martes, enero 27, 2009

"No es no, ¡carajo!"



Nos ha insultado, nos ha lapidado, ha matado en varias ocasiones a nuestros jóvenes (4 de febrero, entre otras), ha infamado a nuestros curas, a nuestros intelectuales, a nuestros artistas, nos ha pulverizado, triturado, hecho polvo cósmico, ha dicho que somos escuálidos, pitiyanquis, asesinos, perros, golpistas, fascistas, nos ha amenazado y atacado con balas, pistolas, rifles, tanques, hordas, concejales, ministros, vicepresidentes, embajadores, rectores, jueces y magistrados, nos ha perseguido, acusado, encarcelado, enjuiciado, ha dicho que si no aceptamos su “patria, socialismo o muerte” no quedará piedra sobre piedra, que si no es él habrá guerra, apocalipsis, juicio final: con él todo sin él nada ni nadie. Ha levantado sus fusiles y ha sentenciado que, “por amor”, nos descuartizará si nos equivocamos, que si no le hincamos la rodilla y le profesamos respeto y adoración, seremos parias y traidores: magnicidas. Que la suya es una revolución bonita, pero armada, militar, que sus soldados deberán decidir a qué pecho y a qué frente disparan en su momento.
Asegura que él es el pueblo y su Enmienda lo que pretende es otorgarle más poder político al pueblo, es decir, a sí mismo: él decidirá constitucionalmente cuándo y cómo se come mierda (sí “mierda” como la victoria aquella que nunca fue). Dice que nos representa, o sea, que a esos a quienes insulta también son él y por eso permanentemente se ofende a sí mismo, claro, él cree que es la única víctima de su ambigüedad.
Dogmatiza que su despelote revolucionario es la redención, que pronto todos, como él, quedaremos rotos, arrollados, hundidos, paranoicos: delirantes. No estoy jodiendo, es así, lo juro. Lo dice continuamente, incluso, sin ningún pudor manifiesta que él es salvador del Mundo, y si el Mundo osa no obedecerle, lo comprará completo. Él tiene real, mucho real, es rico. En una ocasión, para redimir 500 años de suplicio indígena, para dignificar nuestra resistencia, le hinco la rodilla a un Rey y se calló cuando éste le ordenó de manera inaceptable que lo hiciera, incluso posteriormente fue a su país a servirle de bufo y hasta una camisa llena de desprecio se trajo como premio. Sí, este bravucón de TV hace de todo por atemorizarnos, convirtiéndose en cada arremetida en una comedia trágica. Nos pide que le recemos, que le aplaudamos como focas y que consagremos nuestro destino a su voluntad única, prodigiosa e imperecedera. Algunos lo hacen, lo aplauden hasta rabiar y se humillan por complacer un ego que practica el onanismo frente al espejo.Para distraernos nos ha regalado un satélite mientras morimos de hambre o por el hampa (¡esos muchachos traviesos y revolucionarios que lo acompañan!), también ha cantado, bailado, declamado y hasta profetizado el fin de las eras y el inicio de la suya “indefinida”. Lo insólito es que todavía haya quien dé crédito a su megalomanía, incluso algunos a quienes ha asemejado con condones deshechados. Sin embargo, desde diciembre de 2007 los que le profesan fe son minoría, aunque guiados por el paroxismo frenético y cimarrón de su líder persisten obstinadamente en su intención de controlarnos a todos, entre ellos a ti que esto lees.

2 comentarios:

Mike dijo...

Aún no puedo comprender como tiene el dictador tanta gente que le apoya. Esta llevandoa Venezuela a la ruina.

Saludos!

Arcangel Vulcano dijo...

Mike, bienvenido, gracias por la visita y tu interesante comentario.

Nuestra historia es muy compleja...pero podríamos reducir el fundamento de nuestros graves problemas políticos, sociales y económicos a la lucha fraticida, ambiciosa del nuevo y viejo liderazgo por el control del poder político. En su gran mayoría y salvo honrosas excepciones quienes han controlado el poder, se han corrompido por la lucha desmedida por controlar también la multimillonaria botija petrolera.

En el caso de Venezuela, lamentablemente lo que debía ser una bendición de la providencia por regalarnos tan abundante riqueza natural, se ha convertido en una maldición.

Será por eso que el eminente venezolano fundador de la OPEP Juan Pablo Pérez Alfonso, calificó precisamente al petróleo, como el excremento del diablo. Tal vez anunciando, que el oro negro sería factor de desarrollo y progreso para Venezuela, pero pagando un alto precio, el de la corrupción y perversión que traería como consecuencia la insaciable sed de poder de algunos, para dominar la incalculable riqueza producto de su explotación.

El petróleo nos ha ayudado a desarrollar el país, a financiar el progreso innegable en lo material, pero al mismo tiempo ha sido un factor de ablandamiento de nuestra mística como pueblo acostumbrado al trabajo creador. Éramos un país recio y combativo, cultivador de café y cacao, integrado por gente trabajadora, que de repente se topó con un premio gordo de lotería...

Un fraternal saludo.