Por: AMERICO MARTIN
Nadie hubiera apostado por el futuro de aquel adolescente que viajaba de Pernambuco a Sao Paulo. Montado en un revienta-costillas pau d'arará aquel muchacho analfabeto, de una familia de las que la mala fe llamaría border line, traía en su bagaje pocos de esos activos que definen a un político, y ninguno a un líder. Sin ser orador, letrado, experimentado ni militante del partido comunista, se incorporó al poderoso sindicato metalúrgico, a la sazón dividido. Las distintas fracciones miraron a un lado y al otro. Descubrieron a Lula. Parecía un hombre ideal por maleable. Alcanzó, ''por descarte'', la presidencia del sindicato. El militarismo naufragaba. Se temía una intensificación de las huelgas. Entonces los empresarios buscaron a un sindicalista popular y no conflictivo. Era un retrato hablado de Lula. Con aquel hombre amable se podía conversar. Era honesto, hábil y había demostrado que prefería la negociación a la huelga. Contando con la confianza de empleadores y empleados, logró muchas reivindicaciones que levantaron su prestigio de líder realista y sensible.
Llegó como caminandito a la presidencia de la república. Fundó el Partido de los Trabajadores, a sabiendas de que sin ese instrumento sería difícil conjurar potenciales tormentas. Se convirtió en el hombre necesario que seguiría la estrategia de Cardozo, pero incorporándole el respaldo o la tolerancia de los de abajo. Poco amigo de los debates teóricos, siempre tan cismáticos, no dejaba ver con precisión si era realmente socialista. Se pensó que sí porque fue cofundador del Foro de Sao Paulo, cuando su candidatura requería el respaldo de la aguerrida izquierda. Esta lo convirtió en ícono revolucionario, sin observar que se había alejado silenciosamente del Foro.
Lula había descubierto que el programa de aquel cónclave era un lastre para el gran destino de Brasil. Confiado en su mano zurda, negoció sin prejuicios con las grandes potencias. Su partido no lo ha entendido plenamente. Conviven los respaldos y los rechazos. Lula se deslizaba y avanzaba sobre las olas, seguro de sí.
Pero apareció Chávez sobre otra ola, sólo que de petróleo. Convertido en un Creso, el líder venezolano sueña con dirigir el hemisferio en forma opuesta a la de Lula y la mayoría de los presidentes de la región, socialistas democráticos unos, conservadores pragmáticos otros. Es el conflicto entre la apertura y modernización versus el aislacionismo subdesarrollado de la inflamada retórica. La incorporación inteligente a la economía mundial contra la ilusión de una ''alianza de pueblos'' que considera pecaminoso el lucro.
Son dos novelas en busca de autor. Uno de ellos es Chávez y Fidel, y el otro es Lula y más de 20 mandatarios. La feble integración ideológica (ALBA) contra la sólida integración económica. Si acercamos la lupa al ALBA descubriremos sus imperfecciones. Ortega aun sirve a dos señores, Evo y Correa siguen en la Comunidad Andina de Naciones y negocian un tratado de libre ccomercio con la Unión Europea.
En la otra acera despunta el modelo chileno: el ideal del desarrollo con el más bajo índice de pobreza en Latinoamérica. Arrastra también muchos problemas, no obstante Calderón trabaja la unidad del Pacífico, Bachelet firma 50 tratados de libre comercio. García, en la misma línea. Uribe, paradójicamente, muy popular y muy atado de manos. En Centroamérica y Dominicana, CAFTA-RD avanza. Lo haría más rápido si en EEUU el proteccionismo no estuviera tan arraigado.
Ya Lula no tiene en su mano todos los hilos. Los Sin Tierra han roto con él. En sus barbas, en Brasilia, aclamaron al bolivariano. ¿Se comprende por qué Chávez no fue a la Cumbre de MERCOSUR? ¿Se comprende por qué la infinita paciencia de Lula parece haberse colmado?
Fuente:elNuevoHerald.com
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