lunes, julio 09, 2007

LATINOAMERICA.SE CLARIFICA EL PANORAMA POLÍTICO

por: Carlos Sabino

Los sucesos de este primer semestre de 2007 han acentuado tendencias que ya se manifestaban en años anteriores y que permiten definir algo así como dos universos, dos Tiempos diferentes en los que se desenvuelve la realidad latinoamericana.

Tenemos, por una parte, que se ha ido conformando un grupo de países en los que se presentan cambios importantes, sobre todo en la esfera política, que ponen en riesgo ciertas libertades básicas de los ciudadanos, mientras se habla públicamente de marchar hacia el socialismo y se ponen en práctica políticas económicas de corte cada vez más estatista. Los cambios, que enseguida analizaremos, están provocando conflictos de cierta intensidad y de desenlace incierto que es necesario seguir con atención. Aparte de este grupo de naciones observamos que, en el resto de la región, se prosigue un camino relativamente estable, de aceptable crecimiento económico y de relativa tranquilidad política. Hay, como suele ocurrir, algunos casos que no encajan perfectamente en esta amplia división. Los comentaremos también en las páginas que siguen.
1. Los socialistas del siglo XXI Cuba

En el primero de los grupos que acabamos de distinguir se encuentran países de economías bastante pequeñas, con la sola y conspicua excepción de Venezuela que es, además, el factor dinamizador de toda esta corriente. Entre ellos figura, por supuesto, la isla de Cuba, que a partir de la revolución nacionalista y antidictatorial que llevó a Fidel Castro al poder el 1 de enero de 1959 definió un camino socialista de clásico corte totalitario: toda su economía quedó en manos del estado, se estableció un régimen totalitario de partido único que dio el poder absoluto al mencionado dirigente y se establecieron lazos estrechos con la extinta Unión Soviética, a la que Cuba quedó subordinada durante la Guerra Fría.
A mediados del año pasado Fidel Castro se vio obligado a abandonar el poder debido a serios problemas de salud que, en algún momento, dieron la impresión de que podrían terminar con su vida. Pero el anciano dictador se ha restablecido, aunque no de un modo completo, y la isla vive hoy en lo que podríamos calificar como una especie de limbo político: ningún cambio de importancia puede darse mientras el legendario dictador siga vivo, toda decisión está paralizada y el ambiente político se ha congelado, como cuando se pone pausa a la reproducción de una película.
El régimen posee un carácter caudillista que impide que cualquier dirigente se atreva a proponer modificaciones al sistema actual, porque caería de inmediato en desgracia frente al resto de la dirigencia, y es además un estado totalitario, donde las expresiones de los ciudadanos están absolutamente controladas.
Existen fundadas esperanzas de que, luego de la muerte de Fidel Castro, Cuba pueda emprender algún tipo de transición hacia la democracia y una economía menos cerrada, pero el gobierno actual, que encabeza el poco carismático Raúl Castro, hermano de Fidel, tratará de mantener la situación del modo más estable posible. La experiencia de lo que fue el bloque soviético muestra que, para un régimen totalitario, es imposible mantener el control sobre los cambios que puedan producirse apenas la ciudadanía pierde el temor y se lanza a hacer reclamos cada vez más audaces.
El sistema económico cubano, cerrado sobre sí mismo y ausente de toda libertad de iniciativa por parte de los individuos, mostró desde hace tiempo que era completamente inviable. Ya a partir de los años sesenta necesitó de la amplia ayuda económica que le proporcionaba la URSS para mantenerse y, aún así, en medio de constantes y agudas penurias para los consumidores. Desaparecida esa potencia Castro se vio obligado a flexibilizar la economía, en medio de privaciones que iban en aumento para la población.
Pero, a partir de 2001, un golpe de suerte le ha permitido volver a retomar el control completo de la economía, que ha vuelto a estar bajo el control absoluto del estado. El ascenso al poder de Hugo Chávez en Venezuela resultó para el régimen el salvavidas que con tanta desesperación necesitaba, pues éste entrega ahora una voluminosa ayuda económica, asumiendo el papel que otrora tuvo la Unión Soviética. No exageramos: cálculos bien documentados indican que entre 2.000 y 3.000 millones de dólares anuales fluyen anualmente desde Venezuela hacia Cuba, una cifra que supera la mitad de lo que la URSS proporcionaba en otros tiempos.
Venezuela

