martes, junio 10, 2008

El loro, la estaca y el cochino.




POR.ARCANGEL VULCANO.

Había una vez un viejo y cegatón capitán de barco, que vivía en una hermosa playa de una paradisíaca costa del caribe; en el patio trasero de su hogar, tenía dentro de un espacioso corral cercado con una verja de madera muy alta, allí convivían obligados un pesado cochino comelón junto a un escandaloso y pintoresco loro parlanchín. Ambos animales estaban al cuidado de una vieja matrona, llamada María, quien hacía las veces de ama de llaves del lugar, y que solía alimentarlos periódicamente, pero descuidadamente; hasta el punto, de que por sus múltiples ocupaciones, frecuentemente olvidaba cumplir atender sus obligaciones para con los sufridos animalitos, quienes pasaban necesidades en virtud de su displicencia.

La vieja señora, tal vez debido a sus achaques y dolencias se dormía muy temprano, sin recordar darles de comer. El cochino, era quien más padecía los olvidos de María, porque el Loro dotado por la divina providencia de amplias ventajas naturales, usaba sus alas para volar hasta la cocina, haciendo el vuelo desde una alta estaca situada en medio del corral en donde se encontraba habitualmente; así comía todo cuanto se le antojaba, mientras que el cochino, impedido por sus limitaciones físicas y materiales, contenido por su corpulencia y la altísima cerca, estaba confinado y resignado a la suerte y voluntad de la olvidadiza matrona, quien pasaba sus días durmiendo, mientras el cochino debía soportar estoicamente su triste suerte, y a veces no probaba bocado en días.

De vez en cuando el capitán regresaba a casa, y lo primero que hacía, era correr al patio a constar el estado de sus mascotas preferidas. El cochino siempre hambriento y jadeante, con desesperada actitud suplicante, se abalanzaba hasta la cerca a buscarle lamerle las manos a su amo requiriéndole alimento, mientras el loro muy indiferente y barrigón de tanto visitar la cocina, permanecía inmóvil montado orgulloso sobre la espigada estaca en el medio del patio, sin ni siquiera atender los llamados del viejo marino. Así las cosas, por su parte, María permanecía en su cuarto aún dormida, y el capitán preguntaba a viva voz desde el patio trasero, como si ésta lo escuchara: ¿María alimentaste a mis mascotas, les diste de comer al Cochino y al loro? Por supuesto que la señora estaba dormida profundamente en su lecho roncando; pero el aventajado loro, siempre lucía regordete, hinchado y buchón de tanto tragar en la cocina.

El loro, quien sentía cierta envidia hacia el cochino, porque el capitán cegatón mostraba ciertas preferencias hacia él, estaba siempre muy resentido, y entonces, perversamente, aprovechando los defectos ópticos del lobo de mar, comenzaba a imitar la voz de María, respondiendo las preguntas del capitán, repitiendo chillonamente desde la altísima estaca: ¡ya ellos comieron, ya ellos comieron capitán!

El capitán creyendo escuchar a María asumía aquella respuesta como proveniente de su ama de llaves, confiado se retiraba a su aposento a descansar; para luego por la mañana partir a sus deberes; así era como, el capitán volvía a ausentarse por largas temporadas sin apercibirse de la lamentable situación que padecía el hambriento cochino. De esta manera el pobre cochino, pocas veces comía, solo cuando la olvidadiza María por fin lanzaba algunas sobras de su plato hacia el corral.

El cochino, como es lógico, comenzó entonces a padecer desnutrición, y a enfermarse hasta languidecer, eran muchas las penas y tristezas que sufría por causa del olvido de María, la ceguera del capitán, y los excesos del hablachento, indolente, envidioso, perverso y resentido loro, quien no paraba de insultar al cochino, pero eso si, instalado cómodamente, sobre seguro, muy a salvo de las sedientas fauces del impotente cochino, que no podía alcanzarlo, por estar ubicado a buen resguardo desde la posición ventajosa que le daba la larga estaca que lo mantenía al margen de peligros.

El cochino hastiado de su tragedia, suplicaba ayuda al cielo, bramaba pidiendo auxilio, chillaba desconsoladamente a toda hora a ver si algún vecino se apiadaba de su desafortunada suerte, pero María envejecida y descuidada seguía durmiendo. El cochino infeliz, ante la indiferencia de todos en el vecindario, no quería morirse de mengua, pero estaba ya cansado de estrellar su cabeza contra la gruesa y sólida estaca que sostenía al loro, buscando quizás estremecerla intentando hacerle perder el equilibrio al avezado loro, quien tras cada arremetida del cochino contra el madero, sabía muy bien aferrarse con sus afiladas garras a su pedestal; o taimadamente volaba a alguna parte poniéndose siempre a buen resguardo manteniéndose a salvo de los golpes del cochino, quien apenas lograba hacer tambalear a la escurridiza ave.

