POR:ARCANGEL VULCANO.
(Publicado el día martes 14 de noviembre del año 2.006).
La mayor ilusión es creer que Marx, Lenin, Stalin, Mao y Fidel Castro, estuvieran consagrados a la libertad y al bienestar de los trabajadores del mundo. Todo ha sido un engaño. El Comunismo es la gran ilusión de nuestro tiempo y la mayor catástrofe espiritual. El Papa Pío XI, con gran visión, definía el carácter íntimo del comunismo: “El mal que hay que combatir, es, considerado en su raíz más profunda, un mal de naturaleza espiritual, y de esta corrompida fuente ideológica es de donde brotan con una lógica diabólica todas las monstruosidades del Comunismo”. Esta es la clave fundamental para comprender y sanar tanto mal. Quien lo desconozca, yerra en el diagnóstico y en el remedio.
Son características comunes de las dictaduras totalitarias:Ideología oficial absorbente; partido único de masas, en el que es típica la jefatura de un solo hombre; culto y endiosamiento de los jefes máximos; sistema de control policíaco; dominio de los grandes medios de expresión y comunicación, de las masas por el Partido; ingerencia del Partido en las Fuerzas Armadas; dominio total del Partido en la economía; vivir en plan de guerra permanente; materialismo de la clase dominante; el Comunismo somete los medios de producción; cambio y distribución a la propiedad colectiva nacional; la ideología comunista pervierte intencionalmente los ideales de la Fraternidad universal, de compartir los bienes, de una sociedad sin clases; el Comunismo como régimen, en definitiva deriva o persigue un fin superior, la dictadura del Partido, capitalismo de Estado y esclavitud de los ciudadanos; el punto crítico es “el desbordamiento totalitario”. Si esto se les parece a algo ¿será pura coincidencia?...
El totalitarismo concede un valor absoluto al Estado. El Estado es fin de si mismo, y origen de todo derecho. El Estado totalitario, consiguientemente: determina por sí lo lícito y lo ilícito, lo que ha de hacer y omitir el hombre; desconoce toda autoridad superior (Dios, Iglesia, Sociedad Internacional de Naciones); antepone, manifiestamente y sin reserva alguna, la fuerza al derecho; desconoce derechos individuales o familiares anteriores al Estado; afirma como absoluto y supremo un valor que sólo es relativo y subordinado.
Por fuerza, un Estado Totalitario asume mitos falsos como normas inviolables, no tiene escrúpulo en usar y valerse de todos los medios, aun los más bárbaros y crueles. Acude a esos procedimientos: Porque se coloca a si mismo fuera del derecho, la moralidad y el decoro público; porque desprecia la dignidad de la persona humana; porque cuenta con suficiente número de hombres degenerados, que se prestan a hacer de verdugos a favor de las causas más viles y sanguinarias.
De parte de la Iglesia Católica, no podía esperarse menos que la condenación de tales regímenes. “el Estado Totalitario es uno de los peores males que pueden sobrevivir a la humanidad y a los pueblos que los sufren.”(Papa Pío XII). Definió claramente su Santidad también, su más claro y contundente rechazo y condena, a la amenaza totalitarista así: “El Estado Totalitario, como un peligroso bacilo, que envenena a la comunidad de naciones y la hace incapaz de garantizar la seguridad de cada uno de los pueblos representa un continuo peligro de guerra”.
El Comunismo ateo ha sido condenado por la iglesia en repetidas ocasiones. La condenación más categórica se halla en la encíclica “Divine Redemptoris” (19 de marzo de 1.937). Este sagrado documento contiene las condenas anteriores, explica la doctrina y frutos del Comunismo (por sus frutos los conoceréis), expone la doctrina opuesta de la iglesia y aconseja los medios contra él. La encíclica es de una perennidad y vigencia asombrosa. No hay documento eclesiástico que en este respecto le iguale. Mientras sobre la humanidad se cierna el riesgo latente de la amenaza Comunista, esta encíclica seguirá siendo la guía segura de la Iglesia y los auténticos cristianos para impedirle su auge.