El teniente coronel Hugo Chávez, que diera un golpe de estado frustrado en febrero de 1992, logró ganar las elecciones de diciembre de 1998 gracias al descontento profundo de los venezolanos, que apoyaron una candidatura “antisistema” ante la larga serie de frustraciones que habían vivido en las dos décadas inmediatamente anteriores. Después de haber tenido un crecimiento económico de primera magnitud hacia mediados del pasado siglo, Venezuela cayó en un estancamiento económico que dio por resultado que se detuviera todo ascenso social y que el producto por habitante, a finales del siglo, resultase menor en términos reales al que habían tenido cincuenta años antes. Algo insólito, sin duda; un resultado deprimente que contrasta agudamente con lo que ha ocurrido en la inmensa mayoría de los países del mundo, casi sin excepción, a lo largo de la pasada centuria.
Chávez aplicó una receta sencilla para hacerse con el poder absoluto: sobre la amplia mayoría que tenía al comenzar su gobierno, producto de las expectativas de una población defraudada, el militar venezolano procedió a llamar a una Asamblea Constituyente que logró controlar con facilidad y que le dio inmensos poderes. Con el auxilio de unos precios petroleros desusadamente altos Chávez logró consolidar un sistema de dádivas generalizadas que le garantizaron una cuota no desdeñable de apoyo popular, mientras iniciaba su camino hacia lo que ha dado en llamar “el socialismo del siglo XXI”. Controlando todos los poderes –el legislativo, el judicial y el electoral- logró reelegirse en diciembre pasado, y a partir de ese momento iniciar con ímpetu su transición hacia el socialismo.
Ya desde comienzos de este año comenzó a apreciarse en qué consistía ese socialismo: con dinero proveniente del petróleo compró dos importantes compañías, la CANTV 9 (comunicaciones), que se había privatizado a comienzos de los noventa, y La Electricidad de Caracas, que siempre había sido privada y estaba en manos de un grupo norteamericano.
Gastó más de 2.500 millones de dólares en estas operaciones, mostrando que para su gobierno es más importante invertir en el control político de la economía que en hacer crecer ésta de un modo realista y sólido. Otras medidas ya en vigencia completan un cuadro de intervencionismo estatal ya muy conocido por los venezolanos (y los latinoamericanos en general): control de cambios, de precios y de intereses, altos impuestos –aplicados además en forma discrecional-, hostigamiento a los empresarios de mil diversas maneras y altos aranceles que aíslan una economía cada vez más dependiente del petróleo.
Siguiendo lo que ha sido una norma de todos los países comunistas que han existido, Chávez también se ha preocupado por ampliar el ejército y armarlo de un modo tal que preocupa a todos los países de la región. Entre 2005 y 2006 ha gastado en armas la impresionante cifra de 4.300 millones de dólares –más que el mismo Irán, su aliado, o Pakistánincluyendo la compra de 24 aviones, 50 helicópteros y 100.000 Kalashnikovs. Al cierre de este informe Chávez se hallaba en Rusia gestionando, nada menos, que una flota completa de submarinos.
En mayo pasado Chávez, como ya lo había anunciado, decidió aumentar aún más su control sobre la vida social del país, no renovando la concesión de la principal estación de televisión de Venezuela, RCTV. Con esto completó su control, directo o indirecto, sobre todas las emisoras de señal abierta que existen en el país, accediendo a un virtual monopolio informativo de los medios de comunicación que llegan a los sectores populares. La reacción ante la medida, para sorpresa del gobierno, fue sin embargo mucho mayor a la esperada.
No sólo hubo un amplio repudio internacional sino que los estudiantes de todas las universidades del país salieron a la calle a manifestarse contra la medida, enseguida acompañados por una importante fracción de la población venezolana. Hubo marchas multitudinarias, una de ellas de cientos de miles de participantes, y creativas expresiones de protesta. Encuestas confiables sitúan entre un 70 y un 80% el rechazo que ha suscitado la medida. Pero Chávez, claro está, no ha modificado en nada su posición: su gobierno no cede ante protestas pacíficas ni ante los signos que envían las encuestas, pues su vocación autoritaria y militarista lo lleva a continuar con sus políticas sin prestar atención a lo que pueda indicarle la opinión pública.
Muchos analistas piensan que Chávez sólo modificaría su línea de acción, o renunciaría al poder, si se produjese una cruda situación de fuerza: tiene ya demasiado que perder y, en todo caso, su vocación democrática es escasa, si no inexistente.
De todos modos, el caudillo venezolano no tiene todos los problemas resueltos. A la oposición estudiantil y a su descenso en las encuestas se debe agregar las resistencias que ha suscitado la creación del PSUV, el pretendido partido único de la revolución bolivariana, y el rechazo que un nuevo intento de modificación constitucional despierta entre sus mismos partidarios. No todos quieren llegar realmente al socialismo, aun entre quienes vociferan las consignas del chavismo, y la situación económica puede dar algunas sorpresas en los próximos meses, a pesar de lo sostenidos que se muestran por ahora los precios del petróleo. Hay inflación y cierto desabastecimiento en Caracas, una inconformidad latente con la vida cara y la falta de oportunidades que brinda una economía cerrada y muy dependiente de un solo producto de exportación. Hay un sordo malestar social que puede, en cualquier momento, estallar contra el gobierno.
Las perspectivas actuales, sin embargo, no son demasiado halagüeñas: el deterioro del gobierno ante la opinión pública continuará, casi seguro, en los próximos meses, pero sin que este hecho pueda traducirse en cambios de significación. Ni la oposición tiene hoy la fuerza necesaria como para derrotar a Chávez ni éste, por más que amenace, tiene en estos momentos la posibilidad de llevar a Venezuela hacia el tipo de totalitarismo cubano que es, en definitiva, el modelo al que sin duda aspira.
Bolivia

