sábado, diciembre 08, 2007

"Finalmente lo callaron: Se hunde el socialismo del sigloXXI."





"Al teniente coronel le queda mucho por destruir mientras permanezca en Miraflores haciendo discursos cantinflescos, regalando dinero y cometiendo disparates, pero su paso por la historia venezolana ya ha sido como el de Atila por donde galopaba su caballería. Carlos Alberto Montaner analiza los efectos de la derrota de Hugo Chávez."
Este es su análisis:
Primero el rey lo mandó callar. Ahora los venezolanos acaban de hacer lo mismo. Los dos fenómenos, además, están relacionados. La Corona española goza de una inmensa simpatía en América Latina. En todas las ceremonias de toma de posesión de los nuevos presidentes, invariablemente las figuras más aplaudidas son Felipe y Letizia, que suelen ser los representantes de España. Cuando Juan Carlos, desesperado por la locuacidad patológica de Chávez, indignado por su infinita falta de educación, le exigió que cerrara la boca, creó, sin proponérselo, el más formidable eslogan contra el aprendiz de dictador, y le dio a la oposición el impulso que necesitaban los estudiantes universitarios para vencer la apatía y llevar al pueblo a las urnas nuevamente. Contrariando el viejo cuento, esta vez fue el rey quien gritó que el campesino lerdo iba en cueros.
Las consecuencias de esta derrota de Chávez son enormes. Aparentemente, lo que estaba en juego era la aprobación de una constitución cercana a la que rige en Cuba (inspirada, por cierto, en la legislación stalinista de 1936), pero, en realidad, se jugaba algo mucho más importante: el destino del llamado Socialismo del siglo XXI y los delirantes planes de conquistar América Latina para la causa del colectivismo autoritario. Ahora se sabe que los venezolanos no quieren ser arrastrados hacia el comunismo dentro de su patio, y mucho menos costear la onerosa aventura de convertir a Venezuela en la URSS de nuestro tiempo.
Los mandamases cubanos, seguramente han tomado buena nota de este descalabro. Ya entienden que no pueden contar indefinidamente con el opulento subsidio venezolano, calculado hoy en cuatro mil millones de dólares anuales. Esos cien mil barriles de petróleo que todos los días llegan a Cuba, en algún momento dejarán de fluir, y la Isla sólo tiene reservas para 17 días, lo que los obligaría a un feroz racionamiento de la energía eléctrica, peor que el que sufrieron a principios de la década de los noventa. Los rusos y los angolanos, sí, están dispuestos a vender petróleo, pero siempre que les paguen la factura, y ese improductivo sistema es incapaz de generar las exportaciones que se requieren para hacerle frente a unos gastos muy elevados, porque incluyen el ochenta por ciento de los alimentos y medicinas que la sociedad necesita importar para poder sobrevivir.
Todo esto sucede con un Fidel Castro moribundo, que insiste en postularse al Parlamento para seguir siendo presidente mientras sea capaz de respirar, aunque ya sin otro objetivo que impedir cualquier cambio que se intente introducir en Cuba en la dirección del modelo Chino o vietnamita, como defienden, sotto voce, su hermano y casi toda la nomenklatura. Según la versión oficial, Castro está dando la batalla contra la muerte. La verdad es que embiste contra la inevitable reforma económica, pero si antes pretendía sostener su desastrosa estructura productiva enquistándose en el presupuesto venezolano, como hizo en su momento con la URSS, ese proyectado saqueo ya no es posible durante mucho más tiempo.
Para Evo Morales la noticia también es un mazazo. Su gobierno es el más débil del eje chavista. La derrota del venezolano lo sorprende en medio de una fraudulenta operación en la que, escondido en los cuarteles, intenta forzar una nueva constitución que le permita reelegirse. Tiene en contra medio país geográfico y étnico. Si Chávez no pudo imponer su voluntad, mucho menos podrá él frente a la aguerrida oposición que lo adversa. Hace unos meses, Chávez advirtió que si Morales era derrocado por el ejército o por levantamientos civiles, las tropas venezolanas acudirían en su defensa. Chávez, tras la derrota electoral y la oposición del general Raúl Baduel, ya no puede confiar en sus Fuerzas Armadas. Se sabe que la noche del referéndum le dijeron que no respaldarían ningún pucherazo.
