POR: CARLOS BLANCO.
Tiempo de Palabra.
"Tal vez Anderson estaba a punto de revelar algo gordo o se le atravesó a alguien"
"Tal vez Anderson estaba a punto de revelar algo gordo o se le atravesó a alguien"
EL MUSEO DEL HORROR
Chávez ha cerrado filas con Isaías y se ha hundido un poco más en el tremedal. El país presencia estos días una operación de encubrimiento masivo: una capa de mentiras es recubierta por otra y otra y otra. Los autores de las primeras ya no se acuerdan de lo que inventaron y se contradicen y se enmiendan unos a otros, sin pudor. Es una operación que envuelve al Ministerio Público, al Poder Ejecutivo y al Poder Judicial (posada en donde Isaías se guarece, por ahora). Falta el acuerdo parlamentario de solidaridad con el ex fiscal, ante lo que será señalado como una grosera operación de la CIA.
Se hace necesario indagar por qué toda la estructura del Estado se mueve de manera abierta en la defensa de lo indefendible; por qué, sin mucho miramiento, Chávez instruye públicamente a la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, de cómo no se debe investigar a su predecesor. El país, mientras tanto, tiene el derecho a saber por qué no se averigua quién mató a Danilo Anderson; por qué las hipótesis asomadas por quienes dudan de la versión de Isaías Rodríguez no han sido investigadas.
¿POR QUÉ? Ese oscuro personaje, que da grima antes y ahora, el "testigo estrella", confirma que es partícipe y testigo de varios crímenes, y sale tan campante del país. Pero no hay que equivocarse: no es sólo que éste mintió, como si fuera el autor de sus mentiras, sino que formó parte de un entramado de simulaciones, ocultamiento y crimen, del cual es un fragmento, tal vez de los más grotescos, pero sólo un fragmento.
Ese sujeto fue requerido para cumplir una función dentro de una trama, así como fueron convencidos fiscales del Ministerio Público, jueces, policías, testigos falsos y otros personajes. Es posible que haya sido producto de una maquinación urdida por el ex fiscal, por motivaciones terribles instaladas en los recovecos de su alma, como él se ha encargado de publicitar en sus relatos autobiográficos. No hay que olvidar que Isaías proclama cada abril cómo fue que él rescató a Chávez cuando éste estaba renunciado, aterido entre las sotanas de sus protectores. No hay que olvidar la dimensión heroica que Isaías tiene para... Isaías.
La otra posibilidad es que haya sido producto de un proceso concertado para desviar la investigación con dos motivaciones alternativas o complementarias: acusar a unos inocentes para sacarlos del escenario, lo cual es evidente en el caso de la combativa periodista Patricia Poleo y en el caso del empresario Nelson Mezerhane. Con Patricia Poleo el Gobierno había alcanzado altos grados de exasperación porque la periodista se convirtió, en un momento, en referencia política; en el caso de Nelson Mezerhane, la explicación más plausible es que querían callar u obligar a vender a Globovisión, empresa en la cual participa como socio. No lo conocían.
Es factible que para involucrar a los demás hubiese similares razones (apartarlos del camino, meterlos como relleno en la trama, justificar los delitos cometidos en nombre de la solución del crimen de Anderson).
Los que manejaron la escabrosa conjuración no contaban con el coraje personal de los acusados y con que, desde entonces, éstos dedicarían sus vidas a defender su honor y a sus familias. Su tarea ha sido la de liberarse de imputaciones (lo que ante la opinión pública lograron sin dificultad y hace tiempo) y desmontar la nauseabunda trama que sus actores ahora contribuyen a develar.
Una alternativa puede ser también la de impedir o distorsionar la búsqueda de los asesinos materiales e intelectuales de Danilo Anderson. Ahora las preguntas se vuelven hacia "los enanos", detrás de los cuales siempre suele haber "gigantes"; la curiosidad se orienta a saber quién se beneficiaba o perjudicaba con las investigaciones del fiscal asesinado y de qué circuitos éste formaba parte. Tal vez, como se lee en las novelas policiales, el criminal está en el costado de alguna foto, en la escena del crimen. Tal vez Anderson estaba a punto de revelar algo gordo o se le atravesó a alguien en su camino.