Evo Morales ha seguido, casi mecánicamente, el modelo utilizado por Chávez para hacerse con el poder absoluto. Después de varios años en que laboró para desestabilizar el sistema logró, por fin, obtener un claro triunfo en las urnas. De allí en adelante comenzó a desarrollar la segunda etapa del proceso, la convocatoria a una Asamblea Constituyente, pero en ese punto el boliviano ha encontrado dificultades que no tuvo en su momento su mentor venezolano. Confiado en un triunfo que imaginaba aplastante, Morales aceptó que la constituyente adoptase sus resoluciones importantes por mayoría de dos tercios, pero no obtuvo los diputados suficientes como para controlar dicha asamblea y, desde comienzos de este año, Bolivia se ha visto envuelta en un conflicto político permanente.
La oposición no sólo se ha opuesto –hasta ahora con éxito- a las pretensiones de Evo Morales de cambiar las normas de funcionamiento de la constituyente; también ha avanzado en los reclamos por mayor autonomía que sostienen los departamentos del oriente del país, con Santa Cruz a la cabeza. En enero se produjeron dos muertes en Cochabamba, cuando se enfrentaron los partidarios del gobierno nacional contra los que favorecen la autonomía. El gobierno sigue tratando de ampliar el control estatal sobre la economía, en especial en el sector de la energía, y creando un clima contrario a los empresarios privados. Pero la constituyente, pieza clave en la estrategia de Morales, se ha estancado y se ha convertido en un torneo oratorio que no le está dando los frutos políticos concretos que buscaba. La asamblea, ante la imposibilidad de llegar a conclusiones concretas, ha acordado prorrogar sus sesiones más allá de lo estipulado inicialmente, lo cual puede considerarse como una muestra clara de las dificultades que se le presentan a Evo Morales en su intento de emular el despotismo de Hugo Chávez.
Ecuador

