POR:MONS.BALTAZAR PORRAS.
Lo que no representa el consenso de la mayoría se llama sencillamente dictadura
Lo que no representa el consenso de la mayoría se llama sencillamente dictadura
Los 26 decretos-leyes anunciados el 31 de julio dejan interrogantes graves. Todos ellos tienen una enorme similitud con las reformas reprobadas por el pueblo el 2D y son contradictorias con el texto vigente de la Constitución. La forma sorpresiva en asuntos que conciernen a todos; con el anuncio de los títulos sin el contenido de las mismas, es una especie de juego macabro para agarrar por sorpresa al otro y dejarlo fuera de combate. Llama la atención la premura del TSJ para dictaminar que los textos son constitucionales. Un tribunal que pasa meses "deliberando" todos los casos, en menos que canta un gallo, aprueba solemnemente su pertinencia y por tanto, entran en vigencia de inmediato.
Lo que tiene voto negativo en un referendo no puede ser considerado en el mismo período. En nombre de qué, estos decretos leyes se pueden imponer. Una constante de este gobierno es el menosprecio a las normas legales. La provisionalidad de todo el aparato legal se aduce cambiar la interpretación o actuar como le viene en gana. No se salva ni la Constitución del 99. ¿Hay obligación de respetar las leyes y cumplirlas, a sabiendas que el primero que viola la norma es el propio Gobierno? Convertir al Gobierno en el único dueño y señor de vidas, pensamientos y bienes de todos los venezolanos es una deformación grotesca de la democracia. Lo que no representa el consenso de la mayoría se llama sencillamente dictadura, totalitarismo, abuso de poder, ya que corta de raíz la participación ciudadana.
Cabe la pregunta sobre la moralidad de este proceder. Dónde queda el bien del pueblo, la libertad personal y grupal, el pluralismo como signos de democracia sana y vigorosa. Quien viola la Constitución no tiene derecho a exigir cumplir la ley. Una vez más, cuando la legalidad viola la constitucionalidad y la moralidad, no tiene valor así la bendiga el TSJ.
1 comentario:
Octavio Montiel
El Titiritero
Un pacto con Lucifer,
dicen que tenía aquel bicho,
pues no dejaba capricho
ni antojo por complacer;
y aunque se pudiera ver
bien clara su fechoría,
frente al mundo aparecía
como la simple ocurrencia
de un cómico ante la audiencia
que ignorante lo aplaudía.
A ese paso llegó el día
en que puso a unos muñecos
a que repitieran ecos
de abusos y alevosía
que él mismo les transmitía
por ser autómatas seres.
En todos los menesteres
ellos daban la licencia
para que la delincuencia
actuara a sus pareceres.
Los hombres y las mujeres
de aquel país secuestrado
no habían contabilizado
todo el cúmulo de haberes,
pues habían 5 poderes
robados al soberano.
De allí que cualquier fulano
bien ingenuo y sin malicia
fuera a reclamar justicia
a cómplices del villano.
-Señores, y a este tirano,
¿quién de ustedes lo controla?
¿No ven cómo viola y viola
a la azul desde temprano?
Y mirándose la mano,
reía el Satán llanero.
– Hago todo lo que quiero
por medio de estos muñecos;
entro en sus cerebros huecos
como el gran titiritero.
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