Los partidos venezolanos se enfrentaron a sus fundadores. Abiertamente en el caso de Acción Democrática, más discretamente en el de Copei que se jactaba de no dividirse, hasta que el propio Caldera organizó Convergencia. Nadie imaginaba a AD y a Copei en su mejor momento pretendiendo que a Caldera, o a Betancourt o a Pérez los reeligieran cuantas veces quisieran, aunque hubo unos contados adecos partidarios de la reelección de Pérez.
Chávez no es Caldera ni Betancourt, obvio, pero quiere tener un partido. Lo han convencido quizás los cubanos de que sin esa correa de transmisión su obra revolucionaria no perdurará. Chávez le pide a sus seguidores un voto de confianza permanente y al mismo tiempo quiere organizar un partido. Esta es una contradicción insalvable como lo demuestran las recientes elecciones. El dirigente más votado alguna vez preguntó en voz alta si el Presidente se había fumado una lumpia. Los chavistas son tan antimilitares como cualquier otro venezolano. Les han impuesto gobernadores y ministros militares los que, con alguna excepción, no han sido particularmente brillantes ni eficientes.
Los chavistas a la hora de votar dieron una sorpresa. Volverán a repetir la trastada, sólo una minoría de ellos sigue al Presidente con los ojos cerrados. No lo acompañarán en un intento dictatorial de suspender las elecciones regionales, rechazarán candidatos a dedo. A su vez los militares ocupan cargos decisivos y no quieren ser relegados, y son capaces de saltar a la oposición como lo han hecho en el pasado. Algunos de ellos el 2 de diciembre no movieron los recursos de sus gobernaciones cuando la reelección indefinida no los incluyó. Este es el dilema que enfrenta políticamente Chávez. Si no busca nuevos candidatos perderá las elecciones regionales, si impone nuevas caras su vieja guardia se rebelará. Si permite funcionar a su partido le saldrá la criada respondona.
Algunos creen que Chávez domina el chavismo como le da la gana. La historia reciente muestra lo contrario, en la antigua Asamblea numerosos diputados saltaron la talanquera hasta llegar un momento en que el chavismo casi fue minoría. De las filas del chavismo amenaza con aparecer la oposición más peligrosa para Chávez. Tiene ya un partido, ahora le toca atenerse a las consecuencias. El chavismo es un tigre sobre el que cabalga el Presidente de la República. Aristóbulo no es ni un traidor ni un incondicional, igual que otros dirigentes chavistas y el pueblo llano. Por necesidad reconocen al líder máximo, pero no lo siguen con los ojos cerrados.
Sólo una conducta torpe de la oposición unificaría al chavismo. En cambio, una posición realmente democrática comprobaría pronto que muchos chavistas creen en la democracia: ya lo demostraron el pasado diciembre quedándose en sus casas. Basta con no arrinconarlos, no ir por ellos, sino sinceramente proponer una reconciliación nacional que no sea tampoco una vuelta a ningún pasado y que hasta continúe y perfeccione los planes sociales a favor de los pobres, porque en el propio PSUV abundan quienes aspiran a suceder a Chávez, no a soportarlo por los siglos de los siglos. Como ocurrió en AD y en Copei con Caldera y con Betancourt. Cuando los partidos votan por quien les da la gana elevan al fundador a los altares donde no moleste.
Fuente:http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=356030
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3 comentarios:
Manuel Felipe Sierra
ND/El Nacional
El abismo
Los documentos hallados en la computadora de Raúl Reyes han desatado graves consecuencias para Hugo Chávez. Si bien es cierto que el mandatario se enorgullece de su solidaridad con el presidente Ahmadinejad de Irán y su plan nuclear; de sus simpatías con el gobierno de Siria y los movimientos palestinos más radicales; y que se atrevió a solicitar al mundo el reconocimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia como factor beligerante; hasta ahora no existían evidencias de los alcances de estas relaciones.
Cuando Álvaro Uribe dijo que llevaría al Tribunal Penal Internacional de La Haya las pruebas encontradas en el lugar donde pereció el jefe guerrillero Raúl Reyes, buscaba producir un efecto de opinión que, sin duda, se logró. En la Cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo, el gobernante declinó de la acusación, pero el mal ya estaba hecho.