El 15 de enero de este año Rafael Correa, un economista con ideas de izquierda, asumió la presidencia de Ecuador. Sin un partido político organizado para respaldarlo, y surgido como candidato antisistema ante el estado de permanente crisis que sufría su país, Correa quedó sin embargo en minoría en el parlamento, donde sólo 36 de los 100 diputados decidieron integrar un bloque en su apoyo. Pero el nuevo presidente comprendió, al igual que Chávez, que debía actuar con rapidez para consolidar y ampliar el poder que acababa de adquirir mientras todavía tuviese un amplio respaldo popular.
Quince días después 5.000 de sus partidarios rodearon al congreso, en actitud agresiva y violenta, y forzaron su desalojo. Correa, con el apoyo del partido Sociedad Patriótica del ex presidente Lucio Gutiérrez, consiguió por fin que el parlamento aprobase convocar a un referéndum para que el electorado decidiese si debía llamarse a una Asamblea Constituyente a la que se le asignarían plenos poderes. Después de no poca agitación y conflicto se realizó esta consulta, que arrojó un resultado muy favorable para Rafael Correa: el día 16 de abril el 82% de los votantes dio el sí a favor de la convocatoria.
Pero el orden institucional que estaba vigente en el Ecuador hasta el año pasado ha quedado completamente destrozado, mientras el país vive en medio de un conflicto político de no poca envergadura.
Correa ha manifestado una actitud agresiva, especialmente contra la prensa y los diputados de la oposición, algunos de los cuales se han tenido que asilar en Colombia. Sus ataques a la prensa le han llevado a perder parte del apoyo popular y partidario que tuvo en un momento, aunque todavía parece contar con una mayoría a favor de sus propuestas. La izquierda democrática, viendo con recelo sus actitudes dictatoriales, lo ha abandonado ahora. Las elecciones para elegir a los 130 diputados a la asamblea constituyente plenipotenciaria (como la que tuvo Venezuela en 1999), está fijada para el 30 de septiembre próximo. No es fácil, en estos momentos, predecir si el nuevo gobernante tendrá una mayoría aplastante, como la que tuvo Chávez, o si el proceso de su consolidación en el poder tendrá que pasar por aguas más turbulentas, como las que hoy agitan a Bolivia.
En todo caso puede decirse que la profunda inestabilidad que reina en el Ecuador desde hace una década no parece tener visos de desaparecer. Los últimos tres presidentes electos en el país han sido depuestos de modo poco claro, en medio de confusos incidentes y en un marco conflictivo que parece ir agudizándose con el tiempo. Ellos han sido Abdala Bucaram, que fue depuesto en 1997, Jamil Mahuad, derrocado en 2000 y Lucio Gutiérrez, obligado a abandonar el poder en 2005. Correa podría correr la misma suerte o, por el contrario, tal vez llegue a convertirse en una especie de dictador al estilo de Chávez.
Lo único claro, por ahora, es lo decisivas que resultarán las elecciones de septiembre y la permanencia de un ambiente de confrontación que no se disipará con facilidad durante el resto de 2007.
Nicaragua
Daniel Ortega, presidente otra vez, no ha seguido hasta ahora un camino de confrontación tan directo como el de sus pares en los países andinos. El centroamericano necesita del apoyo del Partido Liberal Constitucionalista para gobernar y no se ha arriesgado a romper con la institucionalidad de un modo abierto, aunque se manifiesta abiertamente a favor de Chávez y del ALBA, la iniciativa de integración económica que el venezolano alienta para oponerla a los tratados de libre comercio que se han firmado con los Estados Unidos. Nicaragua está ya en el CAFTA, el tratado que vincula a esta potencia con Centroamérica y la República Dominicana, que había comenzado a proporcionar al país excelentes resultados comerciales ya en los primeros meses de su implementación.
No parece fácil, en estos momentos, que Ortega pueda convertirse en el Chávez de Nicaragua. Tanto la extendida oposición, como el recuerdo de los años que tuvo que sufrir el país bajo el dominio sandinista hacen que su tarea resulte mucho más compleja que la de los mandatarios de los países que acabamos de mencionar.
2. El resto de la región

