POR: GERARDO BLYDE.
Los presos y perseguidos políticos venezolanos son verdaderos presos de conciencia
Los presos y perseguidos políticos venezolanos son verdaderos presos de conciencia
Nunca en la historia venezolana ha habido una amnistía por vía legislativa. La tradición patria para la liberación de los presos políticos o la supresión de los procesos judiciales a quienes son juzgados por razones políticas ha sido por la vía del indulto a los primeros o del sobreseimiento de las causas a los segundos. No resulta sencillo encontrar las causas que señalen la inexistencia en nuestra vida republicana de una ley general de amnistía. Quizás la misma estriba en que sólo desde 1958 existe democracia real con instituciones supuestamente autónomas e independientes. Antes, a excepción de los períodos de López Contreras e Isaías Medina, el poder presidencial del caudillo de turno era ilimitado y decidía la libertad o el confinamiento con su sola voluntad; a veces guardaba formalidades de aparente legalidad, otras tantas ordenaba la detención, el destierro o el encarcelamiento del opositor político con su sola voz.
En el continente americano el ejemplo más conocido de perdón colectivo por vía legislativa sucedió en Argentina mediante las leyes de Punto Final y Obediencia Debida promovidas por el presidente Raúl Alfonsín. Estas leyes fueron sancionadas el 23 de diciembre de 1986 y preveían la extinción de la acción penal "contra toda persona que hubiere cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983". La naciente democracia argentina era muy inestable y corría el riesgo de perderse ante el clima de sublevación militar imperante. La promulgación de estas leyes trajo como consecuencia un repudio general a la dictadura militar y fuertes movimientos contra el olvido. Las historias de desapariciones forzosas, torturas, ajusticiamientos y detenciones arbitrarias no podían ser borradas de un plumazo de los corazones de millones de argentinos. Años después estas leyes fueron derogadas por el parlamento argentino.
En el continente americano el ejemplo más conocido de perdón colectivo por vía legislativa sucedió en Argentina mediante las leyes de Punto Final y Obediencia Debida promovidas por el presidente Raúl Alfonsín. Estas leyes fueron sancionadas el 23 de diciembre de 1986 y preveían la extinción de la acción penal "contra toda persona que hubiere cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983". La naciente democracia argentina era muy inestable y corría el riesgo de perderse ante el clima de sublevación militar imperante. La promulgación de estas leyes trajo como consecuencia un repudio general a la dictadura militar y fuertes movimientos contra el olvido. Las historias de desapariciones forzosas, torturas, ajusticiamientos y detenciones arbitrarias no podían ser borradas de un plumazo de los corazones de millones de argentinos. Años después estas leyes fueron derogadas por el parlamento argentino.
Aquella situación extrema que ocurrió en Argentina, de violación masiva de derechos humanos, no puede compararse con la ley de amnistía general que hoy una gran parte del pueblo venezolano reclama como una fórmula para reconciliarnos y reencontrarnos como país. Ninguno de los detenidos o enjuiciados por razones políticas lo está por violaciones masivas y continuadas a los derechos humanos. Los presos y perseguidos políticos venezolanos son verdaderos presos de "conciencia". Lo están porque no son chavistas, porque han manifestado públicamente su oposición al Gobierno, a sus políticas y a sus dirigentes. O, en casos más extremos, están acusados por haber cumplido con su deber de defender la vida de los ciudadanos (Forero, Vivas y Simonovich por ejemplo). Si Alfonsín en Argentina, para salvaguardar la democracia consideró necesario promover una amnistía general a verdaderos engendros que torturaron, asesinaron y vejaron la dignidad de miles de argentinos, ¿cómo es que en nuestra Venezuela no puede promulgarse una ley que termine con las persecuciones y detenciones de al menos una centena de compatriotas que son simples perseguidos de conciencia?
