martes, julio 22, 2008

Mascaras y disfraces del histriónico Chávez


POR:ARCANGEL VULCANO.

Sin la intención de irrespetar cometeremos el atrevimiento de calificar al Sr Chávez como el maestro histriónico de las más audaces mascaras y los más disímiles disfraces, porque nos luce como el proverbial rey del disimulo, cuando reviste y recubre sus verdaderas intenciones con diferentes ropajes y trajes a la medida -no precisamente de carnaval- por causa de la multiplicidad de distintas personalidades que intenta y necesita políticamente asumir, dependiendo de la ocasión; son sus mascaras y disfraces con las que suele recubrir muy convenientemente su imagen para adoptar multiplicidad de facetas a veces muy disímiles.

No exageramos, Chávez es habilidoso a la hora de escenificar histriónicamente cualquier papel o personaje que requiera representar, sin importarle la diversidad de los escenarios. Puede ser un redentor, un vengador, un justiciero, un pacificador, un noble y ponderado misericordioso, un rebelde sin causa, un irreverente, un dócil y delicado compañero, amigo y hermano, generoso, comedido a rabiar, o tal vez, un iracundo pretensioso y arrogante, un sepulturero del imperio, el enterrador del viejo orden económico injusto, un comunista ortodoxo, un radical, un maoísta, un estalinista, marxista, nacionalista, militarista, civilista, un conservador, un demócrata, liberal, humanista, naturalista, científico, ubicarse como simpatizantes de cualquier cultura filosofía o tendencia, hoy puede amanecer conciliador, mañana desafiente como si padeciera mal de rabia, en fin, Chávez ha demostrado que puede transmutarse en cualquier cosa si así lo necesitara, en lo que sea. Todo según lo requieran las cámaras y la ocasión. No está en discusión, si sus actuaciones son creíbles, sino lo exagerado y casi insólitas representaciones, claro que falaces.

Chávez funge como el mago de las metamorfosis. En el reino animal, superaría el perfecto camuflaje del camaleón. Es muy contradictorio y poco convincente, su ausencia de naturalidad lo delatan, lo dejan en evidencia, no puede lucir más carente de autenticidad.

Chávez ya no tiene doble cara, sino múltiples caretas, pero no le son propias, se coloca una mascara según la conveniencia y la ocasión. Un día toma un crucifijo y otro el fusil, una oportunidad para darse golpes de pecho, otra ocasión fingiendo ira, igualmente encuentra tiempo para moquear pidiendo perdón.

Puede transmutarse, pronunciando discursos populistas y demagógicos, en un instante es un consumado pacifista y en fracción de segundos cambia y se convierte en un falso guerrero indomable.

Chávez representa cada papel pero con muy mala reputación Desea la paz mundial, pero anuncia la compra de armamento ruso por más de 30 mil millones de dólares; todo lo justifica para luchar por un mundo pluripolar, más justo, en donde todos seamos iguales; pero en el que el “maldito imperio” sea aniquilado; pero vendiendole a diario 1500 barriles de petróleo, pagados puntual y religiosamente, por su temible enemigo gringo virtual.

Cita e invoca la protección de Jesucristo y la palabra de la Biblia, proclamándolo como su comandante, pero comparándolo con el ateo Fidel Castro. Se pone la careta de cristiano para justificar sus cruzadas políticas, la emprende contra los ricos defendiendo a los pobres, no se cansa de cuestionar a los oligarcas pero actúa como tales; pero se olvida que ya es uno de los hombres más ricos de Latinoamérica y quizás del mundo (ha manejado 700 mil millones de dólares) y que viaja por el mundo instalado en un moderno avión que le costó a los venezolanos 60 millones de dólares. Y no se quita un traje de marca, un reloj de lujo, una esplendida corbata de seda, come como un rey, vive como un acaudalado potentado, se transporta en caros automóviles blindados, protegido por un extraordinario despliegue de anillos de seguridad, que no se gastan ni los magnates mundiales, en fin, lleva una vida que dista años luz de ser la de un modesto revolucionario, Chávez es algo más que un Jeque, parece un Rey porque cada vez que viaja al exterior lleva una sequito de cortesanos, que lo envidiaría cualquier monarca, y que instala en hoteles cinco estrellas; esa es la mascara y el disfraz que posiblemente más disfruta, pero que el pueblo no encuentra bien disimulada. Tal vez es porque es el papel que más la gusta representar, el de nuevo rico. Tanto parece agradarle, que ha manifestado que él está dispuesto a sacrificarse en ese sufrido trabajo, para toda su vida, por eso piensa reelegirse indefinidamente es ese difícil cargo que ostenta, ¡si como no! Yo te aviso chirulí…