En el resto de la región se percibe con cierto horror el viraje hacia el socialismo autoritario que han dado los países que acabamos de analizar, mientras se vive una situación política y económica bastante diferente. No hay confrontaciones ni crisis políticas abiertas y la economía, aunque en casi todas partes muy intervenida aún por los gobiernos, no se está encaminando hacia el socialismo sino más bien hacia una apertura comercial y hacia cierta flexibilización.
Brasil, la mayor economía de la región, prosigue un curso independiente, liderada por el moderado Lula da Silva, quien recibió a Bush amistosamente durante el viaje que éste realizó en
marzo por la región, y que también incluyó a México, Guatemala y Colombia.
La administración norteamericana, concentrada en los conflictos de Irak y de Afganistán, parece hacer comprendido que necesita prestar algo más de atención a su “patio trasero”, antes de que la región se convierta también en un enemigo que podría convertirse en otra seria preocupación internacional. La alianza abierta que tiene Chávez con un Irán a punto de poseer armas nucleares está en el trasfondo de la inquietud norteamericana.
México también, con su economía cada vez más integrada a la de su vecino del norte, parece por completo refractario a las tentaciones del eje que están expandiendo los chavistas. Algo similar ocurre en los países de Centroamérica, ya en proceso de integración a través del mencionado CAFTA. Costa Rica ha superado la amenaza de un candidato antisistema el año pasado y Guatemala, que se encamina a sus elecciones generales en septiembre, parece también ajena a las posibilidades de un viraje hacia el populismo autoritario que propugnan los socialismos del siglo XXI. Panamá, por su parte, ha firmado también un TLC con los Estados Unidos en diciembre pasado.
Colombia está pendiente, todavía, de la ratificación de un instrumento parecido, que enfrenta no poca oposición en el congreso norteamericano. El presidente Uribe ha liberado a unos doscientos miembros de las FARC, detenidos por terrorismo, con la esperanza de poner al descubierto la poca voluntad negociadora de esa organización armada, que retiene aún 56 rehenes desde hace varios años, incluyendo tres norteamericanos y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt. Hasta ahora las FARC, con obvio apoyo venezolano, se han mantenido irreductibles en su posición de no negociar: con escaso apoyo popular, y ante un gobierno que goza de un amplio respaldo entre la ciudadanía, los guerrilleros colombianos saben que no tiene mayores posibilidades de subsistir por mucho tiempo, y endurecen su posición todo lo posible para ganar tiempo, a la espera de circunstancias más favorables.

El caso de Chile, por otra parte, es el más alentador de toda la región. A pesar de algunas actitudes de la presidenta socialista Bachelet que se inclinan hacia la izquierda, Chile mantiene un desarrollo económico sostenido desde hace muchos años, con tasas de alrededor del 5% anual, que lo llevan a tener el ingreso per cápita más alto de la región.

Existe en el país una indudable estabilidad política, a la que contribuye por otra parte la prudencia con que los diversos gobiernos se han conducido en el plano fiscal. La inflación es del 3% anual, hay superávit en sus cuentas públicas y se ha creado un entorno institucional más propio de un país desarrollado que de la convulsionada historia de América Latina. Su TLC con los Estados Unidos ha permitido que su comercio con dicho país se duplicara en menos de dos años y la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que reúne a los países más avanzados del mundo, le ha abierto ahora sus puertas. Sólo México, en la región, pertenece a ese exclusivo club, que integran poco más de 30 naciones de todo el mundo. Con los mejores acuerdos de libre comercio con todo el mundo y muy bajos aranceles Chile es hoy, probablemente, uno de los países mejor integrados en el comercio globalizado de este siglo.
Perú y Uruguay, por otra parte, siguen experimentando un buen desempeño económico en relativa paz social y sólo en Paraguay existen posibilidades de cierta conflictividad política en los próximos meses.
Argentina, por último, es el único de los países medianos de la región que podría inclinarse hacia el eje que ha construido Chávez. El presidente Kirchner ha coqueteado con el militar venezolano y tiene un discurso marcadamente izquierdista, que reivindica sin pudor su pasado vinculado a los Montoneros.

