POR:ELIDES J. ROJAS L.
El dueño del circo, los amigos del amo del circo y las gradas. Esa es la revolución.
La revolución no tenía ninguna necesidad de anunciar la Misión Circo para intentar alegrarle la vida a los venezolanos. El show comenzó hace tiempo y lo que sobra debajo de la carpa son payasos y magos baratos.
El jefe del circo dijo hace un tiempo, cuando tenía la fiebre anticapitalista en su punto más alto, que el dinero no hace falta, que es una maldición neoliberal y que un verdadero revolucionario podía andar desnudo y con hambre si el proceso así lo requería.
Pues, la verdad es que los compatriotas comunistas no le han hecho mucho caso si nos atenemos a los cuentos de Barinas, a las fascinantes historias que salen de Pdvsa, a los dólares voladores que no van ni al BCV ni salen por Cadivi, al platero que disfrutan los vividores al estilo Evo y Daniel Ortega o a los súbitos cambios de vida de los militares que no son precisamente militantes del partido burro cobarde.
Y justamente ahí es donde funciona el circo. Los mandatos del líder de la revolución transoceánica que incluyen colas para comprar pollo, sacrificios, peladeras, hambre, bajos salarios, escuelas en ruinas, hospitales destruidos, calles dinamitadas, cortes de luz, metro y busetas atestadas, atracos en pleno día, plomazones en los barrios, médicos cubanos piratas y alguna que otra bequita para cerrar compromisos revolucionarios, corresponden a la parte boba del proceso. Es decir, el sector suficientemente pobre y necesitado como para andar enfranelado de rojo o ridículamente disfrazado del Che, suficientemente amaestrado como para repetir consignas cubanas, suficientemente acorralado como para tirarse 12 horas en fila bajo el sol para comprarle a la revolución las caraotas gringas disfrazadas de chavistas. Un sector hipnotizado por la verborrea alocada que, con camiones de engaños y mentiras adornados con gorritas rojas y consignas efectistas, todavía cree que Chávez no sabe nada, que no es culpable de nada y que los ministros lo engañan. (Risas de fondo). Un sector al que Chávez le manda a los carabobeños a Mario Silva, todo un filibustero ideológico de camionetota y todo, para que con su inmensa capacidad para hablar bolserías termine el destrozo que comenzó el general gasífero y, sin pena alguna, no sea capaz de reclamar a "mi comandante" esa enorme burla a la inteligencia ciudadana y al propio PSUV.
El otro sector del circo, bien lejos de las gradas, es una cúpula privilegiada de veteranos actores que mientras simulan que son socialistas de montaña y fusil se pasean los reales petroleros por Las Vegas, Miami, Francia, Madrid y Nueva York. No se salva ninguno. Si no son los propios próceres son sus esposas. Si no son los mismos héroes son sus hijos que de este neosocialismo militarista que sí heredaron el gusto por el buen whisky y helicópteros gratis.
Pero, después de 10 años de circo parejo, está llegando la hora de los payasos. Y de recoger la carpa.
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