POR:FAUSTO MASÓ.
¿Qué ocurre cuando el dinero es el alma de la política? La deslealtad, el testigo alquilado, el militante ladrón, el radical fingido, el partido clientelista, los empresarios con maletas millonarias. El lema del socialismo del siglo XXI es ¡abajo Gramsci, viva la chequera! Se corrompió con demasiada celeridad la V República, los viejos partidos demoraron medio siglo en pudrirse. Chávez inventó el mejor socialismo que el dinero puede comprar. "Ta’ barato, dame dos fábricas", dice. Falta cemento y compra las cementeras sin aclarar que pasó con la cementera iraní y con la fábrica para producir fábricas.
Hasta diciembre lo obedecían los suyos porque creían que gobernaría indefinidamente, al tiempo que el miedo acoquinaba a sus enemigos. Hoy chavistas y antichavistas le faltan al respeto, le quedan las armas del dinero, su habilidad y la incapacidad de la oposición para volverse alternativa y representar el sueño de una Venezuela decente sin excluidos ni políticos ladrones.
A los antiguos accionistas de Cantv, la Electricidad y la pasteurizadora Los Andes no les preocupa el riesgo país, encontraron un comprador solvente: los supuestamente nuevos propietarios, los venezolanos, participan en este socialismo como lo hicieron en la Gran Venezuela de Carlos Andrés, cuando Pérez estatizó el hierro, el petróleo, hoteles, el embarcadero y al final recibieron como herencia la deuda y el Viernes Negro. Ramón Martínez acertó cuando dijo que han resucitado a la antigua Conahotu y a Corpomercadeo. Hay una diferencia: en la IV República había instituciones, hoy nada impide supuestos negocios como el de los bonos de la electricidad. Rosellini, en la película Roma, ciudad abierta, presentaba el heroísmo del militante comunista de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, nuestro hombre nuevo nació tan podrido como un cadáver expuesto al sol una semana. Chávez oyó campanas sin saber dónde era la misa. ¿Cuánto vale el alma?, preguntaban los católicos que compraban las indulgencias para llegar al cielo por la vía del soborno. Hoy Chávez cambió el socialismo por lo que detestaba Marx, la avaricia, el cálculo, la alienación: ha corrompido una idea noble, la de la justicia. Quizá el futuro sea un chavismo sin Chávez, incluso en la propia América Latina.
Lula ha combinado crecimiento económico con justicia social, el desprestigio de los políticos tradicionales le abre las puertas a nuevos líderes en el continente. Por ahora, la tarea de la oposición consiste en derrotar electoralmente a Chávez, lo que requiere no contar los pollos antes de nacer y al día siguiente de la victoria volverse una alternativa capaz de indignarse ante la corrupción y prometer y cumplir meter presos a los ladrones. Los primeros años del proceso la oposición dominaba el Congreso y aceptó celebrar una Constituyente, a continuación casi fue mayoría en la Asamblea y controlaba las principales gobernaciones. Le faltó convertirse en alternativa, contar con una verdadera política. A partir de noviembre la oposición tendrá una segunda oportunidad. Ahí se verá, porque Chávez no es ni manco ni demasiado escrupuloso y ha aprendido algo en estos 10 años, a lo que se arriesga si pierde el poder. Otra cosa: ¿podrá Venezuela entrar al Mercosur si estatizan Sidor?
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