POR: ANTONIO COVA MADURO.
Todos unidos tras la bandera de la abstención, propuesta por un comando unificado
Todos unidos tras la bandera de la abstención, propuesta por un comando unificado
Justo cuando el más grotesco cuerpo legislativo que Venezuela haya tenido en su historia republicana -muy de lejos parecido al Congreso que montara Pérez Jiménez en 1953- no sólo le dio rápida luz verde a la fulana reforma constitucional, sino que le añadió un conjunto de artículos que nadie pidió pero que, es obvio, por debajo de la mesa les impusiera Hugo Chávez, los venezolanos están enfrentados a un dilema: concurrir o abstenerse del referéndum que para "legalizar" esa tropelía ha convocado ese mismo cuerpo legislativo.
Como era de esperarse, lo que aquí se llama oposición de inmediato se engarzó en un forcejeo desafortunado. El primer asunto fue la discusión misma de la propuesta. En efecto, cuando obedientemente los seguidores y "nominados" (i.e. "los que están en nómina") del régimen inclinaron la cabeza ante los deseos del autócrata, fueron los opositores quienes se volcaron a discutir sobre la reforma.
Rápido dieron a conocer no tanto su desacuerdo, sino en qué medida y por qué esa reforma era no sólo nociva sino letal para nuestras libertades. Hoy, el vasto y variado mundo que enfrenta a Chávez y a su proyecto están claros sobre el objetivo final y se muestran contundentes en su rechazo unánime. No es aquí donde yace el problema, sin embargo. Veamos dónde.
Rápido dieron a conocer no tanto su desacuerdo, sino en qué medida y por qué esa reforma era no sólo nociva sino letal para nuestras libertades. Hoy, el vasto y variado mundo que enfrenta a Chávez y a su proyecto están claros sobre el objetivo final y se muestran contundentes en su rechazo unánime. No es aquí donde yace el problema, sin embargo. Veamos dónde.
El problema está, como siempre, en qué debemos hacer. Más todavía, el problema se ubica en lo que yo llamaría el criterio de eficiencia: de qué modo convertir nuestro rechazo en una acción políticamente eficaz. Cualquier otra cosa no pasaría de ser una acción individual muy moral y atenida a los principios y, por qué no, a la ira mil veces desdeñada¿ pero irrelevante.
Como cabía esperar, igualmente, la primera reacción fue de repugnancia generalizada y se ha expresado muy bien en opiniones como la de "a mí no me agarran más nunca para una trampa de estas", por lo tanto, "olvídense de mi voto. ¡No y mil veces no!".
Tras esa reacción de muchos de quienes resisten al régimen, rápido aparecieron las voces que, desde los medios y con la autoridad que les da el riesgo que corren por enfrentar al régimen, proponen una abstención masiva que, una vez más, "deslegitimaría" este nuevo intento del régimen por imponer su proyecto.
La "eficacia" o no de tal estrategia inmediatamente nos remite a la masiva abstención en las elecciones que permitieron que eso que llaman Asamblea Nacional exista en Venezuela. Para muchos esa abstención fue totalmente inútil y llegan a tan contundente veredicto sin pasearse por el contexto y el significado que en su momento las rodeó.
Haber concurrido a aquellas elecciones, no lo olvidemos, en nada hubiese cambiado lo que ya venía pasando con ese Cuerpo: simplemente el chavismo se saltaba procedimientos y hasta la decencia para aprobar lo que les daba la gana, sin tomar en cuenta la presencia allí de la oposición. Y eso cuando todavía no habían tenido tiempo de "montar" un CNE a su medida, ¿qué no hubiesen hecho en esa oportunidad, frente a una oposición deprimida y en desbandada?
Mantener hoy cualquier opinión distinta recibe un tremendo mentís en este momento. Para quien tiene ojos y oídos, allí está lo que hoy padece Podemos por el mero hecho de disentir en algunas cosas y no plegarse como eunucos chinos ante la voluntad del autócrata.
Mantener hoy cualquier opinión distinta recibe un tremendo mentís en este momento. Para quien tiene ojos y oídos, allí está lo que hoy padece Podemos por el mero hecho de disentir en algunas cosas y no plegarse como eunucos chinos ante la voluntad del autócrata.
Ello no obvia, empero, un hecho cierto: esa cosa que llaman Asamblea está allí y legisla como si nada. Pero, de nuevo, ¿de quién es la culpa? ¿No será también -y en grado sumo- de quienes supuestamente la adversan y la consideran, simulen lo que simulen, como un parapeto ilegítimo que en tiempos como estos hace lo que cabía esperar de ella? Cada vez que a ella concurrimos para la elaboración de leyes, o ante ella nos presentamos reconociéndole su función, ¿no la estamos dotando de una legitimidad que sabemos no posee?
Si estas consideraciones debieran guiar nuestras decisiones en este momento, la pregunta clave parece obvia: ¿cómo tornar eficaz nuestra eventual abstención? ¿Cómo, con ella y a través de ella, asestar un golpe político al proyecto que el régimen tiene de arrebatarnos nuestra libertad y, por lo que parece, entregarnos a un poder extranjero moribundo, al que pretende revivir contra toda esperanza?
Esa eficacia será aparente si se manifiestan rotundos dos comportamientos: todos unidos tras la bandera de la abstención, propuesta por un comando unificado, y un gigantesco esfuerzo para convertirla en un rotundo mentís a las aspiraciones aclamacionistas del régimen. Nada más, pero nada menos.
Fuente:www.eluniversal.com antave38@yahoo.com
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