Una Asamblea Nacional que tuvo durante todo este año que culmina la única función de aprobarle al presidente Chávez un proyecto de reforma constitucional que terminó derrotado y rechazado por el pueblo venezolano, debería tener propósito de enmienda y, al menos por vergüenza ante el país, debería reivindicarse después de haber perdido todo el 2007 en hablar mucho y hacer nada. El Presidente fue derrotado el 2D, pero también lo fue ese parlamento del odio y la revancha en el que la mayoría de sus diputados convirtieron ese foro. Tienen en sus manos hacer historia, escuchar al pueblo y legislar por primera vez en nuestra historia republicana una ley general de amnistía que libere de la cárcel a quienes allí permanecen y que extinga los juicios políticos a quienes están siendo juzgados, hostigados y perseguidos judicialmente.
El Presidente tiene en sus manos la posibilidad de ejercer la facultad constitucional de otorgar indultos o sobreseimientos de causas judiciales y, ojalá que nos equivoquemos, pero su soberbia no le permite dar estos gestos de grandeza. Está más ocupado de la liberación de secuestrados extranjeros que de los secuestrados nacionales. Todos son seres humanos que merecen igual atención y tratamiento. Y mientras pide a otros que los entreguen, no libera aquí a venezolanos detenidos cuya libertad podría conseguirse con su firma. Si no sucede el milagro presidencial de ponerlos en libertad y terminar con las persecuciones judiciales, al menos el devaluado parlamento que ha consagrado sus debates al culto del odio, podría iniciarse con una buena señal de rectificación promulgando una ley general de amnistía y hacer, por primera vez, historia grande.
2 comentarios:
Compasión por los presos y los exiliados de Chávez
Román José Sandia
Jueves, 27 de diciembre de 2007
Quien haya estado preso, por cualquier circunstancia, nunca olvidará tal afrenta. Vivir esa experiencia es una de las pocas que cuesta deseársela a otro. No puedo recordar las horas que he estado preso sin volver a sentir la impotencia de entonces.
En dos ocasiones he estado preso y no las quiero volver a vivir. Una vez, por una travesura de adolescente, que algún día contaré a ustedes. Y en otra, fui objeto de una de las mayores injusticias que se puede cometer con una persona: privarla de su libertad sin que haya alguna razón legal.
Esta peripecia ocurrió hace diez años y allí confluyeron todas las porquerías del sistema judicial venezolano de la mal llamada Cuarta República. Unos policías abusadores, un prefecto irresponsable, un fiscal inerme, un comandante de policía incapaz y un juez venal se confabularon para no resarcirme del perjuicio de estar preso durante 30 horas, sin comunicación alguna con el exterior y conviviendo con malandros, narcotraficantes y asesinos en las horas más largas de mi vida.
En aquella ocasión, reinaba la suspensión de garantías constitucionales que había decretado Rafael Caldera, en su largo e inútil segundo período presidencial. La excusa era la implantación de otro no menos ineficaz control de cambio de divisas. Los polícias que me golpearon y detuvieron entonces, pensaban que la suspensión de ciertas garantías de la Constitución permitía tales abusos contra los ciudadanos.
La denuncia que introduje fue desechada por el juez (hoy jubilado) correspondiente: esperó tres años, sin tomar mayores medidas: ni siquiera declararon en el expediente todos los policías involucrados. La consecuencia fue la prescripción de la causa. Las heridas y contusiones que me ocasionaron, y que fueron evaluadas por el médico forense, cuatro polícias medio salvajes no fueron sancionadas.
Podría abundar en más detalles, pero bastaría decir, para redondear el episodio, que mi principal agresor tiene una asignación dorada: está en un puesto policial de una zona comercial de gran movimiento, donde es consentido por los dueños de tiendas para que trate de evitar robos. Hace poco, frente a esta casilla policial, fue asesinado un joven, en presencia de su esposa e hijos, y el tal agente, ni ningún otro, estaban allí: el puesto policial estaba cerrado.
Esa era la policía y la justicia de antes de la llegada de Chávez. Pero hoy es peor, mucho peor.
La situación de indefensión de varios presos políticos habla de la perversión de un sistema judicial que no mueve ni un folio sin recibir órdenes del Poder Ejecutivo. O, lo que es peor, por ser una muestra de servilismo oprobioso, las decisiones de los jueces (habrá alguna excepción) se toman pensando en los deseos del caudillo y de su áulicos.