El tono del más reciente discurso de George W. Bush (la segunda vez que alude a Chávez de manera directa) y los señalamientos de Condoleezza Rice y Thomas Shannon en la misma dirección, indican que el tema de Venezuela tiene prioridad en la agenda de Washington más allá de la tensión entre ambos países.
Más grave aún es la declaración del presidente de Israel, Shimon Peres, al señalar que "el presidente de Venezuela usa el dinero del petróleo para financiar actividades terroristas y el "colonialismo religioso" que intenta apoderarse del Medio Oriente".
También en Latinoamérica el socialismo del siglo XXI encuentra dificultades. Correa en Ecuador no parece muy convencido del acuerdo de la reunión de República Dominicana y espera el informe de la Organización de Estados Americanos para comenzar el restablecimiento de relaciones con Bogotá.
Evo Morales no ha podido superar una confrontación política que se complica con los proyectos autonómicos de varias provincias. Raúl Castro en Cuba encabeza una transición que le demanda actuar con prudencia en otros escenarios. El gobierno de Lula ratifica que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia no pueden ser beligerantes.
Ortega en Nicaragua privilegia el asunto del diferendo marítimo con Colombia. Las FARC han resultado militarmente debilitadas con las últimas operaciones del ejército. Desde luego, que Chávez no puede renunciar al proyecto de expansión de su revolución.
Pero las circunstancias en el ámbito internacional lo obligan a una pausa o a cierta moderación. El otro camino sería colocarse, sencillamente, al borde del abismo.
Gonzalo GARCÍA ORDÓÑEZ
Noticiero Digital
La llamada a Uribe
La bipolaridad del Presidente Hugo Chávez en el desarrollo de las relaciones internacionales es manifiesta y vergonzosa. Todos hemos escuchado a Chávez que si reparo, sin medida lanzó cualquier clase de insultos al Presidente Álvaro Uribe, a Colombia, a Santander, a los Empresarios, al la rancia burguesía bogotana, nadie se salvó de su incontinencia agresiva. Lanzó ante el mundo la hipótesis que Bolívar fue asesinado en Colombia, que no murió de tuberculosis. Nadie excepto las FARC, se salvó de los insultos, hasta guardó un minuto de silencio por un criminal llamado Raúl Reyes. Hoy 13 de marzo, el secretario de prensa del Palacio de Nariño informó que Hugo Chávez llamó hoy al Presidente Uribe para reiterarle toda la voluntad de restablecer las mejores relaciones entre los dos gobiernos y la confianza entre los gobernantes.
Fresco está en el ambiente sus palabras cuando dijo y reafirmó que Uribe era el jefe de una mafia, no el Presidente de Colombia; que mientras Uribe fuera presidente de Colombia las relaciones estarían deterioradas, congeladas. Retiró el Embajador y al personal diplomático venezolano de Bogotá; expulso a la delegación diplomática colombiana de Venezuela. Todos nos preguntamos, a qué se debe el gran cambio y esa llamada a Bogotá. Los analistas, y los no analistas, coinciden en afirmar que la información contenida en las computadoras de las FARC es la responsable del gran viraje. Las piedras del río están sonando, las computadoras están hablando, la INTERPOL investigando.
Durante estos diez años de abuso del gobierno y clase gobernante chavista, la más corrupta e inepta que jamás haya gobernado este país, Venezuela ha estado sometida a la práctica del terrorismo político de estado manifestado en represión, supresión de las libertades y garantías, persecuciones políticas, corrupción, abuso de poder, no rendición de cuentas, discriminación e intentos reiterados de imponer a la fuerza el socialismo del siglo XXI. La última acción deliberada del gobierno, a través del Ministro de Educación, para imponen una nueva ley de educación, un modelo de educación socialista rechazado el 2D es una prueba más que el gobierno practica el terrorismo de estado. Permitir la presencia de las FARC en Venezuela, asociar nuestro territorio con organizaciones terroristas es colaboracionismo. El brazo de la ley ha sido alertado por las computadoras de las FARC. El gobierno es amigo de una organización terrorista con la que dice limitar y reconocer como fuerza beligerante.
