POR:FRANCISCO ROBERTO GARCÍA SAMANIEGO.
Bien merece la pena reflexionar sobre los últimos sucesos políticos en Venezuela, sobre todo el enfrentamiento verbal con el presidente de Colombia, que demuestra una vez más, cómo este desgobierno de forajidos trajina con los valores democráticos y diplomáticos, y de los petrodólares regala nuestros recursos sin que el ministerio público y mucho menos un TSJ normal le de sanciones. Sin mencionar el costo político y económico de la “guerra” que no fue. La guerra de Chacu, dilapidando irresponsablemente más de 50 millardos cuando un alto porcentaje de venezolanos se mueren de hambre y los hospitales no funcionan para dilucidar sólo algunos de los verdaderos problemas actuales.
La política sectaria del desgobierno, al gritar días pasados, “guerra a Colombia”, por la incursión de sus tropas en territorio ecuatoriano da píe para identificar la sumisión de la Asamblea Nacional, de las FAN, al poder de un hombre lleno de discurso destructivo que emerge en contra de toda institucionalidad. Tan claro alarde de personalismo mediático pone en evidencia las repetidas violaciones a la constitución de la quinta república bolivariana de Venezuela. A parte de promulgar en el ideario del venezolano valores anti-morales en pro de la defensa de grupos narco-guerrilleros como las FARC. Y sobre todo de un problema entre dos países que nada teníamos que estar buscando, a la final Chávez queda como el bufón busca pleitos de América Latina con su arlequín, ahora favorito, Rafael Correa, que si bien su reclamo por la violación a la soberanía del Ecuador por parte de militares colombianos en nada se justifica su poco olfato diplomático. Además demuestra su aceptación a las FARC en su territorio, cuando él mismo declaró: “el Ecuador limita con las FARC”.
En tal sentido para entender el sectarismo político en el cual corre algunas proto-democracias en América Latina basta un análisis sobre el sectarismo político de Franzel Delgado Senior que pone en claro como las estructuras mentales de las sectas políticas dan paso a la destrucción de la convivencia democrática. Veamos entonces algunas de sus características para Delgado Senior: a) sumisión incondicional a un líder, a quien se le debe sumisión absoluta, pues se considera predestinado a cumplir una misión que solo él puede lograr. b) anulación a toda critica interna y externa desdeñando el pensamiento plural. c) persecución de objetivos económicos enmascarados bajo una ideología, destinados sólo a reforzar el poder del líder. d) fabrica de palabras, frases y consignas para descalificar a quienes no pertenecen a la secta, a quienes se consideran inferiores. e) uso de algún color y vestimenta particular para identificarse y darse fortaleza de grupo. f) prohibición de abandonar a la organización, y quien lo hace, es severamente penado. Tildado de traidor.
Claramente presente en la política diplomática venezolana, ecuatoriana, nicaragüense (si ha ello se le puede llamar diplomacia) las características antes mencionadas, se visualiza el apoyo tácito del desgobierno a grupos insurgentes terroristas, aunado a un cúmulo de crisis sociales y económicas de todo tipo. Problemas básicos que el desgobierno se niega con fe ciega a resolver. Y acá en Venezuela no pasa nada. Cada día las condiciones de vida del ciudadano venezolano son tristemente alarmantes. Ni hablar de los ecuatorianos y los nicaragüenses.
Así, el showman anda buscando chivos expiatorios y creando cortinas de humo en la opinión pública internacional como fundamento de tan inefectivo proceso de cambios en Venezuela y su pésima revolución del siglo XXI. Para más, con seguidores y patéticos aduladores de sus ministros; y en el exterior acompañado por los presidentes de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina como actores de reparto para disimular el golpe certero de Álvaro Uribe en la Cumbre del Grupo de Río, en Santo Domingo en defensa de una Latinoamérica libre de terroristas y sobre todo libre de sectas políticas trasnochadas como la plantea en su plan díscolo de Hugo Chávez Frías que lo quiere imponer en la región.
Porque digámoslo claro, el problema del terrorismo, los secuestros, los atentados y del narcotráfico son problemas transnacionales y los gobiernos que no entiendan dichos riesgos están avalando por ignorancia y aupando a costilla de asuntos de soberanía nacional a criminales que atentan claramente y sin pudor alguno en contra de los derechos humanos.