En Ecuador, con otra intensidad, ocurre un fenómeno parecido. El presidente Rafael Correa, uno de los pocos amigos personales de Chávez en la región, basado en su tremenda popularidad, intenta refundar el país para manejarlo a su antojo con una vieja visión cepaliana de la economía, trufada con la anacrónica y nociva influencia de la Teología de la Liberación, pero probablemente la experiencia venezolana le sirva como un factor de moderación. De la misma manera que hasta hace unos días parecía que la izquierda chavista era el futuro del continente, la percepción que ahora se generaliza es la contraria: el socialismo del siglo XXI será un fenómeno efímero.
Pero es dentro de Venezuela, naturalmente, donde la derrota de Chávez genera mayores turbulencias. El chavismo está mucho más cerca de ser una banda primitiva que un partido moderno. El poder descansaba sobre el mito de la invencibilidad del líder adorado, y ese mito se acabó en la madrugada del lunes cuando anunciaron la victoria del no. El chavismo no ha logrado convertirse en un movimiento político organizado, más allá de una turbamulta que aplaude a su caudillo, mientras unos cuantos cortesanos se asocian para delinquir a la sombra del poder. Si Chávez deberá abandonar la presidencia en el 2013, ¿quién lo sustituye y cómo se elige al nuevo candidato? Ahora comienza esa agónica lucha por la sucesión y la consecuente fragmentación del grupo.
En la oposición hay también una recomposición importante. El factor más novedoso es la aparición en la escena política de los estudiantes demócratas, verdaderos héroes en la derrota de Chávez, con tres de sus brillantes portavoces como primeras figuras, y quizás con Jon Goicoechea como la más vistosa de ellas. Quedan vivos Manuel Rosales, gobernador de Zulia, Julio Borges, el líder de Primero Justicia, y Enrique Mendoza, muy activo en la acción tras bambalinas en respaldo del rechazo a Chávez. Sin embargo, la figura clave, a partir de ahora, quizás sea el enigmático general Raúl Baduel, quien en el 2002, tras el golpe militar, hizo lo indecible por devolverle la autoridad a Hugo Chávez, y ahora se ha movido con el mismo éxito en la dirección contraria. Si el general decide aspirar, será un personaje al que hay que tomar en cuenta. En todo caso, la oposición democrática necesita contar con un candidato único para resistir al chavismo, más o menos como los chilenos de la Concertación tuvieron que ponerse de acuerdo para derrotar a Pinochet.
Lamentablemente, todavía es muy prematuro para hablar de la herencia que dejará el chavismo. Al teniente coronel le queda mucho por destruir mientras permanezca en Miraflores haciendo discursos cantinflescos, regalando dinero y cometiendo disparates, pero su paso por la historia venezolana ya ha sido como el de Atila por donde galopaba su caballería. En medio del río de petrodólares más impresionante que ha recibido Venezuela a lo largo de la historia, el país padece un terrible desabastecimiento de artículos de primera necesidad, miles de empresas se han visto obligadas a cerrar las puertas, centenares de miles de venezolanos educados han tenido que emigrar, y las calles de las principales ciudades se han transformado en el peor matadero latinoamericano.
Desde 1999 a la fecha, más de cien mil venezolanos han sido asesinados por delincuentes comunes, y apenas un cinco por ciento de esos crímenes ha podido llegar a los tribunales. Hoy el país está infinitamente peor gobernado, y la sociedad mucho más crispada, que en 1998, cuando Venezuela, de una manera insensata, se entregó en manos de un aventurero ignorante cuya mejor credencial es que en 1992 había intentado acabar a tiros con el sistema democrático. Tal vez, cuando termine este triste episodio, ésa sea la única herencia positiva que deje el chavismo: para que una nación prospere y triunfe, hay que saber elegir. Los venezolanos, parece, están aprendiendo.
Fuente:Noticias24. Carlos Alberto MontanerDiario Exterior

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sab Dic 08, 2007 4:14 am
Fauto MASÓ: Genio y figura hasta el final


ND / El Nacional

Genio y figura hasta el final

A ciertos abstencionistas les molestó la victoria, preferían seguir gritando fraude y mandando mensajes anónimos por Internet. En el chavismo estalló una tormenta de recriminaciones que alcanzan al Presidente en las páginas de Aporrea.