En el plano económico ha retornado a las políticas intervencionistas de los años sesenta –que tantas crisis provocaron en la Argentina con una moneda devaluada, altas barreras proteccionistas y un control poco velado de los precios y otras magnitudes importantes de la economía. Argentina ha crecido bastante en estos años, sin embargo, al recuperarse de la brutal crisis de comienzos de siglo y aprovechar la buena coyuntura internacional en cuanto a los precios de las materias primas que exporta. Con una economía en expansión, entonces, Kirchner ha gozado, hasta ahora, de un sólido respaldo popular.
Esta circunstancia permitía inferir, a casi todos los analistas, que su reelección en los próximos comicios de octubre estaría prácticamente asegurada o que, en todo caso, vencería en ellos su esposa, Cristina, que podría convertirse quizás en la candidata oficialista.
Pero las últimas elecciones en la ciudad de Buenos Aires -ganadas por Macri, de la oposición de centro derecha- y los adversos resultados obtenidos en dos provincias por las fuerzas del gobierno (Misiones y Tierra del Fuego), junto con una desaceleración económica y una alta inflación han hecho que el panorama resulte ahora más complicado para Kirchner. Argentina, en todo caso, no parece aproximarse demasiado a ese socialismo del siglo XXI que está causando estragos en países más pequeños de la región y puede, incluso, continuar su lento viraje hacia expresiones políticas más cercanas al centro o la derecha.
Una evaluación de conjunto
Ecuador, Bolivia y Nicaragua son economías pequeñas, que en conjunto sólo llegan a tener un PIB de 26.000 millones de dólares, lo cual es poco más del 1% de las economías de Brasil y México combinadas, los dos gigantes de la región. Su población conjunta es de poco más de 20 millones de personas, e inferior a la de varios estados brasileros tomados individualmente. No es fácil cuantificar el desempeño de la economía cubana, completamente estatizada, pero en todo caso no es aventurado afirmar que el país caribeño está muy lejos de ser una economía pujante: es más bien un fracaso total, que sólo sobrevive gracias a los aportes que envía constantemente Chávez.

En relación a Venezuela, si bien es un país de economía mediana, conviene recordar que su crecimiento ha sido prácticamente nulo en las últimas décadas y que, a la par que retrocede en el ranking de las libertades económicas, lo hace también en cuanto a su capacidad de producción y al ingreso de sus habitantes. Sólo los altos precios del petróleo, sostenidos desde hace ya más de tres años, le han permitido al gobierno chavista sobrevivir y, además, desplegar su estrategia de expansión política en la región.
En conclusión, y por más que el empuje de los nuevos socialistas resulte un hecho llamativo y preocupante, no hay que perder de vista que la región, en su conjunto, marcha por derroteros bastante diferentes. No con la pujanza a la que se podría aspirar en estos momentos, en vista de la favorable coyuntura de la economía mundial, es cierto, pero sí en un marco por completo diferente a estas tentativas autoritarias que generarán, sin duda, no pocos sucesos conflictivos en el próximo semestre.
Sin la posibilidad de extenderse a nuevos países en el corto plazo, y con economías que pueden entrar en crisis en cualquier momento, los socialismos del siglo XXI parecen ahora un foco de malestar agudo en ciertas regiones, pero no una amenaza auténticamente global para la región.
SE MANTIENE LA BUENA MARCHA ECONOMICA

Desde Tendencias coincidimos con Rodrigo Rato, Director Gerente del FMI, en que el crecimiento económico de la región no es tan bueno como podría resultar en las actuales condiciones internacionales. Con tasas de crecimiento de alrededor del 5% anual, y previsiones del mismo nivel para el corriente año de 2007, América Latina atraviesa un buen momento, desde luego, pero que le debe más al fortalecimiento de los precios de todas las materias primas en los mercados mundiales que a las sabias políticas económicas que hayan implementado sus gobiernos. Poco se ha avanzado en las privatizaciones en lo que corre de este siglo y la prudencia fiscal, ante el aluvión de divisas que llegan a los países, se está dejando en parte de lado, alimentando así potencialmente la inflación.
Agreguemos, por nuestra parte, que esos ampliados gastos fiscales, focalizados en políticas sociales que en realidad llegan sólo de un modo muy lento y precario hasta la población en situación de pobreza, no están mejorando la situación social de los más desfavorecidos sino en una mínima proporción. Los países latinoamericanos están plagados de regulaciones que impiden la formación de nuevas empresas imponiendo altos costos de entrada a los mercados, presentan una inestabilidad política que provoca fundados temores en inversores locales y extranjeros y tienen impuestos demasiado altos, con los que no se puede competir realmente en la arena internacional.
Debe añadirse que no existe, salvo excepciones, un sector financiero sólido y que la política de liberación comercial, que se lleva a cabo por medio de los TLC firmados con diversas naciones de fuera de la región, es tímida y en general demasiado lenta en relación a la rápida expansión del comercio que se está produciendo. Sólo Chile tiene, en este sentido, una política de apertura sistemática y efectiva, lo cual le ha dado resultados claramente positivos.
Algunos datos de interés

