Según acuciosos analistas, luego del contundente, controversial, ambivalente y polémico discurso de despedida del Ex Ministro de la Defensa General Raúl Baduel, habría quedado en evidencia que en la Fuerza Armada Nacional la procesión iría por dentro.
Ante el dilema político delicadísimo de apoyar o no el proyecto político socialista radical que tendrían la mayoría de oficiales institucionales, estarían ante un grave dilema, hoy obligados a adoptar la obediencia por simulación, pero reservándose sus actitudes futuras. Esa obediencia debida, no sería en ningún caso incondicional, sino sujeta al cumplimiento de La Constitución.
Algunos repiten, que la mayoría de los oficiales obedecen a regaña dientes al Jefe Supremo, tal vez simulando una actitud de lealtad no incondicional, pues no sería eterna, porque rechazarían en el fondo el modelo castrista que trae de cabeza al comandante en jefe.
De ser cierta esta hipótesis, colocarían al jefe único ante un dilema infinitamente mayor, por lo que podría estar pensando en provocar artificialmente otra crisis –como habría hecho en PDVSA - para intentar abortar y neutralizar definitivamente los posibles planes de derrocamiento, forzando un desenlace en su favor, intentando terminar de purgar y desmantelar la institución militar, para lograr por fin imponer su proyecto militarista totalitario, con sus incondicionales sin indeseables traidoras resistencias internas, que pudieran obstruirle o amenazarle sus planes de dominación absoluta de toda la sociedad.
Pero el líder máximo que se siente no las tendría todas consigo, y para mayores complicaciones, le han estallado sucesivamente en la cara varias crisis simultáneamente. La primera, quizás la más preocupante, es la crisis económica general, caracterizada por un alza incontenible en el costo de la vida, por una fuerte presión inflacionaria, que se patentiza en escasez, desempleo, quiebra y cierre de empresas, inseguridad, que generan inevitablemente un estado de permanente destructiva incertidumbre, que causan inestabilidad política, impactando negativamente en la vida económica de toda la nación, pero principalmente en los más pobres, emblemas de su proyecto populista demagógico que ya comienzan a objetarlo y protestarlo, lo cual se evidencia en las recientes encuestas serias.
Esa terrible crisis económica que nos amenaza a pesar de nuestra aparente bonanza petrolera, ya comienza a producirse con sus efectos nocivos en la mayoría de la población, producto de haber auspiciado el gobierno deliberadamente la destrucción del aparato productivo nacional, asfixiando la empresa privada sin implementar nada distinto que sea productivo, imponiendo políticas colectivistas radicales, absolutamente rentistas del estado, sin crear riqueza, sino repartiendo recursos inorgánicos, aumentando el consumo, generando mayor demanda de mercancías que no alcanzan porque simplemente no se producen.
Pero también ha provocado una potencial crisis petrolera, derivada como consecuencia del denunciado desastre que está ocurriendo en PDVSA, que ha dejado al descubierto la tan escondida y develada brusca caída de la producción, como consecuencia del inadecuado manejo de la industria, por la ausencia de una política efectiva de reinversión y capitalización, que debió implementarse para aumentar su capacidad operacional, prefiriendo desviar recursos en otros intereses, manejándola con criterios políticos y no comerciales; pero además, y como si esto fuera poco, por la “presunta” galopante corrupción, denunciada ampliamente por voceros oficiales.
Ante tan preocupante y explosivo cuadro que se le avecina al país, alertado por las más serenas y responsables voces, al gendarme único, no se le ha ocurrido nada más inteligente, que proponer reformar La Constitución Nacional, pretendiendo sin ningún rubor reelegirse, aspirando eternizarse en el poder, sin advertir que tal vez esa actitud, le generen una crisis aún más demoledora, que junto al resto de los detonantes, provocarían la más espantosa crisis política jamás imaginada, que podría desencadenar en una situación explosiva social y militarmente, que sería peligrosísima, y que podría precipitar romper el dilema mencionado, y provocar la ruptura institucional, al obligar a los militares que ahora obedecen y simulan, a actuar en contrario como consecuencia de las crisis provocadas por los errores del gobierno.
