POR:ROBERTO GIUSTI
Decisiones presidenciales en materia educativa demuestran debilidad
El espectáculo de Chávez cediendo terreno, nadando contra la corriente y pidiendo tiempo para tomar un respiro, resulta literalmente increíble. Luego de nueve años de hegemonía casi total, con momentos excepcionales como aquellos que antecedieron al 11 de abril y los meses posteriores, la ofensiva en el objetivo de acumular poder, concentrarlo y expandirlo no se detuvo sino hasta el pasado 2 de diciembre.
Sólo que esa derrota, tan sorpresiva para Chávez como para quienes le adversan, tampoco fue asimilada en la hondura de sus repercusiones. Por eso, a pesar de las resoluciones de revisión, rectificación y reimpulso ofrecidas por el presidente, éste comenzó a actuar como si hubiera ganado, mientras la oposición permaneció ajena a unas repercusiones que ya no sólo representaban el rechazo a la reforma constitucional, sino también a quien la pregonaba.
No se trataba, entonces, de volver al punto de partida decretado por los votantes (Constitución de 1999), sino de avanzar hacia otro punto aun no totalmente despejado y por tanto riesgoso ante la incertidumbre que encierra la naturaleza del cambio, (reclamo casi unánime) y la forma en que debe producirse.
Marcha hacia atrás
Hasta ahora la tendencia luce irrefrenable y las encuestas, que así lo indican, demuestran cómo el apoyo popular a Chávez continúa desmoronándose sin que ninguno de los esfuerzos por evitarlo haya surtido efecto. Y esto es así porque Chávez, antes que rectificar, insistió en lo que llama la "radicalización del proceso". El menosprecio por el campanazo del 2 de diciembre lo descendió a los peores niveles de popularidad que jamás haya tenido y ahora, cuando parece estar comprendiendo el error, parece demasiado tarde.
Chávez recula ante la campaña contra el el currículo bolivariano, Chávez ordena a su ninistro de educación superior aplicar "el principio de flexibilización" y echa para atrás la eliminación de las pruebas internas aplicadas por las universidades autónomas; Chávez da instrucciones a su vicepresidente para que suspenda el plan de construir edifcios en La Carlota; Chávez advierte a sus familiares que se defiendan ellos de las acusaciones de corrupción; Chávez regaña a Acosta Carlez
Pero no solamente se trata dede de la "r" de retroceso, agregada a las otras tres erres", en el intento de frenar la caída, sino de una demostración de debilidad nunca antes observada en él, peleador nato que salía a buscar el nock out cuando el adversario se envalentonaba. Ahora no, ahora retrocede, se apoya en las cuerdas y antes que para tirar golpes usa los guantes para cubrirse.
Curándose en salud
Así, no espero a que comenzaran las grandes manifestaciones contra la reforma educativa y escudándose es un eventual referendo, que no ocurrirá si pierde en noviembre, dejó las cosas como estaban, es decir, desistió de su intento y tiró la toalla en un discurso que dejó fuera de la cadena. Lo mismo ocurrió con los otros casos ya menciondos, en un cambio de táctica dirigido a evitar derrotas mayores que repercutan negativamente en las elecciones de noviembre.
Otra vez parece haber llegado tarde y mal porque el asunto no se queda en un mero viraje táctico sino en palmaria demostraci´ón de extrem debilidad en su flanco otrora más fuerte: el apoyo popular que le permitió imponer lo quele venía en gana sin mayor resistencia o pese a ésta.
Gobernabilidad y autoridad
Pero quizás más grave aún resulta la pérdida de gobernabilidad ante un estado de desorden general cuya expresión más impresionante sido la demostración del paramilitarismo chavista, pequeño estado dentro del estado, que impone su ley en el 23 de enero (la de las armas largas) sin que el gobierno muestre la menor intención (¿por incapacidad, por temor o por complicidad?) de reducirlo y garantizar el orden a las víctimas de grupos que sólo plasman en su accionar las directrices contenidas en el discurso chavista.
La única reacción de Chávez fue acusar a lo más radicales entre sus (¿antiguos?) partidarios de agentes de la CIA (cualquier lo puede ser: desde el General Salazar hasta Los Tupamaros, pasando por Monseñor Porras), lo cual deja en entredicho su autoridad como jefe de Estado a la hora de cumplir deberes elementales como el de garantizar el orden.