La llamada al “cachorro del imperio, al delincuente, al paramilitar, al mafioso, mentiroso, embustero” y muchos calificativos despreciativos más sorprende. No hay dignidad, no hay valor de la palabra. Las circunstancias y posibilidades de que se adelanten juicios internacionales por asociación con organizaciones vinculadas al narcoterrorismo le han definitivamente cambiado el ritmo a la revolución que nunca lo fue. Nadie quiere estar asociado o identificado con los amigos del terrorismo. Pronto el PSUV, del cual Hugo Chávez es presidente, puede pasar a formar parte de los amigos de las FARC y los miembros registrados sospechosos de actividad terrorista.
skip to main | skip to sidebar Chávez para Españoles
sábado 15 de marzo de 2008
El círculo cubano que protege a Hugo Chávez
INVESTIGACIÓN LO QUE PASÓ LA NOCHE DEL REFERÉNDUM
(Publicado originalmente en El Mundo de España)
El círculo cubano que lo protege
El primer anillo que blinda la seguridad de Chávez está formado sólo por agentes de Castro, dirigidos por el superpoderoso "Alfredo". Entre otras razones, porque Hugo Chávez no se fía de sus compatriotas. Los miembros del G2, servicio secreto cubano, son los encargados de su seguridad. Fue el dictador cubano quien le aconsejó que aceptara su derrota en las urnas en la madrugada del referéndum
Por JULIO RIVAS PITA
A Germán Sánchez Otero, el embajador cubano en Caracas, conocido como El Virrey, no le cae muy bien Alfredo, nombre clave del principal agente del G 2 (servicio de inteligencia cubano) en Venezuela, y encargado personalmente por Fidel Castro de la seguridad personal de Hugo Chávez.
Alfredo tiene acceso directo al líder cubano a cualquier hora del día o la noche, y, en asuntos de seguridad, discrecionalidad absoluta. Lo que él decida no puede ser cuestionado. Sus poderes, en ese sentido, van mucho mas allá de los del Virrey, un apodo que el embajador cubano se ha ganado a pulso en los últimos nueve años, dada la enorme ascendencia del gobierno cubano sobre el régimen de Chávez, quien ha llegado a decir que Venezuela y Cuba «son una sola nación».
Aunque no existen fotos publicadas de él, Alfredo es un personaje conocido de varios servicios de inteligencia en la capital venezolana, entre ellos el CNI español, la CIA norteamericana, el Mossad israelí y los servicios de información de China. «Es lo mejor que tenía Fidel, y por eso lo puso aquí. Para Fidel, Chávez es un tesoro único e irremplazable, al que hay que cuidar como a la niña de sus ojos», dijo a Crónica un alto funcionario venezolano.
El funcionario señaló que fue precisamente el G2 cubano el que posiblemente evitó con sus recomendaciones que Venezuela hubiese sido sacudida por una sangrienta guerra civil si Chávez se empeñaba -como al principio hizo- en no reconocer el triunfo de la oposición en el referéndum para la «reforma constitucional» del domingo 2 de diciembre.
«Fue el propio Fidel quien lo convenció, la madrugada del lunes, retransmitiéndole los informes del G 2, que coincidían punto por punto: ya había movimientos en unidades militares clave, especialmente la 41 Brigada de Paracaidistas de Maracay, una gran unidad de combate, y en la base aérea El Libertador, principal del país. Si Chávez insistía en un fraude, los militares actuarían», dijo.
Desde hace varios años, y en virtud de los acuerdos entre ambos gobiernos, oficiales cubanos ocupan posiciones de entrenamiento y supervisión en las principales unidades militares venezolanas, muchas veces con gran disgusto de los uniformados venezolanos, que los ven como parte de una invasión extranjera, aunque buena parte del corrompido generalato chavista hace la vista gorda a cambio de suculentos beneficios económicos.