¿Será que acaso, Huguito el Cesar piensa que los crímenes de lesa humanidad prescriben? O, ¿No sabrá que cualquier gobierno o, ciudadano del mundo con pruebas claras puede denunciarlo ante el Tribunal Penal Internacional en la Haya? Existen las pruebas, queda del tiempo ponerlas en marcha.
Y por su puesto, de seguir con su discurso sectario de una sola idea y una sola voz, choca con los ideales globales por acabar con el terrorismo venga de donde venga. Y ello socava los cimientos de las democracias. Porque en definitiva el mundo ausente de políticas coherentes bajo el respeto de las instituciones de la democracia y el Estado de Derecho, la ley por sobre todas las cosas, es el mundo del terror y es precisamente allí en donde los lideres sectarios y ególatras destruyen a sus sociedades.
Por ahora, como le gusta decir al milico, la guerra no pasó de sólo una distracción mediática de un show que terminó con abrazos hipócritas de presidentes claramente irresponsables para con sus conciudadanos y queda en claro la capacidad política de profesión de Álvaro Uribe apoyado por sus ciudadanos con más del 80% cansados de la guerra que las FARC han llevado acabo por más de 40 años.
1 comentario:
El próximo capítulo
Fernando Luis Egaña
Lunes, 10 de marzo de 2008
¿Cuándo y cómo será el próximo capítulo del conflicto con Colombia? Más temprano que tarde lo sabremos porque la tregua quisqueyana tiene demasiadas espinas.
La verdad es que la Cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo, hábilmente conducida por el presidente Leonel Fernández, significó un anticlímax muy oportuno para la irresponsable escalada bélica regional, instigada, no faltaba más, por el mandatario rojo-rojito, a partir de la denunciada operación colombiana en el Putumayo ecuatoriano.
Y como lo cortés no quita lo valiente, hay que reconocer el giro de 180 grados que Chávez le dio a su discurso respectivo, si se comparan las proclamas guerreristas de los días previos y las intervenciones apaciguadas en la reunión dominicana. ¿Consejos de Fidel Castro? ¿Encuestas nacionales sobre la impopularidad de una eventual guerra? ¿Epifanía de sensatez?
Lo que más importa es que se bajó la presión y se confirmó el ambiente de consenso que ya se había logrado en el encuentro de la OEA en Washington. Uribe redondeó una faena diplomática de marca mayor, Correa no pudo ocultar su cara de embarque, y Chávez obtuvo el aplauso de sus colegas por bajar la guardia.
Pero, ¿por cuánto tiempo? Al fin y al cabo en tan sólo la semana pasada el "gobierno revolucionario" cerró la embajada venezolana en Bogotá, expulsó a la misión colombiana en Caracas, movilizó fuerzas militares a la frontera, restringió el intercambio binacional y anunció la posible expropiación de empresas colombianas en nuestro país.
Todo ello ha quedado atrás, por ahora, pero buena parte de las razones que han venido erizando las relaciones entre Miraflores y la Casa de Nariño permanecen intactas.
La primera y principal son las imbricaciones entre la "revolución bolivariana" y las FARC. Y no tanto ideológicas sino políticas y operativas. La vocería oficialista rindió buena cuenta de ello desde la muerte de Raúl Reyes hasta el abrazo de Chávez con Uribe. Los canales del Estado, por ejemplo, estuvieron compitiendo a ver quien alababa más a Marulanda y compañía.
Otra razón es la persistencia de Caracas en participar en los procedimientos de liberación de secuestrados por las FARC --o de retenidos según la jerga periodística oficial, sin la aquiescencia de Bogotá e incluso a contravía de sus posiciones. Porque una cosa es la contribución humanitaria y otra su aprovechamiento político en un ring de acusaciones entre ambos gobiernos.
Y desde luego que permanece el mar de fondo o la disparidad radical entre la plataforma petro-socialistona de la llamada revolución bolivariana y la cierta ortodoxia capitalista y pro-norteamericana del Estado colombiano. Si a ello se le agrega el ingrediente nada secundario del encono personal de los jefes de Estado y sobre todo el de la lengua incontinente del señor Chávez, el mandado está hecho para que el conflicto sea la regla y la cooperación la excepción.
Puede que no se sepa el disparadero preciso del próximo capítulo, pero muy pocos se hacen ilusiones sobre la posibilidad de una normalización constructiva y duradera de las relaciones con Colombia.
flegana@movistar.net.ve
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