“Yo amo a Colombia, deseo la paz para todos los colombianos y todo el mundo” repite sin cesar; pero nadie olvida que en un ataque incontenible de ira porque se sentía "herido" en su ego, ordenó a su servil ministro de la defensa, en público y con transmisión televisiva, el envió de tropas, batallones y tanques a la frontera colombiana, amenazando con desatar la madre de todas las guerras entre hermanos.”Te mando un avión ruso sukhoi" al mismísimo, su hoy amado "hermano Uribe”, pero se lo advirtió entonces sin inmutarse.

Insulta a todo a quien ose "meterse con él", desde la confortable comodidad y seguridad que le brinda la imponente logística de su programa televisivo dominguero, a su homólogo, el presidente Álvaro Uribe, lo denigró, con toda clase de calificativos ofensivos irrepetibles e injustificables, y al tiempo, lo adula y lo bautiza como su “hermano” invitándole a conversar en sana paz. No se acaba de marchar su “hermano Uribe”, cuando a sólo días, le exige que controle a su ministro de defensa porque “está poniendo en riesgo las buenas relaciones” reiniciadas; casi no le gusta manipular al Sr Chávez.

“Integración, unión, sólo así seremos libres” invoca comedido; pero vive cometiendo toda clase de imprudentes injerencias en los asuntos internos de otros países en donde pretende extender su seudo revolución. Para lograrlo no escatima en gastos; pero tampoco en el uso de sus mascaras y disfraces; posee cualquier cantidad de camuflajes para colocárselos según crea que los necesita.

La más común de sus mascaras y disfraces es la de corderito degollado, que se los incrusta con cínica actitud cada vez que se siente amenazado por alguien o por algo.(Computadoras de Reyes).

También de vez en cuando se trajea con el disfraz de guerrillero con su infaltable boina roja, colocándose a la vez la mascara de fiero e invencible guerrero, tomando en sus manos algún oxidado fusil, lo hace tal vez cuando siente que requiere lucir amenazante y muy valiente, rodeándose de obedientes mercenarios, soldados, tropas y cuanto armamento militar tenga disponible, comúnmente, escenifica la que cree su mejor obra teatral, durante sus recurrentes desfiles militares, en donde hace alarde de su supuesto poderío militar y su nunca probado coraje –siempre se rinde-, exhibiendo aviones, helicópteros y destartalados y obsoletos tanques.

La más calamitosa de sus estampas, es cuando adopta frente al pueblo la máscara de víctima, haciéndose el desconcertado, el desentendido, el engañado, el que no se entera de lo malo, el desconsolado jefe de estado solitario desobedecido por sus ministros. Es así el incomprendido, el inocente que no se entera de las arbitrariedades, los excesos, la corrupción y delitos de sus principales colaboradores y familiares. Pero esa es su peor realidad, porque en el fondo es la máscara que más le cuesta calzarse y la personalidad cada día más difícil de representar en los difíciles y exigentes escenarios populares, porque su verdadero rostro ya muestran nítidamente su confesa incapacidad, incompetencia, indolencia y falta de probidad, y es imposible luego de casi diez largos años de desgobierno intentar disimularlas.

Chávez reclama respeto de sus adversarios políticos a su autoridad y a la soberanía venezolana, pero los insulta: “Reclamamos respeto, a esos asesinos, lacayos, vende patria, golpistas, cipayos del imperio, a esos mafiosos, paramilitares, narcotraficantes, que integran el gobierno colombiano y la más rancia oligarquía que traicionó a Bolívar” -y ahora a mi que soy su heredero, pareciera decir- pero, pronunciando un discurso desde la Asamblea Nacional exclama destemplado: “Exigimos respeto, reconocimiento y beligerancia para las FARC, que son un ejercito que aquí es respetado”; y a tan sólo unos meses, decide, deslindarse de sus protegidos y defendidos asociados ideológicos, exigiéndoles que se desmovilicen y dejen las armas, acusándolos de ser un movimiento guerrillero desfasado y obsoleto, que no se justifica a estas alturas de la civilidad política, y que por el contrario, sirven como pretexto al imperio estadounidense para agredir al resto de los países que no tienen culpa del conflicto interno que sufre y padece el hermano pueblo colombiano, ¿contradicciones? ¡Negativo! son sus mascaras y disfraces, usadas con proverbial destreza histriónica, escenificadas en el teatro que monta artificialmente en los distintos escenarios políticos en los que actúa; son las mascaras y disfraces que suele usar cada vez que siente y cree que los necesita, para encubrir sus verdaderas intenciones, que nunca son buenas para nadie, únicamente para él.