Además de fiscalizar día a día los movimientos en el mundo militar a través de su presencia en los cuarteles, el G2 controla las comunicaciones telefónicas y por Internet, desde la sede central de la estatalizada Compañía Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV), y sus agentes se encuentran también en puestos clave del Ministerio del Interior, la policía política (DISIP) y la Dirección de Inteligencia Militar (DIM).
Las encuestas del G2 indicaban en los días previos al referéndum que la reforma de Chávez -en realidad se trataba de aprobar una nueva Constitución, de estilo cubano, que le daría virtualmente poderes absolutos sobre vidas y haciendas- sólo tenía posibilidades de ganar si la oposición se abstenía masivamente. Pero un pujante movimiento estudiantil liderado por un nieto de vascos (Jon Goicoechea) y un decidido ex ministro de Defensa, el prestigioso general Raúl Baduel (el hombre con mas ascendiente en las Fuerzas Armadas venezolanas), llevaban más de dos semanas instando a sus compatriotas a defender en las mesas de votación su ultima posibilidad de salvar lo que queda de democracia en este país petrolero de 26 millones de habitantes, y el efecto se estaba comenzando a sentir.
CONTRA LA APATÍA
«Los estudiantes y Baduel lograron sacar de la apatía a un pueblo profundamente decepcionado de una clase política que siempre lo ha utilizado y engañado, trátese de los chavistas o los de la oposición», señala Rodolfo Schmidt, un periodista y ex editor de El Diario de Caracas que vapulea por igual a unos y otros en su blog.
La embajada de Cuba en Chuao, un sector elegante al este de Caracas, se encontraba en alerta máxima. El embajador Sánchez Otero tenía un búnker subterráneo repleto de todo lo necesario, desde equipos médicos y agua embotellada hasta un generador eléctrico. Al igual que ocurrió en abril de 2002, las órdenes directas de Castro eran defender la extraterritorialidad de la sede diplomática por las armas y hasta el último hombre, si llegaba a ser necesario.
En un operativo de seguridad sin precedentes coordinado por Alfredo, francotiradores, grupos motorizados y comandos vestidos de civil, así como autos blindados sin señales de identificación, tenían la tarea, si se llegaba al peor de los escenarios, de trasladar de inmediato a Chávez a la sede diplomática, a unos cuatro kilómetros del palacio presidencial de Miraflores. Desconfiado con los venezolanos, a los que los cubanos desprecian por su falta de profesionalidad y de convicciones ideológicas, Alfredo los vetó específicamente de intervenir en la operación.
Apenas unos días antes, y tras un informe confidencial de Alfredo, el propio Chávez, en su visita a Sarkozy en Paris y a la cumbre de la OPEP en Arabia Saudita, dejó sorpresivamente de utilizar su lujoso Airbus hecho a medida y se trasladó en dos Ilushyn 96 de Cubana de Aviación, algo sin precedentes, y que revela la profunda desconfianza del venezolano en sus paisanos.
Antes de cerrarse las mesas de votación a las cuatro de la tarde, ya los datos en poder del G2 alertaban sobre el descalabro: el NO superaba en al menos un 6% al SI de los chavistas en todos los sondeos a boca de urna, y también en los cómputos de totalización del CNE. Alfredo supo que iba a ser un día muy largo, y los informes de sus agentes en la 41 Brigada de Maracay y en la Base Aérea Libertador de Palo Negro no tardarían mucho en llegar.
El general Baduel, al que vigilaba estrechamente un comando de la DISIP con instrucciones de estar listo para capturarlo de inmediato, contaba con jóvenes oficiales leales -especialmente mandos medios- dispuestos a tomar acciones inmediatas si ocurría una de dos cosas: un intento de fraude por parte de Chávez, o su arresto.
«VETE DE AQUÍ»
Al principio, ninguno de sus asesores quiere ser el primero en aguarle la fiesta a Chávez, conocido por sus arrebatos histéricos. Finalmente, la china le cae al vicepresidente, Jorge Rodríguez, de profesión psiquiatra (una casualidad). Tembloroso, Rodríguez le dice a su jefe que algo está saliendo mal. Según testigos presenciales, Chávez monta en cólera y lo despide con cajas destempladas: «¡Vete de aquí! ¡No quiero verte!». El líder máximo no puede creer lo que le dicen. Tras una campaña multimillonaria en la que ha echado la casa por la ventana, los venezolanos no pueden hacerle eso...