Ante el dilema político delicadísimo de apoyar o no el proyecto político socialista radical que tendrían la mayoría de oficiales institucionales, estarían ante un grave dilema, hoy obligados a adoptar la obediencia por simulación, pero reservándose sus actitudes futuras. Esa obediencia debida, no sería en ningún caso incondicional, sino sujeta al cumplimiento de La Constitución.
Algunos repiten, que la mayoría de los oficiales obedecen a regaña dientes al Jefe Supremo, tal vez simulando una actitud de lealtad no incondicional, pues no sería eterna, porque rechazarían en el fondo el modelo castrista que trae de cabeza al comandante en jefe.
De ser cierta esta hipótesis, colocarían al jefe único ante un dilema infinitamente mayor, por lo que podría estar pensando en provocar artificialmente otra crisis –como habría hecho en PDVSA - para intentar abortar y neutralizar definitivamente los posibles planes de derrocamiento, forzando un desenlace en su favor, intentando terminar de purgar y desmantelar la institución militar, para lograr por fin imponer su proyecto militarista totalitario, con sus incondicionales sin indeseables traidoras resistencias internas, que pudieran obstruirle o amenazarle sus planes de dominación absoluta de toda la sociedad.
Pero el líder máximo que se siente no las tendría todas consigo, y para mayores complicaciones, le han estallado sucesivamente en la cara varias crisis simultáneamente. La primera, quizás la más preocupante, es la crisis económica general, caracterizada por un alza incontenible en el costo de la vida, por una fuerte presión inflacionaria, que se patentiza en escasez, desempleo, quiebra y cierre de empresas, inseguridad, que generan inevitablemente un estado de permanente destructiva incertidumbre, que causan inestabilidad política, impactando negativamente en la vida económica de toda la nación, pero principalmente en los más pobres, emblemas de su proyecto populista demagógico que ya comienzan a objetarlo y protestarlo, lo cual se evidencia en las recientes encuestas serias.
Esa terrible crisis económica que nos amenaza a pesar de nuestra aparente bonanza petrolera, ya comienza a producirse con sus efectos nocivos en la mayoría de la población, producto de haber auspiciado el gobierno deliberadamente la destrucción del aparato productivo nacional, asfixiando la empresa privada sin implementar nada distinto que sea productivo, imponiendo políticas colectivistas radicales, absolutamente rentistas del estado, sin crear riqueza, sino repartiendo recursos inorgánicos, aumentando el consumo, generando mayor demanda de mercancías que no alcanzan porque simplemente no se producen.
Pero también ha provocado una potencial crisis petrolera, derivada como consecuencia del denunciado desastre que está ocurriendo en PDVSA, que ha dejado al descubierto la tan escondida y develada brusca caída de la producción, como consecuencia del inadecuado manejo de la industria, por la ausencia de una política efectiva de reinversión y capitalización, que debió implementarse para aumentar su capacidad operacional, prefiriendo desviar recursos en otros intereses, manejándola con criterios políticos y no comerciales; pero además, y como si esto fuera poco, por la “presunta” galopante corrupción, denunciada ampliamente por voceros oficiales.
Ante tan preocupante y explosivo cuadro que se le avecina al país, alertado por las más serenas y responsables voces, al gendarme único, no se le ha ocurrido nada más inteligente, que proponer reformar La Constitución Nacional, pretendiendo sin ningún rubor reelegirse, aspirando eternizarse en el poder, sin advertir que tal vez esa actitud, le generen una crisis aún más demoledora, que junto al resto de los detonantes, provocarían la más espantosa crisis política jamás imaginada, que podría desencadenar en una situación explosiva social y militarmente, que sería peligrosísima, y que podría precipitar romper el dilema mencionado, y provocar la ruptura institucional, al obligar a los militares que ahora obedecen y simulan, a actuar en contrario como consecuencia de las crisis provocadas por los errores del gobierno.
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