lunes, julio 21, 2008

El desdichado nuevo rico despreciado por su pueblo.


POR:ARCANGEL VULCANO.


Había una vez, un nuevo rico magnate multimillonario quien antes era pobre, humilde y comedido, de esos que nunca tuvieron nada y de repente se ganaron por un golpe de suerte e imposición de las circunstancias históricas el premio gordo de la lotería y se transforman en seres detestables por causa de la soberbia que les da su nuevo poder ("quien nunca ha tenido y llega a tener loco se suele poner") convertido en falso e hipócrita filántropo del pequeño pueblo en donde vive y en el cual hasta hace poco gozaba de cierta mal ganada popularidad, hasta el día en que a la salida de un bar embriagado de poder engolosinado por sus dotes económicos, creyendo que podía imponerse sobre todos a punta dólares e irrespetos, amenazas e insultantes actitudes contra el resto de los habitantes de su comarca, le dieron una buena tunda recientemente. Aquello fue tétrico para él, acostumbrado a ejercer su arrogancia ufanándose con el lujo y vanagloriándose de su buena suerte, hasta que llegó su fatídico día, era un dos de diciembre, y una turba de coterráneos enardecida, integrada por ciudadanos unidos por su causa, hastiados de tantos excesos y atropellos del envanecido nuevo rico, lo cogieron a cuero en público, dejándolo trastabillando y desnudo en harapos hechos jirones, moqueando y con los ojos amoratados, en fin dando lástima y con su orgullo herido, empequeñecida su personalidad enfermiza; todo pasó porque engañando a sus congéneres se hizo de la artificial fama de ser buena gente comprando conciencias hasta que quedó al descubierto y sus conciudadanos supieron realmente que era en verdad, un grosero patán con dinero.

El mal querido, lamiendo sus heridas, una vez que se sintió un poco repuesto y con cierta fuerza, aguarda con saña y taimada actitud realizar su vendetta pública contra el pueblo que lo hirió en lo más hondo , y decide realizar una fiesta espectacular en su inmensa y lujosísima mansión para intentar en vano reivindicarse y recuperar su mancillado ego y readquirir la buena fama perdida, y así recoger su mala reputación del piso donde se le cayó para siempre, ante toda la comarca que se enteró del revolcón que le dieron sus paisanos. Para tratar de lograr sus fines, no escatima en gastos, y bota la casa por la ventana en la organización de su pretendido convite masivo; sería la gran fiesta de sus sueños, en la cual pretende lucirse como el anfitrión esplendidísimo y amadísimo de buena parte de los habitantes de su comarca y las regiones vecinas, que le han establecido por decisión de la mayoría de la comunidad, que debe irse de su mansión para siempre sin boleto de retorno, por ser declarado como persona no grata en vista de sus escandalosos excesos, dándole un término para que desocupe, entregue la casa a las autoridades y se marche.

El infortunado nuevo rico realiza así un plan, lo sigue y ejecuta rigurosamente. Selecciona un comité organizativo integrado por un nutrido grupo de sus cortesanos serviles más aduladores, a quienes consideraba menos ineptos. Seguidamente, reparte a granel las invitaciones para sus miles de invitados del pueblo y más allá de sus fronteras, porque piensa prestigiar su evento con presencias extranjeras y así lucir muy magnánimo, merecedor de la confianza perdida, persiguiendo ser perdonado para que lo dejen instalarse a perpetuidad en su casota. Quiere seducirlos a todos con rutilantes efectos y fuegos artificiales mediante distintos anuncios que difunde por todos los medios posibles; durante largos días hace una brutal alharaca publicitando lo estruendosa que será la fiesta, "es un acontecimiento inédito -repite- nunca visto, jamás realizado en esta bolita del mundo", lo dice hasta la saciedad, es una fiesta a la que nadie debería dejar de venir por lo maravillosa y fastuosa que será, nadie debería perdérsela, no pueden faltar al bonche del siglo, el que no venga después no diga que no lo invitamos.

Dejó eso si clarísimo el anfitrión, en todas las tarjetas de invitación, que nadie debería correr el riesgo de caer en desgracia con el ricachón del pueblo, ni exponerse a ser considerado por este como traidor a sus filantrópicas e humanitarias causas; pero además, si no venían serían unos lacayos de otro potentado, unos conspiradores cómplices de quienes lo quieren sacar del pueblo, unos ingratos, unos flojos indignos de acompañarle en su mesa bien provista, y jamás gozarían de sus favores, como quien dice, el que no quiera venir a sentarse en mi entorno a beber mis finas bebidas espirituosas, que no venga, peor para ellos, no me importa si se atreven a irrespetar y despreciar mis invitaciones, sin embargo los despertaré tempranito -4 de la mañana- para recordarles el glorioso día, en que todos celebraremos ese grandioso acontecimiento en el que podrán besarme si gustan hasta las manos y estamparme unos besitos frente a las cámaras en cada cachete. Los que no quieran, pobrecitos están envenenados contra mi, es la envidia que los carcome porque yo soy muy bueno, fíjense todos las limosnas que les he dado a tantos pedigüeños e indigentes, sobre todo a quienes me lucen más pobres, los desasistidos de mi amado pueblo, porque yo los amo, y les tengo "más que amor frenesí"; ellos que siempre vienen a tocarme la puerta de mi mansión, esos que antes de hacerme rico –por el premio de lotería- no podían ni siquiera entrar a palacio. ¡Cuidado pues! con no venir a verme cantar y bailar, porque lo que se les vendría encima sería mi mayor indolencia e indiferencia, después no se quejen, ni anden pidiéndome perdón, serán traidores, vean pues, quédense afuera de las murallas si así lo quieren, ¡total, no hacen falta! porque vendrán invitados en cambote, a ocupar todas las sillas alrededor de las abundantes mesas servidas que les tengo preparadas, para agotar los manjares y exquisiteces que les aguardan a todos mis incondicionales amiguísimos, en el fastuoso agasajo.

