Con un discurso gastado y sin brújula que le dé dirección política, luce el presidente Chávez. Regañón, amenazante y hasta malhumorado se ha presentado ante las cámaras de televisión una y otra vez a partir del pasado 2D. Sigue empeñado en guerras, enfrentamientos, peleas, mientras la mayoría de los venezolanos no andan en eso, por el contrario, quieren paz y solución a sus problemas.
Existe la sensación generalizada de haber perdido irresponsablemente un año. El 28 de diciembre pasado desde el patio de la Academia Militar el Presidente anunció al país lo que sería su gran proyecto para el 2007, la reforma constitucional. Desde ese momento puso a todo el país a esperarla. Se tomó meses para construir su propuesta antes de presentarla en la Asamblea. Lo que había nacido como la modificación de la norma que le impide la reelección, terminó convertido en un proyecto demasiado denso y hegemónico, que pretendía darse todo el poder a sí mismo y reducir al pueblo a ser su obediente súbdito.
¿Es que nadie le ha dicho al Presidente que fue lo que mayoritariamente sintió el venezolano con su propuesta? Perdió otro año sin resolver los problemas de la gente y sólo ocupándose de su ambición de poder. Mientras la Asamblea discutía y aumentaba el poder de Chávez, a los venezolanos los sigue hostigando y asesinando el hampa.
Su pueblo lo vio como un demócrata cuando reconoció la madrugada del 3D su derrota, pero a las 24 horas había botado ese momento cuando iracundo, junto al alto mando, descalificó con palabras soeces. Demostró que no se controla y eso no gusta ni a sus propios partidarios. Lejos de hacerlo ver como más fuerte, esas reacciones públicas lo debilitan ante un pueblo que demostró que es demócrata, que sabe ganar pero también que sabe perder.
Luego, lejos de proceder a una autocrítica, a una revisión de su proyecto y de su gestión para corregirse, para tratar de entender los resultados electorales, se lanzó en su siguiente aparición pública con una monserga de regaños a quienes no votaron por él, tanto a los que votaron NO como a los que dejaron de votar, dejando colar su conclusión de mal perdedor: seré vengado, pasaré factura. Demasiados años en el poder lo han vuelto soberbio y le han atrofiado el olfato político sin duda. Lo que hasta ahora ha sido práctica común en contra de la dirigencia opositora, la persecución y la descalificación constante, ahora anuncia que lo hará con el pueblo que lo traicionó. Ya lo descalifica, pronto lo perseguirá.
En lo internacional las cosas también van de mal en peor. El venezolano no quiere pelear con Colombia, pero su lengua destemplada y sin freno sigue lanzando amenazas e insultos a ese gobierno. En el Uruguay lanza un decreto de guerra en contra de "las oligarquías" bolivianas que amenazan a Evo, no apelando a mecanismos internacionales de resolución de conflictos, sino en franca y abierta amenaza de intervención militar, como si Bolivia fuese un protectorado nuestro. El imperio venezolano actuando más allá de sus fronteras de manera unilateral y no mediante los organismos hemisféricos que deben preservar la democracia. ¿Habrá pensado el Presidente qué madre venezolana va a apoyar que su hijo se vaya a otra tierra a pelear una guerra que no es nuestra?
Sus propios dirigentes se encuentran ahora temerosos de la furia del líder. No saben para dónde girará la rueda. Temen por sus cabezas. Se están haciendo las facturas para cobrarles a gobernadores y alcaldes la derrota. Hasta un becario que recibe una mísera suma en alguna misión está hoy cuestionado por el Presidente y siente el riesgo de quien lo amenaza desde el poder con quitársela por traidor.
Horas en cadena nacional dedicó a poner en duda si la muerte de Bolívar fue por enfermedad o fue un asesinato. Si fuere lo segundo (cosa que parece haber inventado para tener más razones para pelear con los colombianos de hoy como herederos de los colombianos de hace dos siglos), ¿qué hará con los supuestos asesinos? ¿Los juzgará y condenará a cadena perpetua o sentenciará a morir a quienes ya están muertos? Incapaz de instrumentar un plan de seguridad que brinde a los venezolanos de hoy protección a sus vidas y bienes y castigo a los delincuentes, dedica sus horas a pelear con los fantasmas. Mientras, el pueblo observa y comenta.
¿Qué sucedió con el olfato político del Presidente? Siempre fue muy agudo y supo en cada ocasión, desde 1998, montarse en un discurso que le garantizaba apoyo popular. Este año perdió la brújula, se alejó del pueblo y no ha dado pie con bola. Pero desde la derrota del 2D está peor. Entienda, Presidente, que el venezolano no quiere guerra, ni interna ni externa. Por eso, entre otras cosas, votó el 2D. El pueblo se cansó y se expresó.
1 comentario:
Constituyente NO, por ahora
por Eduardo CASANOVA
Cuando un militar que se hizo el loco a partir del golpe de 1992, que repuso a Chávez en el poder cuando Chávez masacró a los caraqueños en abril del 2002, y que como ministro de defensa de Chávez aceptó sin chistar aquello de “patria socialismo o muerte” en los cuarteles, propone una Constituyente después del fracaso de Chávez cuando quiso imponer el socialismo sovietizante por vía de un referéndum, todas las alarmas deben encenderse. Lo menos que se puede pensar es que ante el mensaje clarísimo de las encuestas, que anunciaban un rotundo fracaso de Chávez en el referéndum, los laboratorios cubano-venezolanos diseñaron un esquema que ponía al militar de marras en posición del héroe del NO, para que obtuviera una posición importante en la oposición, tal como el abogado Escarrá, que favorecía a Chávez con el cuento de la abstención. La abstención fue derrotada por los hechos, y la oposición obtuvo una clara victoria, ayudada por el trabajo estupendo de los estudiantes. Ahora hay que impedir, sin necesidad de escándalos, el proyecto de Constituyente del militar de marras, que perfectamente puede estar diseñado para que se imponga por otra vía, el proyecto sovietizante, en especial en lo de la reelección eterna del caudillo fascista que está en Miraflores.
No es tiempo de Constituyente, y no lo va a ser mientras el caudillo fascista tenga aún engañada a tanta gente. Es necesario dejar que el tiempo, la incompetencia, la corrupción y los abusos de los fascistas que están en el poder terminen de desgastar el apoyo que aún conservan entre los menos favorecidos. Y entonces sí se podría pensar en hacer una Constituyente, a la que la oposición debe ir unificada y con metas muy claras, como la no reelección absoluta, la prohibición de que los militares activos participen en procesos electorales, la prohibición de que se postulen quienes hayan participado en un intento de golpe de estado, la separación total de poderes, el castigo a la corrupción, la prohibición absoluta a que se use el dinero del estado con fines políticos en el extranjero y con fines proselitistas en el territorio nacional, la prohibición total del culto a la personalidad en todos los niveles, la recuperación del nombre “República de Venezuela” y de la bandera de siete estrellas, y cualesquiera otros principios que impidan que se repitan los horrores que el país y su población han soportado desde 1999.
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