Mientras todos los ocultamientos ocurrían, los López Castillo y otras familias lloran desde entonces a sus hijos muertos, varios perdieron su libertad o fueron arrojados del país; mientras, entre los autores de la patraña, la culpa hace su infatigable trabajo sobre conciencias podridas; porque lo del fiscal que habló, seguido del "testigo" de Isaías, reventó el tubo de aguas negras que baja desde el poder hasta la ciudad. No hay crimen perfecto, ni siquiera los de Estado.
MÁS EPISODIOS. Este sórdido episodio apenas comienza y es el telón sobre el cual el Gobierno actúa en una de las operaciones más brutales que se haya realizado contra la sociedad, que es la masiva estatificación de los medios de producción privados (dicho en buen marxismo). No es socialismo, como las ánimas del purgatorio bolivariano desearían, es la repetición, a escala monumental, de las peores aristas del modelo económico que imperó en América Latina desde los años 30 hasta los 80.
Para proceder en esta dirección anuncia, simultáneamente, una alianza con la burguesía nacional -que la globalización ha absorbido- y cuyos integrantes en Venezuela han sido destruidos como clase. No, por cierto, para ser sustituidos por la dirección del proletariado y de las clases revolucionarias de enigmática existencia, sino para colocar en su lugar a las voraces pirañas que devastan Pdvsa y a todo lo que se mueva y tenga más de dos ceros a la derecha.
La revolución bolivariana, sumergida en caldo pútrido, es un conservado y rígido cadáver, al cual se le ha dejado la boca medio abierta, para que unos vean una sonrisa y piensen que es amable, en tanto otros divisen unos dientecillos puntiagudos y se aterroricen. Lo que existe es un Estado que se amplifica como tumor contumaz y, en esa medida, se anula como prestador de servicios. A su amparo crece una mafia empresarial bolivariana en la cual como nunca antes en una historia que, por lo demás, ha sido abundante en esos episodios, "los intereses especiales" privados han capturado la renta petrolera en la porción que no es del directo interés político del dueño de la hacienda.
Lo que Chávez no ha logrado entender a plenitud es que su Estado grandote, mío de mí, ese juguete de jeque con el que retoza, no puede manejarse sin que a su vera florezcan como parásitos diversos grupos de burócratas bolivarianos y sus socios de la nueva mafia empresarial.
Mientras esto ocurre, los ciudadanos se abalanzan sobre la gasolina en Táchira, se reparten las escasas provisiones de leche en Caracas, se amargan por el azúcar, se alzan en Sabaneta, y observan, a lo lejos, cómo florece el árbol de la ciencia con miles de candidatos que hoy no se pueden ocupar de los ciudadanos pero que prometen redimirlos tras noviembre.
Mientras, un recuerdo a la inmensa victoria popular del 11 de abril y a los caídos de esa hora.
2 comentarios:
Marta Colomina // Inmundicia "institucional"
La justicia no es para castigar a los delincuentes sino a quienes se oponen a las decisiones del poder
El fiscal Quincuagésimo Sexto, José Contreras Pérez, se habrá sentido aliviado al escuchar la encendida defensa que hizo el presidente Chávez del envilecido ex Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, durante la cadena realizada con motivo de la promulgación de la temible Ley de Policía Nacional, la cual sacralizará el ¡disparen a matar! sin orden judicial, ni presencia del Ministerio Público. El espaldarazo presidencial a Isaías Rodríguez constituye prueba irrefutable de la veracidad de las denuncias hechas por Contreras en torno a los responsables de las monstruosas irregularidades y crímenes cometidos en torno al caso Anderson, devenido en un perverso instrumento para liquidar vidas y reputaciones de venezolanos honorables.
Como el lector recordará, el fiscal Contreras dirigió una carta a la nueva Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, en la cual denunciaba que las declaraciones de Giovanny Vázquez, "testigo estrella" del caso Anderson, habían sido manipuladas por Isaías Rodríguez y forjado el expediente en numerosas oportunidades. "La responsabilidad sobre el cambio del contenido de las actas de entrevistas rendidas por el testigo -reza textualmente la carta de Contreras- recaía directamente en la persona del entonces Fiscal General (... ) quien alegaba, luego de leerlas, que éstas debían ser consultadas con "el alto Gobierno ya que esta investigación era un problema de Estado; posteriormente nos reunía a los fiscales comisionados y nos decía que debíamos quitar a tal persona o colocar el nombre de esta otra, así como decir sus rasgos o características que pudieran individualizarla (... ) Nada se hacía si no era con instrucciones precisas".