El loro, hábil en el manejo de sus atributos, se mantuvo indoblegable en su prédica, y cada vez que el capitán regresaba a casa, repetía el manipulador discurso al capitán cegatón, volviéndole la vida una tragedia al solitario cochino, quien comenzó a considerar alguna estrategia efectiva para cambiar las cosas.

Fue entonces cuando el cochino, recibió una especie de iluminación e impuslo divino, tal vez, luego de tantos ruegos al cielo, porque ya llevaba largo tiempo tolerando hambre e insultos en actitud de aparente serenidad al excedido y despiadado loro.

Fue entonces, cuando se le ocurrió una genial idea y concibió un plan para sobrevivir y neutralizar al fatídico loro quien lo había prácticamente condenado a la cruel suerte de morir por inanición, el cochino se dijo: eres tú o soy yo.

El cochino decidió aguardar la temporada de vientos huracanados típicas en algunas épocas del año, y sacando fuerzas de donde no le quedaban, comiendo inteligentemente las sobras que María a veces le lanzaba, logró sobreponerse, con mucha “inteligencia” y astucia, supo aguardar el mejor momento, para combinadamente asestarle dos o tres fuertes golpes contundentes a la estaca que sostenía a su taimado confeso y convicto victimario.

Así fue como, llegado el preciso instante en que un ventarrón huracanado sopló fuertemente sobre la caribeña costa, el cochino con todo su ímpetu y embravecida energía guardada, al tiempo que irrumpía la tormenta zarandeando la estaca, paralelamente envistió la base del poste golpeándolo poderosamente con su cabeza, una y otra vez ferozmente, y el loro perdió al instante el equilibrio bamboleándose de lado a lado pero sin caerse; pero el decidido cochino, sin darle tiempo para sostenerse con sus garras, ni de poder volar a sitio seguro, cuando el loro tembleque se reponía de la sorpresa, el Cochino volvió e envistió de nuevo el ya movedizo palo, y se abalanzó furiosamente contra el leño, de un modo tan contundente, que el sorprendido loro estremeciéndose, se resbaló torpemente cayendo pesadamente de la elevada estaca al suelo en caída libre e imparable, yendo a parar con sus plumas y sus huesos al fango de estiércol del chiquero, aposento de su amo y señor, el hambriento y vengativo cochino.

En ese preciso instante, el loro aturdido por el fortísimo golpetazo que recibió al estrellarse contra el fondo del lodazal, llenándose todo su maltrecho cuerpo del pestilente y pegajoso excremento del cerdo alojado y esparcido durante años en la superficie putrefacta del chiquero. El loro, repleto de la sustancia descrita, a penas puede reaccionar, cuando al fin logra quitarse de los ojos el barro, observa como el cochino se le viene encima ferozmente y enfurecido, mostrándole sus dientes, expeliéndole el hambriento aliento que profusamente expele de sus mortales fauces. En ese fatídico momento, cuando el otrora envanecido loro luce vulnerable a merced de la bestia en que se había convertido el hasta ahora aparentemente sereno cochino, comprende que es inminente su trágico final, porque sabe que sin remedio irá a parar al fétido estomago del vengativo cochino, y logra articular resignadamente, cobardemente, mediante bulliciosos y desesperados gritos, sabiéndose viviendo sus momentos postreros de vida, y lanza quejumbroso su atronadora última proclama, que dice así: ¡María, María, la comida pa` el cochino, la comida pa` el cochino, la comida pa` el cochino…

¿El final? No hace falta ser adivino, para intuirlo. El cochino comió loro, esa fue su mejor vendetta, porque el loro al fin fue obligado a callarse y el capitán siguió preguntando si el cochino comió, y siempre despertaba a María para que lo alimentara adecuadamente. Desde luego que ni María ni el Capitán supieron jamás que ocurrió en realidad; jamás ninguno podía volver a ver el loro, tal vez creyeron que se había ido volando a alguna parte, no quedaron ni las plumas, no dejó rastros

¿La verdad? El loro se volvió parte del estercolero de esa historia, porque el cochino tuvo ese día una muy buena digestión, y el triste final del loro, como ustedes comprenderán, fue el de ir a parar transformado en excremento, en el fondo del chiquero, porque la materia no se acaba se transforma. El cochino supo esperar los vientos correlones, pero combinarlos adecuadamente con sus calculados golpes, eso le dio la victoria final, y se comió al loro vivo. Lo explicamos, porque esa vez, la estaca no tuvo que ver, el loro no terminó ensartado sino engullido. ¿Que culpa tubo el viento? Ninguna, pero era imprescindible que venteará, y siempre ventea… ¿que culpa tiene el cochino si el loro resbaló y se cayó en el chiquero? el cochino obedeció a su instinto de supervivencia, y de preservación, tenía demasiada hambre acumulada, y el loro perverso, le agudizó sin proponérselo sus sentidos, al someterlo a tantos agravios injustificados mientras él egoístamente comía por el favor de sus naturales ventajas, el loro podía volar, el cochino sabía esperar, resistir y golpear, pero sobre todo, sabía reaccionar como debió hacerlo para salvar su vida.

