POR: RAMÓN ESCOVAR SALOM.
¿Cual es el precio, cuánto ha costado el mito revolucionario, el “viva la revolución,” a los países hispanoamericanos? Los fundadores, los padres de 1810, pensaron en construir repúblicas, en fundar un orden nuevo, con leyes, derechos e instituciones. En los momentos en que este espíritu se mantuvo la sociedad se animó, el aire colectivo cobró ciertos bríos. Pero tales experiencias fueron cortas. Las revoluciones o sea las montoneras o parcialidades en acción armada o la mentalidad autoritaria, militarista, han dominado el escenario. A esto agregamos hoy el mesianismo y el verbalismo. Las armas, la rebelión, la insurgencia como vía expedita para proclamar proyectos redentores, toman la palabra y reclaman su puesto como los únicos depositarios de la razón moral.
Mientras tanto en Asia, sociedades que en un momento no distante fueron atrasadas, vuelan alto hacia el progreso, la productividad, el protagonismo creador y constructivo. Hispanoamérica es un fracaso histórico. Este hecho se mide en términos de educación, de desarrollo material, de crecimiento social. Los países delanteros van ahora en busca de las altas tecnologías, de la educación bilingüe, del cuidado de la naturaleza. Los atrasados mezclan las carencias espirituales con la suciedad, con la basura, con la falta de modales para convivir. Aquellos protagonizan los verdaderos cambios. Sin negar lo positivo de ciertos hechos Hispanoamérica no puede exhibir hoy grandes progresos institucionales. El mito revolucionario pretende fundar un orden nuevo sobre generalidades simplistas. Se habla mucho de postmodernidad. ¿Cómo pueden ser post modernos quienes ni siquiera son y han sido nunca modernos? Preferiría hablar de actualidad, hay quienes pretendemos ser actuales y existe un conglomerado de gentes que sencillamente no son actuales. Simplifiquemos las palabras para poder administrar las cosas. Porque los sistemas políticos, como expresó Montesquieu, están representados por el gobierno de los hombres y la administración de las cosas.
¿De que queremos hablar? Se trata de que la gente viva en paz, confiada y pueda moverse en calles limpias y seguras. Eso es parte del gobierno de los hombres y la administración de las cosas que antes mencioné. ¿Se requiere para eso una revolución? ¿Es preciso demoler todo lo que existe para sobre las ruinas y los escombros edificar un nuevo tipo de sociedad, que se autocalifica como novedad del siglo XXI? ¿Cuál es el principio que da derecho a proclamar que se excluye a una parte de la comunidad, partiendo del exterminio político, para imponer por la fuerza un supuesto orden revolucionario? ¿Y si, además, esa parte de la sociedad a la que se pretende exterminar es la mayoría de la población representada en votos cortantes y sonantes? La revolución es un mito del siglo XVIII retomado a principios del XX, por líderes mesiánicos y proyectos que perdieron vigencia y eficacia cuando se confrontaron con la realidad. ¿Que quedó del fascismo y del comunismo como vanguardia de la clase obrera? El progreso económico de China se inició cuando Deng Siao Ping, formuló e impulso desde el poder esa hazaña del crecimiento que es hoy el sureste de esa nación continente.
Los restos del gran naufragio revolucionario del siglo XX andan por algunos países atrasados donde minorías activas gargarizan las grandes frases que le dieron aire en sus momentos a tales posturas redentoras. ¿En cuánto contribuyen al producto bruto mundial? ¿Cuánto hicieron por la educación, la libertad de la cultura, la preservación ecológica del planeta? En su esencia fueron o son movimientos destructivos incompatibles con la dignidad de la condición humana.
En América del Sur necesitamos crecer, tener orden, convivencia y seguridad, proteínas para la población porque sin ellas no puede haber democracia, agua potable, aire limpio. ¿Es precisa para eso una revolución excluyente? Para que haya menos pobres ¿no sería bueno que se aumentara la productividad en lugar de disminuirla con discursos incendiarios y redentores? ¿Quiénes viven mejor los cubanos o los ciudadanos de Singapur? ¿Dónde hay más productividad, en Argentina o en Corea del Sur? ¿Dónde existe o existió mayor justicia social y distribución de bienestar,¿ en Suecia o en la antigua Unión Soviética? Son hechos concretos de la realidad mundial. Y por último, ¿quiénes pueden impulsar un proyecto nacional más armonioso, ¿ los llamados partidos o sectores revolucionarios o aquellos otros proyectos democráticos que se pudieran agrupar o reagrupar? Sin olvidar que para andar hacia el futuro no es necesaria una doctrina. Como dijo Fiorello La Guardia, famoso alcalde de Nueva York, para limpiar las calles de una ciudad no es necesario aplicar ninguna doctrina política.
