lunes, abril 09, 2007

"LA RESURECCIÓN,ESPERANZA PARA EL MUNDO"

EN SU MENSAJE DE PASCUA, BENEDICTO XVI HACE UN REPASO DE LOS MALES Y DESGRACIAS QUE AMENZAN A LA HUMANIDAD.

Desde el «balcón de las bendiciones» en la fachada de la Basílica de San Pedro, el Papa se dirigió a los miles de fieles que ayer llenaron la plaza y la Via de la Conciliazione

Ciudad del Vaticano- Benedicto XVI dio ayer una vuelta por los males y los horrores del mundo, sin olvidarse de las matanzas de Irak, durante el mensaje de Pascua que pronunció en la plaza de San Pedro. Pero en sus palabras, que dirigió desde el balcón central de la Basílica tras finalizar la misa de Pascua, también destacó la esperanza que supone para el mundo la victoria de Cristo sobre la muerte. «Resucitado, el Señor no ha quitado el sufrimiento y el mal del mundo, pero los ha vencido de raíz con l a superabundancia de la gracia. (...) Como vía para la paz y la alegría nos ha dejado el Amor que no teme a la Muerte», afirmó.

Antes, al comentar el pasaje del Nuevo Testamento que hace referencia al encuentro entre Cristo y el incrédulo discípulo Tomás, el Papa había condenado los males que acechan al mundo. «Cada uno de nosotros puede ser tentado por la incredulidad de Tomás. El dolor, el mal, las injusticias, la muerte, especialmente cuando afectan a los inocentes -por ejemplo, los niños víctimas de la guerra y del terrorismo, de las enfermedades y del hambre-, ¿no someten nuestra fe a una dura prueba?», destacó.

En este tono, fue en el que realizó un elenco los problemas. «¡Cuántas heridas, cuanto dolor en el mundo! No faltan calamidades naturales y tragedias humanas que provocan innumerables víctimas e ingentes daños materiales».

«Pienso en lo que ha ocurrido recientemente en Madagascar, en las Islas Salomón, en América Latina y en otras regiones del mundo», lamentó. Y poco a poco, fue exponiendo un catálogo con las principales tragedias que azotan a la humanidad a lo ancho del planeta. «Pienso en el flagelo del hambre, en las enfermedades incurables, en el terrorismo y en los secuestros de personas, en los mil rostros de la violencia -a veces justificada en nombre de la religión-, en el desprecio de la vida y en la violación de los derechos humanos, en la explotación de la persona (...)», continuó.

Benedicto XVI subrayó su aprensión por la situación en la que se encuentra el continente africano, en concreto en lugares como la región de Darfur, en Sudán, donde se da «una situación humanitaria catastrófica y por desgracia infravalorada». También citó la República del Congo y siguió su repaso por la tierra más pobre del mundo hablando de Somalia y de la grave crisis que atenaza a Zimbabue. «Los obispos del país han indicado como única vía de superación la oración y el compromiso compartido por el bien común», aseguró, en defensa de la carta en que los prelados piden para el país una constitución «inspirada por el pueblo».

El Papa trasladó después su discurso hasta Asia y allí destacó la necesidad de paz y de reconciliación en Timor Este y en Sri Lanka. De Afganistán dijo que es un país marcado por una creciente inquietud e inestabilidad. Después desembarcó en Oriente Medio, destacando las señales de esperanza en el diálogo entre Israel y la Autoridad Palestina. Pero, «por desgracia nada positivo viene de Irak, ensangrentado por continuas matanzas, mientras huyen las poblaciones civiles», recordó. Mientras que «en el Líbano, el estancamiento de las instituciones políticas pone en peligro el papel que el país está llamado a desempeñar en el área de Oriente Medio e hipoteca su futuro».

El Papa también se lamentó por las dificultades que las comunidades cristianas afrontan cotidianamente en estos lugares y por el éxodo de los cristianos de Oriente Medio, que, recordó, es la cuna de la fe cristiana.

Aunque la condena de Benedicto XVI a estas situaciones de dolor fue la parte más impactante de su discurso, el sentido general del mensaje era esperanzador. «Cristo resucitado está vivo entre nosotros» recordó a los que le escuchaban «desde todas las partes de la tierra». «Él es la esperanza de un mundo mejor», afirmó. Y finalizó sus palabras recordando a todos los católicos que «también nosotros, unidos a Él, dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos, nos convertimos en apóstoles de paz, mensajeros de una alegría que no teme al dolor, la alegría de la Resurrección».

Tras su mensaje Pascual, el Papa impartió, desde el «balcón de las bendiciones» en la fachada de la Basílica, la tradicional bendición «Urbi et Orbi» en esta ocasión en 62 idiomas, entre ellos, el español. Coreado por la multitud de fieles de habla hispana que se congregó en la plaza de San Pedro el Papa les dijo: «Os deseo a todos una buena y feliz fiesta de Pascua, con la paz y la alegría, la esperanza y el amor de Jesucristo Resucitado».

La plaza de San Pedro se presentó ayer adornada para la ocasión con miles de flores de múltiples coleres, donadas por floricultores holandeses, y abarrotada por unos ciento veinte mil fieles que también llenaban la adyacente Via de la Conciliazione.
Fuente: www.larazón.com. Ángel Villarino.

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