“No importa que andemos desnudos y tengamos hambre, no importa nada, lo importante es la revolución” dijo emocionado una vez en Maracaibo; sólo que le faltó decir: lo importante es mi revolución, sólo la de él, total, nadie le puede ganar jamás, porque a fin de cuentas eso sería también otra victoria pírrica, o de ¡mier…!

“En Venezuela existe absoluta libertad de expresión” gritó alguna vez a los cuatro vientos; pero ordenó no renovar la concesión del canal de televisión RCTV y confiscarle sus equipos y antenas de transmisión obligándolos a salir del aire en señal libre, y lo peor, usando sus equipos que son propiedad privada para crear otro canal y transmitir en la misma frecuencia, ¿cómo se llaman esa mascara y ese disfraz? tal vez el de cínico, abusador arbitrario del poder, de furtivo delincuente que se apropia indebidamente de lo ajeno ¿Y el tribunal Supremo, de qué se disfrazó, qué mascara usó en esa oportunidad trágica para la historia de la justicia venezolana? Se puso la mascara de cómplice y el disfraz de Pilatos, se lavó las manos.

“Soy un demócrata” repite y se pone su mascara democrática siempre en cada falso discurso; pero impone a todo evento su autocrática y totalitaria voluntad, para decidir escoger a los candidatos a gobernadores y alcaldes de su partido; y a sus aliados, los manda a irse de su lado cuando quieran, porque no caben todos juntos en un pequeño automóvil marca wolwagen, de color rojo que le regaló su compadre el General en Jefe Baduel, hoy caído en desgracia, proclamado como traidor por el caudillo llanero, a quien ahora persigue con su maquillada justicia militar para cobrarle su presunta indocilidad, infidelidad, desobediencia e ingratitud. Hoy clama por la unidad de los partidos de la denominada alianza patriótica PCV ,PPT y UPV a quienes se ha cansado de patear inmisericordemente despreciándolos, tildándolos de interesados, oportunistas, logreros y traidores.

“Maldito el soldado que use sus armas contra el pueblo” gritó cada vez que quiso ufanarse de héroe salvador y defensor de la patria, vistiendo el ropaje de justiciero y libertario, quien lucharía hasta la muerte por la defensa de los derechos humanos del pueblo, ciñéndose convenientemente la máscara de militar honesto, valiente, respetuoso de los derechos ciudadanos, e indoblegable garante de la Constitución y las leyes de la república; para después, cuando se sintió rodeado, amenazado, sitiado por las protestas y la ira del pueblo venezolano, cobardemente ordenó la ejecución del mal llamado plan Ávila, que suponía desatar la más brutal represión contra una masa amorfa integrada por una mayoría “manipulada” de manifestantes indefensos, inertes, vulnerables y desarmados, que a fin de cuentas, fueron usados como carne de cañón, todavía no sabemos por quien o quienes (¿comisión de la verdad?)