Las tasas de crecimiento económico en la región fueron superiores, en 2006, a las que se habían registrado el año anterior, fenómeno que se produjo –además- para casi todos los países individualmente considerados. México avanzó desde un 2,8 hasta un 4,8%, Brasil lo hizo desde el 2,9 al 3,7 y, para las subregiones en que suele dividirse América Latina, los datos fueron también favorables: Sudamérica creció un 5,4 en 2005 y un 5,7 en 2006, en tanto que Centroamérica avanzó desde el 4,3% hasta el 5,7% entre esos dos años (los datos son provisionales, y provienen de FMI).
Las economías de la región, por otra parte, pueden clasificarse en tres grupos, según sus dimensiones:

Los dos gigantes, Brasil y México, con un PIB superior a los 800.000 millones de dólares para este último y cercano al billón para Brasil. Sus gobiernos son políticamente moderados y para nada es previsible un viraje hacia la izquierda en ninguno de estos países, al menos en el corto y mediano plazo.

Cinco economías medianas, cuyo producto es bastante más reducido que el de las dos anteriores, y oscila entre los 90.000 y los 250.000 millones de dólares: Argentina, Chile, Venezuela, Colombia y Perú. Sólo Venezuela, en este grupo, está en la corriente socialista que hemos analizado en este número de Tendencias; Perú, Chile y Colombia tienen políticas económicas en general bastante sanas y Argentina, que no las tiene, puede encaminarse a una crisis económica de moderada magnitud en el corto plazo.

Once economías menores, con productos inferiores a los 40.000 millones: Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Costa Rica, Uruguay, El Salvador, Panamá, Bolivia, Honduras, Paraguay y Nicaragua. En la mayoría de los casos estos países están en un buen momento en el plano económico, salvo los tres que hemos mencionado como integrantes del eje chavista: Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Y, por último, para cerrar esta edición, una curiosidad: la inflación acumulada entre 1961 y 2006, o sea, en los últimos 45 años, ha resultado verdaderamente impresionante para un grupo de países entre los que se encuentran:
Brasil, con un 14.210.480.006.034.800 %
Argentina, con un 256.376.764.519.163 %, y
Perú, con algo menos: 216.144.603.134 %
No tenemos las cifras para todos los países, pero estamos seguros de que en Bolivia, Chile, Venezuela y Nicaragua, por lo menos, las cifras son de magnitudes igualmente aterradoras.
Nuestras monedas, por décadas, han sido una especie de trampa creada por los gobiernos para confiscar nuestros ingresos, destruir nuestros ahorros y alimentar burocracias estériles que se han convertido en reales frenos al desarrollo. Han sido la primera causa de que los latinoamericanos hayan invertido sus capitales en el exterior y de que los pobres hayan aumentado en número (o, al menos, que no hayan disminuido). La inflación ha acentuado nuestras desigualdades, destruyendo los ingresos de los más pobres, impidiéndoles ahorrar y sumiendo su vida en una constante lucha por sobrevivir, mientras que ha dado oportunidad de hacer fabulosos negocios a quienes tenían acceso al poder o a ciertos resortes de los sistemas financieros.
La conclusión es clara: de nada sirve edificar más escuelitas o hacer ambulatorios, crear programas sociales de todo tipo o aumentar los gastos del estado si éste lo hace a costa de devaluar la moneda, impulsar el aumento de los precios y seguir fabricando pobres todos los días.
Carlos Sabino es Licenciado en Sociología y Doctor en Ciencias Sociales. Es profesor titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela y profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Es miembro de la Mont Pelerin Society, y corresponsal de la agencia AIPE en Venezuela. Entre sus libros figuran: Empleo y Gasto Público en Venezuela; De Cómo un estado Rico nos Llevó a la Pobreza; El Fracaso del Intervencionismo en América Latina; Desarrollo y Calidad de Vida; y Guatemala, dos Paradojas y una Incógnita.


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