa fue, por supuesto, una de sus razones para negociar estos explosivos acuerdos con Rusia y con Irán. Pero, ¿no será ir demasiado lejos? Por su formación profesional y por su experiencia de gobierno, Chávez sabe que la mejor defensa siempre ha sido una arremetida ofensiva. Este principio constituye un fundamento esencial de su visión estratégica de la revolución.
En esa rueda de prensa conjunta, sin embargo, Chávez añadió a su discurso habitual elementos muy poco declamatorios. Según él, el vacío que deja Estados Unidos lo llenará un nuevo y esperanzador sistema construido principalmente por Venezuela, Rusia, Irán, Bielorús y Siria. Inmediatamente después de esta revelación, Medvédev sonriente y feliz porque Chávez había hecho pública su polémica decisión de reconocer la independencia de Abjacia y Osetia del Sur, y naturalmente porque los acuerdos comerciales alcanzados con la visita de Chávez eran sumamente lucrativos para Rusia anunció que su país le venderá a Venezuela “todo el armamento que pida”. Chávez aprovechó ese instante de exaltación casi patriótica para lanzar a los cuatro vientos una amenaza que debe haberle arrebatado el sueño a más de un gobernante: durante su visita a Teherán firmó con Mahmoud Ahmedineyad un acuerdo para crear en Venezuela una villa o zona nuclear con asistencia y transferencia tecnológica iraní.
Armamentismo ilimitado y alianza atómica con Irán. ¿Hasta ese extremo hemos llegado? Lo cierto es que Chávez, en su afán por apoderarse de todo, sabe que para que su proyecto revolucionario sea en verdad posible no puede permitirse el lujo de aflojar el paso en ningún momento. Esa fue, por supuesto, una de sus razones para negociar estos explosivos acuerdos con Rusia y con Irán. Pero, ¿no será ir demasiado lejos? Por su formación profesional y por su experiencia de gobierno, Chávez sabe que la mejor defensa siempre ha sido una arremetida ofensiva. Este principio constituye un fundamento esencial de su visión estratégica de la revolución.
Especialmente, si esos ataques pudieran ser permanentes, sin darle descanso alguno al enemigo. De lograrlo, nunca volvería nadie a tener la menor oportunidad de derrotarlo. Ni en los cuarteles ni en la calle ni en las urnas electorales. Al menos, mientras la oposición no abandone la prudente postura de respetar la “legalidad” revolucionaria con pretextos políticos que dentro del marco institucional generado por el régimen carecen de vigencia legal y perspicacia existencial.
No obstante, cuesta entender la desmesurada magnitud ofensiva de este ataque lanzado por sorpresa desde Moscú.
Una cosa era abrirle un enorme boquete en la línea de flotación al buque opositor. Esa ofensiva de baja intensidad aunque de persistencia infatigable, le ha permitido a Chávez dinamitar a su antojo, y sin correr mayores riesgos, los últimos bastiones de la democracia representativa que hasta hace poco aún seguían en pie.
Primero, el cierre de RCTV y, desde entonces, de docenas de medios de comunicación radioeléctricos para garantizar la propagación de una visión unidimensional del mundo; el desmantelamiento sistemático y sin piedad de los espacios regionales y municipales conquistados por los candidatos de la oposición en las últimas elecciones; la imposición de la ideológica oficial en todos los niveles de la educación pública o privada mediante las arbitrariedades de la nueva Ley Orgánica de Educación; en fin, la intolerancia más intemperante y sectaria como paso previo al acoso implacable desatado por la Fiscalía General de la República con el propósito de criminalizar cualquier expresión de disidencia, principalmente de periodistas y estudiantes.
Desde esta perspectiva, la ofensiva estratégica de Chávez contra sus adversarios internos exigía una acción equivalente en el plano internacional.
Sin duda, esa necesidad justificaba el periplo de Chávez por naciones con regímenes como los de Libia, Argelia, Siria, Irán o Bielorús. Ahora bien, ¿esa razón táctica también justificaba su explosivo desafío a Estados Unidos y a sus aliados occidentales? ¿Piensa Chávez que Washington aceptará así como así su alianza nuclear con Irán o busca una reacción de Barak Obama que sea todo lo contrario? ¿O las cosas le van tan mal que en este preciso y patético punto del proceso político venezolano, marcado indeleblemente por el fracaso en casi todos los frentes, no le ha quedado al régimen otra alternativa que lanzarle a Washington un reto desesperado y de gran envergadura, aunque esa decisión arroje a Venezuela al centro de una tormenta parecida a la crisis de los cohetes soviéticos en la Cuba de 1962?
3 comentarios:
Peço ao amigo que me permita fugir da pauta e propagandear minhas mais novas enquetes:
O jornalista Muntadhar al-Zeidi, que ganhou fama mundial ao atirar seus sapatos no então presidente americano George Bush no fim do ano passado, está sendo libertado hoje e deverá ser recebido em seu povoado com honras de chefe de Estado e com muita comilança pela família, que lhe prometeu alguns pares de sapato para que Muntadhar continue sua sina de homem-sapato, o que já é uma grande evolução em um país onde os homens e mais recentemente as mulheres ao invés de jogarem sapatos, se jogam com bombas no adversário...
Pois bem, cientes de que temos contas a ajustar com a cena política nacional, em qual personalidade da atual e deprimente realidade republicana o amigo e a amiga atirariam um sapato com muito chulé? funcionaremos com duas enquetes, sendo a já mencionada sapatada nos anjos nacionais e outra que estimará quem deve ser alvejado fora do Brasil... para termos o perfeito perfil do alvo, solicito que a atual enquete seja divulgada para toda a família e amigos, para que durante 15 dias possamos renovar nosso estoque de pisantes...
Basta acessar http://novoblogdoclausewitz.blogspot.com
Hay que dejarlo que siga así con esas locura, El mismo se prepara su tumba, no tiene fin en la manera desafiar y al final pagara las consecuencias
Hola Arcangel Saludos Especiales.
Es lamentable oir esto.
Yo soy democrata y me gustaria que America Latina fuera una federacion como la union europea.
Pero parece que nos acercamos a otra guerra fria.
Que dividira mas a America Latina.
Ten un buen dia.
Publicar un comentario