jueves, mayo 29, 2008

A merced de carroñeros en el circo



POR: ARCANGEL VULCANO.

El circo global está pleno de distintas criaturas espeluznantes, por lo feroces, hambrientas, sedientas y despiadadas. Todas sin excepción aspiran engullir y devorar sus pedazos de carne fresca para saciar sus instintos primitivos; por eso afilan sus garras y preparan sus agudos dientes, para batirse a duelo mortal enfrentándose bajo el fragor de la ley de la selva, por el control de los pozos oscuros repletos de ambicionada carroña putrefacta.

Desde distintos parajes, selvas, desiertos, llanuras, montañas, océanos, mares, lagos y ríos asoman sus cabezas los integrantes de la más diversa fauna actuando como en un gran circo mundial.

Las hienas acechan en manadas disfrazadas con curiosos y coloridos camuflajes; los chacales se alimentan de migajas que consiguen en los caminos verdes; revolotean los buitres; sobrevuelan los apestosos zamuros; presurosos reaparecen los gavilanes polleros persiguiendo endebles gallineros locales; los halcones no cesan de tramar su asalto a diferentes parcelas y pequeños huertos. A lo lejos desde las alturas empleando su aguda vista vigilan todo el circo, las sigilosas aventajadas poderosas norteñas águilas con sus portentosas garras y descuartizadores picos, antes de decidir lanzarse sobre sus presas. Desde el oeste los fuertes osos de pelo rojizo, permanecen comiendo miel regalada, mientras se lamen sus mortales pezuñas reabriendo y mostrando sus fétidos hocicos, señalando su taimada mirada hacia el este, babeándose por los dulces aromas de los manjares ajenos.

En las comarcas orientales, rugen señoriales los flamantes tigres, se mantienen silentes, observándolo todo, ninguna paja de los pastizales ni criatura viviente se mueven sin que lo perciban, se lamen sus gruesos bigotes y preservan sus colmillos para descuartizar eficientemente cuando así lo requieran; siempre andan persiguiendo y cazando a sus presas, jamás fallan a la hora de proferir las bestiales dentelladas y nunca se detienen, comen seguros.

En el viejo paraje, el más antiguo, reinan los orgullosos leones, reyes de la selva, herederos de la más fina estirpe, al fin de cuentas, aunque dejaron de serlo desde hace algún tiempo, siguen actuando como si lo fueran; pero se regodean muy refinados, degustando con los huesos ancestrales, retozando, ronroneando y de cuando en cuando rugiendo atronadoramente para recordarle al resto de la fauna lo letales que pueden ser cuando emprenden la carrera hacia sus víctimas. Los leones por su estirpe y linaje, ejercen su prestigio como herederos de reinos, y como colosales edificadores de rutilantes coloniales imperios; todo lo supervisan.

Por su parte, en el nuevo paraíso -apenas hace siglos dizque descubierto- proliferan distintos carroñeros, gigantescos ofidios y aves de rapiña, hienas, chacales, buitres, quienes conviven con tragonas y pintorescas anacondas, oportunistas pájaros exóticos, coloridos guacamayos, viejas hurracas parlanchinas, interesados oscuros cuervos, regordetes y panzones caimanes amazónicos con sus mandíbulas abiertas al sol esperando pacientes que les caiga su alimento; inteligentes y estrategas buhos; insomnes lechuzas. En este el nuevo continente encontramos tambien ambiciosos gorilas aferrados a un racimo de bananas, que viven quejándose con su gritos de ser acechados por las bestias de las profundidades acuáticas, y permanecen rodeados por costeños tiburones de distintas especies que los protejen; pero temen justificadamente al más feroz, al gran escualo blanco, quien merodea toda la comarca sin sentir una pizca de compasión, imponiendo siempre que puede el ritmo de la corriente con el aleteo de sus extremidades, lanzando sus dentelladas y anunciando anticipadamente el quiebre de frágiles esqueletos de quienes se atrevan osadamente a nadar desprevenidos y sin advertir peligros, mediante el asomar de su gigantesca aleta dorsal, y el accionar de sus probadas eficaces fauces asesinas.

En algunas zonas desérticas, muy áridas, pululan venenosos especimenes, allí conviven ponzoñosos escorpiones mezclados con toda clase de desalmadas alimañas, los cuales a la hora de comer, hasta pueden inmolarse en las propias fauces de sus enemigos, pero no sin antes penetrar sus mortales aguijones sin compasión en la carne de sus congéneres. Pululan igualmente junto a los resistentes dromedarios, rendidores elefantes, toda clase de ofidios, que suelen arrastrarse para conseguir su alimento y clavar sus agudos colmillos e inyectar o escupir sus tóxicas pociones sobre sus desprevenidas víctimas, causando y justifcando muerte, siempre en defensa de su propia naturaleza para sobrevivir.

Parece que vivimos entonces la hora estelar de los carroñeros del circo, que todo lo quieren engullir para sobrevivir a costa de prevalecer sobre lo que sea. El circo luce hoy movido principalmente por los bajos instintos que se imponen: La ambición, la sed de poder y de riqueza, el odio, la guerra, la muerte. Estamos a merced de despiadados carroñeros en el gran circo que es el mundo que habitamos.Pareciera que vivieramos acechados y a merced de carroñeros en un circo, que siempre actúan movidos por sus inmorales apetitos y justifican sus dentelladas proferidas en contiendas asesinas en la lucha por lograr la preservación de sus más oscuros intereses; en esa mortal trama ninguno se salva, ni sale ileso, nadie es inocente, todos son feroces, temibles, nocivos y letales, nada pareciera detenerlos en el afan de su mutua destrucción .

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