El totalitarismo nacional-socialista fue expresamente condenado por el Papa Pío XI a través de la encíclica “Mit Brennender Sorge”. No fue una coincidencia casual, el hecho de que ambas encíclicas fueran fechadas en el corto período de cinco días. En ambos documentos se expresa el verdadero dilema hacia donde parecen converger las ideologías extremas: O totalitarismo y materialismo por una parte, o personalismo y espiritualismo cristiano por otra. O más radicalmente, y como el propio Pío XI había dicho en otra ocasión: “Con Dios o contra Dios”.
Para resistir al Comunismo socialmente, no hay otro medio sino la organización compacta: Acción Católica, de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil, de sentido democrático y cristiano. Sin organización no hay manera de vencer el miedo colectivo; y con organización, se puede contrarrestar cualquier empuje “rojo” en cualquier caso. Cuando el Comunismo es un hecho y se ha encumbrado en el poder, no queda otro recurso sino la “organización cristiana de las catacumbas”. La Iglesia cristiana, aun entonces, no cedería, sino que lucharía hasta el fin. Pero cuando aún no ha llegado a esa etapa máxima, es menester unirse socialmente todos los que aman el sistema democrático social de derecho, que defiende las libertades individuales y colectivas, para resistir y vencer a este adversario que es poderoso únicamente por nuestra desorganización y claudicaciones. Contra el miedo colectivo, el único medio de resistencia es la solidaridad cristiana. Decía el Papa Juan XXIII: “Frente a quienes se nos presenta como enorme; pero que no es fuerte, no es valiente, ya que se trata de tentativas del error, de la avidez de la avaricia, o de la violencia”. “El desánimo no puede provenir más que de la escasez de fe”. Definitivamente si algo le sobra al pueblo de Venezuela es fe suprema.
De tal manera, que en Venezuela hoy día debemos tener muy claro, las veladas intenciones de quienes intentan a todo evento imponer un régimen muy extrañamente ambiguo, pregonado como socialista de siglo XXI, para aparentar modernidad, pero claramente de corte totalitario, que en realidad es disimuladamente comunista; lo hacen disfrazados de “Mesías redentores de pueblos oprimidos y excluidos”, quienes se ufanan de su devoción incondicional a Jesús el Cristo, pero que tienen “la hoz” disimuladamente empuñada con la mano izquierda, escondida tras la espalda, y que usan su nombre usurpando, deformando y desnaturalizando su sagrada doctrina, para tratar de engañar a incautos, pero aferrados al crucifijo con la mano derecha; aguardando el momento oportuno para darnos el mortal zarpazo totalitario.
Estamos plenamente conscientes de lo peligros que se ciernen sobre la propia existencia de la República, no ignoramos el perfil siniestro de los personajes peligrosos que combatimos, son terriblemente inescrupulosos y nada piadosos con sus congéneres, nos consideran sus enemigos a ser exterminados, no sus adversarios legítimos, por eso debemos estar claros en que la única poderosa arma que tenemos para, enfrentarlos, combatirlos eficazmente hasta lograr vencerlos es esta: “sin teoría previa y sin organización estamos perdidos; pero con ellos y con la gracia de Dios, podemos dominar siempre a la fiera roja en todo momento y en todo lugar”.
El Comunismo en el mundo no está comandado por los pobres ni por los explotados, sino por los “ateos poderosos”. Que éstos se sirvan o traten de servirse de aquéllos para alcanzar sus fines, aprovechando su fuerza combativa y la dinámica explosiva de las injusticias sociales, es un hecho que no debe oscurecernos el camino para localizar la raíz del problema, que en fondo se origina y se nutre de una realidad teológica. En esencia el Comunismo es una rebelión, la más organizada contra Dios, una persecución, la más implacable contra la Iglesia y sus devotos creyentes.
Por eso llegamos a la conclusión, de que para resolver los grandes males de la humanidad no bastan medidas sociales y económicas, que son las que casi exclusivamente ofrecen demagógicamente toda clase de políticos y escritores, por el favor popular que ellas conllevan. Sino que es necesario adoptar por la sociedad entera, dando la espalda totalmente al liberalismo religioso, todas las reformas morales, todas las reformas espirituales que configuren una vuelta integral de la sociedad hacia Dios. Únicamente así podrá la Humanidad sortear la tempestad.