Yo sobreviviré
Todo esto ocurre, además, en el contexto de un proceso de descomposición que se expresa en las acusaciones de corrupción que no sólo involucran a la familia presidencial, sino a otros sujetos, provenientes de las mismas filas de la alta dirigencia chavista, donde la lucha por los cargos, prebendas y comisiones, antes soterrado pero ahora ya público, da cuenta de cómo el liderazgo ante el cual todas las diferencias desaparecían, ahora es puesto en cuestión en voz cada vez menos baja.
Las denuncias contra Isaías Roríguez refleja, en particular, lo que es una situación generalizada: la corrupción que alimenta los poderes públicos y demás organismos del Estado, la forma aberrante de impartir "justicia, condenando a inocentes y liberando culpables y la guerra a muerte entre facciones chavistas (una que trata de elevar a Rodríguez hasta el TSJ y otra que devela el sórdido tinglado que montó para "construir" su "verdad" procesal.
Pero además aparece el otro elemento: la incapacidad de un gobierno que no ha podido resolver los problemas más acuciantes, ocupado, como está, en edificar un modelo socialista y buscándose nuevos problemas, que tampoco solucionará.
Es así como, en medio de una gran crisis que lo afecta directamente a él, Chávez incursiona en la generación de electricdad, entra en el negocio de las telecomunicaciones, dirige canales de televisión, se convierte en el gran lechero del país, administra hoteles y ahora es dueño y señor de la industria cementera. En picada su popularidad, en tela de juicio su autoridad, cercado por la corrupción y cada vez más cerca el 23 de noviembre, es claro que ya no lucha por imponer su proyecto, sino por sobrevivir.
1 comentario:
eL diario “El Nacional”, en su editorial “Unidad y oposición“, reclama a la oposición unidad ante los comicios.
Cuando se habla de oposición en un momento de crisis tan profunda como la que vive nuestro país, no se habla de una banalidad. Se habla de algo que trasciende la vieja connotación que se le da a la palabra. En esta época, oposición significa debate, contraposición de ideas y de teorías, de proyectos políticos, de formas y maneras de entender y concebir el país. Más allá de las disputas por el poder está en juego el destino de Venezuela como nación, como país pluralista y como Estado democrático. De modo que la oposición es variada, y esto tiene ventajas indudables porque revela la inquietud general que comparten los venezolanos, pero al propio tiempo la multiplicidad puede ser dispersión.
De ahí que se trate de un desafío sin precedentes. Estamos frente a una revolución que rehúsa reconocer los resultados del referéndum sobre la reforma constitucional y se obstina en aplicar sus esquemas violando la voluntad popular. El Presidente de la República no gobierna, está declarado en campaña día y noche, enajenando de manera inverosímil los recursos de la nación para sus tejemanejes proselitistas, repartiendo subsidios a troche y moche, buscando angustiosamente la adhesión popular que tiene perdida por sus reiterados incumplimientos y fracasos.
Frente a proyectos tan demenciales como la adaptación del currículo educacional a los intereses y dogmas militaristas de la revolución, de buenas a primeras (y al advertir el rechazo nacional a sus empeños), decide postergar el proyecto, pero la verdad es que ya el Gobierno tiene editados millones de textos para repartir entre los estudiantes, y seguramente lo hará porque esa es su conducta irrefrenable. De modo que no se puede bajar la guardia, ni en esto como en ninguno de los otros planes. El Gobierno actúa bajo la obsesión dominante, la imposición a como dé lugar de su doctrina y de su control del poder.
Tanto en lo nacional como en lo internacional, el Gobierno desconoce los intereses venezolanos, nacionaliza esto y aquello: ahora le tocó el turno a Cemex, con lo cual la desconfianza en las inversiones en Venezuela se consagra de manera absoluta. Es la negación de los antiguos ideales de la integración en aras de la demagogia cotidiana con la cual el Presidente pretende imponer sus candidatos favoritos en noviembre.
Nunca había sido tan complejo ejercer la oposición en Venezuela. Reconocido esto, es preciso que los amplios sectores opositores comprendan que lo que está en sus manos es una causa nacional y no una causa parcial. La palabra unidad es, por tanto, la primera prioridad del orden del día. Sin unidad se le hace un regalo a un régimen que ha demostrado tanta incapacidad como vocación para el derroche, y se le causa a Venezuela un daño irreparable.
El Gobierno sabe que está en picada. Lo único que puede amortiguar su decadencia sería la incomprensión suicidad de que la unidad de la oposición es lo prioritario. Es una lucha eminentemente civil, esto es crucial.
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