Por: AMERICO MARTÍN.
El general Müller Rojas, hombre culto y especialista en geopolítica, se ha separado de Chávez. Fue el principal asesor militar y el ideólogo de esa ”guerra asimétrica” que perturba el sueño de los venezolanos. Nada es seguro en esta vida, de modo que no se descarte un reencuentro rociado de ruidosas palmadas en la espalda, aunque si algo caracteriza al general disidente es el respeto por sí mismo. Estoy muy viejo para aceptarle regaños a nadie, ha dicho. Otros prefieren bajar la testa.
No llamaría eso la atención de no ser por lo que ha revelado. Müller no andaba con Chávez en busca de negocios. Rara avis, su interés era ideológico. Pensaba en la inevitabilidad de la guerra asimétrica con el imperio y suponía que el presidente estaba en lo mismo. ¿En realidad cree Chávez en la extravagante invasión gringa? Probablemente sí, pero en fe de ello no pongan la cabeza en un yunque. Se verá por qué.
Müller es un anciano que parece haber llegado tarde al socialismo. De allí que, con la convicción de un adolescente, lo asuma cual verdad revelada. Igual que Chávez, pero con la diferencia de que está dispuesto a poner toda la carne en el asador en defensa de sus convicciones. No alcanzó a ver que el presidente, en cuyo cuerpo conviven el fidelismo y el oportunismo extremos, desecharía sus más ardientes proclamas si comprometieran su anhelo de perpetuarse en el poder.
Todo esto acarrea un grave dilema militar. si se forma un ejército regular sería desbaratado en segundos por los mismos aliados que pulverizaron el poderoso ejército de Saddam. ¿Qué sentido tienen entonces las masivas compras de armamento en Rusia y otros países, aparte de desatar una ruinosa carrera armamentista? Si realmente Chávez confía en la inevitabilidad de un choque armado con los marines norteamericanos, es un inútil derroche que gaste dinero a manos llenas para robustecer un ejército formal. Tal es la objeción de Müller Rojas, quien conoce al monstruo pues vivió en sus entrañas. Este hombre confirma que la fuerza armada tolera al presidente, pero no lo sigue. Y es más: no comparte el delirio de la guerra asimétrica ni cree que EEUU, máxime engolfado en una guerra impopular en el Medio Oriente, esté proyectando extender el fuego a este hemisferio. Invadir a Chávez, quien todos los días conspira contra sí mismo, sería descabellado. En Cuba, la zarandaja del ”inminente” ataque gringo pronto cumplirá cincuenta años.
¿Cómo se explica entonces esta apasionada compra de nuevo armamento? Tal vez tenga relación con los recientes retrocesos políticos del gobierno. Posiblemente el presidente Chávez se esté consolando espiritualmente detrás de una fortaleza militar, que tampoco podrá usar a capricho. No se descarte que, como se decía de los ejércitos latinoamericanos, suponga que basta exhibir las armas para ganar el objetivo, vale decir: la hegemonía en Centroamérica y el Caribe. Vana ilusión.
La verdad hay que buscarla en otros rincones. Chávez ha financiado una fuerza territorial de reserva conforme al ejemplo cubano para la guerra irregular, en contradicción con la institución militar. He allí una peligrosa fuente de conflictos. Lo que Müller llama ”la burocracia militar” ha pedido y obtenido su cabeza, al tiempo que presiona al presidente para que fortalezca su apresto y dotación. Molesto, Müller ha declarado que en el ejército ”la derecha” es más fuerte que ”la izquierda”. ¡Quién lo diría después de tantas purgas, regalos y sobornos!
Es uno de los grandes miedos del caudillo. Razón no le falta.
Fuente: elNuevoHerald.com.
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