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Hugo Chávez Frías lleva una década al frente de Venezuela, tratando de instalarse a perpetuidad en el poder.
El diputado y portavoz de Exteriores del PP español, Gustavo de Arístegui, afirma, en un artículo que publicó el pasado sábado El Mundo de Madrid, que la “nacionalización del Venezuela tendrá graves consecuencias para la economía venezolana”.
Este es su imperdible artículo:
Hugo Chávez Frías lleva una década al frente de Venezuela, tratando de instalarse a perpetuidad en el poder. Su revolución bolivariana y su socialismo del siglo XXI son instrumentos al servicio de un proyecto claramente autocrático, en el que los intereses y los problemas de su ciudadanía poco o nada importan al máximo líder del país.
El oficialismo, como allí lo llaman, está cambiando, y no sólo como consecuencia de los escandalosos poderes que el presidente se quería atribuir con las 69 reformas constitucionales que resultaron derrotadas en el referendo del 2 de diciembre de 2007, sino también por el intento de fusionar todos los heterogéneos sectores que apoyan a Chávez en un partido único -el PSUV-, presidido por la estrafalaria ideología del socialismo del siglo XXI que diseñara el libio Haiman El-Trudi. Otra de las características del proyecto chavista es su expansionismo y su intervencionismo en el exterior, especialmente en el resto de Latinoamérica, unas veces consiguiendo que sus aliados fuesen elegidos -Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua-, y otras fracasando estrepitosamente, como fue el caso de la derrota de Ollanta Humala en Perú. Para Chávez, hoy Venezuela es más el medio y el instrumento de su revolución que propiamente el fin de la misma.
De la ideología de Chávez no puede caber duda: es una extraña mezcla de caudillismo populista y extrema izquierda que desemboca en su proyecto revolucionario, permitiendo ciertas manifestaciones del capitalismo, siempre que le sean afines. Ello ha favorecido la emergencia de una clase de nuevos ricos, amamantados por las ubres del régimen, que The Economist bautizó con mucho acierto de «boligarcas» (de la fusión de los vocablos bolivariano y oligarca). Sirve como ejemplo muy descriptivo una carta que Chávez envió a Castro el pasado 26 de julio, que encabezaba de su puño y letra con un muy significativo: «Querido Padre Fidel» (sic). El resto es un rosario interminable de arengas revolucionarias y de improperios contra Estados Unidos y el imperialismo, tantas veces usado como argumento central por todos los radicales y extremistas del planeta. La carta merece la pena leerla en la siguiente dirección de internet: http://media.noticias24.com/0807/mensaje-chavez-26-julio_Page_1.jpg. No tiene desperdicio, se lo aseguro.
Chávez se ha convertido en uno de los principales héroes de la izquierda radical, de los antiglobalización y de los antisistema, y tiene excelentes relaciones con islamistas radicales -existen oficinas de Hamas y Hizbulá en Caracas-, así como con el presidente iraní, con quien le unen lazos fraternales. Y tampoco conviene olvidar su estrecha amistad con el dictador bielorruso Lukashenko. En fin, lo mejor de cada familia. Es, en definitiva, uno de los ejes fundamentales de la alianza antioccidental y antisistema.
Para entender qué es el populismo, detallo a continuación algunas condiciones y características que suelen darse combinadas, para que arraigue con fuerza en algunos países:
1º. Que existan amplios sectores de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza, y que en un porcentaje importante sea pobreza extrema. Y, además, que el Estado no haya tomado medida alguna para paliar su situación, que haya demostrado su ineficacia, o incumplido sus promesas con los más desfavorecidos.
2º. Que haya fortísimas desigualdades entre ricos y pobres, y que los sistemas de solidaridad, asistencia y atención social sean inexistentes o ineficaces.
3º. Que la elite económica del país esté poco o nada comprometida con su país y con los problemas de los más desfavorecidos.
4º. Ausencia de políticas sociales dignas de tal nombre, además de ausencia total de políticas racionales de distribución de la renta.