Nos aguarda un 2008 turbulento, los delfines de Chávez buscarán heredarlo. El Presidente perdió el referéndum a pesar de que 1 millón de jóvenes ni siquiera se había inscrito en el Registro Electoral, sin contar además los cientos de miles que se abstenían de votar. A pesar del terremoto político, el Presidente intentará radicalizar el paso. No hay intenciones de rectificar, no se dedicará a colocar alcantarillas ni dejará a los ganaderos producir leche y carne. Lo suyo es construir el hombre nuevo, a pesar de que buena parte del país está harto del discurso violento. El domingo comenzó un largo proceso cuyo desenlace dependerá de quien sepa dialogar con los excluidos.

Al chavismo no le conviene aceptar de corazón una oferta de conciliación porque debería abandonar una retórica que concibe a la sociedad como una lucha permanente. Al mandar a la mierda a sus adversarios sigue el consejo de Robespierre, que pedía que un río de sangre separara a la revolución del pasado. Si Chávez se ocupara de gobernar dejaría de ser Chávez. Muchos presidentes latinoamericanos lo felicitaron por aceptar los resultados. Estas credenciales democráticas que le dieron desde el presidente Felipe Calderón hasta Miguel Insulza le servirán para endurecer su posición dentro de Venezuela. Amárrense los pantalones. El discurso de cierre de campaña le quitó miles de votos a Chávez: insultó a los electores de origen colombiano, justificó las acusaciones de la oposición de que acabaría con la propiedad privada con sus loas a favor de Fidel Castro, ofendió a los católicos, los cojos, los sordos, los ciegos.

Un Chávez supuestamente ecuánime reconoció la derrota, otro nos mandó a la mierda, dos caras de la misma moneda. ¿Se volvió loco? No, reaccionó como siempre y como se comportará mañana. La falta de papel higiénico y la corrupción representan su mayor peligro. ¿Cómo escogerá mejores ministros? ¿Quién le aceptaría ser ministro de Hacienda? Seguirá centralizando el poder. Continuará siendo genio y figura hasta la sepultura, preferirá un final dramático a una sucesión de derrotas electorales. Hay que comerse el elefante a pedacitos, conscientes de que al menor descuido nos clavará los colmillos.

La batalla no consiste sólo en derrotar a Chávez, sino en ganarse el alma de los venezolanos, ofrecerle un mejor futuro a los pobres. No es nada fácil, en especial cuando tanta gente lucha sólo por cambiar de inquilino en Miraflores, quien a su vez nunca sacará una bandera blanca. La oposición no enfrenta un personaje invencible, pero sí uno al que le ha sobrado talento político en estos años.

Toca votar y volver a votar, y volver a votar, y volver a votar. Aunque coloquen cien motorizados a la puerta del centro de votación. Página 12, periódico de izquierda, decía "el mejor propagandista de la idea de que Chávez es un autoritario, es el propio Chávez cada vez que abre la boca para decir que los que no piensan como él son una mierda". En Bolivia, Evo Morales está contra la pared, y en Ecuador, Correa comienza a establecer una discreta distancia con Chávez, al que algunos prematuramente lo dan ya por acabado políticamente. Paciencia.

Anónimo dijo...

Elías PINO ITURRIETA: El lobo herido

ND / El Universal

El lobo herido

Un demócrata a palos porque no aceptó el escrutinio de agrado, sino por fuerza

De nuevo fue mezquino Chávez con sus adversarios, quizá como nunca. El lobo herido cerca del corazón no podía mostrar su habitual arrogancia de dueño de la comarca, pero sacó fuerzas de flaquezas para asegurar que sólo había sufrido un rasguño. Más todavía, lamentó el destino de unos contrincantes que sólo fueron capaces de obtener una victoria tan menguada, pero tan menguada, que jamás incluiría él en la vitrina de sus hazañas un trofeo así de insignificante. Escandalosa patraña. Si hubiera encontrado entonces bálsamo en el calor de una sola bayoneta, el desconocimiento de la voluntad popular fuera hecho cumplido.

