POR. ARCANGEL VULCANO.
El día que me caí me puse “cómico”, es decir que caí por cómico, aunque a estas alturas del juego político, no se si me tumbaron, resbalé o simulé caerme; pero muy cómico si me puse para caerme así tan aparatosamente.
Para terminar caído, comencé haciendo maromas, insultando, amenazando y retando a pelear a mis congéneres, a ofrecerle darles “lo suyo” a propios y extraños, principalmente a quienes me contradijeran y se me opusieran; tal vez me caí cómicamente en falso, quizás fue que pisé una concha de cambur mal colocada en mi camino; o probablemente alguien me colocó deliberadamente alguna peligrosa conchita de mango; pero lo cierto es que tropecé y me fui patéticamente de bruces, saliendo muy mal herido en mi orgullo, partiéndome la cara, rompiéndome la nariz, hinchándoseme los ojos; me asusté muchísimo, debí moquear consolándome sobre procuradas piadosas y oscurísimas sotanas, creí que no volvería a sentarme donde más me gusta, ni que tendría la oportunidad de regresar a seguir jodiendo la paciencia a mis paisanos por estas calles de Dios; fue por lo que debí derramar muchísimas lágrimas en medio de la más absoluta soledad, sintiendo el acoso, la acechanza y las amenazas de mis enemigos en el cogote, quienes despiadadamente querían cobrarme mis comicidades y oprobios pasados, sintiendo una terrible “angustia” por lo que podría acontecerme entonces.
Regresé de la tumba, me salvé en la raya, no por valentía, ni coraje, sino casi por casualidad, ¡suerte que tenemos algunos!, tal vez la divina providencia me evitó ir de visita tan temprano al purgatorio, después que estaba más de allá que de acá. Por eso al volver de mi breve e inesperado paseo por las cálidas playas caribeñas, despertando de mi indeseable pesadilla, debí frente a todos, poner mi más falsa cara de corderito degollado arrepentido, abrazándome a un crucifijo, pedirles perdón a los alebrestados conjurados, quienes no sólo me empujaron para tumbarme, haciéndome caer dejándome en ridículo por atreverme a ponerme cómico, cayendo de platanazo dando lástima.
Afortunadamente “por ahora”, hoy todo lo que propició mi abrupta caída, pareciera haberse disipado, y espero que ya nadie tenga motivos para intentar derribarme de nuevo, y están advertidos ya no soy el cómico de ayer sino que soy un nuevo cómico; a fin de cuentas aunque sigo siendo el mismo cómico de siempre, el galán del barrio, el muchacho de la película, el novio de la madrina, el dueño de la pelota y del equipo, el niño bueno con cara de yo no fui que no quiebra un plato, y por eso me siento de nuevo invulnerable, invencible, superdotado, poderosísimo, como si fuera superman pues.
Me siento algo así como si fuera una suerte de súper héroe intergaláctico salido de alguna quimera de Silvio Rodríguez que sólo quiere sinceramente andar por el mundo mismo disparando y “matando canallas con su cañón de futuro”, para así intentar salvar a la humanidad liberándola de tantos enfermos mentales, sicóticos, psicópatas, neuróticos, ególatras, ambiciosos y egoístas, que tienen la osadía, el descaro y el cinismo, de sentirse mejores a los demás, de creerse indispensables e insustituibles, en fin, de aquellos opresores del pueblo mismo; sepan que actúo cómicamente siempre, pero es para acabar con tantas injusticias que aquí habían antes de que yo llegara a combatir frontalmente, doblegando a esa cuerda de burgueses que se pusieron cómicos, que se han atrevido si quiera a imaginar que pudieran alguna vez tumbarme, tal vez es porque no sabían que yo existo es para regirles y mejorarles su triste existencia siendo mejor cómico que ellos quienes son unos tristes cómicos. ¿Más cómicos que yo? ¡No que va! para eso estoy yo, quien soy el más cómico de todos los cómicos del mundo mismo, porque cada cosa que hago y que digo da más risa; por eso el único que aquí puede hacer y deshacer, decir cuanta comicidad se le ocurra, soy yo el más cómico, ¡que nadie se atreva a ponerse más cómico que yo carajo!