5º. Existencia de amplios sectores de la población, identificables, que hayan sufrido la opresión y la injusticia durante siglos o, por lo menos, décadas, y que exista una cierta conciencia colectiva de esa opresión. Este es el caso claro de las comunidades indígenas de Latinoamérica.
6º. Debilidad institucional, sistema cuestionado, legitimidad atacada como consecuencia de errores de pasados gobiernos, ineficacia, corrupción, pacto de turnos en el poder, incapacidad para regenerar la sociedad y el sistema o impotencia ante los graves problemas de sus sociedades.
7º. Evidencia, o como poco sospecha, de la dilapidación y abuso de las riquezas (normalmente naturales) de esos países, percibido como un robo masivo de las elites y de la clase política.
8º. Historia política convulsa, tradición de inestabilidad política, social y económica, además de crisis recurrentes en estos tres terrenos, con grave impacto en la población.
No es preciso que se den todas estas condiciones para que el populismo pueda arraigar, basta con que se den algunas. Y estas realidades son hábilmente explotadas por populistas e indigenistas radicales para consolidar su influencia en sus sociedades, y allanar su camino al poder, en el que, una vez establecidos, intentan perpetuarse. Lo más triste de todo es que los populistas se aprovechan del sufrimiento, de la esperanza y del hartazgo de los oprimidos y de los pobres para, cabalgando sobre sus ansias de cambio, mejora de vida y justicia, encaminarse hacia el poder absoluto, sin importarles para nada los problemas reales y acuciantes de los pueblos que dicen representar.
Todo lo anterior ayuda a comprender mejor cómo es posible que Chávez haya anunciado este jueves la nacionalización del Banco de Venezuela -perteneciente al Grupo Banco Santander-, apenas seis días después de haber visitado España y de haber sellado una aparente reconciliación con el Rey y el Gobierno, tras el incidente diplomático de la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile el pasado 10 de noviembre. Estamos ante una muestra más del populismo radical y ciertamente estrafalario que Chávez y sus aliados ponen en práctica. La nacionalización del Banco de Venezuela es especialmente significativa, es demagógica, carece de fundamentos económicos y es un acto de venganza contra España en su conjunto, cosa que, por otra parte, anunció el propio Chávez a su vuelta de la Cumbre Iberoamericana de Chile.
No hay que olvidar la convulsa historia financiera de Venezuela, destacando especialmente las quiebras fraudulentas del Banco Unión, controlado por la familia Salvatierra, o el caso todavía más sangrante, y que seguramente supuso una de las mayores estafas financieras de América Latina: la quiebra y desaparición del Banco Nacional de Descuento de González Gorrondona. La presencia de BBVA con el Banco Provincial, y del Santander con el Banco de Venezuela, dio estabilidad, credibilidad y solidez al sistema bancario y financiero venezolano, convirtiéndose en verdaderos pilares esenciales de su economía.
Con esta medida, Chávez buscaba otro golpe de efecto, nuevos titulares, más polémica. El populismo y su estilo de gobierno requieren del histrionismo y, como veremos más adelante, se produce un fenómeno de acostumbramiento a la extravagancia, por lo que el populista no tiene más remedio que acudir al esperpento histriónico, cada vez más disparatado, para mantener la tensión y la atención de la opinión pública.
La nacionalización del Banco de Venezuela tendrá graves consecuencias para la economía venezolana, que ya se tiene que financiar a precios muy por encima de los de mercado. La credibilidad de su economía y de su sistema financiero se verán gravemente afectados y, en consecuencia, la inversión extranjera se tentará mucho la ropa antes de entrar en un país que carece de seguridad jurídica. Las ocurrencias del populismo las va a tener que pagar, lamentablemente, el pueblo venezolano.
Y a todo esto hay que preguntarse seriamente: ¿Cómo queda el Gobierno socialista de España, que trató de forzar una reconciliación totalmente a contrapelo con la reciente visita a nuestro país? Las políticas de laxitud y entreguismo frente al populismo chavista han propiciado éste y otros graves atropellos a los intereses de España. Nuestro Gobierno debe exigir explicaciones al de Venezuela y, lo que es más importante, darlas en sede parlamentaria a la mayor brevedad.
http://www.noticias24.com/actualidad/?p=16465
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