La accidentadísima liberación del general Usón confirma lo dicho en el anterior párrafo. Después de haber servido con lealtad al Presidente Chávez, como su ministro de Finanzas, Usón fue víctima de la ira del caudillo. Cuando renunció al gabinete, por los sucesos de abril de 2002, Usón se convirtió en blanco del resentimiento de Hugo Chávez. Al ocurrir otra tragedia en un cuartel, la vez que se quemaron y murieron los soldados de Fuerte Mara, quienes estaban en una celda de castigo y que posiblemente fueron heridos con un lanzallamas, Usón explicó el funcionamiento de este artefacto.
Pues bien, haberlo hecho en televisión significó para Usón la condena a cinco años de prisión por supuesta ofensa a la Fuerza Armada Nacional. Hoy puede salir en libertad por haber cumplido dos tercios de la pena, después de haber rechazado el indulto de quien ordenó su prisión y haber desechado algunos destinos burocráticos.
La tragedia de Usón muestra cómo es de pequeño el corazón de Chávez. Así funciona el rencor dentro de quien ha obtenido todo el poder para hacer el bien y no lo ha hecho.
Ese mismo teniente coronel que fue perdonado por Caldera, al sobreseerle su causa, después de apenas dos años de prisión por el chimbo golpe del 4F de 1992 en el cual fue responsable de más de 40 muertos, no ha sido capaz de declarar una amnistía general a través de sus mujiquitas de la Asamblea Nacional.
A todos los venezolanos exiliados, presos y perseguidos por razones políticas les deseo el mejor 2008. Encabezan la lista Carlos Ortega, Eduardo Lapi, Juan Fernández, Carlos Fernández, Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henry Vivas y Enrique Mendoza, junto con decenas de oficiales de la Fuerza Armada Nacional.
Alguien que ni siquiera suma 48 horas de prisión en su vida quiere congratularse por la libertad del general Usón, a quien Chávez encerró en una cárcel durante más de mil días, para demostrar cuán hipócrita es su canto al amor.
Que tomen nota los adulantes del patio y los de afuera.
rjsandia@hotmail.com
7796069
Índice Semanal
Recibe en tu buzón de correos las noticias publicadas durante la semana.
suscribirse
Analítica WAP
Navega Analítica desde tu móvil para mantenerte informado de las noticias del día.
más información
Analítica RSS
Recibe en tu escritorio los titulares y resúmenes de noticias al momento de su publicación.
Agregar Sección a:
Monseñor Porras: Liberación de rehenes de las Farc pretende ignorar la realidad del país
unionradio.com.ve
Jueves, 27 de diciembre de 2007
Monseñor Baltazar Porras advirtió que las afanosas gestiones del gobierno venezolano para liberar a los rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), pretenden ignorar la realidad del país.
El prelado venezolano en entrevista concedida a Unión Radio dijo que los grandes esfuerzos de Venezuela para efectuar el canje humanitario, "lo que nos pone en evidencia ante una realidad permanente en el país, de una justicia que no es equitativa, para unos se aplica de una manera, para otros se aplica de otra".
Monseñor Porras indicó que "en este caso se aplica con gran diligencia y se busca y se hacen todas las gestiones, con lo que significa esto, en tiempo, en gasto, en dedicación para los rehenes de las Farc, con todo este aparataje mediático, mientras que hay un velo que quiere cubrir, para ignorar prácticamente la realidad que vivimos dentro (Venezuela) con tantos crímenes, con tantas situaciones que exigen de nosotros una actitud permanente".
Consideró que por el contrario es una oportunidad para que los representantes gubernamentales aprovechen la no confrontación "sino de poner en evidencia que hay cosas que no se deben hacer y que no puede ser que quienes se identifican en el poder, con el gobierno central, tienen unas actitudes de exclusión aún en nuestros días, en actos que son sencillamente para el disfrute de los niños, en tantas fiestas, esto indudablemente a donde nos lleva, es a querer dividir permanentemente a la familia".
unionradio.com.ve
Publicar un comentario