Hoy que creo que ya estoy recuperado de mi aparatosa, brusca y accidentada caída, cuando percibo que mis heridas ya se han cicatrizado, pienso que podré tomar venganza impunemente contra mis adversarios porque nada podrá impedírmelo, soy guapo y apoyado, y sin exponerme a correr ningún riesgo seguiré burlándome, humillándolos, ultrajándolos, expropiándolos, confiscándolos, despojándolos y subestimándolos, haciéndoles creer a todos que se pusieron cómicos aunque el auténtico cómico sea yo.
Eso sí, he de confesar que me asusté muchísimo el día que me caí por ponerme cómico, aun siento la humedad en mis interiores, sentir tan cerca ese intimidante olor a pólvora lo hace a uno ver estrellitas; aún se me electriza toda la medula espinal cada vez que siento el rugido de la multitud, exigiéndome que renunciara a mis comicidades; todavía tengo fresca la imagen del pito aquel que comencé a sonar desaforado frente al público, gritándole a mis adversarios “pa` fuera”, y después verme obligado a sufrir las consecuencias, y teniendo que darme golpes de pecho de mía culpa, reconociendo que deliberadamente auto provoqué “la crisis”, procurando pescar en río revuelto. Menos mal que la jugada me salió bien, tanto es así, que ahora soy el dueño de todos los corotos y cargo repleto el buche, como quien dice, les hice caída y mesa limpia, gritándoles en la cara ¡arañón!, haciéndoles lo que acostumbraba practicar sin anestesia jugando metras en mi infancia con mis compañeros de barrio, cuando aún perdiendo todas las partidas por chopo, solía apoderarme siempre del codiciado botín de canicas, dejándolos a todos sorprendidos y boquiabiertos. ¿Quién se atreve a ponerse cómico? ¡Ay, ay, ay! ..¡cuidado pues! con ponerse cómicos conmigo!…miren que yo soy el más cómico que caí por cómico…
El día que me caí me puse “cómico”, es decir que caí por cómico, aunque a estas alturas del juego político, no se si me tumbaron, resbalé o simulé caerme; pero muy cómico si me puse para caerme así tan aparatosamente.
Para terminar caído, comencé haciendo maromas, insultando, amenazando y retando a pelear a mis congéneres, a ofrecerle darles “lo suyo” a propios y extraños, principalmente a quienes me contradijeran y se me opusieran; tal vez me caí cómicamente en falso, quizás fue que pisé una concha de cambur mal colocada en mi camino; o probablemente alguien me colocó deliberadamente alguna peligrosa conchita de mango; pero lo cierto es que tropecé y me fui patéticamente de bruces, saliendo muy mal herido en mi orgullo, partiéndome la cara, rompiéndome la nariz, hinchándoseme los ojos; me asusté muchísimo, debí moquear consolándome sobre procuradas piadosas y oscurísimas sotanas, creí que no volvería a sentarme donde más me gusta, ni que tendría la oportunidad de regresar a seguir jodiendo la paciencia a mis paisanos por estas calles de Dios; fue por lo que debí derramar muchísimas lágrimas en medio de la más absoluta soledad, sintiendo el acoso, la acechanza y las amenazas de mis enemigos en el cogote, quienes despiadadamente querían cobrarme mis comicidades y oprobios pasados, sintiendo una terrible “angustia” por lo que podría acontecerme entonces.
Regresé de la tumba, me salvé en la raya, no por valentía, ni coraje, sino casi por casualidad, ¡suerte que tenemos algunos!, tal vez la divina providencia me evitó ir de visita tan temprano al purgatorio, después que estaba más de allá que de acá. Por eso al volver de mi breve e inesperado paseo por las cálidas playas caribeñas, despertando de mi indeseable pesadilla, debí frente a todos, poner mi más falsa cara de corderito degollado arrepentido, abrazándome a un crucifijo, pedirles perdón a los alebrestados conjurados, quienes no sólo me empujaron para tumbarme, haciéndome caer dejándome en ridículo por atreverme a ponerme cómico, cayendo de platanazo dando lástima.
