POR: JOSÉ GUERRA.
Cada vez más el gobierno de Hugo Chávez se parece al que presidió Salvador Allende en Chile y cuyo modelo, al hacer crisis entre 1972 y 1973, facilitó el golpe de Estado que se venía fraguando y que encontró condiciones ideales en un manejo de política económica totalmente equivocado. Claro, Allende, hombre profundamente democrático, no contaba con los extraordinarios ingresos externos que tiene la administración de Chávez para capear la coyuntura ni tampoco la oposición venezolana está unificada como lo estuvo la chilena que conspiró contra Allende. Existe la sensación en Venezuela que, no obstante los elevados recursos petroleros que entran a raudales a las arcas públicas, al gobierno se le está escapando el manejo de la situación económica y financiera. Cada día surge una toma de alguna empresa o finca sin justificación alguna, situación que paraliza la producción y profundiza la incertidumbre al tiempo que los organismos encargados de aplicar la ley se muestran inmovilizados para restaurar la convivencia obrero-patronal.
Un caso emblemático es el de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) la cual en tres meses ha enfrentado nueve paralizaciones por la interminable discusión de un contrato colectivo, lo que se convirtió en una excusa para su estatización, con lo cual se da un paso más en el control estatal de la economía nacional. A ello hay que agregar la toma de la empresa FEMSA-Coca Cola por parte de ex trabajadores que reclaman el pago por los servicios prestados. Aunque el TSJ ha facilitado un acuerdo, un grupo envalentonado impide la manufactura de las gaseosas y las labores de miles de empleados que pueden ver en peligro sus puestos de trabajo. Una diputada del estado Táchira llegó a sugerir la nacionalización de la empresa.
La industria automotriz y de auto partes no escapa del descontrol. Por una disputa laboral en la empresa Metalpress, la producción de vehículos Mitsubishi y Hyundai se encuentra detenida, con lo cual se ha exacerbado la escasez de automóviles con la consiguiente elevación de los precios. De esta manera, un problema con un proveedor, Metalpress, se transforma, por la falta de autoridad, en un factor de perturbación de las actividades de industrias fundamentales para Venezuela. Situación similar se vive en la compañía Toyota, que ha tenido que lidiar con dos situaciones embarazosas. Por una parte, la negativa de Cadivi de entregar las divisas en cantidad suficiente para cubrir un mercado automotor en crecimiento y, por la otra, el barullo que ha armado un sindicato que cada vez que le viene en ganas paraliza la producción de esa industria, sin que las autoridades laborales garanticen la continuidad de las actividades en la planta ubicada en la ciudad de Cumaná. Pero si esto no bastara, la empresa Firestone ha sido presa de conflictos entre un sindicato que se postula como bolivariano y con ese título en la mano quiere desconocer al sindicato electo, lo que llevó a la toma de la planta situada en Valencia y al cese de la producción de cauchos, lo que a su vez ha afectado la producción de vehículos de la General Motors, Chrysler y Toyota. Ahora es un grupo de ex trabajadores los que obstaculizan las actividades normales de la empresa, sin que el gobierno restituya el orden y aplique la ley.
Hasta hace poco, el comercio fronterizo con Colombia estuvo detenido tras la muerte de Raúl Reyes, Jefe de las FARC, lo que se tradujo en mercancías que se dejaron de exportarse e importarse. Más recientemente, la pesca industrial recibió un golpe mortal con la prohibición de la captura de especies marinas con embarcaciones retropescadoras. Aunque ciertamente, si la faena de estas embarcaciones no se regula adecuadamente pude ocasionarse daños al ecosistema, pero pretender que la pesca a cordel puede abastecer al mercado interno de pescado y frutos del mar no pasa de ser una ilusión. En todos los países del mundo existe la pesca de arrastre con los controles del caso por parte del Estado. La consecuencia es que ya comienza a escasear el pescado.
A todo lo anterior se ha sumado un desconcierto en el manejo de las finanzas públicas con colocaciones de bonos y notas estructuradas cada quien por su cuenta sin la debida coordinación, pero con un elemento común, la discrecionalidad, corrupción y el manejo de información privilegiada. Por una parte, la Electricidad de Caracas adjudica a dedo más US$ 600 con un tipo de cambio implícito de Bs/US$ 3.700 y por la otra el Ministerio de Finanzas se apresta a lanzar una emisión de bonos que supone, en los hechos, una devaluación. Esto sugiere que el presidente Chávez no está al control de este gran caos en que se encuentra Venezuela. Si él no puede o no quiere poner concierto en el desconcierto, alguien debe hacerlo.
1 comentario:
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