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"Chávez solo dejará el poder por la fuerza"
Manuel Caballero: "Chávez sólo dejará el poder por la fuerza"
Aunque es un hombre de izquierda, el historiador venezolano Manuel Caballero se ha convertido, gracias a su lucidez y su vocación crítica, en un columnista político de referencia para todos los sectores. Crítico de Chávez, niega que abrigue un proyecto socialista y lo define como un Mussolini latinoamericano, a la manera de Perón. "Si admira a Fidel, es sólo por su permanencia de casi 50 años en el poder", dice
Domingo 23 de marzo de 2008 | Publicado en la Edición impresa
CARACAS.- Manuel Caballero es uno de los historiadores más respetados y conocidos de Venezuela. Premio Nacional de Periodismo (1979), Premio Nacional de Historia (1994) y Premio Bienal Simón Bolívar (2001), su fama, sin embargo, no se debe tanto a sus trabajos académicos, como a su constante labor como ensayista y periodista de opinión. Siempre polémico, sus artículos generan debate no sólo en torno de temas históricos, sino también en torno a los más acuciantes asuntos del presente. Desde 1965, ha sido colaborador permanente de diarios como El Nacional , El Diario de Caracas y, actualmente, de El Universal . A pesar de su larga militancia en la izquierda, la lucidez de sus análisis, la iconoclasia de sus ideas, y su fervorosa oposición al paternalismo de estado lo han convertido en lectura obligada del domingo para todos los sectores.
Autor de más de 50 libros, en sus escritos conjuga la erudición histórica y la pluma sabrosa. Es famoso por su sentido del humor y su mordacidad. Nuestra cita es a las nueve de la mañana, pero sugiere que podría ser antes. "A las ocho ya he escrito mi artículo, he leído todos los periódicos y, cuando mi mujer vivía, ya le había dado su primera paliza", dice, riéndose de su propio chiste.
Vive solo en un pequeño departamento que, como muchos en Caracas, tiene vista al cerro Avila. En el living luminoso y colorido donde recibe a LA NACION hay una mesa ratona repleta de adornos. Conviven un altísimo Simón Bolívar de madera, con todos los personajes de Mafalda. El mismo señala a otros personajes argentinos sobre su mesa: tres pequeños muñecos plásticos, que representan a Evita, Perón y Gardel.
Caballero militó durante dieciocho años en el Partido Comunista, fue preso de la dictadura, y fundador y miembro del Movimiento al Socialismo hasta que ese partido decidió apoyar a Chávez. "Les dije expresamente que si se iban a dedicar a lamerles el culo a los militares, no contaran conmigo. Desde el 4 de noviembre de 1958, cuando cayó Pérez Jiménez, he criticado a cada uno de los gobernantes de turno", dice Caballero, que se enorgullece de no haber trabajado jamás para ningún gobierno. "Eso es lo que me da autoridad para oponerme ahora. Incluso a Ramón J. Velásquez, a quien admiro, cuando asumió la presidencia le dije que yo no sólo estaba en la oposición, sino que deseaba que hiciera un mal gobierno para que a los venezolanos se nos quitara de la cabeza la idea de que todo lo debemos esperar del Estado."
Cuando se le pregunta sobre su militancia política, responde que antes que nada es antimilitarista. "Si ser antimilitarista es ser de izquierda, como me enseñaron siempre, yo soy de izquierda; si es ser de derecha, soy de derecha; si es ser de centro, seré de centro.