Cada vez que se borraban nombres de posibles imputados y se incluían otros nuevos como consecuencia de las "consultas con el alto Gobierno", tal acta se desechaba y se hacía una nueva, para lo cual había que llamar una vez más al "testigo estrella" a fin de que "acusase" a los nuevos imputados y firmase el acta correspondiente. Así entraron y salieron los nombres del fallecido y respetadísimo Cardenal Castillo Lara, de María Corina Machado y otros. La práctica llegó a ser tan común -según relato de Giovanny Vázquez de Armas coincidente con lo dicho por Contreras a la Fiscal General- que los fiscales le presentaron a Vázquez de Armas numerosas hojas en blanco para que las firmase, cosa que, en efecto, hizo. Esa es la razón por la cual, aunque muchas de esas actas fueron destruidas, otras fueron rescatadas como prueba de la nauseabunda corrupción de este grupo gangsteril.
En el truculento relato hecho estos días por el prolífico mitómano Vázquez de Armas -plagado de contradicciones- hay varias partes que coinciden con las documentadas denuncias del fiscal Contreras, como, por ejemplo, "las declaraciones anticipadas" que no fueron tales y que, sin embargo, fueron usadas para pedir privativa de libertad contra personas que resultaron ser inocentes, y que, en su mayoría, habían expresado públicamente su disenso con el régimen.
El sórdido espectáculo del pasado miércoles con la excusa de la promulgación de la "Ley de Policía Nacional" tenía un objetivo muy distinto, no de otra manera se explica la presencia allí de todos los poderes públicos. Estaban la presidenta del TSJ, simulando creer en el manipulado Latinobarómetro mostrado por Chávez en el cual aparecía Venezuela en el primer lugar de "acceso a la Justicia", olvidando que el "acceso" nada tiene que ver con la "calidad" y la independencia de la "justicia". Pretendió Chávez, sin lograrlo, opacar el reciente y duro informe de la CIDH sobre Venezuela, en el que se muestran numerosas evidencias del "ambiente hostil" contra la disidencia y la abierta injerencia presidencial en las decisiones de los tribunales del país regidos por jueces que, como el envilecido ex fiscal, reciben órdenes del "alto gobierno", que servilmente cumplen.
Y esa era la finalidad de la cadena: reunir a la nueva Fiscal y a las obedientes presidentas de la AN y del TSJ para darles (subrepticia, aunque claramente) una orden tajante: "Pido apoyo para el ex fiscal Isaías Rodríguez, ahora incorporado como conjuez". Y añadió cínicamente Chávez: "fortalezcamos las instituciones; no podrán debilitar la moral de la nueva institucionalidad".
Ya sabemos entonces que "la moral de la nueva institucionalidad" es garantizar la impunidad de quienes cometen delitos, así sean horrendos, en cumplimiento de las órdenes del "alto gobierno". No hay duda de que la justicia no es para castigar a los delincuentes (que, como vemos, son quienes la "administran"), sino para privar de la libertad a quienes se oponen a las cada vez más aberrantes decisiones del poder. Vean, si no, como Isaías, por orden del "alto gobierno" ya está protegido por el TSJ ¿Quieren mayor inmundicia "institucional"?
mcolomina@gmail.com
El fantasma de Anderson devela la trama totalitaria
El presidente Chávez se solidarizó con el ex fiscal general, Isaías Rodríguez, durante la promulgación de la Ley de Policía Nacional el pasado miércoles (ABN)
La compleja red del Estado bajo un solo poder queda al descubierto
ROBERTO GIUSTI
EL UNIVERSAL
Nunca se habría imaginado Danilo Anderson que su muerte terminaría convirtiéndose en la más acabada expresión del estruendoso fracaso por imponer un régimen totalitario. A poco menos de cuatro años del macabro episodio de Los Chaguaramos y todavía impune el crimen, el caso del joven fiscal termina explotándole en la cara a a títeres y titiriteros con sus secuelas de corrupción, arbitrariedad, abuso de poder y una sórdida cadena de crímenes que tienen un solo origen: la concentración casi ilimitada del poder en un solo puño.
