POR:SAUL GODOY GÓMEZ.
Eso es lo que hace Chávez con el dinero y la riqueza de los venezolanos, sin consultarnos, sin pedir permiso, sin ni siquiera rendir cuentas, reparte nuestros recursos petroleros como a él le da la gana, como si haber ganado la Presidencia de la República le hubiera dado tal derecho.
Es claro que Chávez y sus cómplices montaron el tinglado legal para que administrara los recursos del Estado de esa manera, como si fuera un botín de guerra; allí está el Fonden, Petrocaribe, Unasur, el ALBA, Mercosur y todos esos huecos negros por donde nuestro dinero se pierde irremediablemente en negocios chimbos, en regalos, compra de bonos basura, en estudios de proyectos que jamás arrancan, en créditos blandos, trueques sin sentido… el Presidente apuesta con este comportamiento a obtener influencia y apoyos en los foros internacionales, en manos levantadas a su favor al momento de avanzar con su plan de exportación del comunismo en la región, en su lucha anticapitalista, pero sobre todo, se está haciendo una línea de defensa para el momento que vengan las medidas internacionales en contra del gobierno bolivariano venezolano, cuando surjan procesos en su contra por su comportamiento criminal e intervencionista.
En pocas palabras, está creando una enorme red de extorsión energética y financiera sobre países pobres y necesitados pero con voz y voto para que apoyen sus vagabunderías.
Esto no es nada nuevo, se trata de la versión bananera y tercermundista de las tesis geopolíticas de Carl Smith, el politólogo nazi, que bajo la tesis de que toda acción humana es política en esencia, y que en política toda vale, no hay nada más eficiente en las relaciones internacionales que la política del miedo y la dependencia, en el caso de Hitler su discurso diplomático era, "o me apoyas o te invado", el de Chávez es, "o me apoyas o no te doy más petróleo barato", y como quedó claro en esta última reunión de Petrocaribe, tiene a esos pobres gobiernos comiendo de la mano. Por supuesto, Chávez cobra todas las fichas a su favor, el humanitarista es él, el buen hermano es él, el gran socialista y unionista latinoamericano, la reencarnación de Bolívar y Cristo es Chávez, mientras el pueblo venezolano pasa hambre, muere por la violencia generada desde el gobierno, padece las peores epidemias, somos usados como conejillo de indias por parte de médicos cubanos que experimentan sus fármacos y nuevas técnicas de intervención con nuestra salud, la infraestructura del país se cae a pedazos, la inflación nos hace vivir en los límites con la pobreza, nos aturde con propaganda e ideología las 24 horas al día por medios de comunicación masivos dedicados al lavado de cerebro, llena al país de armas y hace trampas electorales para perpetuarse en el poder.
Cada dólar que reparte Chávez en el extranjero se lo quita de la boca a un venezolano, es un dinero lleno de dolor y padecimientos de hombres, mujeres y niños que son obligados a soportar las violaciones de sus derechos humanos fundamentales, para que el monstruo pueda seguir en su trabajo de destrucción bajo la máscara de un nuevo socialismo cristiano. Chávez está manejando, tanto la gobernabilidad del Estado venezolano como su soberanía, bajo las premisas denunciadas por Slavoj Zizek como "Ultrapolítica", una aberración del totalitarismo que pretende elevar al Estado centralista y absolutista, en la persona del líder, como una instancia de poder supranacional, algo "fuera" de las instancias normativas y por encima de las leyes, autónomo, inapelable, sumun de los ideales de la patria.
La situación de Venezuela me recuerda a una de esas grandes propiedades de caña de azúcar que existían en el siglo XIX en las islas del Caribe, el dueño de la plantación se podía permitir ser generoso y solidario con causas humanitarias en su país de origen, mientras en su hacienda los capataces explotaban brutalmente a los esclavos, los obligaban a trabajar sin descanso de sol a sol a punta de látigo, castigos inhumanos y muerte.
Venezuela tiene un nuevo amo, un cubano-venezolano socialista, que hace lo posible por no vivir en la hacienda para no escuchar los gritos y los lamentos de los explotados, que deben conformarse con los mendrugos de su mesa y vestir harapos, para él tener sus alforjas llenas de oro y poder ser generoso y querido por los pobres del mundo, y admirado y temido por los gobiernos del orbe.
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