El atorrante se cansó de proferir amenazas a los que se rehusaran a concurrir a su fiesta; se encadenó en transmisión de radio y televisión durante largas horas promocionando su evento; pagó páginas enteras de innumerables periódicos de la comarca; puso a sus organizadores a visitar casa por casa a sus potenciales invitados concurrentes; montó su circo, contrató varias orquestas, saltimbanquis, magos, contorsionistas, payasos, atracciones múltiples; importó ilusionistas extranjeros, perifoneó con potentes megáfonos instalados en miles de unidades móviles hasta el último rincón de su pueblo, por cada calle y vereda de la extensa región, esperando la llegada del relumbrante día, en el que tendría su ansiada ocasión de desquitarse los infamantes golpes de sus ingratos conciudadanos -flojos e ignorantes los llamó aquella vez de la victoria de mier...- quienes al darle la reprimenda del 2 de diciembre le habían herido profundamente su orgullo, marcándole para siempre en la frente el indeleble e imborrable sello de un NO, que lo mostraron como a un detestable arrogante irrespetuoso e insultante ricachón, quien pensó alguna vez que los demás eran pendejos.

Pues parece que no aprendió bien la lección que le dieran sus paisanos, porque llegado el día de su anunciada fiesta con bombos y platillos, la mayoría de sus invitados desatendiendo toda suerte de nuevas insultantes amenazantes e insinuaciones, decidieron en masa abstenerse de acudir a semejante farsa montada con premeditada y conveniente actitud manipuladora, por el falaz ricachón del pueblo, que debió contemplar impávido, como se le quedaba casi vacía su lujosa mansión ataviada para la ocasión con sus mejores galas. La concurrencia al publicitado festín fue tan escasa, que ni siquiera se mostraron las consabidas colas en las notas de sociales acostumbradas; las mesas lucieron semidesnudas, con invitados sentados al borde de las desiertas mesas, ubicándose graneaditos, quienes muy convenientemente se agolparon en grupitos en rincones estratégicos mientras duró el infortunado y desgraciado solitario convite, tratando tal vez de hacer ver que la fiesta estaba nutrida y así en vano intentar consolar al anfitrión despreciado, pero vinieron a comerse su comida, y a procurar tomar lo que pudieran, porque saben que el anfitrión está en preaviso.

Todos los esfuerzos del anfitrión fueron en vano, la comarca de algún modo siempre se entera de cuanto ocurre, y ya todos los habitantes lo saben; la fiesta fue una farsa, se perdieron ilimitados recursos para la realización de un patético espectáculo, que dejó al anfitrión en interiores frente a toda la región y más allá. Se gastaron miles de millones para celebrar aquella fiesta, debió el despreciado, contemplar como se le calentaba la champaña enfriada desde muy temprano; el caviar, los pasa palos, las exquisiteces, la fina y abundante cena, todo se le quedó frío; hasta los músicos se fueron temprano, no hubo ni siquiera buena música, las orquestas se apagaron, los ejecutantes lucían tétricos, desanimados, fingían alegrías que no podían mostrar, al tratar pésimamente de amenizar la cuestión, porque se les convirtió en un velorio con caras largas, ahora sin poder disimularlo, el anfitrión deberá esperar resignado las burlas y murmuraciones que se expanden por toda la región como pólvora que dice así: El arrogante ricachón es un anfitrión despreciado por los invitados a su fiesta en la que pretendió en vano reivindicarse luego de la tunda que recibiera el pasado 2 de diciembre por parte de sus paisanos; el descalabro es terrible, más de lo que imagina, y la vendetta de sus coterráneos se aproxima sin remedio, está a la vuelta de la esquina así lo certifican las matemáticas, aunque las pretendan ocultar, porque “nada puede estar oculto para siempre bajo el sol”, la verdad siempre brota por todas partes, reluce, brilla y encandila. Las cifras son lapidariamente negativas para él anfitrión despreciado. Las mesas de la fiesta lujosamente trajeadas quedaron casi todas vacías, para pena del anfitrión despreciado. ¿Por qué sería que no vinieron? antes ellos le asistían, será que no lo quieren tanto como él pensaba o hacía creer, la razón es simple, lo desprecian, ya no le temen y vendrán por él a pasarle las facturas, tendrán su vendetta; la próxima fiesta ya tiene fecha, el 23 de noviembre, y el poder de convocatoria del acaudalado anfitrión desapareció, se esfumó, cayó en desgracia, y por eso en la nueva fiesta brillarán otros protagonistas, a pesar de que aparente estar muy bien está peor que nunca, es mal querido, detestado por la gran mayoría de los habitantes de la comarca, la venganza es dulce muy dulce, ya lo verán, la ira contenida del pueblo contra el anfitrión es muy grande, y se expresará en noviembre próximo mediante una inocultable catarata de opiniones vertidas a viva voz en su contra. Lo cierto es que el preaviso está corriendo, y el tiempo se le agota, y el pedido de desocupación se hará efectivo, esta será la triste historia de “algún abusivo” desdichado nuevo rico despreciado por culpa de su arrogancia y excesos, por la gente sencilla y honesta de su pueblo.

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