Por:Alberto Arteaga Sánchez
Pretende imponerse una justicia "revolucionaria" al servicio del proyecto de turno
No imaginó el juez Garzón, socialista, defensor de los derechos humanos, combativo magistrado contra los crímenes de lesa humanidad y el terrorismo, propiciador de la efectiva aplicación de una justicia penal internacional que sus reflexiones sobre un poder judicial autónomo tendrían como efecto ser calificado como payaso y tarifado por los lacayos del imperialismo.
Su discurso, impecable en la forma y en el fondo, sólo recogió críticas que desde la antigüedad se han hecho contra los jueces venales y prevaricadores, en la Biblia, en grandes pensadores como Beccaria y Montesquieu o en autores modernos como Ferrajoli, entre otros.
¡Ay de los jueces que merecen ser juzgados! Dice la Biblia.
Garzón, simplemente, puso el dedo en la llaga de un sistema que ni hoy, ni antes ha tenido un verdadero poder judicial, siendo los jueces, en número importante, turiferarios del gobierno de turno, dejando a salvo magistrados dignos -hoy particularmente acosados, amenazados, marginados o a punto de ser destituidos- que se han jugado el cargo por lealtad a su conciencia y a la ley.
Una judicatura "contaminada de sociedad" no es la regla, sino que pretende imponerse una justicia "revolucionaria" al servicio del proyecto de turno; "jueces medidores de normas" son muchos de los que tenemos, como es patente cuando se atreven a calificar como de agavillados y peligrosos delincuentes a quienes manifiestan por un sistema de libertades, reseñándolos y sometiéndolos a medidas de presentación como delincuentes comunes; y no pueden ser sino "acólitos del poder político de turno" quienes mantienen en sus despachos fotos del régimen y corean consignas políticas vestidos con sus togas en la inauguración de un año "judicial".
Las afirmaciones genéricas las hizo Garzón. Las conclusiones corresponden a los que conocemos como se bate el cobre en los tribunales y sabemos de las presiones que se ejercen sobre jueces honestos sometidos a procesos disciplinarios, amenazados de destitución o presionados para una temprana jubilación.
Que el miedo del juez sea signo de que no es apto para cumplir con su función y que pueda ser llamado prevaricador, es una verdad como templo; y que quien "más poder tiene debe ser el más controlado", no es invento de Garzón, sino de pensadores que rechazaron el absolutismo de otra época.
La mención de Garzón sólo sirve para poner de relieve su espíritu combativo por los derechos humanos, su testimonio por enfrentar los abusos del poder en cualquier parte del mundo y su valentía como juez en un país que después de las más férrea dictadura ha logrado transitar por el camino de la democracia, con innumerables escollos, dando una lección que hace falta en este momento y a la que también hizo referencia el conferencista: la "tolerancia", señalando que los adictos a la intolerancia no tienen más argumentos que el recurso a la violencia y, yo añadiría, a la descalificación, que apenas logra poner de relieve que no es el Ejecutivo, sino un juez, quien puede afectar, después de un proceso, la actuación de un medio de comunicación, siempre, cuando se observe el más riguroso apego al proceso debido.
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