“La voz del pueblo soberano es la voz de Dios” pronunció orgullosamente muchas veces, cuando se colocaba la mascara de fiel, obediente y consecuente acatador de la sagrada voluntad popular, es decir, de la decisión mayoritaria del soberano pueblo venezolano expresada mediante el voto; pero cuando el pueblo lo derrotó electoralmente, fehacientemente, categóricamente el pasado 2 de diciembre, diciéndole contundentemente, incontrovertiblemente e inequivocamente que no deseaba aprobar su propuesta de reforma constitucional, y especialmente, que no deseaba instaurar su pretendida nauseabunda proposición de reelección indefinida, adoptó la actitud más cínica pero auténtica que jamás había podido mostrarnos; simplemente comportándose como lo que realmente es, un individuo egoísta, individualista, ególatra, muy mal perdedor, quien sencillamente expresó la peor de sus frustraciones, mostrándose ante todo el mundo con su verdadero rostro decadente, el de aspirante a ambicioso dictador, caudillo, tirano, déspota, inescrupuloso, inmoral, grosero, irrespetuoso, capaz de hacer cualquier cosa, y cometer cualquier exceso, para violar los más elementales principios de la democracia,y la convivencia que la legítima aspiración de una sociedad civilizada exigen, con tal de lograr sus inconfesables fines y objetivos políticos más perversos; ese día Chávez se desnudó frente a todos, mandó a la lavandería todos sus disfraces y máscaras, cuando expresando sinceramente lo que sentía tras su catastrófica derrota electoral del 2D, rodeado de la camarilla de militares secuaces serviles y adulantes, con su rostro demacrado, sombrío, trasmitiendo toda su amargura por el veneno que seguramente le carcomía el alma, mediante sus opacos ojos, mirando fijamente a la cámara, con incontenible e inocultable desprecio y odio por los demás, para confesarnos quien era en realidad, con esta su insultante e inolvidable frase:”Esa es una victoria pírrica, es una victoria de ¡mierda!”

El pueblo y su voluntad es y será siempre soberano, pero “yo soy el pueblo”, pareciera que es lo que en realidad piensa el mago del disfraz, las caretas y las mascaras. Tanto que disimuló, para quedar por fin en evidencia. Hoy, todo el mundo conoce sus falsas poses y vestimentas artificiales, por eso ya nadie le puede creer sus malas representaciones teatrales.

Lo importante es que en sus próximas importantes presentaciones, las conozcamos, las sepamos identificar, no para lanzarle tomates, sino para dejarlo en calzoncillos frente al público; ¡tranquilos todos!, que la función va a empezar, y todos tenemos el boleto de invitación para acudir puntualmente al teatro, a ejercer el maravilloso derecho de juzgar la actuación. Debemos eso si, cobrarles las facturas al pésimo actor, quien se ha cansado de ofendernos, insultarnos y violarnos nuestros legítimos derechos; debemos simplemente acudir con el boleto en la mano a hacer justicia, ocupando nuestros respectivos puestos, presenciando el evento, prestigiándolo, protegiéndolo con nuestra activa presencia; y no salir de allí hasta que haya caído el telón.

Al final de la obra, si el favor del público nos acompaña, todos tendremos el derecho de ver desnudo al pretencioso; podremos premiarlo o derrotarlo. Podemos verlo tal vez saliendo por la puerta de atrás camino hacia su solitario camerino a mirarse en el espejo, las feas muecas que reflejarán ese día su patético rostro que no necesitará de mascaras, para transmitir la fúnebre imagen de la derrota, por atreverse a mentirnos hasta el hastío y llamar excremento a la voluntad sagrada de su propio pueblo. Ese insultante calificativo con el que pretendió en vano insultarnos cuando fue presa de su ira, será el nuevo nombre que le impondrá el pueblo a partir de ese día; el que el pueblo hastiado de sus mentiras le endilgará, y lo perseguirán para siempre, acompañándole gratuitamente en cualquier escenario imaginable en que quiera actuar, en el que se lo proferirán sus iguales.
Esa mácula será como una maldición imborrable que lo perseguirán hasta el final de su existencia, ninguna mascara podrá jamás de nuevo ser usada por el infortunado, quien alguna vez abusó de la credibilidad de todo un pueblo que le confió en mala hora crédulamente su destino; pero llevará por voluntad de un pueblo que reaccionó a tiempo, adherida a su piel la imagen indeleble de aquella sustancia viscosa, nauseabunda, apestosa e innombrable, con la que injustamente alguna vez osó calificarnos al glorioso pueblo venezolano. Ese día cristianamente lo perdonaremos, pero jamás olvidaremos sus histriónicas actuaciones, nos servirán de lección a todos; será difícil que otro actor de medio pelo nos vuelva a engañar con sus artilugios, mascaras y disfraces; al menos este actor de turno, nos ha dado clases, para graduarnos con honores, los venezolanos hemos realizado postgrados en artes dramáticas y escénicas, con semejante maestro, ese patético actorcillo al menos sabemos que jamás ganaremos un premio Oscar, ni él, ni nosotros; pero habremos aprendido muy bien las lecciones; jamás debemos creer en representaciones de actores, son pura ficción.

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