«¡Me han engañado!», dice, refiriéndose a sus asesores, entre ellos el gobernador del estado Miranda (Caracas), Diosdado Cabello, convertido en multimillonario por la Revolución y responsable de organizar la victoria del SI a través del Partido Socialista Unido de Venezuela.
A eso de las siete de la noche, comienza a haber una gran movilización en la sede central de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) en La Campiña, al Este de Caracas. El bien resguardado piso nueve de la empresa petrolera estatal, al que sólo se entra con un carné especial, es un enorme búnker donde se guardan armas y municiones de diversos calibres (incluyendo subametralladoras y fusiles de asalto), y dotado de un sofisticado equipo de transmisiones electrónicas, todo ello organizado con el asesoramiento del G2 cubano. Más de 300 pistoleros en moto y una flotilla de taxis con radioteléfonos se encuentran a las ordenes de Freddy Bernal, el ultra radical alcalde del municipio Libertador, quien dice a Chávez que sus hombres están listos para «entrar en acción» en cualquier parte de Caracas.
Bernal, que fue jefe de un grupo especial de la policía para acciones violentas, ha empleado frecuentemente a sus pistoleros para amedrentar a la oposición y a los medios, entre ellos Radio Caracas TV (que ahora sólo puede transmitir por cable) y Globovisión, el único canal de señal abierta decididamente antichavista. Tres de esos pistoleros asesinaron a balazos, a plena luz del día, el 16 de agosto de 2004, a Maritza Ron, esposa del español José Torregrosa, cuando participaba en una manifestación pacífica de la oposición.
A eso de las 10 de la noche, Chávez acude a Fuerte Tiuna -principal base militar del país, sede del Ministerio de Defensa, al Suroeste de Caracas- y se reúne con el Alto Mando Militar, al que intenta convencer de que el SI va ganando. A su lado, incondicional, el general Gustavo Rangel Briceño, conocido como Maguila Gorila y el Predicador, ex jefe de las Milicias Bolivarianas, al que ha nombrado ministro de Defensa pasando por encima de oficiales más cualificados. El gran mérito de Rangel, un fundamentalista cristiano evangélico, es el de haber ordenado como nuevo lema de las Fuerzas Armadas el «¡Socialismo, Patria o Muerte! ¡Venceremos!». No puede ver a Baduel, a quien llama «general sin tropa», porque mientras que de él se burlan, al otro lo respetan.
Pero los militares tienen en su poder los datos reales del recuento y algunos de ellos han estado también en comunicación con Baduel. Uno de ellos se levanta, manifiesta su respeto por Chávez pero le advierte que si las cifras son manipuladas o si se mantiene el silencio sobre los resultados, Venezuela puede arder por los cuatro costados, ante el clamor popular en las calles.
«Las Fuerzas Armadas no pueden garantizar que se vaya a poder controlar la situación», le dice, en un sutil lenguaje diplomático que equivale a «no vamos a salir a masacrar a los estudiantes y al pueblo». Se hace un silencio sepulcral. Todos evitan mirar a Chávez, que empalidece y se dirige a su despacho de Fuerte Tiuna, cerca ya de la media noche, pidiendo que no lo molesten por ningún motivo. En La Habana, Castro coge el teléfono. Ya sabe de que va la cosa. Acaba de recibir el último parte de Alfredo. En la televisión venezolana, un Baduel cada vez más enérgico hace un llamado al CNE para que dé a conocer las cifras del referéndum. «El CNE tiene las cifras, y es su obligación darlas a conocer al pueblo venezolano», exige. Castro sabe que no hay mas remedio que aceptar la derrota.
Pasada la una de la madrugada Chávez aparece finalmente en television aceptando la derrota del SÍ. Alfredo respira aliviado y se prepara un ron con Coca Cola. Mañana es otro día.
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