2 comentarios:

Fran Invernoz dijo...

Muy buena historia. Con ella nos podemos imaginar personas reales muy conocidos.

Anónimo dijo...

Arcángel muy opotuna la fábula.Creo saber interpretar correctamente el asunto así:

El loro representa a un cruel y manipulador caudillo caribeño que se caracteriza por hablar hasta por los codos valiéndose de sus ventajas naturales comparativas, a quien le gusta comer solo, ignorando a los más desafortunados.

El cochino puede ser cualquiera de sus víctimas, el más obvio, podría ser su propio pueblo, al que somete al hambre, pero también podría ser algún vecino, o tal vez otro rival político que lo ha derrotado recientemente, que cansado de excesos e insultos decide armar una estrategia adecuada para enfrentar con éxito al caudillo montado en su trono.

El capitan, sin duda es el imperio, representado por un algún mandatario carente de visión, quien visita sus posesiones periódicamente, y que en su patio trasero (Latinoamérica) tiene dos mascotas preferidas (Colombia y Venezuela); ese capitan, es un distraido en otros intereses,pero de algún modo sostiene con sus actividades ($) aunque con descuido a sus mascotas, pero tiene preferencias por uno de ellos.

María la mucama, es la comunidad internacional,integrada por la OEA que vive dormida, distraida y displicente, que ignora los excesos del caudillo, se hace de la vista gorda, mientras el caudillo hace y deshace desde su ventajosa posición encumbrada.

El hecho de que el loro tenga alas,significa que tiene petróleo, porque le permite comer en la cocina lo que se le antoje.

Pero lo más contundente de la historia, no es saber quien es quien, sino interpretar el momento actual. El caudillo (loro) al caerse de la estaca,significa la actual situación desventajosa que atraviesa al quedar en evidencia como financista de grupos armados, obviamente se siente amenazado y cobardemente grita para pedir comida para el pobre vecino (colombia, Uribe) quien luego de asestarle varios sorpresivos golpes ayudado por las circunstancias cambiables de la política (vientos)como son, los computadores de Reyes, la muerte de Marulanda y otros,la detención de Karina, el decomiso de 40.000 cartuchos a un sargento de la Guardia Nacional venezolana en la frontera,las amenazas de enjuiciarlo por ante la Corte Internacional penal etc.

Pero el loro al verse en evidencia, en desventaja, porque las FARC están derrotadas militarmente, acorraladas, desprestigiadas, el loro comienza a pedir cacao pidíendole a María (Comunidad internacional,OEA)complacer por fin a Uribe; ahora si clama por la desmovilización armada y por la entrega sin condiciones de los secuestrados, porque las FARC están en extinción y el desprestigiado políticamente como su principal colaborador y defensor.

El capitán (imperio) siempre preguntaba a María (OEA) si le habían dado comida a los animales, allí hay que interpretar, la intención del imperio de contratar los TLC (tratados de Libre comercio) con los países, pero María (OEA) estaba dormida, envejecida, displicente, quiere decir que la OEA no ha sido capaz de procurarle a los países de la región la entrada en vigencia de nuevas posibilidades comerciales que faciliten el libre comercio, que cree las condiciones para mejorar el empleo y la inversión que permitan alimentar mejor a los pueblos; pero el caudillo (loro) siempre respondía que todo estaba bien, que ya todos habían comido, que no quiere TLC, claro, porque él si tiene petróleo (alas) para ir a la cocina volando; es decir, él todo lo puede comprar, y no pasar hambre, mientras que quienes no tienen petróleo, deben conformarse con las migajas que le lanza María (OEA;CAN, Mercosur, Alba, etc). La interpretación que hago, es que el país vecino, sufre la actitud del caudillo, porque éste comodamente instalado desde su silla muy segura, vive profiriendo insultos al vecino, pero no sólo eso, sino que también colabora con la tragedia que vive el vecino, procurando alentar sus padecimientos (la guerrilla) pero el vecino decide engullir al loro; esto en política no es la muerte física, sino su derrota política, su neutralización. El caudillo termina enlodado en el mismo escremento del vecino, esto es, que se metió en su propia crisis en su guerra, se involucra cayendo en desgracia, y salió trasquilado, quedó enterrado tranformado en el mismo estiercol en el que cayó por sus errores y pagó caro sus actitudes egoistas y perversas contra su vecino, a quien prefirió atacar e insultar, en vez de convivir.