Pero, eso sí: en los tres casos soy de extrema izquierda, de extrema derecha o de extremo centro." -¿Existe un gobierno socialista en Venezuela? -Este gobierno no es socialista ni en los hechos, ni en su planteamiento. Hugo Chávez no es comunista, ni socialista, ni musulmán, como dijo él alguna vez. Pero es todo eso a la vez si le garantizan que puede quedarse toda la vida en el poder. Chávez es chavista y lo que él adora de Fidel Castro no son las cosas que Fidel hizo o dejó de hacer en Cuba, sino su casi medio siglo en el poder. -¿Por qué afirma que Chávez no es socialista? -Tengo la tentación de responder diciéndole que a las pruebas me remito. Pero voy a ser más amable. El problema con la palabra "socialismo" es la carga emocional y mítica que conlleva. Con esa misma palabra se ha designado a muy diversas doctrinas y praxis políticas. Socialista era Stalin, como Hitler, que era nacional-socialista; socialista era Pol Pot y, por el otro lado, Willy Brandt. La práctica política de Chávez se parece mucho al fascismo de Mussolini y a su versión latinoamericana que fue Perón, con la diferencia de que Perón tenía el apoyo de la clase obrera organizada, mientras que la base fundamental de apoyo de Chávez sonlos marginales. -¿Encuentra otras semejanzas entre Chávez y Perón? -Junto con Perón, y acaso superándolo, Chávez es el más grande demagogo de la historia de América latina. Hay una simpatía confesa de Chávez por Perón. Cuando estaba en plena campaña electoral, al nacionalizar a un grupo de argentinos, terminó su discurso diciendo "¡Viva el General Perón!" En el Paseo Vargas hizo levantar una estatua de Evita al lado de la del "Che" Guevara. Otra gran semejanza es el uso de los mecanismos democráticos para combatir la democracia. -¿Cree que por eso Chávez goza de tanta simpatía en la Argentina? -Yo no diría que el pueblo argentino apoya a Chávez, sino que el gobierno argentino lo hace. Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que la caridad cristiana ha imperado durante miles de años y el agradecimiento por la limosna se manifiesta en mucha gente que prefiere tender la mano para recibir, antes que encallecérsela trabajando. Por allí andan rondando ochocientos mil dólares que no son poca cosa: los recibe quien está dispuesto a agradecerlo. -¿Cuáles son los mayores aciertos del actual gobierno? -Yo le debo tres cosas al gobierno de Hugo Chávez. Primero, haberme enseñado que los partidos políticos, como los individuos, son capaces de suicidarse. Segundo, haberme demostrado que el pueblo sí se equivoca. Y tercero, la evidencia de cuán incapaces son los militares al gobernar. Este no es el primer gobierno que pone en evidencia estas cosas, pero sí el primero que conjuga las tres simultáneamente. -¿Cree que será posible exportar la revolución bolivariana al resto de América latina? -Eso no lo logró Lenin, que creó una organización especial para exportar la revolución y que contaba con el apoyo de una nación de doscientos millones de habitantes; no lo logró Mao, con más de mil millones de chinos como seguidores entusiastas, y tampoco lo logró Fidel, a pesar de todo lo que consiguió explotando su imagen romántica de líder guerrillero. ¿Cree que podría lograrlo un personaje tan inconsistente ideológica y políticamente como Chávez? -Leyendo sobre el país, me asombra las versiones diametralmente opuestas que se encuentran sobre el mismo hecho, dependiendo del medio consultado. ¿Cómo se puede hacer hoy en Venezuela para saber cuál es la verdad? -Una de las cosas más perniciosas que se le deben a este gobierno es una división absoluta de la sociedad, tal como nunca había existido en nuestro país. El odio social es notorio, tanto como el reparto territorial de los hechos y de las conciencias. Aquí, ahora, tú tienes razón porque eres mi amigo, o no tienes razón porque eres mi enemigo, en vez de que tú seas mi amigo porque tienes razón. Todo esto hace muy difícil saber dónde está la verdad. Sin embargo, a veces los mitos se pueden deshacer estudiando el propio discurso oficial. En un momento, el presidente dijo que iba a iniciar una campaña para erradicar el analfabetismo, y que era una vergüenza que el 10% de los adultos no supiera leer ni escribir. Esa frase sola encierra una contradicción: si éste es el único gobierno que se ha ocupado de alfabetizar ¿cómo es que el 90% restante de la población sabe leer y escribir? En otra ocasión dijo: "Jamás he apoyado ni apoyaré a las FARC. Si yo apoyara a las FARC, el pueblo venezolano tendría derecho a echarme de aquí". -¿Por qué se involucró Venezuela en el reciente conflicto colombo-ecuatoriano? -La intrusión del gobierno venezolano tiene dos explicaciones y sólo dos: la primera es la alianza entre los bandoleros colombianos de las FARC y el gobierno venezolano; la segunda