Y decimos "casi ilimitada" porque el proceso de acumulación de los controles sobre los poderes públicos y también sobre los fácticos, si bien funcionó con eficacia en la generalidad de los casos, en otros, como los medios de comunicación, no logró cerrar el círculo y por esas grietas se le desfondó el tinglado de la dominación total.
Aquí no se trata sólo del sometimiento del sistema judicial o de la Fiscalía, sino de todo el aparato estatal que actúa como un todo, manejado desde un centro de poder que, en casos como el de Anderson, ejecuta todo tipo de arbitrariedades, garantiza impunidad, pervierte las investigaciones, condena inocentes, fabrica testimonios, compra testigos, adultera actas y utiliza a la justicia como arma política en una cadena que atraviesa a todas las instituciones: desde jueces y fiscales hasta funcionarios del gobierno, militares, policías, parlamentarios.
Soberbios y chambones
No fue sino la garantía de impunidad la que habría llevado a Anderson a negociar con quienes aparecían en la lista del 11 de abril, causa principal, como todo pareciera indicar, de su asesinato.
Esa misma impunidad le habría permitido al entonces fiscal Rodríguez y a sus subordinados desviar las investigaciones de su derrotero original, con lo cual no sólo dejaban a los verdaderos autores (tanto materiales como intelectuales) salirse de la suerte, sino inculpar y por tanto neutralizar a supuestos y peligrosos enemigos políticos del régimen.
Son dos los elementos clave para comprender cómo y por qué se derrumba el montaje: uno es la sensación de dominio absoluto. Todo está atado y bien atado, los mecanismos se han integrado armoniosamente, no hay fisuras, somos inalcanzables. Y el otro, como consecuencia del anterior, la chambonada, el descuido, la manera chapucera y descarada de atar los cabos, derivada no sólo de esa sensación de poder, sino de su incapacidad y carencia de elegancia a la hora de armar una trama medianamente potable.
Y aquí enlazamos por el principio. De no existir medios independientes y periodistas no sólo valientes sino acuciosos, incluso a pesar de las inconsistencias y contradicciones de la versión de la fiscalía, hoy en día el caso estaría cerrado, con un grupo de inocentes purgando condenas injustas y la opinión pública totalmente sometida a la versión manipulada de los medios oficiales.
La existencia de esa opinión pública consciente e informada permitió la derrota de la reforma constitucional, que no era otra cosa sino la institucionalización del modelo totalitario. Y son esos resultados electorales la causa , entre otras, de la deriva que ha tomado ahora el caso Anderson.
La sagrada palabra
La monolítica estructura de poder armada a lo largo de los primeros ocho años de gobierno se asentaba sobre una base legítima: el apoyo popular. Hugo Chávez estaba liquidando la democracia a través de uno de sus instrumentos básicos (el voto). El predominio de su discurso y la credibilidad que despertaba entre las mayorías lo hacían invulnerable a las denuncias de los medios. Su palabra era sagrada, incluso cuando quedaba en evidencia el divorcio entre la forma de imponer su hegemonía política y las normas éticas que deben caracterizar la actitud de un jefe de estado.
Por eso, aunque todas las taras y mitos del caso Anderson fueron denunciadas desde el principio por medios y periodistas, el control de los poderes, de la mayor parte de la opinión pública y el respaldo popular, actuaban como capa protectora de la tramoya. Chávez y lo suyos eran impermeables.
Lo que Luisa sabe
Ahora Anderson sale del olvido, las denuncias de antes siguen siendo las mismas, pero adquieren un peso inédito. Lo novedoso de esta resurrección es el cambio operado en la estructura de poder.
La brecha abierta el 2D se ensancha y la aparición del fiscal Contreras fue la señal de alarma. Ahora que ya perdió la confianza de las mayorías, Chávez se hace más vulnerable. Durante la promulgación de la Ley de Policía Nacional intentó transmitir la sensación de que sigue siendo el mismo de siempre rodeándose de los representantes de los poderes y solidarizándose con Isaías Rodríguez.
El mensaje es claro: todo sigue igual. Aquí mando yo e Isaías es inocente así los hechos lo condenen. Una forma de actuar comprensible si hubiera ganado el 2D. Pero ocurrió todo lo contrario, la tentativa totalitaria está cancelada y los intentos por relanzarla resultan ya patéticos. Bastaba sólo verle la cara a Luisa Ortega Díaz esa noche de la cadena para saber que ella también lo sabe.
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