Si en la víspera del fracaso hubiera topado con el diablo, no habría dudado en proponerle un pacto por el mendrugo de un solo voto salvador. Pero ni siquiera Satanás podía entonces pelear contra la realidad, pese a que el suplicante se afanó en buscarlo durante diez horas agónicas. Después no tuvo más remedio que reconocer la derrota en medio de vergonzosos regateos que comenzaron por insistir en el aprieto de los resultados, como si se tratara de una partida de bolas criollas, y terminaron con la insolencia de achacarle la fatal negación de las estadísticas a la inmadurez de los electores.

Haciéndose de la vista gorda ante los detalles, los aduladores han apreciado la comparecencia de su líder como un testimonio de respeto a las reglas del juego, y hasta como un gesto de gallardía, pero fue apenas la mueca de un demócrata a palos.

De un demócrata a palos porque no aceptó el escrutinio de agrado, sino por fuerza y después de oportunos arreglos. Conviene mirar hacia la intimidad de las diez horas agónicas durante las cuales manaba la sangre de su herida, para apreciar cómo buscó una solución de arbitrariedad con el objeto de evitar una catástrofe personal. Ordenó la parálisis del CNE que acumulaba ya una masa de datos suficiente para cantar un descalabro sin atenuantes y que manejaba una tecnología gracias a la cual podía divulgar los resultados totales del referendo en el plazo de 180 minutos. Detuvo el reloj del CNE durante diez horas, mientras los rectores esperaban lo que se dispusiera en palacio.

El cronómetro de los rectores sólo calculó los minutos que corrían en la zozobra del quirófano de Miraflores, sin contar ni un segundo siquiera la angustia de los electores. Han esgrimido cualquier argumento para explicar una renuencia inexplicable, para justificar una morosidad que desatendía la expectativa de millones de ciudadanos a quienes sólo importaba el destino de sus votos manifestado con autonomía, pero no han convencido a nadie.

Tal vez porque no saben lo que es autonomía, porque no han sentido desde que están en sus cargos la satisfacción de una conducta libre, prefirieron ocuparse exclusivamente de la bestia acribillada en las cercanías de su órgano vital sin velar por la sociedad que padecía la enormidad de su incuria. Al final debieron conformarse con el papel de remendadores de dígitos para que no se viera la magnitud del boquete en el pellejo del patrón, pues el especimen relativamente recuperado deseaba presentarse con un arañazo capaz de disminuir el triunfo de sus adversarios. Comandante en Jefe, le recetamos el paño caliente de unos retoques electorales para que apenas se vean sus magulladuras, habían recomendado antes los mandamases del cuartel. Tal había sido la cautelosa decisión de los hombres de armas rendidos ante las evidencias de lo que parecía la mutación, inexplicable para ellos, de una sociedad de gallinas convertida en legión de toros de casta; ante el rompecabezas, insondable igualmente para ellos, del establo nacional transformado en fulgurante coliseo.

Como respuesta, los gladiadores triunfantes remiten un mensaje de paz y amor a quien urdió sin éxito las maquinaciones para salirse con la suya. Pese a que las maquinaciones se detuvieron cuando en las alturas de un poder aturdido y menguado se midió la estatura descomunal de los rivales, han preferido estos bajarse del pedestal para repartir ramos de oliva. Nos inclinamos ante una oferta tan generosa y tan republicana para un pueblo que ha pasado en los últimos años ásperas pruebas, pero con razonable prevención. Como las paces no se remiten al Hermano Lobo que dialogaba con el santo de Asís mientras comía de la mano de los vecinos en una aldea candorosa, sino a Comandante Lobo capaz de fraguar inimaginables intrigas cuando salga de la clínica, inimaginables traumas y dolores que pueden conducir al desconocimiento de la gesta democrática del 2 de diciembre, con la licencia de Hermano Sol y Hermana Luna conviene dejar las conductas franciscanas para tiempos más apacibles.