es la búsqueda de un enemigo externo que le permita a Chávez, por un lado, rehacerse una virginidad en materia de popularidad a través de un discurso ultranacionalista y, por el otro, compactar la fuerza armada venezolana detrás de él. -¿Puede interpretarse la ofensiva del gobierno venezolano como un intento de evitar la intromisión estadounidense en América latina? -Al contrario de lo que la propaganda chavista quisiera hacer creer, es la intromisión venezolana en ese conflicto lo que podría provocar una injerencia más abierta y activa de los EE.UU. No hay ningún interés nacional venezolano en inmiscuirse en el asunto, sino el interés personal de Chávez de provocar una intervención que podría permitirle eternizarse en el poder empleando la misma coartada que Fidel. - ¿Piensa que en lo que atañe a Venezuela la resolución de la crisis fronteriza es definitiva? -Ni esa crisis, ni ninguna otra parecida que se presente en el futuro tendrá una solución real y definitiva mientras Chávez permanezca en el poder. Su política sigue orientada por la explotación del nacionalismo y la militarización de la sociedad venezolana. - ¿Con Chávez ha mejorado la situación de las clases marginales? -Sí, es innegable. Pero ésos son los sectores sociales más proclives a aceptar y preferir la dádiva. Por su propia condición, no piensan qué puede suceder la semana próxima pues su gran problema es qué van a comer esta tarde. Chávez ha utilizado la dádiva como política, sobre todo en oportunidad de las elecciones. Pero la limosna dura lo que dura la limosna. Hace diez años que Chávez gobierna, y alguna gente empieza a decir que preferiría cobrar un sueldo a fin de mes que seguir recibiendo limosna. Es cuestión de dignidad. -¿Cree que el balance de la revolución bolivariana podrá tener algo positivo en el sentido de que despertó el deseo de la clase media de participar en política? -Creo que el único legado de la revolución bolivariana es la independencia de Venezuela, pero supongo que usted no se refería a nuestra revolución de independencia. ¡Es que a esto no se puede llamar ni "revolución", ni "bolivariana"! Eso de "bolivariana" es una soberana estupidez. Bolívar ni siquiera era un demócrata: era un aristócrata del siglo XVIII, un hijo de la Ilustración. De modo que el "socialismo bolivariano" es casi un oxímoron, como decir "blanco negror". -¿Y "revolución"? -¡Pero es que Chávez no ha nacionalizado ni siquiera una pulpería (una bodega) en el llano! Aquí las industrias básicas ya se habían nacionalizado, y sin sangre. -¿Hay presos políticos en Venezuela? -¡Por supuesto! Un solo ejemplo: hay tres comisarios de la Policía Metropolitana presos desde hace tres años, sin que los hayan podido juzgar porque no han encontrado cómo hacerlo. Y de la imparcialidad de los jueces voy a dar un solo ejemplo: el año pasado, en la ceremonia de apertura del año judicial, todos los magistrados empezaron a gritar "¡Uh, ah, Chávez no se va!" Ese había sido uno de los eslóganes de la campaña por el sí. ¿Qué independencia del Poder Judicial es ésa? - Teniendo en cuenta que la oposición a Chávez va de la extrema izquierda a la extrema derecha, ¿qué probabilidades de éxito cree que pueda tener en las elecciones regionales de noviembre? -La oposición ha cometido muchísimos errores. Tal vez, el más grave fue dejarse llevar por grupos radicales que enarbolaban la promesa de que a Chávez se le podía derrocar. Recién ahora la oposición está aprendiendo que ese no es el modo de salir de Chávez. León Blum decía que la política es un juego severo donde no todos los aciertos se cobran, pero donde todos los errores se pagan doble. Nosotros estamos pagando el error que cometimos al elegir a Chávez. La peor peste que le puede caer a un pueblo es tener un gobierno militar. No sabría decir cuándo terminaremos de pagar porque estoy convencido de que Chávez no va a salir del poder como no sea por la fuerza, aunque eso no quiere decir necesariamente mediante un golpe militar. Tenemos que aceptar la idea de que el combate es duro y posiblemente largo, que la pata la metimos muy hondo y que cuando se vaya nos va a dejar un país en ruinas y, por si fuera poco, ingobernable. Por Mori Ponsowy El perfil Formación académica Nacido en 1931, Manuel Caballero estudió historia en la Universidad Central de Venezuela y obtuvo su PhD en la Universidad de Londres. Ha sido conferencista en las universidades de Oxford, Harvard y la Sorbona. Es Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y miembro correspondiente de la Española. Sus libros Su tesis doctoral sobre la Internacional Comunista y la Revolución latinoamericana lo convirtió en el primer venezolano publicado por la Universidad de Cambridge, en los 450 años de su editorial.
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