Afortunadamente “por ahora”, hoy todo lo que propició mi abrupta caída, pareciera haberse disipado, y espero que ya nadie tenga motivos para intentar derribarme de nuevo, y están advertidos ya no soy el cómico de ayer sino que soy un nuevo cómico; a fin de cuentas aunque sigo siendo el mismo cómico de siempre, el galán del barrio, el muchacho de la película, el novio de la madrina, el dueño de la pelota y del equipo, el niño bueno con cara de yo no fui que no quiebra un plato, y por eso me siento de nuevo invulnerable, invencible, superdotado, poderosísimo, como si fuera superman pues.
Me siento algo así como si fuera una suerte de súper héroe intergaláctico salido de alguna quimera de Silvio Rodríguez que sólo quiere sinceramente andar por el mundo mismo disparando y “matando canallas con su cañón de futuro”, para así intentar salvar a la humanidad liberándola de tantos enfermos mentales, sicóticos, psicópatas, neuróticos, ególatras, ambiciosos y egoístas, que tienen la osadía, el descaro y el cinismo, de sentirse mejores a los demás, de creerse indispensables e insustituibles, en fin, de aquellos opresores del pueblo mismo; sepan que actúo cómicamente siempre, pero es para acabar con tantas injusticias que aquí habían antes de que yo llegara a combatir frontalmente, doblegando a esa cuerda de burgueses que se pusieron cómicos, que se han atrevido si quiera a imaginar que pudieran alguna vez tumbarme, tal vez es porque no sabían que yo existo es para regirles y mejorarles su triste existencia siendo mejor cómico que ellos quienes son unos tristes cómicos. ¿Más cómicos que yo? ¡No que va! para eso estoy yo, quien soy el más cómico de todos los cómicos del mundo mismo, porque cada cosa que hago y que digo da más risa; por eso el único que aquí puede hacer y deshacer, decir cuanta comicidad se le ocurra, soy yo el más cómico, ¡que nadie se atreva a ponerse más cómico que yo carajo!
Hoy que creo que ya estoy recuperado de mi aparatosa, brusca y accidentada caída, cuando percibo que mis heridas ya se han cicatrizado, pienso que podré tomar venganza impunemente contra mis adversarios porque nada podrá impedírmelo, soy guapo y apoyado, y sin exponerme a correr ningún riesgo seguiré burlándome, humillándolos, ultrajándolos, expropiándolos, confiscándolos, despojándolos y subestimándolos, haciéndoles creer a todos que se pusieron cómicos aunque el auténtico cómico sea yo.
Eso sí, he de confesar que me asusté muchísimo el día que me caí por ponerme cómico, aun siento la humedad en mis interiores, sentir tan cerca ese intimidante olor a pólvora lo hace a uno ver estrellitas; aún se me electriza toda la medula espinal cada vez que siento el rugido de la multitud, exigiéndome que renunciara a mis comicidades; todavía tengo fresca la imagen del pito aquel que comencé a sonar desaforado frente al público, gritándole a mis adversarios “pa` fuera”, y después verme obligado a sufrir las consecuencias, y teniendo que darme golpes de pecho de mía culpa, reconociendo que deliberadamente auto provoqué “la crisis”, procurando pescar en río revuelto. Menos mal que la jugada me salió bien, tanto es así, que ahora soy el dueño de todos los corotos y cargo repleto el buche, como quien dice, les hice caída y mesa limpia, gritándoles en la cara ¡arañón!, haciéndoles lo que acostumbraba practicar sin anestesia jugando metras en mi infancia con mis compañeros de barrio, cuando aún perdiendo todas las partidas por chopo, solía apoderarme siempre del codiciado botín de canicas, dejándolos a todos sorprendidos y boquiabiertos. ¿Quién se atreve a ponerse cómico? ¡Ay, ay, ay! ..¡cuidado pues! con ponerse cómicos conmigo!…miren que yo soy el más cómico que caí por cómico…
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